La Gran Coalición alemana quiere demostrar unidad con una mayor restricción de las leyes de asilo. Pero la autoridad de la canciller sigue afectada y la derecha gubernamental está a la ofensiva.
Miércoles 3 de febrero de 2016
Foto: Refugiados sirios en Stegskopf, cerca de Emmerzhausen, Alemania, EFE/Frederik Von Erichsen
A principios de noviembre, las cúpulas de los partidos de gobierno habían acordado un paquete de medidas reaccionarias que se cerró el jueves pasado como el “paquete de asilo II”. Hasta ahora, el partido socialdemócrata SPD había protestado contra la medida que impone que los refugiados de Siria no pudieran más traer a sus familiares cercanos a Alemania. Pero como ya demostró en el debate sobre las “zonas de tránsito” que ahora se fijaron también en el “paquete de asilo II” como “centros de acogida”, esta “oposición” es muy superficial. El único rol del SPD en el gobierno es el de nombrar de un modo más suave a las restricciones de derechos que demanda la derecha, o posponerlas durante algunos meses.
Dos ataques del gobierno a los refugiados en tan solo una semana
El nuevo paquete de medidas obliga a todos los solicitantes de asilo que obtengan una protección provisoria o "subsidiaria", es decir, los que no obtengan un estatus de refugiados, pero reciban protección por razones humanitarias, a esperar dos años hasta poder reunirse con sus familias.
De este modo, los hijos y familiares de refugiados que aún se encuentran en países con guerra civil como Siria, quedan expuestos a la muerte o a todos aquellos riesgos que esa situación supone.
¡Y, por si fuera poco, a esos mismos refugiados a los que el Estado alemán separa de sus familias, se les pide una “integración rápida” en Alemania! Además, para ganar acceso a los “cursos de integración” ahora el Estado pide 10 Euros a los refugiados, que tendrán que salir de las bajísimas prestaciones sociales que reciben ahora.
A esto se suma que Marruecos, Túnez, y Argelia serán considerados “países de origen seguros”. Y Merkel y Gabriel (SPD) ya sueñan con hacer de Turquía un “país de origen seguro” también. Horst Seehofer, jefe del partido hermano de la CDU, la CSU, incluso quiere transformar toda una lista de 13 Estados, incluido el Malí devastado de intervenciones imperialistas, en “países de origen seguros”. Los refugiados que provienen de “países de origen seguro” deberán ser registrados más rápidamente en los ya mencionados “centros de acogida” (como ya lo hace Baviera para los refugiados de los Balcanes) y deportados. Es decir, se busca limitar a Siria y unos pocos países el otorgamiento de asilo, mientras a decenas de miles de refugiados de otros países se los va a expulsar.
Después de los acontecimientos de la Nochebuena en Colonia, el racismo antiislámico y antiafricano aumentó de forma brusca. El ministro y jefe del partido SPD Gabriel aseguró después de los hechos: “Quien proteja a solicitantes de asilo que sean criminales, no tendrá derecho a fondos del Estado”, y demandó que los solicitantes de asilo que cometan algún crimen cumplan cualquier condena de prisión en sus países de origen.
La semana pasada el gabinete votó un recorte de derechos semejante en la ley de permanencia. Incluso una condena a libertad condicional puede ahora llevar a la deportación. Y una condena de más de un año de prisión privará a esas personas del atributo de “refugiado”. Es decir, aquellas personas que son perseguidos políticos o refugiados de guerra serán deportados y quedarán expuestos a la tortura o la muerte en sus países, si cometieron un delito en Alemania. Y a los Estados que se niegan de aceptar estas deportaciones, se les amenaza con recortar su ayuda financiera.
Primero las limitaciones y restricciones a la ley de permanencia, después el paquete de asilo II. Son dos ataques a los derechos fundamentales de los refugiados, una política que busca demostrar unidad y “capacidad de acción” por parte de una coalición gubernamental que arrastra fuertes tensiones internas.
Es verdad que la CDU, la CSU y el SPD siempre estuvieron de acuerdo en profundizar un rumbo represivo contra los refugiados. Merkel había expresado ese consenso en su discurso de Año Nuevo diciendo que se proponía “reducir de manera sustentable y permanente la cifra de refugiados”. Sin embargo, el dato nuevo es que en las primeras semanas del 2016 la crítica al gobierno y sobre todo a la canciller Merkel por parte del ala derecha de la CDU y la CSU adquirió una nueva dimensión. Un malestar que no se aplaca ahora con el nuevo paquete de leyes votadas, sino que sigue en aumento.
La “segunda fila” se hace eco
En la medida en que la autoridad de Merkel está en crisis, crece el protagonismo de los políticos del ala derecha de la CDU. Primero juntaron 40 firmas de parlamentarios para una carta demandando un cambio en la política hacia los refugiados. Y hace poco más de una semana, la candidata de la CU en las elecciones provinciales de la Renania-Palatinado, Julia Klöckner, avanzó con la presentación de un “Plan A2” de medidas nacionales para contener la inmigración. Este incluye implementar centros de registración y rechazo cerca de las fronteras, así como “cuotas” diarias para regular el ingreso. Si bien Klöckner niega que eso exprese divergencias con la política de Merkel, la presentación pública de un plan alternativo es un cuestionamiento hacia la canciller, más aún si el contenido es tan similar a las demandas que se escuchan desde hace meses en Baviera.
En el Ministerio de Defensa, Ursula von der Leyen (CDU) avanza cada vez más en los planes de la burguesía alemana para un mayor rearme y una mayor capacidad de intervención del ejército alemán, que incluye la posibilidad de una intervención en Libia para combatir el “eje del mal” en África. También demanda la abolición de un límite en el rearme del ejército y quiere duplicar el presupuesto del Ministerio de Defensa a 130 mil millones de Euros hasta el año 2030. El objetivo: aumentar la capacidad de acción del ejército y adaptar la capacidad militar a la capacidad económica de Alemania y sus anhelos imperialistas.
