El viernes 5 de abril en la puerta de Mondelez-Terrabusi se levantó una tribuna unitaria por la reincorporación de Julio Tevez, militante del la Agrupación Bordo “Leonardo Norniella”. Muchos de los obreros y estudiantes presentes habían sido parte de “La batalla de Terrabusi” de 2009. Aquí presentamos una crónica de aquella pelea.
Daniel Lencina @dani.lenci
Sábado 13 de abril de 2019
Imagen: Mariano Mancuso
Si bien toda crisis capitalista busca ser descargada sobre las espaldas de la clase trabajadora, no siempre el ajuste pasa sin resistencia. Y hablando de resistencia, la zona norte del GBA fue atravesada por la lucha de clases en diversas peleas.
Entre ellas se destacó “La batalla de Terrabusi” por tratarse de un conflicto que tuvo repercusión nacional. En 2009, la fábrica estaba en manos de Warren Buffet el segundo hombre más rico del mundo, en aquel entonces era dueño de Kraft Foods que explotaba la marca comercial “Terrabusi”.
Este multimillonario declaró a la prensa norteamericana el siguiente manifiesto de guerra: “está claro para mí que hay una guerra de clases, y es mi clase, la de los ricos la que está ganando esa guerra”.
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El imperio Kraft comenzó su historia alimentando al ejército yanqui desde la I Guerra Mundial. Así empezó el romance entre el monopolio y el Estado imperialista. Las materias primas para hacer el chocolate, las extraen de Costa de Marfil (África), donde los miles de niños que trabajan en las plantaciones son brutalmente golpeados, maltratados hasta “ser convertidos en esclavos”, como denunció UNICEF.
Es una de las principales empresas boicoteadas en todo el mundo por la juventud anti-guerra, ya que financió a George W. Bush en la invasión a Irak. En Argentina integró la COPAL aportando el Vicepresidente, Alberto Pizzi, a la entidad; la misma que financió del golpe militar de Videla en 1976.
La Argentina de esos años era gobernada por Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Scioli era gobernador de la provincia de Buenos Aires y Sergio Massa era intendente de Tigre, donde queda ubicada la planta en General Pacheco.
En 2008, un año antes de la huelga de Kraft, había sido el conflicto entre el gobierno y las patronales del campo. La Sociedad Rural tiraba miles de litros de leche en las rutas, bien a tono con las declaraciones de Warren Buffet.
A los trabajadores se les ofrecían dos variantes patronales para elegir, una verdadera trampa como si fuera un ballotage: o con el gobierno o con el campo. La izquierda clasista se pronunció por un camino independiente de las variantes patronales, ya que ninguna tenía en cuenta al millón y medio de los obreros rurales, los trabajadores golondrinas del campo argentino, “los olvidados”.
En ese contexto de crisis, se empezaba a encubar el conflicto en la planta de Kraft-Terrabusi.
En el invierno del 2009 hubo una epidemia de gripe A, que llevó a los trabajadores a reclamar condiciones de higiene. Ese fue el detonante, que inspiró a la patronal a pasar a la ofensiva con un plan flexibilizador en una de las fábricas más numerosas de la zona Norte del GBA.
Las acusaciones
En los diarios de la época se hablaba en contra de lo que fue el fenómeno del “sindicalismo de base” en el movimiento obrero, el mismo se diferenciaba del sindicalismo burocratizado de la CGT y la CTA. “Rebelión permanente”, “estado asambleario”, “trabajadores que no respetan los cuerpos orgánicos tradicionales”, “comportamientos ilegales que violan el estado de derecho y constituyen un perjuicio para los propios trabajadores, las empresas y la sociedad en su conjunto”, “metodología abiertamente ilegal adoptada por un grupo de operarios (…) afectan la seguridad jurídica y el clima necesario para la inversión”, “gremios que no logran controlar a las comisiones internas, delegados de base hiperpolitizados y una tibia intervención del gobierno nacional que no logra dirimir las internas”.
Si bien tenían cierto aroma a las de la dictadura de 1976, en realidad tales acusaciones son de septiembre/octubre de 2009. El léxico patronal no había cambiado desde entonces. Uno de sus portavoces era Jorge Zorreguieta presidente de la COPAL (cámara empresaria alimenticia, que nucleaba a Kraft) y fue secretario de Agricultura de la dictadura de Videla.
Pero Julián de Diego no se quedó atrás, era el asesor de la patronal de ZANON en tiempos de la dictadura genocida, a quien Kraft había contratado para descabezar la organización sindical de los trabajadores de Terrabusi e imponer una nueva relación de fuerzas en la clase obrera de la zona norte y del país. Por su parte la Unión Industrial Argentina, en un comunicado solicitó al gobierno la represión contra los trabajadores, encontrando el aval de Cristina Kirchner.
