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[Recuerdos militantes] Susana Fiorito: “Aquello no era una cosa individual, era un proyecto social que tenía eco con la lucha de clases”

Hugo Colombini

BIOGRAFÍA

[Recuerdos militantes] Susana Fiorito: “Aquello no era una cosa individual, era un proyecto social que tenía eco con la lucha de clases”

Hugo Colombini

Ideas de Izquierda

Días atrás falleció, en la ciudad de Córdoba, Susana Fiorito; el 23 de enero, a los 96 años. Una de las compañeras destacadas en el andar de la clase obrera argentina y la izquierda clasista.

Siempre jovial y generosa donde oliera militancia. Estricta con hechos e ideas. Áspera por momentos. Lectora apasionada. Hija de la pequeña burguesía. Escapa de las monjas siendo adolescente. Rebelde de chica. Amante de los bosques de la Patagonia. De una memoria fina, formada en años de resistencia(s); en sincronía con esa “vieja guardia” de los años 50, 60, 70…

Compañeras y compañeros de Contraimagen participamos con Fiorito de varias jornadas, y realizamos junto a ella películas, artículos y charlas. Compartiendo nos encontrábamos, buscando descubríamos. En recuerdo va esta acotada crónica. Pinceladas de una vida militante. Las fuentes son varias. Centralmente los encuentros compartidos en la Biblioteca Popular Bella Vista, en la UNC y en su casa; filmados y no filmados [1].

Contorno y ramas de imprenta

Susana Fiorito fundó junto a Ismael Viñas y otros la revista Contorno en los años 50. El grupo sufrió el régimen cívico militar y eclesiástico de la Fusiladora de 1955. Sus revistas y cuadernos fueron censurados varias veces. Y por esos días aprendió el oficio como encargada de edición, distribución e impresión de papeles. Trabajó junto a los tipógrafos en las viejas imprentas de los años 50; esas de tinta negra, papel, burros y ramas. De mimeógrafos y tipografías en plomo.

Recuerda:

Solía tener problemas de espacios cuando íbamos a imprimir, y casi siempre insistía en poner acá y allá, reacomodar oraciones y títulos, etc. Hasta que uno de ellos me dice: ‘señora, la rama no es de goma’… La rama es parte de la caja de hierro donde iban las oraciones con las tipografías previamente hechas en plomo.

Esta experiencia amplió su oficio de periodista y editora gráfica. Aspectos integrales que resaltarán años más tarde, y meses después del Cordobazo.

Fichas y pasta de celulosa

Cerca del año 1957, Susana llevó adelante una investigación sobre el movimiento obrero en la Biblioteca Nacional (BN), y también en los diarios La Nación y La Prensa. Trabajó varios meses en la hemeroteca de la BN, donde fichó cientos de periódicos obreros y sindicales de finales del siglo XIX hasta pasados los años 40 del XX.

Había armado un artículo sobre las huelgas obreras de la Patagonia y salió bien. Después también me ocupé un rato de la Forestal, archivos que quemó la dictadura en Rosario. Bueno. Al tiempo, por 1960, me dijeron de hacer un libro, y volví a la hemeroteca de la BN. Llego. Buen día, buen día… Encaro a los ficheros, chequeo y le digo a un muchacho de guardapolvo gris: hola; necesito esto y esto, que aquello y demás… Me mira y dice: ‘Ah no, no está’; y sigue leyendo, ‘ah no, no está; no está’... Cómo, le digo, pero si los trabajé hace tres años. Nada. La hago corta. El director, Hugo Wast (Martínez Zuviría, declarado franquista y fascista) había enviado todo el archivo de la prensa obrera de la Biblioteca Nacional a unos galpones con paredes de chapas de zinc en Ezeiza, que no llegaban al suelo. La lluvia que azotaba la zona masacró, hizo pasta el archivo de revistas y periódicos obreros. Ahí me quedó como una llaga. No podía entender que alguien destruyera la historia de otros. ¡Y la historia obrera que no podían defenderla! [2]. Esto me marcó en el cuidado de la historia de la clase obrera. Y en el trabajo de prensa en el SITRAC-SITRAM, hacíamos al menos tres copias de todo lo que producíamos.

Malena y Andrés

Después de las rápidas decepciones del gobierno de Frondizi y cía. (que sufre de cerca), comienzan a publicar otras revistas con Ismael Viñas. Son los días del Plan CONINTES y viajes presidenciales a los EE. UU. Empieza a usar el seudónimo de Natalia Duval, muy a tono con la militancia y la literatura de entonces [3]. Pasado el año 1958 fundan el Movimiento de Liberación Nacional, que será conocido como Malena.

Entrados los años 60 conoce a Celia Guevara, la madre del Che, con quien organiza un grupo de mujeres latinoamericanas, y recorren ciudades dando charlas y conferencias. En 1965 se cruza con Andrés Rivera, ambos militantes del sindicato de prensa. En pocas semanas comienzan a caminar juntos.

