Hambre, frío y muerte es lo que pasan grupos de migrantes atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia quedando a merced de políticas antimigratorias acordadas entre las potencias europeas que deciden construir muros fronterizos violatorios a los derechos humanos de las personas que huyen de la guerra y la violencia en la región.
Lunes 31 de enero de 2022 20:58
Ante la llegada de cientos de migrantes, que intentan cruzar a la Unión Europea (UE) por Polonia desde Bielorrusia, provenientes de Medio Oriente y África principalmente, la respuesta de las autoridades polacas ha sido comenzar la construcción de un muro fronterizo a cargo de la empresa Budimex presupuestado en 340 millones de euros, que será de 5.5 metros de altura, que se extenderá 186 kilómetros de los 399 de frontera común entre ambos países.
Se prevé que la obra termine en junio de 2022, pero desde el año pasado las autoridades polacas ya habían instalado una valla de alambre de espino en la frontera con Bielorrusia para detener el flujo migratorio como una clara medida antimigratoria, además del despliegue de 15 mil militares en la frontera con Bielorrusia.
La construcción de este muro se realiza después de que el gobierno polaco y la UE acusaran a Lukashenko de incentivar el flujo migratorio hacia Polonia (y de ahí entrar a Europa), lo que generó una fuerte tensión sin precedentes entre Polonia y Bielorrusia cuya amenaza era un inminente conflicto armado.
Esta situación tuvo una salida diplomática mediante un acuerdo migratorio donde la excanciller Ángela Merkel, junto con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización Internacional para las Migraciones y la cooperación de la Comisión Europea, se comprometieran a proporcionar ayuda humanitaria e instalaciones de repatriación para los migrantes, políticas que tampoco resuelven el problema ni sus causas.
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Además, no podemos dejar de mencionar el conflicto reciente en Ucrania mediante el cual se incrementó la tensión entre Estados Unidos y la OTAN respecto a Rusia y sus aliados, entre los cuales está el presidente bielorruso Alexander Lukashenko; lo que terminó en el fortalecimiento de la relación entre Rusia con Buelorrusia, con más acciones de seguridad y militarización ante la posibilidad del avance de un conflicto bélico.
Todas estas derivaciones políticas sólo agravan las ya de por sí críticas condiciones de los migrantes en la región, que son quienes quedan más desprotegidos en medio de todo el panorama de los gobiernos que los usan como moneda de cambio según sus propios intereses.
En medio de estos conflictos geopolíticos se encuentran miles de migrantes mujeres, niños y hombres que salen, principalmente de Medio Oriente y África debido a las intervenciones imperialistas que devinieron en guerras civiles, aunado a los desplazados por la crisis climática y la económica; cuando llegan a Bielorrusia, se refugian en campamentos improvisados y quedan expuestos a muy bajas temperaturas –cobrando ya la vida de algunos a sólo unos metros de la valla que los separa de la ciudad polaca de Kuznica– con la finalidad de llegar a la UE para solicitar asilo político.
Ante esta crisis migratoria, Polonia, además de ser un gobierno ultraconservador y xenófobo, ha tomado las mismas medidas antimigratorias que propone el imperialismo estadounidense en México y los países del Triángulo del Norte de Centroamérica, como son la construcción de muros fronterizos y el despliegue de las fuerzas represivas del Estado, causando más violencia y pobreza en contra de las y los migrantes.
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Daños medioambientales y al Patrimonio de la Humanidad
Según la portavoz de la Guardia Fronteriza polaca, la teniente Anna Michalska, intentarán “minimizar los daños” medioambientales y “limitarán la tala de árboles al mínimo necesario”; esto en el marco de que, en 2018, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ordenó que se suspenda la explotación forestal del bosque, al descubrir que representaba amenaza evidente para el sitio declarado Patrimonio Mundial por las Naciones Unidas; sin embargo, esto tampoco ha sido un obstáculo para cortar los árboles antiguos y construir el muro fronterizo que impida el paso a los migrantes.
Resulta muy preocupante que estas medidas cobren más vidas de las y los migrantes que debieran tener garantizados sus derechos humanos, sociales, económicos y culturales por los Estados, en condiciones de igualdad, independientemente de su situación administrativa; pero, pese al marco jurídico existente, los migrantes de todo el mundo siguen padeciendo abusos, explotación, discriminación, violencia y muerte, sobre todo cuando baje más la temperatura padeciendo de hambre, falta de agua, ropa de abrigo y atención médica.
Por eso, desde La Izquierda Diario decimos que estas garantías deben ser exigidas por parte de las organizaciones obreras y populares de los distintos países imperialistas y dependientes de aquellos, para despenalizar la migración irregular, impulsando el combate a la xenofobia y la discriminación en contra de nuestros hermanos y hermanas migrantes internacionales. Debemos exigir derechos económicos, sociales y culturales para todos, y la protección efectiva de la vida y los derechos humanos en las fronteras internacionales, porque ningún ser humano es ilegal.
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx