Columna de Cultura en Pateando el tablero, a propósito de la muerte de Nelly Arrieta de Blaquier, quién fue y cómo decidieron recordarla desde el poder y los grandes medios de comunicación.
Jueves 19 de noviembre de 2020 22:23
La Nación, Clarín, Infobae y revista Forbes recuerdan a Nelly Arrieta de Blaquier como el “inagotable faro del arte argentino” “una mecenas de oro” “la última gran mecenas del arte en la Argentina” “Mecenas, coleccionista e histórica representante de la cultura.” Nada más.
En general, y en el caso de Nelly de Blaquier mucho más, se suele hablar del mecenazgo muy relajadamente, como si fuera algo honorífico, filantropía sin más intereses ni intenciones que donar plata y dedicar tiempo para el arte que no puede producir por sus propios medios físicos o intelectuales, aunque sí materiales. Como si solo se tratara de buen gusto y generosidad, cuando el mecenazgo fue con frecuencia y desde hace mucho tiempo, una manera de ejercer control sobre alguien. En el caso de Nelly vamos a hablar sobre la propiedad sobre las obras de arte.
Y es que junto Carlos Pedro, armó una de las colecciones de arte más importantes de América Latina. Una colección que incluye obras de grandes maestros impresionistas como Gauguin, Degas, Renoir y Monet; uno de los conjuntos de platería francesa del siglo XVIII más destacados a nivel mundial. Una súper colección de armas antiguas, platería criolla,bronces del Renacimiento y también arte precolombino. Se estima que a ellos perteneció “El zuavo”, la pintura de Van Gogh que fue noticia al exportarse en 2019 por un valor estimado en unos 300 millones de dólares. Forbes asegura que un marchand (vendedor) que prefiere preservar su anonimato asegura que las obras de la familia Blaquier valen más que su empresa e incluso reunidas pueden cotizar a la par de un banco local mediano.
Nelly presidio desde 1977 y durante 34 años la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, y cuando murió aún era presidenta honorífica. Formó parte del Consejo de Administración del Teatro Colón desde su creación (llegó a ser vicepresidenta), en 2009 fue distinguida como embajadora cultural por el gobierno porteño; e integró muchas más fundaciones, instituciones, etc dedicadas al “comercio” de obras de arte. Una verdadera “Dama de beneficiencia” en esas instituciones desde donde se han otorgado becas a “jóvenes de gran potencial y escasos recursos económicos”. De esta manera, Nélida Arrieta de Blaquier, una de las responsables del “Apagón de Ledesma” en 1976, donde desaparecieron trabajadores del ingenio Ledesma y estudiantes, con unas migajas de la fortuna que tuvo a costa de la opresión y explotación de trabajadoras y trabajadores, logró hacerse una exitosa vidriera desde donde mostrarse muy “humana” a través de fundaciones y proyectos “solidarios” o espacios como el mismo salón de Ledesma donde se hace una especie de asistencialismo hacia sectores desamparados, y se dice “fomentar” la “educación” o el “arte”.
Después de su muerte Nelly de Blaquier sigue siendo nombrada como “una empresaria apasionada por el arte” con un “ gran compromiso con la cultura y la educación”. Cuando en realidad, lo que desarrolló y agrandó fue su “patrimonio artístico” PRIVADO –tal como hizo con el económico, a costa de la opresión, la explotación y el crimen.
¿Entonces? ¿Qué hacemos nosotros?
Esa gran colección ahora la heredarán otros Blaquier, pero esas obras de arte ¿Tienen que quedar en manos de los Blaquier o tienen que ser patrimonio de la humanidad? ¿Por qué tienen que ser los dueños de obras y objetos de arte creados por grandes artistas universales? Esas obras, que podemos clasificarlas hoy como representantes de un arte burgués, tienen que estar al alcance y goce de las grandes mayorías, no expuestas a la venta por millo…
Nadia Ruge
Artista