En este artículo analizamos las tensiones y contradicciones de la situación actual de la pandemia, las expectativas por las vacunas, las nuevas variedades del virus, las condiciones que favorecen la mutabilidad, y qué hacer para terminar de una vez con la pandemia según las investigaciones científicas y los pronósticos más realistas.
Segunda, tercera, ¿y cuántas olas más?
Se habla de segunda y tercera ola para referirse al aumento de casos de covid-19 en países y regiones que, tras un pico de casos, mostraban una cierta estabilidad en la cantidad de nuevos contagios. Estas nuevas olas, sin embargo, implican un salto a partir de un número más alto de casos activos y dispersos geográficamente, es decir que el impacto puede ser mayor.
Algunos ejemplos ilustrativos de esto: EE. UU. ya contaba con 1,8 millones de casos acumulados a comienzos de junio 2020, o sea, en tan solo cuatro meses hubo un salto enorme producto de la política negacionista de Trump. Pero este año, solo en la última semana de enero tuvieron un millón de nuevos casos. Brasil, hacia el primero de junio de 2020, pasaba el medio millón de casos acumulados, mientras que solo en la última semana de enero los casos totales fueron de 360 000. Un ejemplo más: España, que en tan solo dos meses superaba los 200 000 casos de covid con imágenes aterradoras de hospitales colapsados en abril del año pasado, mostró en la última semana de enero 240 000 casos confirmados [1].
Si por un lado estas nuevas olas nos encuentran con mayor información y experiencia luego de transitadas las primeras [2], por otro lado la cantidad de contagios es más alta [3] y las medidas siguen sin estar a la altura. Continuando con las pésimas gestiones de inicios de la pandemia, los gobiernos ensayan respuestas a medias [4] para mitigar los casos por debajo de la saturación de los sistemas de salud, pero no suprimirlos, a lo que se suma el mayor desgaste y deterioro económico y social que viven las y los trabajadores y sectores populares.
Más allá de las ilusiones negacionistas, el virus sigue propagándose y ya lleva más de 100 millones de contagios y 2 millones de muertes en todo el mundo. En este contexto la principal apuesta de las clases dirigentes para terminar con el covid-19 es vacunar y lograr la inmunidad de rebaño. Pero si esta necesidad básica ya choca contra los intereses de las farmacéuticas y las desigualdades geopolíticas –mostrando la irracionalidad del capitalismo–, el surgimiento de nuevas mutaciones y las posibilidades reales de las vacunas están mostrando las fallas estratégicas de este enfoque reduccionista. Y las consecuencias pueden ser catastróficas. Veamos por qué.
Mitigación vs. supresión. Dos estrategias muy diferentes
A comienzos de la pandemia, el Imperial College de Londres criticó fuertemente la estrategia inicial de mitigación del virus de Boris Johnson, que buscaba “achatar la curva” (aislando los casos y distanciando ancianos) para no saturar al sistema de salud, en comparación con una de supresión, que buscaría cortar las cadenas de contagio (cuarentena de casos y sus familiares y un distanciamiento social de toda la comunidad). Dado los costos económicos de la segunda opción, propusieron balancear las demandas de control de la enfermedad y de la economía alternando la activación y desactivación de la cuarentena comunitaria, según el nivel establecido de camas de terapia intensiva ocupadas, a la espera de una vacuna. Este modelo, que naturaliza los intereses de la economía capitalista como intocables dejando el objetivo de asegurar la salud para todos en segundo plano, sirvió de base, por ejemplo, para la estrategia del gobierno argentino. Frente a esto, el epidemiólogo Rob Wallace y su equipo propusieron apuntar a las causas estructurales de la pandemia:
Las emergencias del modelado, por necesarias que sean, eluden cuándo y dónde comenzar. Las causas estructurales son parte de la emergencia. Incluirlas nos ayuda a descubrir la mejor manera de responder más allá de simplemente reiniciar la economía que produjo el daño [...] La premisa operativa subyacente es que la causa del covid-19 y otros patógenos similares no se encuentra solo en el objeto de algún agente infeccioso o su curso clínico, sino también en el campo de las relaciones ecosistémicas que el capital y otras causas estructurales han ocultado en su propio beneficio.
Esas relaciones ecosistémicas son las que quedan obliteradas en una mirada centrada solo en la solución farmacéutica. Consecuentemente, proponían una estrategia de supresión total acorde al virus, que incluía testeo, rastreo y aislamiento y recursos sanitarios y económicos en la escala necesaria para suprimir la circulación sin que paguen los costos los trabajadores, o sea, a cargo de los capitalistas. Al mismo tiempo medidas básicas como socializar los productos farmacéuticos o la unificación y nacionalización de los sistemas de salud públicos y privados, entre otras. Un programa similar propuso el Frente de Izquierda en Argentina (volveremos sobre esto).
Vacunas: necesarias y urgentes pero insuficientes frente al virus
A un año del inicio de la pandemia, la gran mayoría de los gobiernos optaron por, como objetivo de máxima, no colapsar los sistemas de salud y “esperar” la vacuna, es decir, que no se llevaron adelante medidas no farmacológicas básicas como rastreo de contactos, testeo y aislamiento efectivo de casos en la escala necesaria para cortar con las cadenas de contagio. El vaciamiento de los sistemas públicos de salud, su creciente mercantilización y la búsqueda de ganancias a las necesidades sociales guiaron esta decisión, que nos dejó con pocas herramientas efectivas para hacer frente a la pandemia; pero para justificarse, nunca falta el discurso acusador e ideológicamente neoliberal que responsabiliza a los individuos ahí donde el Estado privilegia los intereses privados por sobre los derechos sociales.
Sobre la apuesta farmacológica, hoy contamos con al menos 5 vacunas autorizadas globalmente, pero presenciamos una guerra y un nacionalismo de vacunas que muestra el choque de la apuesta farmacológica con la irracionalidad capitalista. La competencia capitalista dilapida recursos para la generación de vacunas y tratamientos, el sistema de patentes impide la producción y distribución global urgente y necesaria de un bien financiado centralmente por los Estados pero apropiado por las farmacéuticas, y las diferencias geopolíticas abismales entre Estados imperialistas y ricos vs. dependientes, atrasados o pobres hace que mientras unos acaparan mucho más de lo necesario, otros casi ni accedan. La pelea por la anulación de las patentes y vacunas para todo el mundo se torna una medida urgente y elemental.
La cuestión se pone aún más seria, ya que la vacunación global podría no ser el final prometido de la pandemia. Como indica una editorial de The Lancet: “será importante comunicar a los responsables políticos y al público en general que las vacunas de primera generación son solo una herramienta en la respuesta general de salud pública al covid-19 y es poco probable que sean la solución definitiva que muchos esperan”. Esto se debe a que, si bien los estudios muestran que las vacunas aprobadas son eficaces contra la enfermedad (lo que se conoce como inmunidad efectiva), podrían no ser tan eficaces contra la infección y transmisión asintomática (inmunidad esterilizante), con lo cual la circulación y evolución del virus puede continuar [5] .
En este sentido, también resulta muy preocupante que la velocidad de vacunación sea mucho menor a la de contagios. En tanto no se escale la producción de vacunas, el número de dosis es tan limitado que se estuvo discutiendo la estrategia de utilizar solo una de las dos dosis requeridas de las vacunas aprobadas y así duplicar el número de personas vacunadas, aunque la inmunidad fuera parcial. Sobre esto, el virólogo Paul Bieniasz advertía: “Permitir que el virus circule de manera descontrolada, acumulando diversidad genética, y luego proteger de manera incompleta a la población con las vacunas, es lo que uno haría para generar mutantes resistentes a las vacunas”. Aún aplicando las dosis completas, la diferencia de velocidades entre la vacunación global y la propagación del virus crea condiciones más que favorables para la selección de variantes más resistentes, transmisibles o con capacidad de eludir el sistema inmune, y desde hace unos meses, esto no es ninguna novedad.
La evolución mete la cola: nuevas variantes del virus
El Sars-Cov-2, responsable de la pandemia de covid-19, es un virus de ARN que, al igual que todos los virus, muta constantemente. A pesar de que la tasa de mutación no es tan significativa como la de otros virus de ARN (incluso el Sars-Cov-2 cuenta con un “corrector de mutaciones”), y de que la mayoría de las mutaciones no son beneficiosas para el mismo, la rápida y libre propagación del virus por todo el mundo, encontrándose con contextos muy diferentes entre sí (desde poblaciones hasta sistemas de salud muy dispares) le ha abierto la posibilidad de evolucionar en todo tipo de ambientes. En otras palabras, la enorme cantidad de personas infectadas inclina la balanza hacia la aparición de nuevas variedades más problemáticas.
Por esta razón, Wallace señala que “se trata de un proceso de selección interdémica [o ‘de grupo’] que permite a los patógenos el espacio de trabajo para tal experimentación evolutiva” y propone introducir la noción de “multiplicidad de rebaño”: “Cuantas más personas se infecten, mayor será la posibilidad de que el virus desarrolle soluciones para nuestras diversas intervenciones. Minimizar la propagación, entonces, debería ayudar a reducir las combinatorias evolutivas sobre las que el virus puede jugar a ser un científico de laboratorio”.
