Luego de las PASO comienzan a delinearse las estrategias hacia octubre. Este martes, mueve De la Sota. El interés de Macri en mantener con vida a Massa. La distancias del kirchnerismo y Scioli y el tardío descubrimiento de las similitudes entre los planes económicos del sciolismo y la oposición.
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Fernando Rosso @RossoFer
Martes 18 de agosto de 2015
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Según Marx, si esencia y apariencia coincidieran, sería innecesaria la ciencia. Si lo que declaran públicamente los referentes políticos tradicionales concordara con sus objetivos velados, no haría falta la interpretación política.
Cuando se lanzó la campaña electoral, la polarización era un objetivo buscado tanto por el Frente para la Victoria (FpV), como por el PRO. Era una estrategia para desinflar el proyecto de Sergio Massa (FR) e impedir la división en tres tercios de las fuerzas mayoritarias. Mientras parecía que se peleaban, se estaban reproduciendo.
La coalición del FpV logró el objetivo, teniendo en cuenta el factor no menor de que eligió un candidato (Scioli) que ocupó la “ancha avenida” del cambio con continuidad (o viceversa), es decir, un “Massa que la peleó desde adentro”, y la ganó.
Llegada la coyuntura previa al 9 de agosto, el proyecto de Massa fue alentado a mantenerse con vida por el mismo FpV para evitar una polarización extrema que implique que Macri termine demasiado cerca de Scioli en esa gran encuesta nacional de amplio muestreo que son las PASO (además de ser una proscripción antidemocrática).
Conocidos los resultados de las primarias, el escenario cambió. Daniel Scioli quedó a menos de dos puntos del 40% con el que podría ganar en primera vuelta en octubre, a condición de dejar al segundo a más de diez puntos abajo. Ahora, el nuevo número “maldito” para la oposición (y preciado para Scioli) es el 45% del que quedó a menos siete puntos porcentuales. Alcanzando esa cifra, podría evitar el balotaje sin importar cuánto obtengan los otros competidores, especialmente Mauricio Macri.
Con esta relación de fuerzas electoral, la conducción del barco amarillo del PRO está cambiando de comando: del presunto purismo del asesor marketinero, Jaime Duran Barba, a la rosca profesional de Emilio Monzó, un operador formado en la escuela del peronismo.
En las condiciones dictadas por los resultados de las primarias, una re-polarización, según los cálculos del PRO, podría llevar a Scioli a alcanzar los votos que le faltan para hacerse de la victoria.
Si la coalición UNA (Massa- De la Sota) se desinflara demasiado y una fracción de los votos que obtuvo se inclinaran por “empatía peronista” hacia el gobernador de la provincia de Buenos Aires, podría alcanzar el triunfo instantáneo en el peculiar sistema electoral argentino, diseñado por la reforma constitucional pactada por Menem y Alfonsín.
El obstáculo que tiene esta posibilidad radica en el hecho que el peronismo de Córdoba contiene una buena dosis de anti-kirchnerismo rabioso. De hecho, Scioli obtuvo un magro resultado en la provincia de los extremos, menor incluso a los que lograron en elecciones pasadas, referentes del kirchnerismo “puro” (Carolina Scotto en 2013).
Para evitar este desplazamiento, De la Sota congregará hoy en Córdoba a la plana mayor del peronismo mediterráneo en una cumbre en la que también estará presente Massa, y donde se refirmará el respaldo al tigrense.
De la Sota tiene intereses propios que lo obligan a mantener a flote a Massa: quiere colocar en el Congreso Nacional a los diputados y senadores por la provincia que están en la lista de UNA, ahora encabezada por Massa, luego de haber ganado la interna.
No se estarían confirmando las versiones superficiales de orientaciones basadas en las supuestas presiones del famoso “círculo rojo” (el establishment), para bajar la candidatura de Massa. Versiones que fueron recogidas como hipótesis incluso hasta por Beatriz Sarlo, como único camino para un seguro triunfo opositor. Ahora es el PRO el que está muy interesado en la continuidad de Massa.
Las malas lenguas hablan de posibles acuerdos en la provincia de Buenos Aires, específicamente en aquellos distritos donde el PRO pone en riesgo la reelección de intendentes massistas, además de alguna manito financiera que -para las millonarias campañas de los partidos tradicionales-, nunca vienen mal.
Los polarizadores de ayer son los despolarizadores de hoy, con estrategias donde los programas y los principios no tienen peso ni valor.
Todas estas maniobras de pequeña política pueden llevarse a la práctica porque los tres candidatos, en apariencia y en esencia, coinciden en los grandes trazos de su orientación política. Para darse cuenta de esta evidente realidad no hace falta tanta interpretación, ni mucho menos ciencia.
La patria y el otro
Además de este frente externo, en los días inmediatos posteriores a las PASO, para Daniel Scioli comenzó a ensancharse la “grieta” en la interna de su coalición.
La postal del acto que se llevó a cabo en el predio de Tecnópolis, en homenaje al general San Martín, coronó una semana de varios mensajes para el candidato oficial.
Aníbal Fernández, el candidato a gobernador por el FpV en la provincia de Buenos Aires, fue el único orador del evento, acompañado por Agustín Rossi. Habló en nombre de Cristina Fernández y ocupó su lugar. El día del aniversario de la muerte de San Martin, la exclusividad de la patria fue del núcleo, ejem… “duro”.
La misma noche del las primarias, Máximo Kirchner había realizado un temprano balance que incluyó a Scioli. "Ningún candidato superó el 40% y eso demuestra que el pueblo no quiere a protegidos por los medios", sentenció lapidario desde Santa Cruz.
La presidenta, tan afecta a la relación directa con “la gente” mediante las redes sociales, no le dedicó ni un tuit a “su” candidato, que había resultado triunfador en las primarias.
Tampoco lo recibió personalmente en Olivos o en la Casa Rosada, como sí hizo con la fórmula ganadora en la provincia de Buenos Aires (Fernández-Sabatella).
Luego comenzaron los balances de los operadores mediáticos del kirchnerismo intenso, que afirman que las elecciones demostraron que “el candidato fue el proyecto”, ya que Scioli no agregó nada a los históricos apoyos electorales del kirchnerismo.
Una semana después, el “Boletín Oficial” paralelo, cayó en la cuenta de que entre los planes económicos del sciolismo y los principales opositores, “la única diferencia a la vista residiría en la velocidad de aplicación”. De esta manera, el macrismo no sería más que un “sciolismo acelerado” o -lo que es lo mismo-, el sciolismo, un “macrismo lento”.
Algunos análisis aseguran que esta discreta distancia que toma el kirchnerismo con respecto a Scioli es parte de una estrategia común entre los socio-amigos para permitirle cautivar a los votantes “independientes”.
Scioli lo agradece, aunque se presume que tampoco cree que tenga que ser para tanto, y se lo escuchó rogarle a Dios que lo cuide de sus amigos, porque de los enemigos se encarga él mismo.
La realidad es que ni con el candidato “que más medía”, el gobierno puede evitar las consecuencias de la sábana corta del “fin de ciclo”. La dispersión de las fuerzas tradicionales opositoras y las fricciones calientes de la coalición del FpV no hacen más que confirmarlo.
Cuando hasta las usinas periodísticas oficiales confirman que lo que existe es una competencia de ajustadores, no se trata de optar entre vertiginosos o gradualistas, sino de fortalecer una fuerza social y política que pueda ponerle límite.
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Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.