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Red Internacional
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SITUACIÓN POLÍTICA EN BRASIL. ¿Se termina el matrimonio de conveniencia entre Bolsonaro y la Lava Jato?

Se multiplican las medidas del presidente brasileño que rompen acuerdos con el juez Sérgio Moro.

Miércoles 25 de septiembre de 2019 00:00

Bolsonaro nunca fue el presidenciable preferido por las fuerzas de la operación Lava Jato, que con la proscripción de Lula allanaban el camino a alguna figura golpista más familiar. Quedó en la bitácora el episodio en que el juez Sérgio Moro dejó a Bolsonaro con la mano extendida en un encuentro fortuito en el aeropuerto de Brasilia en 2017. Después cambiaron los vientos y Moro colaboró con la elección de Bolsonaro y aceptó ser uno de sus ministros más importante, lo que le “presta legitimidad al gobierno”, como dijo el vicepresidente Hamilton Mourão.

Los escandalosos mensajes intercambiados por el juez Moro y el fiscal Deltan Dalagnol filtrados a la prensa debilitaron la operación Lava Jato, y Bolsonaro colaboró para minar aun más el poder de Moro. Ahora, en un contra ataque, el antiguo superministro golpea el centro de la articulación política del gobierno en el Senado, con una investigación por desvío de dinero público que involucra al líder del gobierno en la Cámara Alta. ¿Adónde lleva esta pelea, que puede tener serias consecuencias para el Gobierno?

El Gobierno de Bolsonaro pierde lenta y paulatinamente base social en sectores que fueron fundamentales para su victoria. Esto se viene expresando en las encuestas de opinión en la caída de su popularidad sobre todo en la región Sudeste, el polo económico más importante del país que incluye los estados de San Pablo, Rio de Janeiro y Minas Gerais.

Al mismo tiempo, el garrote de la Lava Jato ya no aparece como un arma eficaz para subordinar al Congreso, lo que hubiese sido un escenario de ensueño para Bolsonaro. Al ver reducirse su base popular y fracasar el intento de “presidencialismo de coerción”, Bolsonaro le va dando pragmáticamente una nueva orientación a su gobierno. Se acerca cada vez más a los pilares de la vieja política de “presidencialismo de coalición”, ese toma y daca del régimen político brasileño protagonizado por el “gran centro” parlamentario y la Corte Suprema.

Las denuncias del periodista Glenn Greenwald y el sitio The Intercept conocidas como “Vaza Jato” (vaza significa filtra en portugués) debilitaron mucho la posición institucional de la operación Lava Jato y fueron el detonante para el cambio de curso de Bolsonaro. Sin embargo, ya estaba inscripto como posibilidad por el propio historial de relaciones entre el bolsonarismo y la operación judicial. No son ningún secreto las ambiciones presidenciales del ministro y jefe de la Lava Jato. Después de todas las denuncias de la Vaza Jato y con todo el debilitamiento institucional, Moro sigue ostentando índices de popularidad más altos que el presidente, que va en caída. Moro tiene el control sobre investigaciones que pueden herir de muerte al clan Bolsonaro, o sea, es un aliado inestable y provisorio.

Las medidas de Bolsonaro que rompieron acuerdos con Moro y minaron la alianza se multiplicaron en las últimas semanas. Dos de ellas son fundamentales: la indicación de un Procurador General de la República adversario interno de la Lava Jato y el intento de cambiar el comando de la Policía Federal por fuera de Sérgio Moro y de la cúpula de la institución, que es mayoritariamente favorable a la operación Lava Jato.

Esta última acción terminó con un importante triunfo del juez Moro, que logró mantener a un hombre suyo, Maurício Veleio, en el comando de la PF. Sin embargo, la Lava Jato no se contentó con esta concesión de Bolsonaro y mostró que tiene capacidad de reacción. El mandato de búsqueda y aprehensión de documentos en el gabinete y en la casa del senador y líder del gobierno Fernando Bezerra Coelho fue una clara señal de la cúpula de la PF y de Moro, que no piensa caer sin reaccionar.

La acción contra el líder del gobierno en el Senado solo fue posible porque contó con el apoyo de un juez de la Corte Suprema, Luís Roberto Barroso, uno de los cruzados de la Lava Jato dentro del sistema judicial. Su carácter político y de represalia salta a la vista. El proceso incluso está siendo ejecutado de forma tal de generar problemas políticos adicionales al Gobierno. A la vez que debilita la articulación política del Gobierno en un momento crucial, que es la votación en el Senado de la reforma previsional, expone al bolsonarismo ante su base, ya que los medios tuvieron que destacar que el amigo de Bolsonaro fue ministro de Dilma Rousseff.

Esta disputa de la base que votó a Bolsonaro y va lentamente rompiendo con el ex mito, especialmente bajo el impacto de la situación económica que no mejora, va a ser uno de los elementos más dinámicos de las disputas políticas en el Gobierno en el próximo período.

En lugares donde el bolsonarismo y el clan familiar tiene una base propia muy fuerte, como en Rio de Janeiro, la disputa tenderá a ser más dura y estridente. En San Pablo o en Paraná, donde la base “lavajatista” es más determinante y el bolsonarismo duro es más débil, hay un realineamiento de fuerzas más paulatino y gradual. Se puede ver por ejemplo al gobernador João Dória (PSDB), que puso en el centro de su campaña el lema “Bolsodoria”, alejarse del presidente. Incluso los sectores más tradicionales de su base, como los sectores bajos del Ejército, han dado señales de insatisfacción, sobre todo por la reforma previsional de los militares que favorece obscenamente a generales y coroneles. Este sector de la base social es uno de los objetos de disputa entre el bolsonarismo, la Lava Jato y las distintas variantes de derecha y extrema derecha.

Hay que tener en cuenta también la dinámica que puede haber en la base evangélica, un sector conservador pero sensible a las dificultades económicas, y cómo puede entrar como parte de esta disputa. En una reciente reunión de Moro con la bancada evangélica, hubo señales en contra de la mayoría de la Corte Suprema, extendiéndose un puente de diálogo con Moro cuando Bolsonaro busca acercarse a la Corte Suprema. Sin embargo, los militares y los evangélicos siguen siendo, junto con el sur del país, reductos de alta popularidad de Bolsonaro.

Estos escenarios de disputa que enmarcan las elecciones municipales de octubre de 2020 son aun más inestables si se agrega el factor de las elecciones en Estados Unidos, que ya impacta y lo hará aun más en los próximos meses. La disputa entre Trump y el partido Demócrata va a tener impacto internacional y Brasil es uno de los focos de esa disputa. Con el debilitamiento relativo de los gobiernos populistas de derecha en Europa, Bolsonaro se destaca como uno de los principales aliados internacionales del trumpismo. Los demócratas, que tienen miles de relaciones y fuerte influencia sobre los agentes del Estado brasileño, también están jugando sus cartas para debilitar a un aliado fundamental de sus adversarios.

Dentro de todas esas tendencias al debilitamiento del gobierno de Bolsonaro, su ruptura cada vez más patente con la Lava Jato puede tener enormes consecuencias para el futuro del Gobierno y del régimen político. Incluso parte de los cuadros más importantes del Gobierno, como la diputada por el partido de Bolsonaro Joice Hasselmann, amenazan con romper. La Lava Jato y Sergio Moro pueden estar queriendo mostrarle al gobierno que no puede simplemente deshacerse de la operación sin pagar un alto costo. Pero si Moro realmente está pidiendo el divorcio al bolsonarismo, es decir, si el matrimonio de hecho se está rompiendo, las consecuencias negativas para el Gobierno de Bolsonaro serán enormes.