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Entrevistas. Paula Schaller: “El Cordobazo mostró la potencialidad de las masas al pasar a la ofensiva”

Licenciada en Historia. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC y miembro del equipo de redacción de la Revista de Cultura y Política Ideas de Izquierda.

Sábado 29 de mayo de 2021 00:00

¿Cuáles fueron las condiciones generales que permitieron la emergencia del Cordobazo? ¿En qué medida expresa particularidades locales y en qué medida refleja las tendencias más generales de una dinámica de ascenso internacional de luchas obreras y juveniles?

Para entender el Cordobazo hay que situarlo en las coordenadas de una época de radicalización político-ideológica donde importantes capas de la juventud y el movimiento obrero protagonizaron un ascenso internacional de la lucha de clases en distintas latitudes. Comenzaban a agotarse los pilares sobre los que se había asentado el “boom” de la postguerra y tras décadas de ascenso económico y estabilidad social la perspectiva de la revolución nuevamente volvía a escena en el llamado “mundo occidental”. En los países capitalistas avanzados comenzó un ciclo de ascenso con el Mayo Francés y el “Otoño Caliente” italiano, donde la acción estudiantil antecedió la emergencia de nuevas generaciones obreras más radicales. En EEUU el mismo centro imperialista se vio jaqueado por movilizaciones de masas contra la guerra de Vietnam que confluían con el activismo negro que protagonizaba revueltas urbanas en distintas ciudades industriales. Al interior de la llamada “cortina de hierro” el dominio de la burocracia soviética se vio cuestionado por procesos de gran protagonismo juvenil como la Primavera de Praga y el 68 polaco; al tiempo que Asia y África eran sacudidas por procesos de liberación nacional y América Latina se veía atravesada por el ascenso estudiantil mexicano y por procesos muy radicales como la Asamblea Popular en Bolivia en 1971 y los Cordones Industriales en Chile.

El Cordobazo se enmarca en este ascenso internacional donde sectores de la juventud y la clase obrera impulsaron métodos de lucha radicales y levantaron las banderas del antiimperialismo y la transformación radical de la sociedad. Por supuesto que estas tendencias tuvieron expresiones específicas tanto en el país -atravesado por la crisis de representación política más general de la clase obrera que había abierto la proscripción del peronismo desde el 55, la radicalización ideológica de franjas juveniles acelerada con el onganiato y la crisis social motorizada por la creciente ofensiva del capital imperialista que buscaba forzar las condiciones para un aumento de la tasa de explotación- como en la provincia de Córdoba, donde la estructura productiva le otorgaba un peso estratégico a una clase obrera muy concentrada en el complejo automotriz, parte importante del movimiento obrero se nucleaba en expresiones combativas no alineadas con el peronismo ortodoxo y la juventud estudiantil tenía múltiples lazos socio-políticos con una joven clase obrera. Pero lo que es importante destacar es que el Cordobazo no se explica en función de una suerte de “particularidad local” de la estructura de clases mediterránea, sino que se vio influenciado y es parte integrante de un proceso internacional muy profundo de cuestionamiento a los pilares del orden capitalista.

¿Consideras que el Cordobazo fue un punto de inflexión dentro del ciclo de luchas obreras y estudiantiles del período?

El Cordobazo fue el punto alto del ciclo de lucha de clases de un período muy convulso, donde las acciones del movimiento de masas tendían a la ruptura de la legalidad y desplegaban elementos de autodefensa frente al accionar represivo de las fuerzas de seguridad. Se inscribe en la conflictividad obrera y estudiantil que venía in crescendo desde el gobierno de Frondizi y se profundizó con el fuerte intervencionismo del Onganiato sobre las universidades. En el corto plazo, estuvo antecedido por una serie de alzamientos obreros y populares: el Correntinazo, desatado a partir del asesinato de Juan José Cabral en una movilización estudiantil contra la privatización del comedor universitario -que atacaba directamente la continuidad en los estudios de los sectores de menos recursos- y el Rosariazo, levantamiento obrero y estudiantil desatado a partir del asesinato de los jóvenes Bello y Blanco.