Para muestra basta un botón. En la fría mañana del 7 de septiembre, cuando los trabajadores ingresaban a sus puestos de trabajo, se hicieron sentir los primeros palazos, gases lacrimógenos y balas de goma, que hasta impactaron en el rostro de un empleado, casi a punto de hacerle perder un ojo.
La respuesta obrera
En el mes de julio del 2009 fue el pico más alto de la gripe A. Los empleados comenzaron a reclamar días de asueto sanitario, para que la empresa desinfecte la planta, ya que la guardería aloja a 200 niños y era un claro foco de contagio de la pandemia (cuando ya había casos de contagio entre los trabajadores).
Eso provocó el reclamo masivo, y se dictaminaron 5 días de asueto para desinfectar la planta. Pero la patronal no se quedó de brazos cruzados ante el “estado asambleario” en una de las grandes concentraciones obreras del país.
El 16 de agosto despidió a 160 trabajadores, entre ellos miembros de la Comisión Interna, congresales de la lista Verde (de la burocracia sindical), el Cuerpo de Delegados de sector, además de trabajadores de los tres turnos. Pero fundamentalmente atacando con saña al turno noche, por ser el más combativo de la planta.
Como vemos no fue un simple conflicto sindical o “una interna gremial”, como quisieron demostrar los medios masivos de comunicación. Era un conflicto claramente político, con objetivos perfectamente definidos. Los empresarios querían destruir las conquistas que los trabajadores consiguieron con años de lucha. Tan político era el objetivo de la patronal que Warren Buffet, prefirió pagar 9 millones de pesos diarios en conceptos de multa por no cumplir con las leyes argentinas, a costa de dejar a 160 familias en la calle.
Pero los trabajadores no estarían dispuestos a dejar pasar este ataque. Respondieron con la unidad y cortaron la Panamericana, saliendo en vivo por todos los medios, hablando a millones de trabajadores de todo el país. El duro conflicto se hacía cada vez más conocido. Lanzaron un fondo de huelga, para hacer frente al chantaje empresario, que quería quebrar la lucha con el hambre y la represión. En la puerta de la fábrica, recibían el apoyo y consejos para ganar la lucha de distintas organizaciones y familiares. Se formó la “comisión de mujeres” entre las trabajadoras, docentes y estudiantes de la zona, para organizar y sostener la lucha. Pronto se convirtió en un ejemplo.
La solidaridad activa
El amplio arco solidario recibido fue desde Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), el escritor Andrés Rivera, pasando por cientos de comisiones internas, delegados, docentes, centros y federaciones de estudiantes universitarios, secundarios, mujeres, hasta León Gieco dijo: “soy uno más de los 160 despedidos, mi solidaridad y mis canciones, están con los trabajadores”. También los artistas plásticos como León Ferrari, Luis Felipe Noé y Rep (el dibujante de Página/12), hicieron llegar su solidaridad, entre otros.
Por esos días, en diversos lugares del país, desde ZANON bajo control obrero, hasta las ciudades más importantes del país como Mendoza, Córdoba y Rosario, por nombrar sólo algunas, se movilizaron para transmitir todo el apoyo incondicional a esta lucha. Hasta los trabajadores de Kraft de EEUU, de la planta de Illions, repartieron volantes en la puerta de su planta apoyando la lucha obrera en la planta de Argentina, recuperando una de las tradiciones obreras más importantes, como es la solidaridad internacionalista.
Los estudiantes del Filosofía y Letras de la UBA cortaron innumerables veces las calles porteñas, durante horas, transmitiendo su apoyo. En el Astillero Rio Santiago hicieron un paro solidario en apoyo a la lucha, y junto al SUTEBA opositor, y la FULP (Federación universitaria), cortaron la Autopista La Plata.
Los jóvenes de NO PASARAN, irrumpieron sorpresivamente en el programa de mayor audiencia de la TV, interpelando a Julián Weich en “Justo a Tiempo” reclamando contra los despidos en Kraft, hecho que obligó al conductor a explicar que “hay una fabrica está en conflicto y que ojalá se solucione favorablemente”, esa acción fue vista en vivo en el comedor de la fábrica y causó mucho entusiasmo en los trabajadores de Kraft.
