Desde el pasado 19 de enero, se viene desarrollando la “Batalla de las jubilaciones”, una prueba de fuerza decisiva que concierne al conjunto del proletariado en Francia. En este artículo tratamos sus características, sus límites y las tareas que se le plantean por delante para vencer.
El carácter profundo de la batalla en curso
Si hay un elemento que llama la atención de la batalla en curso no es solo su masividad, sino la profundidad de la misma. Con respecto a lo primero, nunca un movimiento social había comenzado tan fuerte, alcanzado en su segunda jornada de acción el 31 de enero un récord histórico después de los años 1980, con casi 3 millones de personas en las calles de toda Francia según la CGT y 1,27 millones según la policía. El martes 7 y el sábado 11 de febrero esta masividad se sigue repitiendo, con un nuevo récord el 11 de febrero en París (aunque no a nivel nacional, en cierta medida por el comienzo de las vacaciones de invierno en una parte del país) con más de 500.000 manifestantes según la CGT y 93.000 según la policía.
Pero detrás de esa potente manifestación, es la profundidad de los motivos de la movilización su elemento distintivo. Como ya hemos dicho, la contrarreforma de las jubilaciones actúa como caja de resonancia de otra serie de sufrimientos sociales, ligados a las condiciones de vida y de trabajo. En especial, lo que se transpira es un fuerte rechazo al desgaste de la explotación capitalista. Un conocedor del tema desde el punto de vista patronal, Raymond Subie, consejero social de Sarkozy en 2010 y arquitecto del último alargamiento de la edad legal jubilatoria, apunta en relación a anteriores reformas lo siguiente:
Lo que hace que la situación sea más difícil hoy que en 2010, 2014 o 2019 es que los franceses están sometidos a muchos elementos irritantes: inflación, riesgos de escasez de energía, descontento con los servicios públicos, problemas en la RATP... El tema de las pensiones, que en el imaginario social de los franceses es un tótem, la encarnación misma de la protección social, puede servir de catalizador de la cólera [1].
Todos estos elementos, que van más allá de la cuestión de las jubilaciones, atraviesan la movilización, en especial los problemas ligados a la inflación y el poder adquisitivo del salario son una cuestión que está en la boca de todos los manifestantes.
En especial, lo que se transpira en las marchas es un fuerte rechazo al desgaste de la explotación capitalista. Así, una de las razones de la fuerte movilización de las ciudades medianas y pequeñas, en proporciones que van en algunos de los casos entre uno cada cuatro o uno cada cinco de la población total, junto a la presencia en estas ciudades del número de empleados públicos (y por ende de mayor sindicalización y tradición de lucha), es la presencia de las industrias. “Quien dice industria dice población obrera. Y una mayor sensibilidad frente a un conjunto de insalubridades como el trabajo nocturno, el acarreo de cargas pesadas o la exposición a productos químicos” [2], señala Jérôme Fourquet. Es el caso de Bretaña, donde varias localidades, próximas a las grandes fábricas agroalimentarias, presentan cifras considerables (Quimperlé, Carhaix-Plouguer). Lo mismo ocurre en Figeac, en el Lot, con la subcontratación aeronáutica (Figeac Aero). Misma constatación en Laval, prefectura de Mayenne, donde la movilización fue un récord. Según cuenta el enviado de Reporterre en la multitud que marcha, encontramos “ ...muchos trabajadores de la industria alimentaria, un sector muy importante en este departamento: están los gigantes lácteos Lactalis, Bel o Savencia, pero también los productores de carne de cerdo, como el grupo Bigard Charal. Tenemos horarios de trabajo variables, cargas pesadas que transportar y tareas muy repetitivas. No aguantamos más a los 64 años”, dice Denis, de 43 años, empleado de Savencia. Más adelante, otro grupo de huelguistas lleva los chalecos naranja fluorescente del sindicato. Son empleados del matadero Socopa, situado en la localidad de Évron, a 30 km de Laval. "Nadie es capaz de trabajar hasta los 64 años en una cadena de sacrificio", dice André, de 59 años, formador en un matadero. “Son siempre los mismos gestos, forzamos mucho las muñecas y los hombros. Llega un cerdo a la línea cada cinco segundos, es decir, 720 cerdos a sacrificar por hora, y hay que seguir...”. Sobre todo porque “algunos empiezan a veces a las 2.30 de la mañana”, dice André.
