Un relato sobre la persecución policial y la solidaridad popular con los trabajadores senegaleses, perseguidos hasta la puerta de sus casas por las fuerzas represivas del Estado capitalista.
Miércoles 31 de julio de 2019 18:09
Foto Colectivo La Ciega
Son las 19 horas en el centro de la ciudad de La Plata. Se siente el frío en la calle. Luego del trabajo decidí ir a visitar a un amigo senegalés para comprarle una bufanda y colaborar con la lucha que viene dando su comunidad. Francamente espero poder encontrarlo, porque desde el desalojo de hace una semana no los dejan vender. Cinco policías por cuadra lo impiden.
Bajando del micro todo parece normal, él y sus compañeros están vendiendo menos mercadería que antes, ya que deben moverse rápido si aparecen los indeseables representantes del orden capitalista, de los ricos y poderosos, la Policía a la caza de trabajadores negros.
Ya el día anterior intentaron quitarles la poca mercadería que llevaban, así que se mantienen atentos mientras hablan con transeúntes y trabajadores de los pequeños comercios aledaños.
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Un joven al pasar dice “¡están en plaza San Martín!” y sube la adrenalina. Un patrullero pasa velozmente, en un abrir y cerrar de ojos todos tienen preparados sus pequeños bolsos esperando hasta el último momento para retirarse, en una maniobra perfectamente sincronizada y aprendida en momentos tan duros como este.
El terror y la angustia no los gobiernan, sus vidas y sus familias valen más. Cuando sos migrante y más aún negro, debés ser duro. La fragilidad es un lujo que no te podés dar.
Bolsa en mano mis amigos aún no pueden respirar tranquilos. La Policía los persigue, buscan a los negros con bolsones para arrestarlos, incluso siguiéndolos hasta sus hogares. Por suerte mis amigos lo saben bien y toman los recaudos correspondientes.
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Pero para las fuerzas represivas la noche no puede terminar sin un arresto. A las pocas horas me entero que, luego de incautar la mercadería de una docena de puestos, detuvieron a un trabajador peruano que se encontraba vendiendo en la calle.
Los millones de pesos destinados a las distintas fuerzas represivas de la ciudad y la nación podrían servir para impulsar un plan de obras públicas que permita crear trabajo genuino para todos los trabajadores y dar los primeros pasos para luchar contra la desocupación, el racismo y la xenofobia. Hay que dar vuelta las prioridades, nuestras vidas valen más que sus ganancias.