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Red Internacional
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Libros. Nuevas narrativas y representaciones del (verdadero) movimiento libertario en Argentina

Lectura de “Cuando el anarquismo causaba sensación. La sociedad argentina, entre el miedo y la fascinación por los ideales libertarios” del historiador Martín Albornoz (Siglo XXI). Una original vuelta sobre el movimiento anarquista de Buenos Aires a finales del siglo XIX.

Viernes 7 de junio 00:55

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“Si algún elemento distintivo tuvo el anarquismo
fue el de haber sido vivido como un
fenómeno radicalmente novedoso (…)
lejos de ser temido, fue esperado y
deseado. Antes que reprimido,
narrado
. Albornoz, Martín

Cuando el anarquismo causaba sensación. La sociedad argentina, entre el miedo y la fascinación por los ideales libertarios es el libro de Martín Albornoz publicado en 2021 por Siglo XXI editores en la colección Historia Argentina (Hacer Historia). El autor es Doctor en Historia (UBA), investigador del CONICET y docente en la Escuela IDAES (UNSAM).

Albornoz nos propone una nueva lectura del anarquismo desde su imaginario social, enfocado en cómo ha sido representado por parte de editorialistas, periodistas y escritores en diarios y revistas, por policías y criminólogos, socialistas, parlamentarios e inmigrantes. Es decir, deja en sordina las voces de los propios anarquistas y sube el volumen de otras voces que, según el autor, fueron tan importantes como las primeras en su constitución.

A lo largo de su investigación el autor elude los esencialismos y lugares comunes en el trabajo de la temática. Por un lado, escapando de la historiografía tradicional que ha privilegiado el vínculo del anarquismo con el movimiento obrero, las organizaciones sindicales y la cultura, en trabajos clásicos como el de Iaacov Oved, Gonzalo Zaragoza, Edgardo Blisky, Juan Suriano y Dora Barrancos entre otros; pero por el otro también de la bibliografía “espejo invertido” que nutre imaginarios y representaciones sociales que enaltecen las propias figuras anarquistas como los de David Viñas y Osvaldo Bayer, entre otros.

Ciertamente, la distancia que adopta Albornoz de la historiografía anarquista más conocida, lo lleva a desarrollar una investigación verdaderamente heterodoxa y original, navegando por la curiosidad hacia la singularidad.

Sobre el método, la orquesta y la literatura

La investigación está desplegada con evidencia empírica sustentable, variada y esclarecedora. Para ello nos alerta que si bien las voces anarquistas aparecen en su obra su horizonte es más amplio, recuperando un consejo del prestigioso historiador francés Marc Bloch sobre los testimonios de naturaleza diversa, como haces de ondas. [1]

En su invocación múltiple y coral, en “busca [de] destellos del anarquismo en una frondosa cultura impresa [2] Albornoz recupera fuentes diversas: matutinos como La Nación y La Prensa, vespertinos como El Diario y revistas ilustradas como Caras y Caretas. Pero también prensa partidaria, revistas especializadas y masivas, expedientes judiciales, documentos policiales, proyectos de ley, debates parlamentarios, cartas personales, correspondencia institucional, caricaturas, fotografías, libros científicos, folletos partidarios, literatura, además de bibliografía temática variada y específica.

El desafío de poder ver, escrutar y analizar fuentes de naturaleza muy disímil, con distintas texturas, tonos y timbres, y organizarlas en un corpus explicativo para su exposición, constituye la base de la construcción de la argumentación. Pero ¿cómo despliega el caleidoscopio de fuentes de condición múltiple y coral sobre el fenómeno anarquista sin apabullar o agobiar? Mediante una narrativa cuidada que combina la sincronización de personajes, fuentes y testimonios diversos, integrados en un recurso literario que lo aproxima a la ficción.

Albornoz, como un director de orquesta, hace sonar cada una de las fuentes desplegando el archivo con musicalidad, sumando huellas con sentidos y armonía, como el director que agrega capas de instrumentos constituyendo un todo. Así, cada capa va organizándose, encontrando un lugar en la narrativa y construyendo la argumentación de manera ordenada y “afinada”.

Hacia el final del libro todas las fuentes están “sonando” a pura orquesta: el impacto de las noticias sobre los atentados europeos en Bs. As. (cap. 1), las crónicas policiales que vanamente esperan atentados anarquistas en la ciudad y que por el contrario se encuentran con un “anarquismo cordial” (cap. 2), las representaciones sobre el anarquismo que esbozó el socialismo (cap. 3), los informes criminológicos (cap. 4) y policiales (cap. 5) sobre el fenómeno.