Pero iguales reacciones podemos encontrar en parte de los manifestantes que marchan en París: “Alrededor de treinta empleados de la empresa Fedex, con sede en el aeropuerto de Roissy, acudieron a manifestarse en París por tercera vez, tras una corta noche. Esta mañana he terminado a las 5, he dormido tres horas y luego he venido aquí, y seguiré hasta el final”, dice Zouhaier, de 57 años, agente clasificador en la carga y descarga. “¡Es mucho manejo! Si los políticos vieran lo duro que es nuestro trabajo, ¡nos darían una pensión a los 40! Por el lado de la carga, tenemos tasas récord de accidentes laborales, jóvenes de 25 años con hernias discales, ¿cómo van a arreglárselas? Para eso solo tenemos 3 puntos de insalubridad al año” (hacen falta diez para ganar un trimestre). La cuestión de insalubridad sigue estando en el centro de muchos de los testimonios de los manifestantes. Como estos empleados de la empresa de construcción Demathieubard, que se manifiestan en París. “Es un asunto que el gobierno oculta por completo”, afirma Olivier Schintu, encofrador de 47 años con un casco protector en la cabeza. “Nos dedicamos a la construcción y nos van a pedir que trabajemos hasta los 64 años. Todo el año estamos a la intemperie: lluvia, nieve, calor, cargas pesadas, ruido, años de intoxicación por serrín, sílice, hormigón... ¡Y no se reconocen las penurias! ¡Y es la gente que no sabe nada de esto la que decide por nosotros! Tenemos un gobierno que intenta aprobarlo todo con el 49,3, ¡mientras el pueblo francés, todas las profesiones incluidas, paga su reforma con derramamiento de sangre y sacrificios!”.
¿Cuánto puede durar el “momento Berger”?
Hasta ahora, el macronismo se había enfrentado a movimientos menos masivos, pero más radicales. Este fue el caso de los Chalecos Amarillos, que movilizó a varios cientos de miles de personas en Francia en el punto más alto de la sublevación, rompiendo la rutina sindical, y también la huelga reconducible [3] de las pensiones del invierno 2019-2020, cuyo inicio fue impuesto por la base de los huelguistas de la RATP, que sin embargo junto con los trabajadores ferroviarios de la SNCF, quedaron aislados en una huelga de casi dos meses, una de las más largas de la historia de Francia. En términos más generales, el nuevo ciclo de lucha de clases abierto en 2016 se caracterizó por una menor masividad y tendencias más fuertes al desborde, marcando el debilitamiento del control de los aparatos sindicales sobre las movilizaciones.
A diferencia de estos movimientos, el actual es dirigido y encuadrado por la Intersindical y dentro de ella es la CFDT y su actual líder, Laurent Berger, que hegemoniza, sin cortar en lo más mínimo el acuerdo con la CGT, la otra pieza clave del fragmentado sindicalismo francés. Para tener una idea del giro que esto significa, tomemos en cuenta que el “realismo” de gestión que pregona la CFDT no solo la ha llevado a hacer compromisos, sino a transigir y hacer componendas con el poder: desde los años 1980, cuando la dirección de la CFDT, después del Congreso de Brest, acompañó el giro hacia el rigor de la primera presidencia de Mitterrand y los socialistas, pasando por la traición del gran movimiento de 2003 en la función pública contra la reforma de las pensiones de Fillon, que al principio fue denunciado por los cedetistas antes de ponerse del lado del gobierno de derecha o la reescritura de una buena parte de la ley El Khomri en 2016, reforma laboral que significó el fin de la presidencia de Hollande y el capítulo final de la crisis del Partido Socialista.
Esta renovada unidad sindical y sobre todo la presencia importante de la CFDT en el terreno de la movilización, cuestión que no se daba desde 2010 en la anterior reforma de las jubilaciones, cuando después de meses de movilizaciones también masivas en su pico, el sarkozysmo terminó de imponerse sobre los sindicatos, es la gran novedad del movimiento. Como plantea Dan Israel en Mediapart:
Los sindicatos también han descubierto que la CFDT puede movilizar a sus tropas a gran escala, como demuestra la composición de las procesiones en las grandes ciudades y en otros lugares. Las banderas y los chalecos naranjas representan regularmente un tercio de las marchas, lo que pesa en relación de fuerzas. “La CFDT tiene mucho trabajo, no lo sabíamos y es impresionante. Hoy es claramente Laurent Berger quien dirige la intersindical y el movimiento social, es el momento de la CFDT”, reconoce uno de sus homólogos.