El Onganiato se había postulado como el proyecto más ofensivo de las clases dominantes para imponer los objetivos estratégicos que venían persiguiendo desde el derrocamiento de Perón, intentando liquidar las conquistas obreras para imponer un aumento de la productividad y un salto de la penetración del capital imperialista. La combinación entre la represión, el ataque al movimiento estudiantil y la política de ajuste de Krieger Vasena generó las condiciones para estallidos como los del 69. En este contexto, la convocatoria de las CGTs a un paro activo que en Córdoba fue por 36 hs. impuso el frente único obrero para una enorme huelga política de masas que chocó abiertamente con el conjunto del plan del gobierno. Pero superando esta dinámica, una vez conocida la noticia del asesinato del joven obrero de la IKA Renault Máximo Mena, la huelga fue sobrepasada en sus métodos y objetivos, derivando en un levantamiento obrero y popular que tomó el centro de la ciudad con luchas de barricadas en las calles. Una verdadera semiinsurrección urbana, en el sentido de una insurrección no planificada que logró derrotar con éxito a las fuerzas policiales que se vieron totalmente superadas pero no pudo hacer frente a la ocupación militar que ordenó Onganía para pacificar la ciudad. Esta incapacidad estuvo relacionada con la falta de armamento generalizado y de organizaciones de combate obreras y populares que coordinaran la acción de los sectores en lucha, para lo cual debería haber una planificación consciente que claramente no hubo. Pero el Cordobazo expresó la disposición de amplios sectores obreros, juveniles y populares a duros combates callejeros, reflejando que no sólo se impugnaba la política de Onganía sino se expresaba una conciencia anticapitalista de importante franjas sociales, como expresó la consigna cantada masivamente “luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”.

Por su radicalidad y envergadura, el Cordobazo fue un punto de inflexión que no sólo debilitó a la dictadura de Onganía –que renunció al año siguiente- sino que, más profundamente, derrotó el intento estratégico que éste representaba de replegar la acción de masas e imponer un duro plan de ajuste, abriendo así una relación de fuerzas favorable al embate de masas. Como plantean Ruth Werner y Facundo Aguirre en el libro Insurgencia obrera en la Argentina, abrió una etapa de ascenso revolucionario en el país que no pudo ser derrotado ni por los intentos de continuidad de la “Revolución Argentina” con Levingston y Lanusse ni por los intentos de desvío y contención del peronismo (que recurrió a la represión estatal y paraestatal). Sólo el brutal salto del terrorismo de Estado con la última dictadura militar pudo cortar este ascenso a “sangre y fuego.”.

Una de las discusiones que atravesaron las lecturas tanto políticas como historiográficas sobre el Cordobazo tiene que ver con su grado de planificación, es decir, en qué medida estuvo organizado por las direcciones sindicales y en qué medida éstas se vieron sobrepasadas por la acción de las bases. ¿Qué lectura hacés de esta cuestión?

Esta es una vieja discusión atravesada por las disputas interpretativas sobre el carácter del Cordobazo y por las tensiones del propio peronismo entre sectores que buscaron despegarse de la radicalidad de esa gesta y sectores que buscaron hacer de la simpatía que despertó una glorificación de las direcciones sindicales y políticas convocantes al paro. Esta es la lectura que más claramente sostuvieron Elpidio Torres del SMATA y Lucio Garzón Maceda, histórico abogado del sindicalismo cordobés, que sostiene que el Cordobazo expresó una rebeldía organizada por los sindicatos en oposición a la represión policial de la dictadura en favor de la restauración constitucional y la democratización. Pero, como decíamos, el asesinato de Máximo Mena desató una bronca popular que motorizó acciones de combate callejero y autodefensa que desbordaron por completo la planificación de lo que inicialmente sólo serían jornadas de paro. Se desató una semi-insurrección encabezada por la clase obrera de las ramas estratégicas de la economía local (como las automotrices, el transporte y la electricidad), como dirección de una alianza social que incluía al movimiento estudiantil y vecinos de las barriadas populares que se destacaron en los combates duros contra la policía. Esta combatividad contrastó con la moderación de gran parte de las direcciones convocantes, como fue el caso de la dirigencia de la UOM que, como narra James Brennan, directamente se replegó sobre la sede del sindicato para dejar de participar de lo que ya era un levantamiento. Lo mismo hicieron buscando refugio en la sede de la CGT dirigentes como Correa y el propio Torres, que estuvo varias horas en la sede del sindicato y cortó comunicación con Tosco en pleno alzamiento.

Luego de los años que siguieron al Cordobazo, la dictadura de la “Revolución Argentina”, con Lanusse a la cabeza, tuvo que comenzar a negociar las condiciones del retorno del peronismo al poder ¿Qué relación hacés entre el Cordobazo y el retorno del peronismo al poder, en el sentido de cómo se ubicó el tercer peronismo frente al legado del Cordobazo?