Pero también el autor va mostrando la literatura de las fuentes como si fueran escenas ficcionales. Como cuando narra al representante del movimiento libertario rioplatense José María Acha como joven mucamo limpiando con un plumero una casa de alta alcurnia, y teniendo un primer contacto con una noticia de La Prensa sobre el atentado contra el ministro español Canovas del Castillo perpetrado por un anarquista. O cuando narra el atentado llevado adelante con una daga a la emperatriz de Austria Sisi, por parte del anarquista Carnot. O en el caso del asesinato del rey de Italia Humberto I a manos del revolver empuñado por el anarquista Bresci con un tiro en el corazón, y en las conmemoraciones posteriores que derivaron en un duelo nacional y decenas de calles con su nombre.

Un “yo” autoral que objetiva la mirada

En su libro La historia es una literatura contemporánea. Manifiesto por las ciencias sociales, el historiador francés Iván Jablonka sostiene que es necesario huir de la historia positivista autoexplicada que “sustituye el punto de vista del investigador por el [supuesto] punto de vista ‘sin punto de vista’ del narrador-Dios”. Esta historia presenta “el resultado final, [como] un resultado ya cocinado y no precisamente como una investigación”. Por eso plantea que “la objetividad en historia no tiene nada que ver con la desaparición del yo. Se basa, al contrario, en la descripción de su posición”. [3]

El lugar de enunciación del autor en el libro analizado y su “yo” autoral emerge transversalmente. Es un “yo” de imagen opaca, pero de presencia permanente que ubica al historiador a una distancia clara con el objeto. Esto da transparencia al relato de Albornoz ya que las conclusiones que va sacando, al escrutar las fuentes arriba detalladas, expresan paso a paso el razonamiento del autor, su camino en la argumentación, contrastación y justificación. Es decir, su “cocina” está a cielo abierto y permite conocer su laboratorio.

Pareciera que muchas de las fuentes descubiertas que dan cuenta de explosiones, atentados, asesinatos, pesquisas, análisis criminológicos, epítetos socialistas sobre los anarquistas, informes policiales, etc., le generaron a Albornoz sentimientos y emociones que desea compartirlas con sus lectores y que produzcan el mismo efecto. Como diría Jablonka, es “la mezcla de fascinación y emoción que el historiador experimenta y procura transmitir.

Además, el autor no oculta su punto de vista y su “yo” de posición moldeado por valores, enfoques y perspectivas dentro de la Historia Social, con influencias de los historiadores E.P. Thompson, Marc Bloch y Carlo Ginzburg, entre otros.

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En los orígenes de la combativa clase trabajadora argentina, nutrida de corrientes inmigratorias cargadas de experiencias de lucha y organización que trajeron de sus propios países y resignificaron en estas tierras, la corriente anarquista jugó un rol decisivo. Aún con su debilidad estratégica que se expresó en los importantes combates como la Semana Roja, las huelgas del Centenario o la Semana Trágica, sus aportes en la formación del movimiento obrero fueron imprescindibles para su devenir posterior. Como destaca Josefina Luzuriaga en Cien Años de Historia obrera en la Argentina, “el complejo entramado social y político de la clase obrera de fines del siglo XIX y principios del siglo XX explica la hegemonía anarquista en esta etapa de la historia del movimiento obrero”. [4]

La rigurosa y recomendable investigación de Martín Albornoz se inserta y visibiliza a su vez, la plural historia del anarquismo, contribuyendo a reconstruirlo en una de sus dimensiones menos conocidas: aquella en la que fue imaginado y representado (aún en su carácter amplificado, distorsionado o estigmatizado) en la realidad social y cultural de Buenos Aires entre 1890 y los primeros años del siglo XX.


[1“Cuanto más se empeña el historiador en llegar a los hechos profundos, menos se le permite esperar la luz sino por rayos convergentes de testimonios de naturaleza muy diversa” Bloch, Marc. Introducción a la historia. Citado en Albornoz, Martín. Op. Cit. Pág. 26.

[2Albornoz. Martín. Op. Cit. Pág. 24.

[3Jablonka, Iván. La historia es una literatura contemporánea. Manifiesto por las ciencias sociales. Fondo de Cultura Económica. Bs. As. 2016.

[4Rojo, Alicia y otros. Cien Años de Historia obrera en la Argentina (1870-1969). Una visión marxista de los orígenes a la resistencia. Bs As. Ediciones IPS, 2016.