Este “momento de la CFDT” se puede ver incluso en el seno de las manifestaciones, cuando Laurent Berger se acerca a la cabecera de la marcha, ni una sola crítica a su paso, ni un solo “social traidor”, habitual en boca de los sindicalistas de la CGT.
Sobre todo, es su estrategia de una sucesión de manifestaciones enérgicas, pero no violentas para señalar la falta de consentimiento de las masas, detrás del objetivo de hacer presión sobre la negociación parlamentaria la que se impone por el momento. El “realismo” de esta estrategia se basa en que, a diferencia de 2010, Macron no tiene mayoría en el Parlamento y el mismo se encuentra debilitado al comienzo de su segundo quinquenato. Pero, tras fracasar una primera vez en 2019, Macron y su camarilla hacen de este nuevo intento un desafío a su credibilidad y a su capacidad para desempeñar plenamente su papel en la defensa de los intereses de la burguesía francesa y del status de Francia en el concierto de grandes potencias imperialistas, más aún en un momento en que la guerra de Ucrania ha puesto de nuevo en la escena las guerras y conflicto entre grandes potencias. Frente a esta inflexibilidad del gobierno, Berger muestra toda la impotencia de una burocracia profundamente adaptada al diálogo social con el poder y que se encuentra contrariada por el desprecio de los cuerpos intermediarios por el macronismo. Así en una entrevista a Les Echos, afirma:
Estoy preocupado. Tenemos la impresión de que no ha pasado nada desde principios de enero, mientras que tenemos un movimiento social a gran escala y bajo una nueva forma. Las manifestaciones sorprenden por su geografía y sociología. Fíjense en lo que está ocurriendo en las ciudades pequeñas y en muchos lugares, son los trabajadores en su gran diversidad los que marchan y manifiestan su rechazo a la prolongación de la edad legal de jubilación. Algo está ocurriendo de lo que el ejecutivo no es consciente: se enfrenta a un conflicto laboral post-pandémico. Un conflicto del mundo post-pandémico enfrentado a una visión gubernamental que no ha cambiado... La movilización es masiva. No hay violencia. No tenemos por objetivo paralizar el país. Y el gobierno hace oídos sordos. ¿Qué perspectiva tiene el ejecutivo de un país democrático si no escucha esta expresión pacífica de rechazo a su reforma? [4].
Como señala de nuevo Dan Israel, en la nota que ya citamos:
Frente a la inflexibilidad del gobierno, está también la que muestra la CFDT, impidiendo en cualquier caso cualquier cambio en el modo de movilización por el momento. Manifestaciones masivas, “sigue siendo la estrategia que nos corresponde, controlada por el movimiento sindical”, dijo Laurent Berger el domingo en France Inter, deseando “que sea suficiente”.
Los sindicatos y su estrategia de desgaste buscan ganar tiempo, mientras que la falta de perspectivas en el plan de batalla y de un salto cualitativo en la protesta arriesga agotar las tropas y, en cualquier caso, dentro de 50 días, una vez aprobada la reforma con el aval o no del Parlamento, los sindicatos llamados reformistas argumentarán que es necesario aceptar la legalidad en la República, mientras que la CGT (seguida por Solidaires) gritará traición para reforzar su imagen de confederación contestaria pero… impotente. En todo caso, antes del resultado de la batalla, Berger da increíblemente garantías al gobierno que: “No seré de los que digan que una reforma de esta envergadura aprobada con el 49,3 es antidemocrática, pero el Gobierno se equivocaría si dijera que una vez votado el texto, el asunto queda atrás”. En otras palabras, Berger se niega a politizar y a radicalizar el conflicto, mismo que sí el gobierno está decidido a pasar en fuerza, utilizando todos los útiles antidemocráticos y bonapartistas de la Constitución de la Vª República como el 49.3 o los decretos posibilitados por el artículo 47.1. Es decir, justo en el momento en que la movilización puede adquirir otro carácter del ambiente pacífico y ritual de los primeros cuatro actos, como temen algunos en “macronia”. El diputado Philippe Brun acota: “Es una movilización que toca lo más profundo del país. Y en cuyo transcurso algunos detectan un aumento del antimacronismo”. “El descontento con el Gobierno es evidente”, afirma Jimmy Pahun. Tanto es así que un peso pesado del bando de Macron está preocupado: “En nuestras circunscripciones, sentimos señales muy fuertes: la opinión no está con nosotros. Y si usamos el 49-3, será violento” [5].
