La llegada de Richard Grenell ya se preveía. Lo había anticipado el propio enviado especial el pasado 21 de enero, cuando afirmó que tuvo su primera conversación directa con funcionarios de Maduro. "La diplomacia ha vuelto", dijo ese día, añadiendo que "hablar es una táctica", por los canales de conversaciones abiertas con Venezuela. Mientras tanto Maduro se fotografía sonriente con el enviado de Trump en Miraflores.
La Izquierda Diario Venezuela @LaIzqDiario_VE
Viernes 31 de enero 23:37
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En la fotografía Richard Grenell y Maduro en la casa presidencial de Miraflores
Richard Grenell, exdirector de Inteligencia Nacional bajo la anterior administración Trump, es el hombre designado en su nuevo mandato para misiones especiales, que incluiría también a Corea del Norte. En el aeropuerto internacional de Maiquetía fue recibido por el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, con quién seguramente tuvo su primer contacto para las conversaciones con Venezuela. Dicho sea de paso, no son ajenos, ya se habían encontrado en septiembre de 2020 en un encuentro sigiloso en Ciudad de México.
La visita de Grenell marca el primer acercamiento formal de un alto funcionario de Trump con Maduro desde que EE.UU. desconociera su presidencia en 2019. Públicamente, la Casa Blanca ha presentado que el objetivo de la visita de Grenell es lograr que Venezuela acepte vuelos de deportaciones forzadas y conseguir la liberación de estadounidenses detenidos en cárceles venezolanas. Para Maduro se trata de continuar con el alivio de las sanciones, sobre todo las petroleras, que le ha permitido un flujo de caja y mantener su “recuperación económica”, sobre todo a transnacionales como Chevron y otras compañías europeas, como Repsol, Eni, Total, entre otras, además de las grandes prestadoras de servicios.
Por el momento, seguramente los vuelos de deportación forzada tendrán su inicio, y Richard Grenell ha vuelto con los seis de los ocho estadounidenses presos. Pero el gobierno de Trump no ha hecho alusión alguna sobre algún tipo de revocación de las licencias petroleras u otras sanciones que había flexibilizado la administración de Biden. De esto se trata justamente para Maduro.
Es por eso que todo deja entrever que lo sostenido este viernes por Mauricio Claver-Carone, enviado especial de EE.UU. para América Latina, que Grenell llegó a Caracas solamente para transmitir a Maduro que acepte los vuelos de deportaciones, y que los detenidos estadounidenses sean devueltos, serían medias verdades. Para ello no es necesario la presencia de un funcionario de alto nivel del gobierno de Trump, incluso, tratándose de la primera vivista oficial al exterior de Grenell.
Sobre lo mucho que se habrá discutido seguramente se mantendrá en la discreción; al momento solo declaraciones públicas sin gran contenido. El gobierno emitió una comunicación en la que afirmaba que “Nicolás Maduro recibió al representante del presidente Donald Trump, y a su delegación, en el despacho número uno del Palacio de Miraflores donde planteó la construcción de la agenda cero para un nuevo comienzo en las relaciones bilaterales”.
Maduro le ha propuesto su “agenda cero”, una especie de barajar y dar de nuevo, pero eso en política, sobre todo con EE.UU. raramente acontece. Estados Unidos está declarando que esta visita “no es una negociación”, pero el encuentro en sí, la disponibilidad para las fotos públicas, la presencia de Grenell en la casa de gobierno, es todo un símbolo de negociaciones abiertas.
Es probable que el encuentro entre Grenell y Maduro estaría suponiendo un nuevo giro a la postura de Estados Unidos, más allá de toda la estridencia de las declaraciones de Donald Trump. Es de resaltar que lo nuevo, con respecto a los contactos directos entre integrantes entre los gobiernos, es que éste se realiza de manera abiertamente pública. Todos los encuentros anteriores fueron discrecionales, salvo visitas reservadas de integrantes del Congreso estadounidense.
