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Red Internacional
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OPINIÓN. “No era la depresión era capitalismo”: joven trabajador se suicida en Mérida, llevaba 3 días sin comer

El suicidio de jóvenes en Venezuela viene en aumento, es un fantasma sigiloso del que poco se habla, las causas son las terribles penurias que se viven en el país desde hace varios años y la falta de perspectivas a futuro, es una juventud a la que le han robado el presente y su futuro es muy incierto.

Sábado 27 de febrero de 2021

Lo que clínicamente en otros contextos se diagnostica como “depresión”, tiene unas fuertes causas sociales; el desempleo, la pobreza, el desastre educativo, la falta de oportunidades y un futuro borroso para los jóvenes, se potencian en Venezuela por la situación de catástrofe económica y social del país. Mientras tanto desde el Gobierno no se hace más que profundizar estas penurias.

El joven merideño fue encontrado muerto el pasado domingo 21 de febrero en las inmediaciones de residencias Centenario. A la trágica escena la acompañaba una carta donde explicaba su fatídica decisión. En la carta explicaba que tenía “más de 3 días sin comer y no tenía cómo subsistir”. El joven era trabajador público, específicamente de la gobernación del estado Mérida en FONVIS (Fondo de Inversión Social de Venezuela).

La realidad de este joven trabajador es muy probable que sea parecida a la de muchos jóvenes en el país. La falta de empleo y cuando se consiguen vienen acompañados de pírricos sueldos, el derrumbe de la educación pública universitaria, la desesperanza de no encontrarse un futuro, ha llevado a muchos a emigrar o en el peor de los casos quitarse la vida.

En los últimos años el fenómeno de los suicidios entre los jóvenes viene aumentando drásticamente. En general se estima que los suicidios han tenido un crecimiento de 155% del 2015 hasta el 2018, según un estudio presentado por el Observatorio Venezolano de Violencia. Dicho estudio se realiza principalmente en base a notas de prensa y contacto con los familiares porque, así como pasa con los femicidios, en el país ya no se registran oficialmente estas cifras.

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El estudio continúa alertando sobre los datos alarmantes: 9,7 por cada 100.000 habitantes se quitan la vida en Venezuela, muy cerca ahora del promedio mundial de 10,5 y de los más altos en la región. En números absolutos son 2.889 suicidios registrados para el 2018. Adolescentes entre 12 y 17 años y adultos entre 30 y 65 años representan el mayor grupo.

Un trabajo reciente de Cecodap, dice que para el 2019, 88 niños, niñas y adolescentes se suicidaron: siete fueron niños o niñas menores de 11 años, mientras que 81 de las víctimas eran adolescentes entre 12 y 17 años, una realidad aterradora. Del primer trimestre del 2020, aun sin pandemia, las cifras hablan de 19 suicidios entre niños, niñas y adolescentes.

Como la famosa pinta en las paredes de Santiago en la rebelión chilena del 2019 que reza, “no era depresión, era capitalismo”, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el suicidio era la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años y la segunda entre 15 y 29 años, siendo que el 79% se produce en países de ingresos bajos y medianos. Más de 800 mil personas se suicidan cada año.

En Venezuela todas estas muertes tienen una correlación más estrecha con la terrible situación que vive el país, hiperinflación, pírricos sueldos, falta de empleos muy en particular para los jóvenes y un futuro nada alentador.

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En el país se vive actualmente una nefasta dolarización de los precios de los productos y los servicios, privatizaciones de espacios públicos como del reciente caso de las residencias estudiantiles o los espacios del Hotel Humboldt en el Parque Nacional Waraira Repano (“El Ávila”), cierre o deterioro de espacios de esparcimiento para la juventud. Cafés, bodegones, bares y discotecas se inauguran cada mes a precios realmente restrictivos para la mayoría de los jóvenes, solo disponibles para quien pueda pagar sus altísimos precios.

Mientras que los jóvenes trabajadores o estudiantes de familias trabajadoras apenas pueden comer o pagar servicios tan básicos y fundamentales en estos tiempos como el internet. Muy al contrario de todo el discurso demagógico sobre el “socialismo” que sigue hablando Maduro, en Venezuela no cabe duda que vivimos bajo un capitalismo puro y duro, y un régimen autoritario y represivo, donde la juventud, sobre todo la trabajadora y de las grandes mayorías populares, la siente con todo su peso, cerrándole todo paso a un futuro mejor. Lo que teníamos era, como siempre, un capitalismo rentístico que, en momentos de alta renta, “redistribuye” un poco hacia los sectores más vulnerables, al tiempo que las clases dominantes (y sectores ligados a la burocracia estatal) se hacen la gran fiesta aumentando sus riquezas con la renta pública y, sobre todo, fugándola fuera del país, pero cuando se acabó la renta, los ricos quedan ricos y a los trabajadores y sectores populares nos han hecho pagar las más grandes penurias. ¡Hecho en capitalismo!

En la contracara la juventud tiene lo que le ofrece la oposición de derecha, en la que más allá de los actores, también son salidas de más miseria y sometimiento que nos condena también a un mundo sin futuro, tal como se ve con la juventud en otros países como Colombia y Chile, para solo poner unos ejemplos.

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Pero pese al paisaje desolador que vivimos los jóvenes en el país, hay una salida y es la organización de la juventud para pararle la mano al gobierno y los empresarios que juegan con nuestras vidas. En Venezuela la juventud debe organizarse como lo han venido haciendo en todo el mundo contra el capitalismo y sus desmanes. Si queremos tener un futuro que disfrutar, parafraseando a León Trotsky, debemos librar a la vida de todo mal, opresión y violencia para poder disfrutarla plenamente.