Esto no es solo un temor, sino que la misma base cedetista se impacienta en las manifestaciones, como da cuenta un testimonio recogido por Mediapart:
”Tenemos que pudrirla. Es lo único que queda por hacer”, se indignaban por la mañana dos manifestantes de Niza, de 69 y 74 años. En Lyon, Fred, de 47 años, empleado de un laboratorio hospitalario y militante del CFDT, piensa como ellos. “Está casi demasiado estructurado para que sea revolucionario. Nos divertimos, somos simpáticos y está bien, pero no es suficiente”, dice. “Tenemos que retomar la presión de los sábados como durante los chalecos amarillos, el día 11 será una verdadera prueba. Pero es la única manera, porque después de tres días de huelga la gente se cansa”.
Una huelga de masas es posible
En última instancia, el “momento Berger” no puede durar; refleja una situación aún de impasse de la relación de fuerzas en donde el movimiento de masas muestra la potencia de la manifestación, pero le cuesta avanzar a una contraofensiva que le permita vencer a Macron y la ofensiva neoliberal, al mismo tiempo que el gobierno sigue a la defensiva y políticamente ultradebilitado, esperando a que por las contradicciones de la movilización de masas y sobre todo del rol de la Intersindical, el temporal pase. Este momento de inflexión en la lucha, empieza a notarse en las manifestaciones donde más y más manifestantes comienzan a reclamar o a plantearse la cuestión de acciones más duras y de un bloqueo del país si el gobierno sigue sin entender la masividad de la protesta. Algunos sindicatos como la Intersindical de la RATP y SUD y la CGT en los ferroviarios llaman a una huelga reconducible desde el 7 de marzo. La misma Intersindical hoy antes de las marchas amenzó, mediante un comunicado del Secretario General de Force Ouvrière, Frédéric Souillot, con que si el Gobierno y el Parlamento “hacen oídos sordos a la protesta popular”, el 7 de marzo “paralizarán Francia en todos los sectores”. El número uno de la CFDT, Laurent Berger, consideró que este anuncio “de endurecimiento el 7 de marzo deja un poco de tiempo si se quiere reaccionar”, y culpó a "la posición firme y definitiva del Gobierno" respecto al aplazamiento de la edad legal de 62 a 64 años. Pero a renglón seguido aclaró: “No estamos en la lógica de una huelga reconductible” y “esto tampoco es una convocatoria de huelga general”, dijo, explicando que el 7 de marzo será objeto de una “convocatoria de huelga de 24 horas, pero no necesariamente más”. Apretado entre la inflexibilidad del gobierno y la creciente radicalización de una parte de los manifestantes, el mismo Berger se ve obligado a endurecer, pero sin pasar ciertos límites, evitando por todos los medios el camino de una huelga general política contra el gobierno.
Sin embargo, el carácter más político que reivindicativo de la movilización muestra que en este nuevo paso en la lucha es posible. Pero para pegar este salto en la confrontación, debemos utilizar en forma activa las tres semanas que restan para el fin de las vacaciones en todas las zonas del país para prepararnos efectivamente para la pelea y entrar con todas nuestras fuerzas en la batalla. Para ayudar a dar efectivamente este salto desde el ángulo del movimiento de masas es importante ver las fallas estratégicas que arrastra la lucha sindical después de un tiempo. Jean Marie Pernot, en un reciente libro sobre sobre el sindicalismo francés, dice a propósito de esto:
Las impresionantes movilizaciones que rasgaron el cielo en el curso del gran ciclo de protestas, de 1995 a 2010, no hicieron mella en la determinación de los gobiernos a dispuestos a enfrentarlas, incluso durante largas secuencias: la potencia de la manifestación no reemplaza la manifestación de la potencia. La patronal y el gobierno se burlan, es también una estrategia de la derrota.
