El aumento de las tensiones entre Rusia y Estados Unidos se puso de manifiesto la semana pasada tras una disputa diplomática entre ambos países. Al igual que las administraciones anteriores, el gobierno de Biden ha demostrado rápidamente que no está dispuesto a retroceder ante la agresividad del imperialismo estadounidense.
Sábado 3 de abril de 2021 16:22
EPA-EFE/MAXIM SHIPENKOV
El gobierno de Biden está llevando adelante una política exterior peligrosamente agresiva hacia Rusia, reflejando las promesas que hizo durante su campaña presidencial. El 24 de marzo, el Secretario de Estado Antony Blinken anunció que Estados Unidos apoyará el envío de tropas de la OTAN listas para el combate para disuadir a Rusia. Se trata de una clara escalada contra Rusia, justo una semana después de que Biden decidiera insultar públicamente al presidente ruso Vladimir Putin.
En una entrevista en Good Morning America, el 18 de marzo, Biden declaró públicamente que cree que Putin es un "asesino" y que Rusia "tendrá que pagar" por la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones estadounidenses de 2020 - estas afirmaciones provienen de la misma comunidad de inteligencia que inventó informes sobre armas de destrucción masiva en Irak e innumerables otras mentiras para justificar la guerra, por lo que su veracidad es cuestionable en el mejor de los casos. Biden tampoco tiene argumentos para criticar los crímenes de otros líderes mundiales después de una larga historia de apoyo al imperialismo estadounidense.
Que un líder del Partido Demócrata encuentre cualquier oportunidad para vilipendiar a Rusia no es algo nuevo. Pero eso no hace que sea menos chocante que el presidente del país con el mayor arsenal nuclear elija insultar y amenazar públicamente al líder del país con el segundo mayor arsenal nuclear. Biden ya ha demostrado con su reciente bombardeo a Siria que no tiene reparos en llevar a cabo una política exterior agresiva.
Pero esto será un desafío ahora que ambas naciones intentan navegar en una situación geopolítica que se ha desmadrado por la pandemia y las crisis domésticas e internacionales que han cambiado la percepción de ambas naciones en el escenario mundial.
El informe electoral
Biden ha justificado sus últimas denuncias contra Rusia con un reciente informe de la comunidad de inteligencia estadounidense en el que se afirma que Rusia, junto con otros adversarios de Estados Unidos, incluidos China e Irán, trataron de influir en el resultado de las elecciones estadounidenses de 2020.
La principal afirmación del informe contra Rusia es que Putin autorizó "operaciones de influencia destinadas a denigrar la candidatura del presidente Biden y el Partido Demócrata, apoyar al ex presidente Trump, socavar la confianza pública en el proceso electoral y exacerbar las divisiones sociopolíticas en Estados Unidos".
Ningún líder extranjero tiene la culpa que los estadounidenses hayan perdido la fe en el proceso electoral o de que estén divididos en cuestiones clave. Esto ha sido el resultado no de la influencia rusa -como afirman el informe y los medios de noticias capitalistas- sino de las contradicciones del capitalismo que se hacen cada vez más visibles.
En 2020, la clase trabajadora de Estados Unidos vio cómo una pandemia asolaba nuestras comunidades mientras los dos partidos del capital nos dejaban morir. Trump mintió sobre la gravedad del virus, utilizó a la Guardia Nacional para reprimir un movimiento inmensamente popular contra la larga historia de violencia policial hacia la comunidad ngra, y aun así logró obtener 7 millones de votos más de los que recibió en 2016. Biden apenas ganó la presidencia: las elecciones fueron una seria refutación de la política neoliberal por la que él y el Partido Demócrata son conocidos.
Por supuesto, Biden nunca reconocerá estos fallos del capitalismo porque fueron grandes sectores del capital los que le ayudaron a aventajar a Trump, consiguiendo 131 donantes multimillonarios para la campaña, mientras que Trump sólo consiguió 99. Para proteger a la clase capitalista de las críticas, Biden atribuye ahora el desmoronamiento de la estabilidad del país a actores extranjeros. De ahí la acusación de que "Putin influyó en las elecciones de 2020".
Las protestas en Rusia
Con el telón de fondo de las tensiones políticas en el extranjero, las recientes protestas en respuesta a la detención del líder más prominente de la oposición en Rusia, Alexei Navalny, están creando una crisis para Putin dentro del país. En enero, los rusos de cerca de 200 ciudades de todo el país se enfrentaron a temperaturas bajo cero y a los ataques de la policía para celebrar manifestaciones que exigían la liberación de Navalny. El autodenominado "activista anticorrupción" recibió el apoyo de Estados Unidos tras ser detenido y sentenciado a dos años y medio de prisión por violar la libertad condicional establecida tras una detención anterior en 2014.