No casualmente fue en Inglaterra, Sudáfrica o Brasil, países donde se dejó que se expandiera furiosamente el virus, donde se detectaron por primera vez tres nuevas variedades del virus denominadas B.1.1.7, B.1.351 y P1, respectivamente (una cuarta, P2, detectada en Río de Janeiro, se está investigando), de las cuales la primera –ya detectada en al menos 70 países y creciendo respeto a las variedades previas– es al menos 50 % más transmisible y las otras parecen disminuir la inmunidad natural previa, e incluso la adquirida ante ciertas vacunas.
¿Qué implica la mayor transmisibilidad del virus? Para ilustrarlo, el matemático británico Adam Kucharski comparó una mutación del virus que era un 50 % más mortal con una que aumentaba la transmisión en un 50 %: con una tasa de reproducción de aproximadamente 1,1 y una tasa de mortalidad del 0,8 %, las variantes actuales de COVID-19 provocan ahora 129 muertes por cada 10 000 infecciones. Según su modelo, un virus 50 % más letal mataría 193 personas en un mes, mientras que una variante más transmisible llegaría a 978 muertes en el mismo lapso de tiempo. Es por esto que Kucharski y un coro de especialistas cada vez mayor hablan de una “nueva pandemia” y de una carrera de tiempo para aplicar las medidas necesarias de vacunación y supresión del virus, y evitar la propagación de las nuevas variedades. Según el epidemiólogo Eric Feigl-Ding: “Dos pandemias en una carrera de tiempo: muchos piensan que con los casos cayendo la pandemia está cerca de su final. Pero la verdad es que hay dos pandemias de #SARSCoV2 que divergen: la vieja variante está menguando, mientras que la más contagiosa variedad #B117 está dominando. Pronto seremos golpeados muy fuerte”.
Así, en Canadá, que compró 5 veces las vacunas necesarias para toda su población, o Dinamarca, donde llegaron a bajar los contagios a niveles importantes, los especialistas están advirtiendo que sin tomar medidas de supresión, en cuestión de semanas la nueva variedad más transmisible va a hacer estragos antes de que puedan vacunar a la población [6]. Y aunque EE. UU. financió estatalmente gran parte de las vacunas más sofisticadas y acapara una cantidad desmesurada de dosis, no puede desplegar todavía una campaña de vacunación adecuada y muestra desigualdades brutales en el acceso a la misma [7], y corre también detrás de los nuevos linajes.
Si aún faltan estudios para comprender mejor qué tipo de inmunidad generan las vacunas, por cuánto tiempo, e incluso cómo funciona la inmunidad “natural” que genera el cuerpo contra la enfermedad, las nuevas mutaciones agregan su cuota de incerteza. El ejemplo de Manaos en Brasil, transitando una segunda ola luego de haber registrado un porcentaje estimado de 76 % de infecciones, vuelve a poner en discusión la noción de “inmunidad de rebaño” para el covid-19.
Por otro lado, los resultados recientemente publicados de las fases 3 de las vacunas de Novavax y Johnson & Jonhson muestran una eficacia alta de entre 90 y 95 % contra formas graves y leves de la enfermedad, pero caen a 49 y 57 % en Sudáfrica, donde circula mayormente la variedad B.1.351 (significativamente, la tasa de reinfección de gente ya recuperada, del 30 %, demuestra que también afecta la inmunidad “natural”. A su vez, los resultados de la vacuna de AstraZeneca mostraron que si bien la misma es eficiente contra la enfermedad en un 90 %, esta casi no otorga inmunidad esterilizante y las reinfecciones ocurren con la misma frecuencia que las infecciones iniciales, lo cual permite al virus seguir mutando [8].
Ante la aparición de los nuevos linajes, la industria se prepara para poder adecuar las vacunas, pero también en una carrera de velocidades en que la intervención llega siempre después, mal distribuida y con resultados impredecibles. La situación abierta con las nuevas variantes no hace más que resaltar la importancia de las intervenciones para frenar o suprimir los contagios, imprescindibles para terminar de una vez con la pandemia. En este sentido, cada vez son más los especialistas que tomando en cuenta el cuadro general insisten en que, junto con la vacunación masiva, que es necesaria y urgente, también es necesario continuar con las medidas preventivas no farmacológicas (que detallamos al final), para evitar mayores contagios.
