El diputado electo del Frente de Todos se puso a la cabeza de una operación oficial: instalar el temor infundado de que si no se vota el acuerdo con el FMI, sobrevendrá el caos. El ajuste después del ajuste como único horizonte posible de un pensamiento conservador que lleva al desastre. Hay que activar el freno de emergencia antes de seguir por ese camino.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Lunes 6 de diciembre de 2021 20:53
En el amanecer del neoliberalismo, la primera ministra conservadora británica, Margaret Thatcher, impuso un slogan que con el tiempo se haría famoso y marcaría un clima de época: “No hay alternativa”. La consigna hacía referencia a la economía de mercado como único horizonte posible para las sociedades modernas.
Durante los años `90, en nuestro país también se conoció una versión de aquella promoción del pensamiento único. Hasta bien entrada la crisis, el régimen de Convertibilidad y las privatizaciones menemistas de las empresas públicas, no podían ser fácilmente cuestionados. A 20 años del 2001, quizás no sea necesario extenderse sobre cómo fue el final anunciado de aquella película de terror.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, y entre ellas que estamos en una fase de crisis y decadencia del neoliberalismo, que en muchos países como Argentina se expresa en un clima de mayor polarización política y social. Sin embargo, y más allá de la grieta e incluso de las internas que recorren a las principales coaliciones, hoy desde algunos sectores se busca instalar en el teatro de la política nacional un consenso alrededor de un problema estratégico, la idea de que en Argentina hay una sola opción: arreglar con el FMI o el caos. A veces la historia se repite como farsa.
Puro, puro chantaje
A la cabeza de la campaña del miedo para rechazar discutir otro camino posible para el país se puso, cuándo no, Leandro Santoro. Desde las pantallas de C5N, este domingo el diputado electo del Frente de Todos buscó aterrorizar diciendo que “si el Congreso rechaza el acuerdo con el FMI, al otro día tenes corrida bancaria, cambiaria y desabastecimiento, un colapso social”.
El recurso del miedo, digámoslo, tiene siglos de historia como mecanismo de sometimiento en la humanidad.
Sus afirmaciones tienen un marco: el apoyo al acuerdo con el Fondo, que implica someterse al organismo y sus planes por al menos diez años más, habiendo ya un dramático 40 % de pobreza, solo se puede pedir asustando con el fantasma de que si no se firma viene lo peor de lo peor. Santoro va en busca del récord mundial de malmenorismo. Es un mensaje que tiene varios interlocutores, tanto hacia afuera de su coalición como hacia adentro, ya que en sus propias filas aún puede haber ruido por la letra final del acuerdo y el alto costo político y social que implicará.
A diferencia de los primeros meses de la campaña electoral y sus slóganes naif como "la vida que queremos", hoy ya casi nadie debate que de la mano del organismo habrá un camino de austeridad fiscal, con sus consecuentes devaluaciones y aumentos de tarifas de los servicios públicos. Solo se polemiza sobre el cómo, el cuánto y si la culpa la tiene alguna de las alas del Gobierno actual o el macrismo. El régimen político no piensa en cómo llegar a fin de mes, sino a 2023.
No solo fue la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien en su última carta apoyó la necesidad de un acuerdo pero a la vez se deslindó de responsabilidad y advirtió sobre sus consecuencias. También editorialistas ligados al oficialismo, como Alfredo Zaiat de Página 12, dicen que lo único que se puede hacer con respecto a un acuerdo con el FMI es “conseguir el menos malo de lo peor”.
La conciencia del desastre, sin embargo, no está señalada desde ningún sector del oficialismo para proponer otro camino de fondo distinto, sino a lo sumo regatear un poco el ajuste.
Si la política del Gobierno avanza, con el apoyo de Juntos por el Cambio en el Congreso Nacional (aunque sea para el quorum), Argentina firmará el tercer acuerdo de Facilidades Extendidas de su historia con el FMI. El primero había sido acordado en 1992 bajo la gestión de Domingo Cavallo y el segundo en 1998 con el Chicago Boy Roque Fernández. Después de aplicar esos planes, la historia aquella terminó con el colapso de 2001.
De fondo, la filosofía de la resignación que se promueve desde el oficialismo implica que el único horizonte posible es administrar la herencia macrista, pero nunca cuestionarla más que desde el discurso, por motivos electorales. La deuda puede ser ilegal, pero la pagan. Los compromisos fradulentos con el FMI se honran, pero las promesas al pueblo trabajador se incumplen. Después de décadas así, la pobreza aumentó desde el 4 al 40 % en los últimos cuarenta años. ¿No es hora de cambiar el rumbo?
Frente al descontento social, el chantaje tiene el claro objetivo de asustar a todos aquellos que se atrevan a pensar otro horizonte posible, cerrar filas en el oficialismo y comprometer a la oposición de derecha. Pero la única verdad es la realidad: el caos es aquel que vendrá de la mano del FMI, como fue siempre en la historia. Al 2001 se llegó por seguir las recetas neoliberales, no por plantear otro camino. ¿Acaso se puede pensar algo distinto si se aplican más ajustes sobre la ya desastrosa situación social?
A la inversa, lo que está planteado es activar el freno de emergencia antes de llegar otra vez al Fondo del precipicio, y eso se puede hacer únicamente desde un plan que reorganice la sociedad en función de los intereses de las grandes mayorías.
No es cierto que rechazar al FMI sea el caos, sino todo lo contrario: un plan de conjunto para salir del desastre incluye el no pago de la deuda, pero también nacionalizar la banca y el comercio exterior para evitar la fuga de capitales y derrotar a los que especulan con el hambre del pueblo. Asimismo, nacionalizar los recursos estratégicos del país bajo control obrero y atacar de fondo el problema del trabajo, poniendo la tecnología al servicio de toda la sociedad y no de unos pocos. No es un camino de rosas, sino de lucha, pero es el único posible: afectando los intereses de los poderosos, con una salida impuesta desde abajo mediante las peleas de los trabajadores, las mujeres y la juventud.
Este sábado, en Plaza de Mayo, se inicia la resistencia a los nuevos planes de ajuste. Porque la correlación de fuerzas no hay que utilizarla para rendirse al FMI, sino construir una distinta para enfrentarlo.
Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.