Lo conocí distribuyendo el periódico de Malena, en el sindicato de prensa, en Buenos Aires. Luego fuimos juntos a una reunión. Me invitó a cenar, y después a su departamento. Desde aquel día y hasta que murió seguimos juntos. Andrés (‘Mono’, como lo solía llamar cariñosamente), era una persona con la que podías estar de acuerdo y pelearnos fuerte. Tener alguien con quien gruñir es necesario. Era capaz de pasar un año escribiendo y no darte bola. Igual, yo también tenía mis cosas por hacer [4].

El viejo Pedro y Agustín Tosco

En Córdoba conoce y se vuelve amiga de Pedro Milesi, militante y cuadro obrero de la vieja guardia de las décadas previas al peronismo, donde los sindicatos y las ideas obreras rondaban la lucha de clases, con aciertos, límites y errores.

Milesi había participado de joven en el Grito de Alcorta de 1912, luego en las barricadas de Vasena en 1919 y la fundación del primer sindicato metalúrgico. Avanzados los años 20, fue militante trotskista y escribió en los 30 en Tribuna Leninista [5].

Trabajador de oficio, armador de vitraux d’art (eso de ventanas, aperturas y murales de vidrio, que van unidos con plomo). Preso una temporada en la cárcel de Ushuaia, donde pasará el invierno. Tiempos de lucha antifascista, de internacionalismo y solidaridad activa con los combatientes y militantes revolucionarios en España. Jubilado en los años 50. En los 60 se instala en Córdoba, y vuelve a relacionarse con estudiantes y activistas sindicales [6].

El viejo Pedro (Milesi) se vino a guardar a Córdoba. Y se instaló en una casita humilde en Bialet Massé, cerca de un río. Vivía solo. Yo lo visitaba, y le llevaba algo de comida, diarios, lápices y libros que me pedía. Un día recuerdo que fui a verlo y estaba arriba del techo, donde había pasado toda la noche. Había subido a arreglarlo a más de dos metros de alto y se le cayó la escalera. Un personaje. Otro amigo que iba seguido era Agustín Tosco, después secretario general del sindicato de Luz y Fuerza. Iba con su compañera. Casi semana por medio. Pescaban y comían juntos. Charlaban y discutían (a veces fuerte). El viejo solía estar más a la izquierda –sonríe–. Los debates eran muy buenos. Fue maestro y mentor de Tosco.

Esos puentes de plata intergeneracionales que tiene la clase obrera argentina.

SITRAC-SITRAM y el Clasismo

A principios de 1970, meses después del Cordobazo, viajan a Córdoba junto a Andrés. Miembros de Vanguardia Comunista (agrupación de raíz maoísta), le proponen la organización de la prensa y comunicación de los sindicatos clasistas que estaban arrancando.

Era una secretaria de prensa –recuerda–, auxiliar de Rafael Clavero, secretario de prensa del sindicato. Tenía a cargo la producción de los comunicados, volantes, carteles y los boletines del sindicato. Buscaba material, fuentes y sintetizaba. Luego hacíamos reuniones y debates colectivos. Había mucha participación de los delegados de sección y la comisión interna, Masera, Bizzi, Páez, Flores, Torres, Clavero… Y del Cuqui Curuchet, nuestro abogado, que ayudaba mucho a decir cómo se decían las cosas.

Aprendí mucho con el clasismo, y cuando salí era una militante integra. Hice de todo. De ordenar y limpiar, a tipear esténciles e imprimir en mimeógrafo, a subirme y sentarme detrás de una moto agarrada a uno de los ‘negros’ e ir repartiendo por la ciudad de Córdoba los comunicados y materiales del sindicato en radios, diarios, revistas y televisión. Mi metro cuarenta me ayudó muchísimo.

Creo que la cosa más útil que he hecho en mi vida, fuera de esta Biblioteca y la Fundación Pedro Milesi, fue haber participado en el Clasismo del SITRAC-SITRAM. Aquello no era una cosa individual, un proyecto acotado, pequeño. Aquello era un proyecto social que tenía relación, un eco con la lucha de clases. Los gremios clasistas tuvieron una influencia muy grande en la politización de todo un conjunto social. Donde las clases medias, las clases medias bajas se vieron sacudidas e involucradas, y tomaron partido en esa lucha y propuesta. Hubo un protagonismo de los gremios clasistas. Después fueron los perseguidos, pero primero fueron protagonistas.

Era un lugar de mucha democracia. La igualdad se veía, y donde se escuchaba a todo el mundo. Además, se escuchaba y refutaba. Había una construcción de pensamiento, de conocimiento a partir de lo colectivo, de oposición y síntesis. Cada línea de producción tenía su delegado.