Interiorizando esta dificultad, en la anterior lucha contra la reforma de las jubilaciones en 2019, la base de la RATP había impuesto a sus direcciones el inicio desde el primer día de la batalla de las jubilaciones una huelga reconducible, que contagió luego a la SNCF y a otros sectores. Pero a pesar de su determinación, estos sectores quedaron aislados del resto del movimiento de masas y no pudieron nunca entrenar con ellos a las categorías de trabajadores más precarios. Hoy, la posibilidad de cruzar este puente es mayor que nunca, pues la reforma de las jubilaciones es rechazada por las diferentes capas de la clase obrera, en especial los sectores más explotados y oprimidos. También toca a los sectores más altos, como muestra la participación de la central de cuadros:
El descenso al ruedo de sindicatos no acostumbrados a marchar, como la CFDT o la CFTC, ha engrosado el número de manifestantes. Del mismo modo, hubo más empleados jerárquicos de lo esperado que se opusieron al Gobierno: “Vemos que empiezan a dar muestras de un cambio, que es un elemento bastante nuevo, sus reivindicaciones y su comportamiento se acercan año tras año a los de los asalariados no directivos”, señaló Guy Groux.
Sobre todo, como lo nota un geógrafo: “En materia de pensiones, no hay grandes divisiones entre la Francia periférica y la Francia metropolitana, aunque los motivos de movilización puedan diferir según el territorio”. Incluso al interior de los grandes bastiones del movimiento obrero como las refinerías, la movilización de los trabajadores de las subcontratistas, que habían sido dejados de lado en la anterior lucha por salarios el pasado otoño, es un signo alentador de que se puede hacer una alianza o pacto más fuerte que permita verdaderamente generalizar la huelga y superar el límite de las huelgas “por procuración”.
Qué política para resolver las contradicciones de la situación?
Sin embargo, para que esto no quede en un encantamiento de verbalismo combativo o en una negativa a no ser el primero en picar en punta paralizante, es fundamental tener una política militante, muy decidida y preparatoria, en especial de los sectores habitualmente a la vanguardia, para ir a buscar al conjunto de las fuerzas que han entrado según diferentes modalidades y ritmos en movimiento, darles confianzas elevando a su vez el pliego de reclamos al conjunto de sufrimientos que sienten los trabajadores, en especial el aumento urgente de los salarios y construir un verdadero frente proletario.
Para resolver esta tarea estratégica, que plantea cómo soldar la unidad de la clase en su estadio actual de mayor fragmentación, podemos inspirarnos en algunas de las practicas más olvidadas de 1995, última vez que los trabajadores lograron hacer retroceder parcialmente a una reforma de las jubilaciones. En un reciente trabajo sobre esta huelga como parte de su tesis [6], Rémi Azemar, remarca el siguiente aspecto:
Por otra parte, en la mayoría de los relatos, cuando una persona habla de iniciar una huelga, se refiere a un amigo íntimo, colega o compañero que se toma el tiempo de discutir y convencer. La distribución masiva de folletos no es garantía de éxito si se compara con el tiempo que se tarda en hablar con todas las personas de la propia red. En este sentido, uno de los puntos fuertes de 1995 fue la visita de los huelguistas a lugares donde no había huelguistas. Los responsables sindicales, pero también personas que vivían su primera huelga (aún más eficaz) acudían a los lugares de trabajo de sus conocidos para convencerles de que hicieran huelga. Y cuando esta visita era colectiva (más de 5 personas), los resultados podían ser a veces inmediatos (subrayado nuestro).
Esto no es hoy en día una tarea fácil. Como dice a renglón seguido el mismo autor, es mucho más complicado hoy en día:
Sin embargo, esta acción parece hoy más complicada de llevar a cabo. En 1995, los centros de clasificación postal estaban cerca de las estaciones de ferrocarril, los vínculos entre estas dos profesiones eran más fuertes. Con el traslado de los centros de clasificación a zonas industriales (accesibles por camión) se ha roto este vínculo histórico. Además, la securización de los lugares de trabajo y estudio, justificada por las leyes antiterroristas, dificultó la entrada de huelguistas de otros sectores. Los huelguistas deben entonces crear una relación de fuerzas suficiente para exigir la apertura de sus asambleas, aunque sea celebrándolas públicamente frente a su lugar de trabajo.
