En la isla caribeña de Martinica las protestas contra la carestía de la vida continúan y se intensifican, al igual que la represión del Estado colonial francés que ha decretado el toque de queda en algunas zonas de la capital Fort-de-France. Una represión al más puro estilo colonial francés.
Jueves 19 de septiembre 23:12
Este miércoles el gobierno francés decretó el toque de queda en Fort-de-France, capital de la isla, y en Le Lamentin, ambas ciudades en plena efervescencia del movimiento contra la carestía de la vida.
"He pedido a las fuerzas de seguridad interior que saturen con su presencia las principales carreteras y rotondas y que realicen el mayor número posible de detenciones", declaró el prefecto Jean-Christophe Bouvier, anunciando la llegada de tropas que se suman los gendarmes que ya habían acudido a reforzar las medidas represivas en la isla.
Todo ello supone un salto en la represión colonial que se ha utilizado desde el inicio del movimiento de protesta contra la carestía de la vida, con detenciones y brutales intervenciones policiales para desmantelar las barricadas.
Esta represión expresa el miedo del Estado francés y de la burguesía isleña a una radicalización y generalización del movimiento de protesta en curso. El martes por la noche incendiaron un McDonald’s e invadieron un hipermercado Carrefour. Desde principios de septiembre se han multiplicado los ataques a comercios y los incendios de vehículos.
Estas acciones reflejan el hartazgo por la carestía de la vida -los precios de los alimentos son un 40% más altos que en la Francia continental-, pero también por la bronca que genera el desprecio que han mostrado las autoridades y los grandes grupos responsables de la distribución de productos desde el inicio de las protestas.
Ante esta cólera popular, Francia responde con un toque de queda, como siempre ha hecho en sus colonias más allá de algún falso discurso "aperturista", donde ha respondido a los movimientos de protesta con ataques brutales para impedir cualquier desafío a su autoridad.
Los grandes grupos de distribución se aprovechan de la miseria colonial
La flagrante diferencia entre los precios de los alimentos en Martinica y en Francia, tendencia que afecta a todas las colonias francesas, es aún más visible en un momento de violenta inflación, cuando uno de cada cuatro martiniqueños vive por debajo del umbral de la pobreza.
Esta situación insostenible dio lugar al ultimátum lanzado el 1 de julio por la Agrupación por la Protección de los Pueblos y Recursos Afrocaribeños (RPPRAC por sus siglas en francés), que exigía la equiparación de los precios de los alimentos en Martinica con los de Francia a partir del 1 de septiembre. La cadena de supermercados esperó más de 50 días para responder al comunicado, limitándose a negar su responsabilidad en la subida de los precios.
Pasada la fecha, cientos de manifestantes iniciaron bloqueos en el puerto de la capital, Fort-de-France, que fueron rápidamente sofocados por el Estado francés, temeroso de se extendiera esta cólera contra su orden colonial. Uno de los líderes del movimiento, Rodrigue Petitot, presidente del RPPRAC, fue detenido, lo que llevó a los estibadores a exigir su liberación. El dirigente fue liberado, pero las reivindicaciones siguen sin ser atendidas.
El jueves 12 de septiembre, los representantes de RPPRAC abandonaron las negociaciones con la prefectura al cabo de cinco minutos, porque el prefecto se negó a retransmitir en directo los intercambios.
Es importante señalar que los precios exorbitantes en Martinica benefician sobre todo a los grandes grupos minoristas, en particular al Grupo Bernard Hayot, que solo en 2021 tuvo ventas por 3.000 millones de euros. Este grupo se fundó gracias al capital familiar acumulado con la explotación del azúcar bajo la esclavitud, y luego con las indemnizaciones pagadas por el Estado cuando se liberó a los esclavos en 1849.
Hoy en día, la economía de “puesto comercial” colonial de Martinica solo beneficia a un puñado de grandes grupos (que cuentan con el arsenal de la gendarmería y la mano dura del poder colonial para garantizar sus ganancias) a expensas de la mayoría de la población que vive en la pobreza.
A medida que aumentaba la indignación, el gobierno intentó aparentar una negociación, anunciando una propuesta de "una reducción media del 20% en el precio" de 2.500 productos de primera necesidad. Estas propuestas son cosméticas y hasta insultantes frente a las reivindicaciones populares, y pretenden fingir apertura en un momento en que la represión ha alcanzado un punto de inflexión.
La instauración del toque de queda en Martinica se hace eco de la situación en Kanaky (Nueva Caledonia, Oceanía) donde las protestas llevan meses y la policía acaba de matar a dos jóvenes canacos elevando a 13 el número de muertes fatales a causa de la represión. Además, el toque de queda en Fort-de-France se refuerza en vísperas de la movilización del 24 de septiembre, aniversario de la colonización de la isla por Francia, que adquiere un tono particular tras el estallido de la violencia colonial contra un pueblo que reivindica su independencia.
Con toques de queda, vehículos blindados y tropas especiales desplegadas, el imperialismo tiene que mostrar su músculo en su imperio colonial, donde las protestas se han multiplicado en los últimos años. Frente a esta ola de represión, el movimiento obrero francés debe denunciar enérgicamente la instauración del toque de queda en Martinica y la represión que el Estado francés despliega en los cinco continentes.