Desde esa base obrera los clasistas empezaron a imponer sus demandas, que no solo eran por aumento de salario sino por las formas de producción y ritmos de trabajo. Y empezaron a pelear por el tiempo; muy cercanos a eso que conocemos como “control obrero”, que a la patronal italiana y cristiana no le gustó nada. A los militares y gorilas menos todavía.

El Viborazo o Segundo Cordobazo

Con Tosco en el Viborazo (o segundo Cordobazo) hubo claramente diferencias de estrategia; algo que está poco debatido. Recuerdo hasta la reunión donde discutimos el asunto. Nosotros considerábamos que tomar las fábricas era un error, ya que nos iban a masacrar dentro de la planta; no a los legalistas, sino a los clasistas. No hubo acuerdo. Cuando arrancó la cosa, las compañeras/os de Luz y Fuerza tomaron instalaciones en Villa Revoll. Y los sindicatos clasistas salieron a las calles [7].

Esto amplió la lucha en barrios y esquinas; que estalla cuando matan al joven obrero Cepeda. De tres a cuatro columnas avanzaron sobre el centro, coronando en Plaza Vélez Sarsfield, donde las estatuas se engalanaron de rojo, y miles de voces agitaron por la liberación y el socialismo.

Los clasistas llevaron adelante una huelga general con movilización, asambleas de base y barricadas en cada barriada de la ciudad de Córdoba. La cosa era ampliar la lucha. Aprovechar número y calidad. Aprender de los “límites y lecciones” del Cordobazo.

Asambleas, democracia y libertad de tendencias

–Las asambleas en puerta de fábrica fue una creación de los gremios de Fiat. No era una costumbre que se tenía antes. Eran asambleas donde participaban todas las tendencias, principalmente a través de la juventud y estudiantes. En una de esas, Gregorio Flores habló del futuro, y que esta pelea tenía sentido en la medida que se avanzara en la transformación de la sociedad, hacia una sociedad sin clases, y que eso era el socialismo. Entonces, después, se pidieron cuentas en la reunión de delegados: ¿qué es eso del socialismo…? La mayoría eran peronistas. Para ellos socialismo era el Partido Socialista de Palacios y la Fusiladora del 55. Hubo una reacción y se hizo una asamblea donde Flores explicó sobre que trataba el socialismo.

–¿Los clasistas eran antiperonistas?:
–No. De ninguna manera. La organización de los obreros clasistas que conocí y participé no eran antiperonistas. Pero debatían y planteaban que el peronismo se quedaba corto, llegaba a la solución burguesa de la sociedad, y por tanto no iba a haber liberación a través del peronismo. Con los peronistas obreros, de fábrica, había un total acuerdo a ese tipo de debates y posturas.

Estudiantes, intelectuales y plusvalía

El sindicalismo clasista tuvo una estrecha relación con estudiantes y profesores universitarios. La búsqueda y debate entre los obreros era cotidiano.

Primero explicando hacia adentro –cuenta–, y después hacia afuera. Y para marzo/abril del 71, realizamos una campaña para entender cuál era la forma de producción y trabajo en Fiat. Hubo reuniones en la Facultad de Ciencias Económicas con profesores y estudiantes, contadores y economistas, donde se analizaron las formas de extracción de plusvalía y explotación en la Fiat; ‘la latina y cristiana’.

La relación entre trabajadores e intelectuales se da en distintos planos. Recordemos que había escuelas técnicas, y que los egresados entraban a trabajar a las fábricas automotrices, donde los salarios eran de los mejores pagos. Lanusse dijo alguna vez que se le habían sublevados los obreros mejores pagos del país. El aporte de estos estudiantes-obreros influyó también en el desarrollo de los sindicatos clasistas.

Y leía Susana de uno de los periódicos del SITRAC, en una de esas escenas rescatadas para la ocasión:

La única manera de ser dignos de los sacrificios de nuestra clase es ganar la guerra que tenemos empeñada contra la Dictadura, contra las patronales y los traidores (…) Estamos en esta guerra para destruir la explotación del hombre por el hombre” [8].

Resguardo del archivo del Clasismo

De alguna manera mi historia estaba vinculada a la historia social perdida. Lo de la Biblioteca Nacional me había marcado. Y en la secretaria de prensa de los sindicatos clasistas hacíamos copias de todo, y guardaba en carpetas. Aún conservamos la máquina de escribir de esos días, que sigue usando Andrés Rivera para escribir sus libros. Una Triumph alemana de después de la II guerra mundial.

Hasta el año 1974 acompañó la lucha por la reincorporación de los despedidos de Fiat junto a los familiares. Las bandas operativas de la Triple A comenzaban a actuar en Córdoba. Y vino el golpe represivo conocido como Navarrazo bajo el gobierno peronista.

