Se dice que hay un largo trecho, como el que se advierte entre programas, secretarías y ministerios de género, y la escalofriante cifra de femicidios. Los feminismos: entre gestionar el Estado capitalista o ser parte de las nuevas experiencias políticas y luchas en las que decantaron las grandes movilizaciones del movimiento de mujeres.
Los medios se hicieron eco del corte que las mujeres del Frente de Izquierda-Unidad hicieron en el centro porteño para visibilizar desde temprano que, en lo que va del año, ya hubo 127 femicidios y se agravan las condiciones de vida de las mujeres de los hogares más pobres. Si eso sucedió fue porque la acción, encabezada por la diputada Myriam Bregman (PTS) y referentes de las otras fuerzas que integran el FIT-U, contrastó con la inacción de todas las agrupaciones y referentes que, años atrás, nutrieron las asambleas convocadas bajo el lema #NiUnaMenos. Por eso, se convirtió en un punto de referencia también para las mujeres de la Asamblea de Vecinos de Guernica, del barrio Los Ceibos, las conductoras de colectivos, las obreras de Madygraf, trabajadoras docentes y de la salud, de call centers y estudiantes que además de enfrentar la violencia de género, trajeron sus reclamos de #NiUnaMenosSinVivienda y #NiUnaMenosSinTrabajo.
Al día siguiente, la ministra Elisabeth Gómez Alcorta junto al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, presentaron el Programa Nacional "Acercar Derechos", que se propone "estar cerca en el momento en el que la víctima necesita la asistencia del Estado con 80 equipos interdisciplinarios en todo el país".
Más programas, que se suman a muchos otros promovidos por las áreas de Género, las secretarías, los ministerios… Este gobierno creó un nuevo funcionariado estatal feminista como ningún otro gobierno anterior. Pero, por solo poner un ejemplo, existen 1.800 plazas en 142 refugios de todo el país para víctimas de violencia de género, aunque la línea 144 recibió 30.000 llamados el año pasado. El actual presupuesto para obras de refacción, equipamiento y ampliación de hogares, refugios y Centros Territoriales Integrales es de 18.000 millones de pesos, de los cuales apenas se ejecutó el 10 %. Lo reservado para la deuda es 100 veces ese monto y, en el mismo tiempo, ya se ejecutó en un 50 %. Cuando decimos que el Estado es responsable de los femicidios, no nos referimos solamente a la policía o a la Justicia, sino también a cuestiones como esta. En la vida hay que elegir, decía Cristina Kirchner, y este gobierno del Frente de Todos, entre el FMI y las condiciones de vida de las grandes mayorías, ya eligió sus prioridades.
De la calle al palacio
Las organizaciones del FIT-U decidimos que era una obligación no abandonar las calles, no solo porque una mujer es asesinada cada 23 horas, sino porque además, las decisiones tomadas por el gobierno en medio de la pandemia aumentaron la feminización de la pobreza, la brecha salarial, la crisis de la vivienda y la precarización laboral que afectan doblemente a las mujeres sostén de hogar.
Las organizaciones mayoritariamente afines al gobierno alegaron que este 3 de junio no se podía movilizar –a cielo abierto y aun con medidas de prevención–, por la pandemia. Pero no cuestionan que millones de personas en todo el país, aunque especialmente en el área metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires, viajan a sus lugares de trabajo hacinadas en el transporte público, estuvieron durante varios meses sin recibir las vacunas o habitan en barrios empobrecidos sin acceso al agua potable, en viviendas precarias donde el aislamiento y las medidas de prevención son impracticables.
El gobierno y sus organizaciones afines consiguieron desmovilizar, en gran medida, al movimiento de mujeres que, en Argentina, tiene una larga tradición de organización y lucha y que, en los años recientes, fue protagonista indiscutible de algunas de las más grandes movilizaciones que se dieron en el país, como Ni Una Menos y la marea verde por el derecho al aborto. Es la marca de origen del kirchnerismo: reconducir a los movimientos sociales de la calle al palacio, como ya lo vimos en el período posterior a 2001. El gobierno recogió el guante de las movilizaciones de la marea verde, legalizó el aborto después de más de una década de reclamos desoídos por todos los partidos tradicionales y mientras algunas de las caras más reconocidas de esa lucha ocupan cargos de funcionarias, impone la pasivización del movimiento y esmerila sus aristas más revulsivas, como el reclamo de separación de la Iglesia del Estado y otras demandas postergadas.
Claro que el feminismo no es una hermandad sino un movimiento político y por eso está cruzado por múltiples estrategias, programas y perspectivas. Ese feminismo de homenajes, símbolos y gestos, llegó a la gestión del Estado apoyándose en las mismas históricas movilizaciones con las que arrancamos el derecho al aborto. Pero la gestión del Estado capitalista no deja un solo día de demostrarse impotente no solo para acabar con el patriarcado, como quizás pretendía Alberto Fernández, sino para el objetivo más inmediato que es atender los problemas profundos que atraviesan la vida de las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre en medio de la crisis social, económica y sanitaria.
Decíamos que en el movimiento de mujeres existen diferentes perspectivas. La de las socialistas revolucionarias de Pan y Rosas se opone por el vértice a la de las que hoy decoran con lenguaje inclusivo las políticas excluyentes impuestas por la sumisión al FMI. La nuestra participa de las experiencias políticas de las trabajadoras de la salud, las docentes, las obreras, las desocupadas, las sin techo, las precarizadas que se autoorganizan, deciden en asambleas, eligen la acción directa, apuestan a la coordinación y empiezan a sacar algunas conclusiones sobre quienes les pidieron su voto para después gobernar al servicio de los grandes empresarios, laboratorios y acreedores financieros internacionales.
La audacia, la decisión y el coraje de ese movimiento de mujeres que fue capaz de poner en pie la movilización de 1 millón de personas en todo el país al grito de NiUnaMenos en 2015 y que protagonizó la marea verde recientemente, pervive en estas experiencias políticas de hoy que, a su vez, cocinan a fuego lento las rebeliones de mañana. Nosotras también ya elegimos.
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