Greenwashing de empresas y estados: un intento de ocultar su responsabilidad en la crisis climática y vendernos un producto “verde”.
Sábado 12 de octubre de 2019 01:22
En el marco del desarrollo del movimiento global por el clima y la preocupación cada vez más generalizada en sectores de la población por el respeto hacia el medio ambiente, las empresas y los Estados comienzan a hacer un uso cada vez más recurrente de un discurso ’eco’, algo que se conoce como greenwashing, pero ¿qué hay en el fondo de esta operación?
El greenwashing puede definirse como una estrategia de gobiernos, empresas y multinacionales que desarrollan un discurso a favor del medio ambiente ocultando así su verdadera implicación en la destrucción del planeta y sus ataques a derechos y conquistas laborales y sociales.
No es una estrategia nueva. Las empresas vienen sumándose a la “moda” bio, eco y sostenible desde hace tiempo. En la última década, la cuestión del respeto por el medio ambiente es una preocupación crece entre sectores más jóvenes, potenciales consumidores, y eso las empresas lo saben, recurriendo así a un ’marketing verde’ para vender sus servicios y productos.
Un ejemplo sencillo es Bosque Verde, una marca de productos químicos de limpieza que usa este amable nombre y color para sus envases, aunque por recurrir a esta imagen sus productos no son menos agresivos con el medio ambiente. También lo vemos en marcas de ropa y sus “líneas sostenibles” como H&M, en las eléctricas y empresas de suministros como Naturgy, en empresas de productos de belleza, y por supuesto en la alimentación como McDonald’s, que llegó a cambiar en Europa su logo rojo por el verde y da un paso más en el greenwashing desarrollando lo que definen como greenbuilding en el diseño de sus restaurantes.
Esa tendencia con cierto recorrido a vestirse de un ’barniz verde’ ya no es sólo terreno de empresas especializadas en un sector acotado de consumidores sino una constante en empresas con mercado en los países donde mayor desarrollo viene teniendo el movimiento por el clima que moviliza a millones de personas en el mundo, como pudimos ver este pasado mes de septiembre con la tercera huelga mundial por el clima.
En el último periodo, multitud de empresas han cambiado sus logos y lemas. Lo hacen para vender productos entre un público general que es cada vez más sensible a esta cuestión, pero también lo hacen para tapar los ataques a las condiciones laborales de sus trabajadoras y trabajadores y las políticas de constante precarización. Un ejemplo cercano es Deliveroo, que tras estar en el ojo del huracán por las denuncias de sus trabajadores a causa de las condiciones de trabajo y su situación de falsos autónomos, comenzó a hacer una campaña de compromiso para reducir el uso de plásticos. Sin embargo, forma parte y colabora con una de las industrias más contaminantes: la de la comida rápida. También lo hemos visto en Inditex y otras marcas de moda como H&M, las cuales tras el escándalo de los incendios sufridos en varios talleres en Bangladesh en 2013 comenzaron a tener políticas ’sostenibles’ haciendo alarde de su búsqueda de materiales reciclables y sostenibles y lanzando colecciones de moda en este sentido.
¿Pero solo las empresas practican el greenwashing?
El lavado verde no solo es una práctica utilizada por empresas para embellecer su imagen y esconder los ataques a sus trabajadoras. También gobiernos y partidos políticos se suman a la ’moda verde’.
En el caso de los partidos y gobiernos la intención es clara: causar simpatías entre posibles votantes y ocultar su política de gobernar para los causantes de la crisis climática, es decir, los capitalistas.
Así por ejemplo en el Estado español, el IBEX 35 y las grandes empresas influyen de manera decisiva en los grandes partidos del Régimen para imponer un modelo productivo y de consumo altamente contaminante. Algo que se ve muy claro en la vinculación entre las gigantes energéticas y los distintos gobiernos de las últimas décadas. Multitud de figuras y exdirigentes políticos son incorporados a los consejos de administración de estas empresas, como una forma de pago a “los servicios prestados”.
Partidos como el PSOE se afanan de contar con medidas supuestamente sostenibles dentro de su programa y de hablar de “nuevos pactos” para la transición ecológica. Sin duda una hipocresía. Pedro Solbes, Elena Salgado, Javier Solana o Luis Atienza son solo algunos de los exministros que hoy son consejeros en empresas como Endesa o la antigua Gas Natural, hoy Naturgy. Todas ellas se encuentran entre las 10 empresas españolas más contaminantes, entre las cuales concentran un 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en España. Está claro que conciliar la lógica neoliberal del modelo de producción de todas estas empresas y multinacionales y el respeto al medio ambiente es algo incompatible.
También algunos gobiernos han llegado a utilizar el discurso de la sostenibilidad ecológica para implementar planes de ajuste. Es el caso de Macron en Francia, que intentó vender el aumento del precio del combustible y sus distintas reformas antipopulares como una medida ecológica, lo que desató las enormes protestas encabezadas por los chalecos amarillos. Parecido también es el argumentario de Lenín Moreno, presidente de Ecuador, y su ministro del Ambiente Raúl Ledesma. Entre las medidas exigidas por el Fondo Monetario Internacional para este país se encuentra liberalizar el precio del diésel y la gasolina eliminando los subsidios a estos combustibles, lo que ha generado que se duplique el precio de los mismo afectando enormemente a los más pobres. El discurso del Ministro de Ambiente no ha impedido que se desate una amplia resistencia por parte de la población en las calles en estos días.
Empresas y Estados tratan así de ocultar su responsabilidad en la crisis climática, en la contaminación de los océanos y del aire, en la deforestación y empobrecimiento de los suelos y en la destrucción de ecosistemas. La esencia del capitalismo reproducida por estas empresas y protegida por los Estados es la ampliación de la ganancia y la acumulación a cualquier costo, algo que más allá de pequeñas reparaciones que puedan hacerse como limitar la producción de sustancias tóxicas y la destrucción de recursos naturales, no los exime de esta responsabilidad.