La idea de que el peronismo retornó como la continuación del proceso abierto por el Cordobazo es la lectura que hizo el ala izquierda del peronismo, particularmente las fracciones juveniles que habían adoptado la identidad peronista en los años recientes. En un sentido, es cierto que la gesta mediterránea forzó el regreso del peronismo, pero no como su afirmación sino como su negación social y política: Perón retornó al país con el objetivo estratégico de cerrar el ascenso revolucionario abierto por el Cordobazo. Por supuesto que gran parte de los jóvenes y trabajadores que protagonizaron el ascenso de la lucha de clases abierto a partir de mayo del 69 tenían una consciencia políticamente peronista. Como señala Alicia Rojo en Cien años de Historia Obrera en la Argentina, la proscripción del peronismo había abierto una crisis de representación política de amplios sectores de masas que fueron radicalizando sus métodos de lucha. Pero entre las expectativas de esa militancia que vio en el peronismo un movimiento antiimperialista y en el retorno de Perón la posibilidad de avanzar hacia “la patria socialista”, de un lado, y el carácter y política de su propia dirección, del otro, medió un abismo trágico. El fin de la proscripción del peronismo y el retorno de Perón a la Argentina fueron las cartas jugadas por la burguesía para desviar el ascenso de masas iniciado en el 69. Apenas asumido Cámpora impulsó el Pacto Social con el objetivo de desactivar la lucha obrera, política que Perón sostuvo hasta su muerte. Esta política, combinada con un accionar represivo cada vez más abierto con el impulso a golpes como el Navarrazo en Córdoba y el accionar ascendente de la Triple A fueron las herramientas privilegiadas por el tercer peronismo para contener la dinámica contenciosa abierta por el Cordobazo. Una vez que el Pacto Social se rebeló impotente para frenar la lucha social frente a una clase obrera que puso en pie coordinadoras interfabriles en el corazón industrial del país y protagonizó las jornadas de junio y julio de 1975 que derrocaron al Ministro de Economía Celestino Rodrigo y López Rega, Isabelita dio vía libre al accionar de las Fuerzas Armadas con los decretos de “exterminio de la subversión” como preludio de la última dictadura militar.

¿Qué conclusiones deja el Cordobazo para pensar el presente?

Creo que en primer lugar el Cordobazo sacude un modo de pensar aletargado y domesticado que piensa política e intelectualmente desde las coordenadas de “lo posible”, desde una relación de fuerzas que “nunca da” y donde sólo resta confiar en la acción del Estado como supuesto “agente de transformación”. Un esquema de pensamiento político que se choca con la tendencia a levantamientos de masas como el que vimos en Chile y ahora en Colombia. Los hechos del Cordobazo muestran la enorme potencialidad de la acción de masas en su capacidad de superar las luchas parciales y defensivas y pasar a la ofensiva, al embate de los gobiernos capitalistas. Estamos en un momento de crisis internacional, donde la pandemia profundizó las ya degradadas condiciones de enormes sectores de la población mundial. En este marco, en nuestro país hay un ajuste en curso condicionado por el acuerdo con el FMI y ya empezamos a ver las primeras respuestas en una oleada de luchas más duras. Anticipan una tónica más contenciosa donde es clave el surgimiento de formas de coordinación y organización democráticas. El Cordobazo nos aporta un método, y no sólo en el sentido de la acción de lucha callejera, sino el cómo construir los volúmenes de fuerza para grandes combates: el del impulso al frente único obrero y de masas que prepare la huelga general política, la autodefensa frente a la represión, la coordinación y la construcción de organismos democráticos que expresen en forma permanente la poderosa alianza social entre los trabajadores la juventud y los sectores populares.

Uno de los aspectos claves es pensar las vías posibles para reconstruir hoy esa alianza social. Cierta intelectualidad dice que es inviable, que aquel tipo social de “estudiante-obrero” típico de los 60 y 70 se extinguió sociológicamente. Pero, con sus mutaciones, al interior del movimiento estudiantil vemos una juventud que también está precarizada y ligada al mundo del trabajo en torno a distintos rubros de servicios. Arrastrados a una existencia precaria, el sistema no puede ofrecerles una visión de futuro alentadora. Si logran acceder a los estudios, están bajo la amenaza constante de no poder continuarlos por falta de recursos. Justamente, la pelea contra la deserción fue uno de los motores de la gran lucha que dio el movimiento estudiantil en 2018 y por la que hoy 27 estudiantes serán enviados a juicio en Córdoba. Una acción de criminalización inédita por parte de la Justicia que busca con esto un golpe preventivo para evitar que el movimiento estudiantil retome sus mejores tradiciones como la que encarna el Cordobazo. Nuestra mejor revancha no sólo es hacer de los 27 un símbolo de lucha, sino preparar conscientemente los Cordobazos del futuro.

Uno de los aspectos claves es pensar las vías posibles para reconstruir hoy esa alianza social (...) con sus mutaciones, al interior del movimiento estudiantil vemos una juventud que también está precarizada y ligada al mundo del trabajo en torno a distintos rubros de servicios.

Acerca de la entrevistada

Paula Schaller es Licenciada en Historia. Docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC y miembro del equipo de redacción de la revista de cultura y política Ideas de Izquierda.