En Clave Roja, la corriente estudiantil impulsada por el PTS estuvo junto a los trabajadores desde el primer día, y organizó los cortes de avenidas en San Miguel; con cientos de estudiantes de la UNGS y la UNLu. Se pusieron en pie Comités de Solidaridad, que lanzaron la campaña “Somos miles de estudiantes, juntemos miles de pesos para apoyar la lucha”. En la UNLu, se levantaron cursadas enteras y en asamblea a mano alzada, se resolvió hacer los cortes de avenidas para rodear de solidaridad y denunciar la inminente represión a la fábrica en lucha. Compartimos las calles junto a la Comisión Interna de Pepsico Snacks, docentes y trabajadores del Hospital Larcade.
“Yanquis si, marxistas no”
En la tarde primaveral del viernes 25 de septiembre, se firmaba -a pedido de la Embajada de EEUU- un “acuerdo”, entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la burocracia de Daer (CGT) y Kraft (sin la Comisión Interna ni los trabajadores). El “acuerdo”, traía una “solución” al conflicto: comenzó una brutal represión a los trabajadores que estaban dentro de la planta, los molieron a palos, a las mujeres les pisaron la cabeza y a una de ellas, la policía de Scioli, le robó mas de 3 mil pesos que eran del fondo de huelga.
Afuera hubo una tenaz resistencia, los trabajadores llenos de bronca, junto a cientos de jóvenes y estudiantes, enfrentaron la represión luchando por más de media hora. Lucha que salió en vivo por TV, inundando todos los rincones del país. En medio de la batalla llegó la policía montada que terminó con el saldo de 65 detenidos, entre los que se encontraba este cronista.
Como en tiempos de la dictadura militar, la policía usó las instalaciones de la fábrica para iniciar el procesamiento a los detenidos. Tocamos “el pianito” dejando las huellas digitales en un expediente, fotos, datos personales, afuera sobrevolaba un helicóptero, y los gases lacrimógenos flotaban en el aire, los policías seguían exaltados y miraban extrañamente a un viejo militante setentista llamado Jorge “Turco” Sobrado que los increpaba, desafiante, llenando de moral a los presentes.
Fueron horas intensas. Cuando salimos en “libertad”, ya en la madrugada del 26 de septiembre, nos unimos en un solo y emotivo abrazo, al grito de “unidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode”.
Punto de inflexión y nueva conquista
En el mejor momento de la lucha, cuando había fuerza de sobra para reincorporar hasta el último trabajador, sucedió algo inesperado. El 16 de octubre la Comisión Interna dirigida por el PCR (maoista) en el Ministerio de Trabajo, firmó el acta que dejaba despedidos a 53 trabajadores, entre ellos los activistas más destacados del conflicto.
No solo eso, sino que también el acta contenía una clausula que comprometía a la Comisión Interna a mantener la “paz social” con la empresa, es decir, dar por finalizado el conflicto. Como era de esperar la bronca estalló en la base de la fábrica, salvo Javier “Poke” Hermosilla, dirigente del Turno Noche de la fabrica y Ramón Bogado fueron los únicos miembros de la CI que no firmaron el acta.
Sin embargo, luego Bogado se autocriticó y dijo que en realidad tuvo que haberla firmado, siguiendo la orientación de su partido que sabe bastante de capitulaciones. Pero la bronca, tuvo su manifestación política en las elecciones a la nueva Comisión Interna (CI).
Al inicio del conflicto, la CI estaba dirigida por el PCR, responsable de dejar en la calle a los 53 despedidos. Pero los trabajadores hicieron la experiencia con dicha corriente, y una nueva dirección sindical de la planta que expresa al sector democrático, combativo y consecuente de la dirección de la lucha, con un fuerte peso de los trotskistas del PTS ganó las elecciones.
Encabezados por el “Poke” Hermosilla, los trabajadores se preparaban para enfrentar así nuevos ataques, y sin ninguna paz social que respetar. Así se escribía una nueva página de la historia obrera reciente, en la Zona Norte del GBA.
En ese contexto nacía en el país un nuevo “sindicalismo” que “responde a las bases”, que cuestionaba a la dirigencia tradicional de la CGT. Con ello, la clase trabajadora despertó a la juventud estudiantil, que encontró en la lucha de Terrabusi, más fuego para alimentar su rebeldía.
La lucha de las obreras y obreros de Kraft fueron el ejemplo y experiencia de miles, que mañana seguirán millones, para que esta vez la crisis; la paguen los capitalistas.
Esta es la historia detrás de la que se encuentra un nuevo episodio en la pelea por la reincorporación de Julio Tevez, quien fue parte de esa juventud trabajadora que protagonizó “La batalla de Terrabusi”.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.