Pero los destacamentos y los activistas más conscientes del movimiento actual no podrán ahorrarse superar este obstáculo si quieren logar una huelga general de masas efectiva. Un sector estratégico y que podría ser ganado a la batalla son los camioneros. Como dice Jean-Marie Pernot en una reciente entrevista:
... el hecho de que la CFDT esté en contra de la reforma puede influir, sobre todo entre los camioneros. En 1995 y 2003, los camioneros estaban muy movilizados y eso tuvo su repercusión. Ahora, la CFDT tiene mayoría. No es para menos: a diferencia del transporte ferroviario, que ya no representa gran cosa, el transporte por carretera es esencial para las empresas. Pero cuidado: los poderes públicos han aprendido de estas movilizaciones pasadas y están muy atentos a ellas, intentarán evitar el bloqueo de las rutas.
Pero junto con irlos a buscar, debemos darle ganas de luchar hasta el final. Esto significa superar el marco reivindicativo ultra limitado de la Intersindical. Interrogado antes de la primera jornada de acción por Le Parisien sobre el peligro de que “estallen movimientos espontáneos del tipo de los Gilets Jaunes”, en el sentido no solo de un movimiento al margen de las organizaciones sindicales, sino también de un movimiento portador de reivindicaciones más amplias que apunten al régimen en su conjunto, Laurent Berger responde que la “cuestión es saber si en un momento dado habrá una chispa que provoque un conflicto social anclado. Las pensiones pueden serlo. Pero la CFDT nunca ha sido partidaria de las consignas al estilo de una bolsa de gatos. Si queremos que el gobierno nos escuche sobre la edad legal, tenemos que permanecer solo en esta exigencia”. ¿Pero, como los trabajadores obreros de los sectores mas insalubres van a defender con uñas y dientes la jubilación a 62 años cuando no dan más a los 55? Este programa negativo (al que también se asoció en función de la unidad por arriba, Jean Luc Mélenchon de la Francia Insumisa) no puede despertar la determinación implacable de los trabajadores de la construcción, las ayudantes de salud, los trabajadores de cadenas de montaje de la industria automovilística o alimentaria, trabajadores de turnos continuos de la industria química o siderúrgica, los trabajadores del transporte, entre tantos otros que sufren de la insalubridad en el trabajo. Ampliar el “pliego de reclamos del movimiento obrero” partiendo del retiro de esta reforma mortífera a la jubilación a los 60 años y 55 años para los trabajos insalubres, el reconocimiento de la insalubridad de determinadas profesiones o fabricas a la vez que el derecho a la jubilación plena sin exigencia de trimestres cotizados, a la vez que una jubilación mínima al nivel del SMIC (salario mínimo). Pero junto a la cuestión de las jubilaciones, debemos cambiar el aquí y ahora de los millones de asalariados sometidos a una inflación creciente, en especial sobre los productos alimenticios, así como la realidad de la precarización de trabajo. Frente a esta realidad, debemos levantar como ya hemos planteado:
…aumentos salariales para todos y su indexación a la inflación. Esta cuestión es urgente para muchos sectores de la clase obrera. Incluso en algunas empresas los sindicatos están optando por ahorrar sus esfuerzos en la batalla actual poniendo el foco en las próximas revisiones anuales de convenios. Debemos demostrarles que estas cuestiones están vinculadas y podrían unificarse ahora en una misma lucha. Mucho más aun, estas reivindicaciones son esenciales para incorporar a la lucha a los trabajadores más precarios como los obreros de los depósitos de las plataformas logísticas todavía al margen de la lucha. Un programa así también debería plantear la cuestión del reparto de las horas de trabajo entre todos, para “vivir y no sobrevivir”, aumentando el tiempo libre, a la vez que resolver el problema estructural de la desocupación masiva.
Este “pliego de reclamos” no es una elucubración abstracta, sino que surge del mismo carácter más político que reivindicativo de las movilizaciones, como muestra el siguiente manifestante:
En Foix, en el Ariège, donde más del 20 % de la ciudad batió el asfalto el 19 de enero, estaba Antoine Loguillard, profesor de historia y geografía desde 1992. El hombre que se manifestó contra la reforma de las pensiones en 2003 y en 2010 afirma: “Lo que me llama la atención es que, a diferencia de las últimas veces, cuando se notaba sobre todo la fuerza de los sindicatos en las marchas y cuando el conflicto se centraba en la jubilación, se está manifestando gente nueva y están apareciendo temas nuevos”.
