Francisco dio el visto bueno para que el cura, que dirigió el colegio San Vicente de Paul de La Plata, se instale en Misiones a bendecir gendarmes. Pero proliferan las denuncias de exestudiantes en su contra. Defensa del arzobispo Fernández, silencio del Ministerio de Seguridad.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Martes 11 de agosto de 2020 16:32
Un nuevo capítulo de abusos y encubrimiento sobrevuela la Iglesia católica platense. Esta vez el protagonista es el cura Raúl Anatol Sidders, recientemente trasladado a la Diócesis de Puerto Iguazú, en la provincia de Misiones.
En los última semanas el sitio Prensa Obrera dio a conocer varios testimonios que relatan todo tipo de abusos por parte del sacerdote durante su estadía en las instituciones educativas pertenecientes a la Unidad Educativa Monseñor Lodigiani en la ciudad de La Plata: el jardín de infantes San Bernardo, los colegios primario y secundario San Vicente de Paul y el Instituto de Educación Superior, todos ubicados en la manzana de 115, 116, 43 y 44 de La Plata, a una cuadra de la estación de trenes. Testimonios que luego aparecieron en redes sociales y otros sitios webs.
Desde el manejo autoritario de la currícula educativa, como la prohibición de temas como el 24 de marzo y el 12 de octubre por considerarlos temas “subversivos”; hasta el uso de la confesión, (impuesta de forma obligatoria) con “sumo interés” en la indagación pormenorizada sobre la vida sexual de los y las alumna. Un sello que se repite en los relatos que varias víctimas se animaron a contar después de varios años.
“Cuando yo tenía 16 más o menos, el control del cura sobre la escuela era casi total. No teníamos a quién recurrir, todos le tenían miedo. Para esa época decretó que era obligatorio confesarse a solas con él”. “El cura Sidders, del San Vicente de Paul, me atormentó toda la secundaria porque sabía que era gay”. “A las mujeres nos ninguneaba, nos decía que éramos gatos. A los varones no los trataba así, eran sus preferidos”. "El chabón te decía que para sacarte los pecados de adentro, había que masturbarse y guardar en un frasquito, por eso en la secundaria le decían ´Frasquito´".
Luego de conocerse que Sidders fue “contratado” por Gendarmería para ser capellán de un escuadrón en Puerto Iguazú, de que las denuncias en su contra se viralizaran y de que organizaciones sociales de Misiones levantaran la voz de repudio a su presencia en la región, habló el Arzobispado de La Plata. En un comunicado que lleva la firma del arzobispo Víctor Fernández y frente a los hechos denunciados, la curia platense decidió dar, rápidamente, su versión “para traer tranquilidad a quienes prestan atención a esas vías de información. Pero ante todo, debido a la multiplicación de noticias falsas o confusas”, recordando que “todos tienen derecho a la buena fama que no debería ser lesionada ilegítimamente”.
En el mismo, se deja constancia de la consulta realizada a distintos actores de la comunidad educativa “que podían brindar información por conocimiento directo”, de lo cual se desprendería una confusión de hechos, personas y momentos históricos que se atribuiría a Sidders, aunque aclara que “las diferencias que se puedan tener con respecto al estilo, modo de pensar o de expresarse de un sacerdote no justifican acusarlo injustamente de cualquier acción”.
Agrega que “la información seguirá siendo analizada, aun cuando se refiera a personas que hace varios años que ya no trabajan en el colegio, pero no conforma propiamente un cuadro de abuso”. Y aclara que el traslado del cura fue “a pedido de Mons. Baisi, que acaba de asumir como nuevo Obispo de ese lugar y lo requirió como secretario”.
Podés leer:El Vaticano publica un instructivo sobre cómo tratar los casos de abusos a menores
Podés leer:El Vaticano publica un instructivo sobre cómo tratar los casos de abusos a menores
En lo que es un gran acting de la curia platense demostrando preocupación, queda a la vista cómo sigue firme el modus operandi de la Iglesia católica frente a las denuncias de abusos sexuales eclesiásticos: negar a las víctimas, encubrir a los victimarios y evitar que los casos trasciendan. Así se vio en los casos del suicidado Eduardo Lorenzo, de los curas del Próvolo, de Héctor Giménez y de Rubén Marchioni, para mencionar a los más resonantes.
Hoy el sacerdote espera su nombramiento como capellán castrense en la ciudad misionera de Puerto Iguazú, donde estaría “guardado” en un predio importante del Obispado, las lujosas instalaciones del Santuario Santa María del Iguazú, devenido en complejo turístico. Un dato no menor es la presencia de Nicolás Baisi en la diócesis de Puerto Iguazú. Desde 2010 hasta el mes de mayo fue obispo auxiliar del Arzobispado platense. De hecho se dice que fue Baisi quien recomendó la ida de Sidders a Puerto Iguazú. Nada que sorprenda, ya que el ahora titular de esa diócesis misionera se llevó mucha información de La Plata sobre los mencionados casos de abusos y demás crímenes que involucran al Arzobispado de la capital bonaerense.
Ante la divulgación de estos “antecedentes”, el grupo de Mujeres Autoconvocadas de Puerto Iguazú comenzó una campaña por la separación de Sidders. En la tarde del lunes realizaron una protesta en la plaza central de la ciudad en rechazo a su presencia. Ramona Romero, integrante del espacio, conversó con La Izquierda Diario, quien se manifestó indignada sobre la designación. “Vamos a presentar notas al Escuadrón 13 de Gendarmería, al Obispo de la Diócesis de Iguazú para que sea separado de su cargo. Exigimos al Concejo Deliberante y al Poder Ejecutivo que expresen su rechazo. Estamos juntado firmas para que no asuma”.
Por su parte, el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Sabina Frederic, aún no ha emitido opinión frente a las denuncias contra el cura, uno de los 170 capellanes del Obispado Castrense, institución parásita, mantenida por las arcas estatales y defensora de las dictaduras más asesinas de nuestra historia.