Para Maduro, tener a Grenell en la casa presidencial de Miraflores, ha sido mostrar un aire de fuerza; lo ha paseado por la vieja casona, fotografiándose, mostrándole la espada original de Bolívar, enviando su mensaje de propaganda. ¿Que no lo reconozcan como Presidente? Esto acontece desde inicios del 2019, lo que no sería ninguna novedad, y sin embargo se han llegado a muchos acuerdos, como lo acordado discretamente en Qatar en el 2023. El sector de la oposición de derecha liderado por María Corina Machado y Edmundo González se ha manifestado inquieta por este encuentro abierto con Maduro. Aunque de esto no se ha hablado absolutamente nada, y no se sabe si mantuvo contactos.
Es de tomar en cuenta que, tanto durante su discurso de asunción como en los primeros diez días de gobierno de Trump, Venezuela no venía siendo mencionada por la nueva administración de la Casa Blanca, salvo cuando los periodistas preguntaban. De repente, justo un par de días antes de la visita de Richard Grenell, la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, anunciaba que se suspendía a más de 600 mil venezolanos el Estatus Temporal de Protección (TPS). Venezuela entraba en el foco.
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Las negociaciones de las deportaciones forzadas por alivio de sanciones no son nada nuevo entre Estados Unidos y Venezuela. Los vuelos de deportaciones ya se han venido realizando bajo el gobierno de Biden, pero fueron suspendidos a mediados de diciembre en el marco de la crisis política por las elecciones y las proscripciones a representantes del sector de la derecha liderado por María Corina Machado. La vicepresidenta Delcy Rodríguez llamó a esta política en ese entonces “mecanismo de cooperación existente” como contrapartida a flexibilizar las medidas coercitivas unilaterales (sanciones).
En unos meses al menos 1.800 venezolanos fueron deportados en 15 vuelos semanales, según la organización Witness at the Border, que registra los vuelos de deportación del Servicio de Migración y Control de Aduanas de Estados Unidos. Con esta política a los migrantes venezolanos se les usaba como fichas de cambio. Si Maduro ya con Biden se ofrecía a ser partícipe, y de hecho lo hizo, de la reaccionaria política de Estados Unidos de las deportaciones masivas, en este caso de los venezolanos, en medio de un endurecimiento inédito de las políticas antiinmigrantes de EE. UU., nada le impediría establecer acuerdos con Donald Trump.
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Sabemos que de estos encuentros entre representantes del alto gobierno de Estados Unidos y Maduro nada bueno sale para el pueblo trabajador. Para Maduro se trata de buscar un respiro político tras su asunción fraudulenta el pasado 10 de enero y que viene arremetiendo contra el pueblo trabajador con sus brutales planes económicos a la par de su escalada represiva. Para Estados Unidos seguir afianzando sus intereses y recomponer su presencia en el país y en la región, dentro de lo que estaría también la presencia china en Venezuela, un tema que para Trump se trata de su política fundamental.
Hay que denunciar la política de Maduro de usar a los migrantes como fichas de cambio, así como las deportaciones forzadas, tal como lo hizo recientemente Edmundo González, cuando en una entrevista con el Washington Post le propuso a Donald Trump no negociar con Nicolás Maduro las deportaciones forzadas, y que los millares de inmigrantes venezolanos fueran enviados a terceros países. Más aún cuando Trump está preparando la base de Guantánamo para inmigrantes cuyos países no quieran aceptar los vuelos de las deportaciones.
Exigimos para los inmigrantes en Estados Unidos, todos los derechos a residencia y trabajo. Exigimos el cese de las deportaciones y de la persecución de los migrantes, plenos derechos democráticos. Los trabajadores y migrantes venezolanos no son barajita de cambio, nuestras vidas valen. Somos acérrimos antiimperialistas, por eso hemos rechazado siempre y seguimos rechazando las sanciones imperialistas y toda agresión o amenaza imperialista.