Solo un programa de este tipo puede dar respuesta al aumento de las aspiraciones profundas del movimiento de masas y generar la determinación y la voluntad de luchar hasta el final, y que esta intención que se canta en todas las marchas se transforme en una fuerza material indestructible.
Pero para que toda esta manifestación de potencia pueda desplegarse hasta el final no alcanza que los trabajadores luchen, si que sean ellos mismos los que decidan y tomen el futuro en sus manos. Como hemos explicado, la Intersindical ha desposeído a los huelguistas de su mejor útil: la democracia de las asambleas. No habrá huelga reconducible sin la presencia y la discusión de la base en asambleas resolutivas. Esta es otra de las lecciones de la última victoria del movimiento sindical en Francia, hace ya más de treinta años. Como afirma el trabajo de Azemar, antes citado:
La fuerza de 1995, para muchos observadores de las luchas sociales, reside en su organización original: la celebración de asambleas generales. La CGT, el FSU, la izquierda de la CFDT y los sindicatos de la SUD tuvieron una política proactiva de creación de estas Asambleas Generales. Sus representantes han defendido este modelo. No hay que oponer la organización sindical a las asambleas que funcionaron a la par durante estas huelgas. Estos espacios democráticos, creados a nivel de departamento, de establecimiento, de empresa o de ciudad, animaron el movimiento de 1995.
El salto creciente que ha acompañado a la burocratización e la institucionalización del sindicalismo que va de la mano de la derrota neoliberal ha ido alejando cada vez a las cúpulas, incluso intermediarias de las necesidades y presiones de la base. Debemos utilizar la enorme fuerza que se ha puesto en movimiento para recuperar y ampliar esta tradición democrática que abra paso a mecanismo de representación directa de los explotados y oprimidos.
Lo que se juega en Francia en estos momentos es decisivo. La profundidad del proceso muestra las potencialidades del mismo. El peso que tiene en las ciudades intermedias o pequeñas que se han movilizado en una proporción va a de uno a cuatro o de uno a cinco del conjunto de la población y tomando en cuenta las características sociológicas de las mismas, así como del proceso de conjunto, indica que estamos ante una manifestación potente de los sectores obreros y populares. Aunque esto no es inédito (ya pasó en 1995, 2010 y en parte en 2016), el hecho que se de en la Francia política de los últimos años donde el Rassemblement National de Le Pen se arraigó en parte del electorado obrero y popular, es una buena noticia que millones de proletarios se movilicen detrás de las Confederaciones Sindicales, que a pesar de su institucionalización y dirección burocrática siguen siendo una organización de la clase obrera. Sin embargo, la política y orientación de estas –como hemos demostrado– arriesgan llevarnos a la derrota, a una dolorosa repetición de la derrota de 2010 después de 14 jornadas de acción entre marzo y noviembre de ese año. Por eso, nos hemos centrado en los problemas estratégicos que la clase obrera tiene por delante, cuya resolución son claves para la victoria. La existencia de un partido revolucionario con cierta influencia en la clase sería un elemento indispensable para ayudar al proletariado o al menos a su vanguardia, a dar pasos serios para resolverlos. Pero lamentablemente, las organizaciones de la extrema izquierda que había pegado un salto político después de la victoria de 1995 se han transformado en fuerzas marginales, con el NPA de Philipe Poutou y Olivier Bensancenot, con un seguidismo desembozado de la Francia Insumisa y su programa neo-reformista y Lutte Ouvriere, aunque con más implantación en la clase obrera, con una política de pasividad, sin la menor iniciativa o intento de romper la rutina y el control de los grandes aparatos sindicales. Desde Révolution Permanente estamos haciendo los máximos esfuerzos para crear una dinámica de reagrupamiento en la vanguardia, como la tribuna de más de 300 sindicalistas, intelectuales y figuras de los barrios populares por la huelga reconducible, a la vez que un programa hegemónico para que la clase obrera encabece el conjunto de los reclamas de las masas explotadas y oprimidas.
Las próximas semanas serán decisivas. La sucesión de jornadas de acción de la Intersindical que llaman a una nueva acción el próximo 16/2 arriesgan desgastar a los trabajadores de los sectores clave. Más que nunca está planteado dar pasos al endurecimiento de la lucha que presente otra perspectiva a los millones de explotados que se pusieron en acción.
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