A partir de ahí nos guardamos. Me llevó años ordenar el material de las carpetas; que realizamos con un compañero bajo la dictadura de 1976. Por suerte no enterramos. Mucha gente lo hizo y la humedad destruyó los papeles. Nosotros dividimos el archivo y lo distribuimos en tres o cuatro casas. Tenía dos tías solteronas, y una parte fue guardada en sus casas. Otra fue a un tío ebanista de Andrés, un viejito jubilado. Tuve suerte, porque pude trabajar en un organismo internacional, donde nos daban permiso después de hora, de 18 a 20. Así estuvimos dos años clasificando los papeles. Son 18.000 hojas oficio o folios, de volantes, actas, comunicados, y más de 40 periódicos de organizaciones políticas distintas. Hubo momentos que intentamos fotografiarlos. Pero no iba. Pudimos más tarde microfilmarlos, gracias a un muchacho del CELS (Centro de Estudios Legales y Técnicos). E hicimos microfichas. El material, además de la Fundación Pedro Milesi, está resguardado en la Universidad de Harvard (EE. UU.), Campinas (San Pablo, Brasil) y en Ámsterdam (Holanda / Países Bajos).

La Biblioteca Popular de Bella Vista

En los años 90 fundan junto a Andrés Rivera la Biblioteca Popular en Bella Vista, que continuó hasta sus últimos días. El proyecto de la Biblioteca surgió en recuerdo de las charlas con Pedro Milesi:

… él me contó de los orígenes; cómo los militantes obreros tenían armarios con libros, algún diccionario (muchos de ellos eran inmigrantes), cuadernos y lápices en las pequeñas piezas que alquilaban o les prestaban. Era un estímulo para aprender a leer, a escribir, a comunicarse. Para manejar el lenguaje simbólico, para nombrar al mundo. Sabían que sólo los poderosos manejaban el lenguaje simbólico que estaba en la lectura, en la escritura, en la comunicación oral entre unos y otros [9].

La Biblioteca creció y se llenó de chicos y chicas. De viejos y adultos; de poesía, música y cultura. “El libro tiene un encanto especial para los chicos. El libro es una llamada que surte efecto en ellos. Además, la lectura es un vicio que se contagia, que da placer” [10].

Susana amaba la poesía española, esa que creció al calor de la revolución y la guerra civil. Entre sus preferidos sonaban García Lorca y Miguel Hernández. Casi una síntesis de poesía, arte y militancia. Cerramos con un par de frases de “Medio pan y un libro” (1931), que destacan en las paredes de la Biblioteca de Bella Vista; discurso que da Lorca en la inauguración de la biblioteca de su pueblo, en Granada:

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan (…).
Por eso ¡no sabéis qué alegría tan grande me produce el poder inaugurar la biblioteca pública de Fuente Vaqueros! Una biblioteca que es una reunión de libros agrupados y seleccionados, que es una voz contra la ignorancia; una luz perenne contra la oscuridad (…)
Muchas veces un pueblo duerme como el agua de un estanque un día sin viento, y un libro o unos libros pueden estremecerlo e inquietarlo y enseñarle nuevos horizontes de superación y concordia (…).

Adiós, Susana.

Gracias por tu andar, hacer y memoria.


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NOTAS AL PIE

[1Las imágenes son fotogramas de la película documental Preguntas a un obrero que lee (2016), al igual que varios de los textos de Susana Fiorito. Ver también Memorias para reincidentes (2012), de Violeta Bruck, Gabi Jaime y Javier Gabino.

[2Este recuerdo de Susana fue una de las “piedras de toque” para la realización de la película Impresiones Obreras (2019) junto a obreras/os gráficos de Madygraf, que van recuperando algunas de esas páginas, voces e imágenes maltratadas de la historia de la clase obrera en Argentina.

[3Susana escribió en el arranque de los años 80, una serie de folletos y un libro como Natalia Duval para el Centro Editor de América Latina (CEAL): Argentina: sindicatos y movimientos de masas, una serie sobre “Hombres y luchas”, que cierra con Hombres y luchas obreras, Las huelgas de Santa Cruz (1921-1922) y Los sindicatos clasistas: SITRAC (1070-1971).

[4Fragmentos de Antes del fin (2020), de Andrés Dunayevich.

[6Ver La Internacional del fin del mundo (2019) de Violeta Bruck y Javier Gabino y el libro Cien años de historia obrera en la Argentina, de Alicia Rojo.

[7Ver Insurgencia obrera de Ruth Werner y Facundo Aguirre y La Córdoba revolucionaria, de Eduardo Castilla.

[8Rescate de Julián Emerott.

[9Entrevista en La Voz del Interior (2011), por H. Brondo.

[10Ídem.
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Hugo Colombini

Realizador audiovisual y periodista, director de los documentales Preguntas a un obrero que lee e Impresiones Obreras