Esta iniciativa muestra contradicción extrema de la política imperialista hacia los refugiados. Al mismo tiempo que se quiere reducir la cifra de refugiados, se gastan millones en intervenciones militares que solo pueden agudizar las causas de la fuga.
¿El fin de Schengen?
El Ministro del Interior, Thomas de Maizière (CDU) se muestra una y otra vez como representante de esa ala de derecha dentro del gobierno. En una reunión de los Ministros del Interior de la UE dijo que “Hay poco tiempo”, y que se debería “proteger mejor las fronteras” de la UE y fortalecer a Frontex. Era una acusación directa para Grecia. Y si este país, acosado por las imposiciones de la Troika, no logra “proteger bien” las fronteras, el ministro alemán amenazó con excluirla de la zona Schengen.
Según este sector, Alemania, junto con los Estados del Benelux, Austria y los países escandinavos deberían pensar en la fundación de un “mini-Schengen”.
Después de que varios países de los Balcanes, empezando por Hungría, cerraran sus fronteras el pasado otoño, esa maniobra también llegó a los países del Norte de Europa. Después de que Suecia introdujera controles fronterizos en el puente del Øresund, Dinamarca la imitó en su propia frontera con Alemania. Los controles en la frontera sur de Alemania seguirán hasta mayo. Austria votó un límite superior de 37.500 refugiados para este año. También está en aumento la cifra de países que confiscan objetos de valor de los refugiados. Como Suiza (donde el limite se acerca a 900 Euros) y Baviera, donde se incautan joyas y dinero por sobre 750 Euros, Dinamarca también votó una ley similar.
Durante la crisis griega, algunas figuras conocidas de la CDU criticaban el rumbo de Merkel e incluso votaron en contra del tercer memorándum, buscando forzar condiciones aún más duras para la salida del Euro. Pero, a fin de cuentas, Merkel supo imponerse y encontrar el apoyo de otros países, así como lograr la capitulación del gobierno de Tsipras ante la Troika.
Pero ahora la situación es distinta. Unos países tras otro están aumentando los controles fronterizos y se restringen las leyes de asilo, mientras se agudiza la crisis de autoridad de Merkel y los sectores más reaccionarios del gobierno ganan apoyo.
Merkel no se opone tan vehementemente a la extensión de controles fronterizos y a medidas nacionales porque sea menos nacionalista o racista que De Maizière y otros. Pero sabe que la zona Schengen estaría perdida si Alemania se alejara de ella también. La Unión Europea y Schengen fueron y son importantes hitos para el imperialismo alemán en su ascenso hacia la hegemonía europea. Además, los controles fronterizos pueden resultar en golpes para la economía alemana, cuyas exportaciones se destinan principalmente a otros países europeos y se transportan en un 60% por tierra. Por eso, defiende “soluciones europeas” y aboga en contra de medidas nacionales, si bien su objetivo es el mismo: aislar a Alemania y a Europa de los problemas que ellas mismas han creado.
¿Se rompe la Coalición?
Esa actitud defensiva también se expresa en el nuevo avance de la CSU, que en una carta del gobierno provincial de Baviera a la canciller volvió a presentar sus demandas nacionalistas. En esta carta, se demanda entre otras el registro de todos los refugiados en la frontera y el rechazo de todos los refugiados sin papeles, la restauración de la “seguridad de la frontera” y un límite superior de 200.000 refugiados por año. Una solución completamente racista a la crisis migratoria que iría de la mano con la militarización de la frontera y de todo el régimen. Algo que hasta hoy solo defiende el partido de extrema derecha “Alternativa por Alemania”.
Si Merkel no acepta rápidamente, Seehofer de la CSU amenaza con reclamar judicialmente ante la Corte Federal Constitucional, contra el gobierno federal del cual forma parte. Una ofensiva inédita que tiene el apoyo de una parte de la derecha de la CDU como Wolfgang Bosbach que también demandó “medidas nacionales para proteger la frontera”. Ante esas voces, el presidente de la fracción parlamentaria del SPD, Oppermann, habló de un “anuncio de ruptura de la Coalición” y añadió que la Coalición podría gobernar también sin la CSU.
La verdad es que la socialdemocracia está muy lejos de romper la coalición de gobierno. Su oposición contra las propuestas más extremas de la CSU sigue siendo simbólica – hasta que éstas se hacen ley. La socialdemocracia alemana se convierte en el garante de una coalición gubernamental que encabeza intervenciones guerreras en África y el Medio Oriente y una ofensiva reaccionaria contra los refugiados.
Estos episodios de lucha política al interior de la Gran Coalición muestran que la crisis del gobierno está lejos de haber terminado. Lo que estamos viendo son ataques más agudos contra los refugiados y contra sectores combativos de la juventud. En el marco de esta crisis y del giro a derecha del panorama político, que se acentuó aún más tras los eventos de Colonia, el partido “Alternativa por Alemania” se establece como tercera fuerza y se asimila cada vez más un partido neofascista.
Todo eso sucede sin que los representantes sindicales y políticos de la clase obrera tengan una posición independiente para enfrentar el giro a la derecha y contra las nuevas intervenciones militares.
Es urgente conquistar un nuevo movimiento antiimperialista de la juventud contra la guerra y el racismo, para que no se beneficie la derecha de esta crisis gubernamental. Juntos a los trabajadores combativos es necesario exigir a las direcciones sindicales que se pongan a organizar la autodefensa y acciones contundentes contra la guerra y el racismo.