Virginia Pescarmona @virpes
Miércoles 22 de marzo de 2017
Tenemos un presidente que por cadena nacional anuncia el apocalipsis educativo y ante la población afirma que “nos comprometemos a comprometernos”. Uno que declaró la guerra abiertamente a la escuela pública en momentos que la docencia de todo el país enfrenta en las calles las políticas de ajuste.
Tenemos un presidente que afirmó que “hay una terrible inequidad entre los que pueden ir a una escuela privada y los que tienen que caer en una pública”.
Pero aunque haya afirmado en la mesa de Mirtha Legrand que la educación le quita el sueño, si un gobierno ataca a los docentes, ataca a la educación pública.
Pero no debería extrañar, teniendo en cuenta su currículum. El gobierno PRO y todo su gabinete de larga tradición de educación privada, está públicamente decidido a avanzar contra una gran conquista de los trabajadores y el pueblo: la educación pública, gratuita y laica.
Un dato que lo pinta entero: durante su gestión en la Ciudad como Jefe de Gobierno aumentó el presupuesto para las privadas un 50% sólo en sus primeros 3 años. Un shock de transferencia de recursos, mientras cerraba cursos en la pública, o reducía el presupuesto para infraestructura.
Las consecuencias del ajuste son obvias, y su repercusión sobre la llamada calidad educativa ni hablar. Ante esto el discurso oficial es que la responsabilidad de la crisis de la educación, otra vez, y cuando no, es de los docentes.
Los argumentos para salir por TV a atacar a los maestros salen de un Operativo de evaluación externa y estandarizada, que fue enormemente repudiada, cuestionada, criticada por diversos sectores de los trabajadores de la educación y movimiento estudiantil. Pero hay más: el Operativo Aprender 2016 lo impusieron con miedo y amenazas. Un Operativo al cual, por ejemplo, se opuso la docente Paola Vignoni de Mendoza, en Guaymallén, y por ello fue echada de la escuela, con la anuencia de la DGE. Esto, además de la ideología que lo fundamenta, ya debería poner en cuestión todos los resultados.
Cuando hablan de crisis repiten el esquema de todos los gobiernos anteriores. Responsabilizan a los docentes, y de paso los atacan: “vagos”, “conflictivos”, “trabajan 4 horas”, etc, etc.
El discurso de guerra contra los trabajadores y las trabajadoras que somos los sostenemos diariamente con nuestro trabajo y nuestra lucha a la educación pública, por un lado evita hacerse cargo de que son ellos quienes la desfinancian y atacan. Pero centralmente es la condensación de una política “educativa” que incluye aprietes, amedrentamientos, mordazas ideológicas, persecución y una política antihuelga con “carneros” pagos, “trolls” pagos en las redes, listas negras, visitas de la policía a las escuelas para pedir listas de huelguistas, descuentos de miles de pesos, entre otras prácticas.
¿De qué escuela habla Macri?
Cada peso que el Estado destina a la educación privada es en detrimento del presupuesto para la pública. Y es más, los millones que destinan a escuelas privadas son para el salario de docentes que se eligen, al igual que el alumnado, según “el perfil” del empresario o cura a cargo de la escuela. Es decir que claramente hay una política de preferencia del negocio de los empresarios de la educación.
En sus discursos las escuelas privadas son un modelo a seguir. Pero para quienes conocemos de qué se trata, en las privadas trabajadores, padres y estudiantes es sólo un número ajustable.
Macri miente
Miente porque no dice que en las escuelas privadas y públicas trabajamos los mismos docentes. Los docentes de las públicas y de las privadas nos capacitamos fuera del horario escolar y tomamos dos o tres turnos para llegar a fin de mes.
Trabajamos dentro y fuera del horario escolar. Nos ocupamos de matrículas desmedidas y de problemáticas sociales y familiares diversas. En fin: vamos a trabajar con el objetivo de educar, en las condiciones que nos tocan, y ponemos lo mejor de nosotros y nosotras.
Miente porque no dice que la diferencia es la precarización. En la privada no hay derecho a huelga, ni días de estudio, no hay derechos para las madres con hijos enfermos, entre otras conquistas avasalladas.
¿Y para los estudiantes? Ya se sabe: cuando una familia se atrasa en su cuota, no tienen pruritos en excluirla de actividades o incluso no renovarle la matrícula del año siguiente.
Estas escuelas que tanto reivindican discriminan de acuerdo al tamaño del bolsillo. Pero además imparten contenidos religiosos que no todas las familias comparten y que no figuran en los diseños curriculares. Esto es lo que sostienen con subsidios. Esto es lo que opinan que es una mejor educación.
Claramente, la educación pública tal cual está merece ser discutida. Nadie lo niega. Pero no es la educación privada la que garantiza una educación científica y de calidad. El fin de lucro no es un buen valor para educar las futuras generaciones.
Tampoco la segregación y la discriminación. La meritocracia como ideología y prácticas pedagógicas que atrasan décadas no pueden ser la solución a un problema cultural y social, del cual no se hacen cargo, porque el plan es de ajuste.
Todos los docentes nos preguntamos todos los días cómo hacer para educar, enseñar, de manera diferente y cada vez mejor, en la realidad que le toca. Pero la educación pública también preocupa al conjunto de la clase obrera y el pueblo pobre.
Es por eso que tenemos que coordinar, organizarnos y movilizarnos en su defensa, contra los discursos privatistas, contra el ajuste y el ataque a los derechos laborales de los docentes. ¡Si avanzan sobre los trabajadores de la educación, irán por todo!
Hoy más que nunca: defendamos la educación pública, como enorme conquista de todos los trabajadores.
Virginia Pescarmona
Docente, Corriente 9 de abril/Lista Bordó, Mendoza