Este segundo debate, mucho más embarrado que el primero, terminó de definir a cada candidato. Iglesias apareció como ganador, nuevamente como el mayor garante de este Régimen del 78 y de su Constitución cargada de "bondades".
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 24 de abril de 2019 23:59
Este segundo debate a cuatro, esta vez, organizado por la televisión privada y realizado solo un día después del primero no arrojó grandes novedades relacionadas con el programa de los partidos y sus propuestas, pero sí respecto a las batallas libradas.
En este sentido especialmente destacable fue el constante encontronazo entre Casado (PP) y Rivera (Ciudadanos) por erigir a su partido en el hegemónico de las derechas. El primero representando a una derecha conservadora y el segundo, una derecha liberal cool.
En cuanto al contenido del debate, ha versado sobre distintos temas. Empleo, alquileres, pensiones, violencia machista, inmigración, educación y sanidad, corrupción, además de Catalunya y las políticas de pactos de gobierno. Generando algunos decibelios más que el anterior.
Al “y tú más” entre el Partido Popular y el PSOE que ha caracterizado buena parte del bipartidismo, se le suman para quedarse los naranjas (Ciudadanos) y los morados (Podemos) alineados respectivamente con uno u otro pilar del régimen del 78.
Ciudadanos, junto al PP, se propone un bloque de los “constitucionalistas”, un eufemismo para no nombrar a VOX, su aliado de extrema derecha que ya les permitió desbancar a los socialistas andaluces.
Aunque la ultraderecha de VOX no participó de este debate electoral, estuvo mucho más presente en las intervenciones y el debate que en el realizado en la televisión pública.
De hecho la formación de Santiago Abascal realizó un acto en Las Rozas (Madrid) donde el líder VOX, junto a la plana mayor de su formación, no dejó títere con cabeza. Atacó al multimedios Atresmedia, a los participantes del debate, a los “progres”, “feminazis”, ecologistas e incluso a la Junta Electoral recibió su porción de ataque, por no obligar a disolver “a pelotazos” (en referencia a las balas de goma utilizadas por las fuerzas de represión) las manifestaciones “amenazantes y violentas” que se realizan frente a los actos de VOX.
Volviendo al debate, hemos podido ver un Rivera más histriónico y sobreactuado que en el anterior encuentro, que ya es mucho decir, que siguió haciendo uso de todo tipo de “gadgets” y “souvenirs” para sostener su discurso. Esta vez, no solo se enzarzó con Pedro Sánchez como era de esperar, sino también con Pablo Casado, quien de conjunto se mostró más agresivo, a tono más con la campaña que con el debate en la televisión pública.
Rivera entregó a Sánchez su tesis doctoral, al que este respondió con un libro de “su socio” y líder de VOX Santiago Abascal.
El líder de la formación naranja afeó la corrupción del PSOE en una larga lista, en una situación complicada de explicar para su partido que pretende abiertamente gobernar con el PP quien no tiene una lista precisamente menor.
La monarquía estuvo ausente en ambos debates. Un tema incuestionable desde la derecha y tabú para el bloque de los socialiberales y una “izquierda” con un proyecto de gobierno que se basa en “aplicar la constitución”.
Podemos vence con defendiendo la Constitución y el Régimen
Tras las dos jornadas de debate parece haber un consenso generalizado en que el vencedor de este maratón de debates ha sido Pablo Iglesias. Ciertamente el líder de la formación morada supo marcar distancias con el tono crispado e irritante de Rivera y Casado.
Cierto que en algunas cuestiones el líder de Podemos plasmó aspectos elementales, como en la cuestión de género y el problema de la violencia machista, en contra de sus competidores por no hablar de la defensa de Casado de su compañera de partido, Cayetana Álvarez de Toledo y sus bochornosas declaraciones de “un silencio no siempre es un no”.
Pero la moneda siempre tiene dos caras, si para la mayoría de analistas y grandes medios de comunicación Iglesias salió como vencedor de los debates es porque este se mostró completamente respetuoso con las instituciones del Régimen, con su sacra Constitución y con Sánchez, al que aspira a investir como Presidente del Gobierno.
Por eso mismo hizo silencio en los momentos más reaccionarios de Sánchez, especialmente en el apartado catalán, donde se muestra convencido de la imparcialidad del juicio del “procés” y no dedicó ni una palabra contra la represión.
Y es que Iglesias podrá plantear todas las medidas progresivas que se le ocurran, como guarderías gratuitas, impuestos a las grandes fortunas, atajar el problema de la vivienda con impuestos a los grandes tenedores (más de 10 viviendas) aumentar la oferta pública, regulación de los precios de la vivienda, entre otras.
Sin embargo, estas propuestas claramente son imposibles de llevar adelante con el PSOE, aliado de las grandes corporaciones y del Ibex35 que de ningún modo va a permitir que se lleven adelante estas demandas, las cuales a partir del día 29A ya no tendrán ningún peso en las reuniones para conformar gobierno.
Por no hablar de medidas democráticas, como el derecho a decidir del pueblo catalán y un supuesto “referéndum” pactado que Podemos postula para el fin de los días, pues requiere de una mayoría imposible en el Congreso de los Diputados o la propia cuestión de la Corona ni siquiera mentada.
El Régimen del 78, el verdadero ganador
Si tuviéramos que decir quién ganó el debate, sería claramente el Régimen. Este ha logrado apuntalar a sus dos pilares, el PSOE y el PP. Podemos ha pasado de ser quien “asaltaría los cielos” contra este régimen al partido del orden constitucionalista que apuesta a cogobernar con “la casta” del PSOE. Las tres derechas, en una especie de “primarias”, le dan nuevas caras a este arco político en momentos donde el PP está en mínimos históricos.
Ni las tres derechas y su proyecto de “restauración reaccionaria” del Régimen en crisis, ni el bloque del mal menor encabezado por el PSOE y respaldado por Unidas Podemos tienen nada que ofrecer a la clase trabajadora y los sectores populares.
Y no lo tiene, no solo porque sus medidas encorsetadas en los pactos y realidades de 1978 sean aún limitadas para el nivel de crisis económica, social, política y democrática que sufre el Estado español, sino porque la estrategia que pone al servicio de su consecución. Nada más y nada menos que confianza ciega en el PSOE, partido del Régimen y de las puertas giratorias por antonomasia.
Incluso el programa de reformas de Unidas Podemos, para imponerse y hacerse realidad, requiere de la movilización en las calles, de la organización en los centros de trabajo, en las escuelas y en los barrios.
Requiere fuerza real que plante cara a las fuerzas reaccionarias que van a buscar impedir por todos los medios esas reformas (incluido el PSOE). Apostar todo al terreno parlamentario es un error, pero hacerlo además de la mano del partido fundador de este Régimen es papel mojado de antemano.
Para resolver los grandes problemas sociales que todos los candidatos describen, hace falta avanzar sobre los intereses de los capitalistas y esto no puede hacerse de la mano del PSOE. El mal menor se convierte en un mal mayor, ya que sirve de realineación en los “márgenes de lo posible” y de distracción de la tarea de construir una verdadera izquierda anticapitalista y revolucionaria frente a la derecha y la amenaza de la extrema derecha.