Qué hacer: ir al cero con el covid
Ante este cuadro, en muchos países se vienen levantando y haciéndo más visibles campañas por dejar de lado la mitigación y apuntar hacia estrategias para lograr “Cero Covid” [9], es decir, reducir a cero la cantidad de casos.
Como señalamos arriba, en Argentina el gobierno estuvo por detrás de estas medidas, apostando a una cuarentena sin ningún tipo de planificación sostenida mediante el fortalecimiento de la coerción estatal apoyado en un discurso individualizante. Lejos del testeo, rastreo y aislamiento necesario, y a pesar de producir test en el país financiados por el Estado, mantuvo un subtesteo constante, no tocó –a pesar del amague– el sistema de salud, y descargó la atención sobre trabajadores de la salud con recursos mínimos. Y apostando a la vacuna para llegar “en julio a la inmunidad de rebaño” (Ginés G.G. dixit), mientras sufre el “nacionalismo de vacunas”, se niega aún a reclamar abiertamente el levantamiento de las patentes como lo hacen Sudáfrica e India. Con un nivel de contagios y fallecimientos importante, y mientras gobierno y oposición llaman a reabrir las escuelas sin ningún tipo de protocolos ni cuidados, ya se detectó en el país un caso de la variante B.1.1.7 y 7 casos con la mutación S_E484K, característica de la variante de Río de Janeiro (P.2) y que disminuye la inmunidad frente al virus.
Terminar con el covid-19 implica una mirada no reduccionista ni biologicista de la pandemia, que contemple los límites de las intervenciones farmacológicas, las causas estructurales del origen, la propagación y evolución del virus, y las consecuencias dinámicas y contradictorias de las medidas que se toman y se dejan de tomar. Desde una epidemiología crítica que no naturaliza las condiciones sociales y económicas del sistema capitalista se expanden notablemente las posibilidades sobre lo que se puede hacer y permite elevarlo como exigencia sobre lo que se debe hacer.
Retomando su planteo, Wallace [10] resume así las medidas necesarias desde esta perspectiva:
1. Ir por el nocaut. Apuntar al tipo de supresión total de covid que otros países mucho menos ricos [que EE. UU.] pudieron completar en cuestión de meses sin una vacuna; 2. Ampliar la salud de la comunidad para la pandemia que tenemos (no la que desearíamos tener). Aumentar la capacidad hospitalaria, los tests, el rastreo de contactos y la distribución de vacunas y Elementos de Protección Personal [EPP] –todos gratuitos para el público– para que coincidan con los números con los que opera el SARS-CoV-2, no con lo que el Estado capitalista se preocupa por pagar. [...]; 3. Suspender el capitalismo [11] Las cuarentenas no funcionan si solo los ricos pueden quedarse en casa. Pagar a las personas que tienen trabajos no esenciales para que se queden en casa. Pausar su alquiler, hipotecas y deudas. Alimentarlos en restaurantes y camiones de comida municipalizados. Atenderlos con millones de trabajadores de salud comunitarios recién contratados. Pagarles a los trabajadores esenciales pago por riesgo y suministrar suficientes EPP y vacunas [...]; 5. Reintroducir la agroecología. Para evitar que covid-21, -22 y -23 surjan a continuación, ya sea como otro SARS o como influenza aviar, ébola, peste porcina africana o cualquiera de los cientos de posibles protopandemias, debemos acabar con la agroindustria, la tala y minería como los conocemos. Necesitamos reintroducir el mosaico de paisajes alimentarios de ecologías complejas y agrobiodiversidades que interrumpen la evolución de los patógenos más letales.
Por supuesto, estas medidas tienen que correr parejas con denunciar cualquier fortalecimiento del aparato estatal o regímenes bonapartistas con excusas sanitarias, como se esconde frecuentemente detrás de la celebración de estrategias de países como China, Corea del Sur, Australia o Taiwán.
En nuestro país, esto va de la mano con dejar de pagar la deuda pública a los especuladores y la nacionalización de la banca y el comercio exterior dentro de un plan integral para frenar el saqueo de recursos, protocolos adecuados en los lugares de trabajo, al tiempo que exigir el levantamiento de las patentes y expropiar y nacionalizar bajo control obrero los laboratorios para la producción de vacunas y tratamientos para vacunar a todos cuanto antes. Asimismo, unificar el sistema de salud público y privado para poner la salud por encima de los negocios de los Sigman o Belocopitt.
Se trata de medidas que el PTS y el Frente de Izquierda levanta desde el inicio como parte de un programa de conjunto de la clase trabajadores y los sectores populares para terminar con esta pandemia y evitar las próximas.
COMENTARIOS