El gobierno de Biden ha utilizado la detención de Navalny como una forma de legitimar su pretensión de apoyar la democracia. Blinken ha estado utilizando la habitual fraseología "pro-democracia" del imperialismo estadounidense para impulsar su visión intensamente intervencionista de la política exterior, que parece arrastrar desde su época como asesor de política exterior de la administración Obama. En el pasado, el supuesto apoyo de Blinken a la democracia ha causado caos y desestabilización en Siria y Libia.
La represión de la oposición política por parte de Putin es digna de desaprobación, pero Biden se preocupa por Navalny sólo como una forma de proteger los intereses del imperio estadounidense. Por eso nunca oímos hablar de las posiciones de extrema derecha nacionalistas de Navalny o del hecho de que Estados Unidos sigue respaldando a líderes autoritarios violentos que sirven a los intereses del capital estadounidense, como Benjamin Netanyahu, Narendra Modi y Mohammed bin Salman.
Rupturas en la esfera de influencia de Rusia y la diplomacia de la vacuna
El declive de la hegemonía global de Estados Unidos impulsa aún más la postura ofensiva de la administración Biden hacia Rusia. En los últimos años, Rusia ha aprovechado los vacíos de poder que han quedado en las zonas en las que Estados Unidos no ha podido mantener su fortaleza. Pero los intentos de Rusia por mantener sus propios intereses en sus esferas de influencia no han estado exentos de desafíos. En particular, Rusia se vio en una situación difícil el pasado otoño cuando dos de sus aliados, Armenia y Azerbaiyán, entraron en guerra por la disputada región de Nagorno-Karabaj.
La pandemia generó aún más tensiones geopolíticas y le dio a Rusia una ventana para reforzar su influencia en áreas donde Estados Unidos es débil. Esto se debe a que Rusia ha desarrollado su propia vacuna Covid-19, la Sputnik-V, que tiene una tasa de eficacia del 92%. Mientras que Estados Unidos y otras naciones ricas están acaparando para sí las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna, Rusia está proporcionando la vacuna Sputnik-V a algunos de los países que más están sufriendo la pandemia.
La capacidad de Rusia para suministrar vacunas a otros países tiene implicaciones políticas y económicas. Desde el punto de vista diplomático, la incapacidad de Estados Unidos para suministrar vacunas al mundo debido a sus absurdas leyes de patentes y a la privatización de la industria sanitaria ha dado a Rusia una ventaja en el escenario mundial. La vacuna rusa ha recibido incluso la aprobación de la canciller alemana Angela Merkel, que ha manifestado su apoyo a la producción de la vacuna en la UE.
Desde el punto de vista político, los esfuerzos de Moscú en materia de vacunación también pueden reforzar la alianza que Rusia mantiene con otros países que Estados Unidos considera antagónicos. Irán, Venezuela y China han sido tres países con los que tanto la administración Trump como ahora la de Biden están escalando conflictos. También son tres países a los que Rusia suministra vacunas. Como resultado, los medios de comunicación capitalistas están encontrando maneras de desprestigiar a Rusia y a otros países que están proporcionando vacunas donde los Estados Unidos no lo han hecho.
Combatiendo las amenazas imperialistas de Biden
En menos de 100 días, las políticas imperialistas del gobierno de Biden han reforzado claramente la idea de que el imperialismo es una característica inherente a ambos partidos capitalistas en Estados Unidos. Mientras la clase dominante en Estados Unidos intenta recuperar su prestigio e influencia internacional en el marco de su declive hegemónico, podemos esperar que las inestabilidades interestatales sigan amenazando a la clase obrera internacional, especialmente a los trabajadores que viven en países oprimidos.
Es esencial que los socialistas, especialmente los de Estados Unidos, den prioridad a la organización contra las políticas del imperialismo estadounidense. Pero en lugar de lanzar nuestro apoyo detrás del régimen autoritario y burgués de Putin, debemos aliarnos con los trabajadores a través de las fronteras para defender intransigente e independientemente nuestros intereses contra la clase capitalista y desafiar la decadencia del imperialismo estadounidense.
Maryam Alaniz
Maryam Alaniz es miembro y editora de la sección internacional de Left Voice. Investiga los movimientos sociales como estudiante de doctorado en The New School en Nueva York.