Uno de los monumentos más célebres del mundo. El empresario Gustave Eiffel lideró la obra, ideada por ingenieros y arquitectos y construida por 300 obreros a la orilla del río Sena, en París.
Domingo 31 de marzo
La Torre Eiffel durante su construcción.
Revolución Industrial
El siglo XIX marcó el comienzo de un gran desarrollo de la industria. La invención de la máquina a vapor impulsó una serie de innovaciones tecnológicas que revolucionaron el transporte y la producción de mercancías. La llamada Revolución Industrial, que devino como consecuencia del desarrollo de la nueva sociedad burguesa capitalista, implicó la construcción de nuevos edificios para nuevos usos, como las grandes naves metálicas que alojaban las máquinas de las fábricas, las estaciones terminales de los ferrocarriles, los puentes ferroviarios, todas edificaciones realizadas con miles de piezas prefabricadas de hierro fundido o acero. La estructura resistente de estas construcciones industriales estaba a la vista, lo que no ocurría en los edificios públicos o institucionales, que mantenían las formas de la arquitectura clásica de siglos anteriores, con muros y elementos de mampostería, aunque por dentro tenían una estructura resistente de vigas y columnas de metal.
La Torre Eiffel se empezó a construir en enero de 1887 y fue finalizada el 31 de marzo de 1889. Este tipo de estructuras en estado puro y a la vista, era expresión de la nueva Arquitectura de la Revolución Industrial. Eficientes y racionales, soportaban cargas iguales o mayores que las construcciones tradicionales de mampostería, pero con una mínima cantidad de material.
La Exposición Universal de París
Estas construcciones innovadoras para la época resultaban el envolvente ideal para albergar las también nacientes exposiciones universales. La primera feria mundial de este tipo, la Exposición Universal de Productos Industriales, fue inaugurada en Londres en 1851. Se realizaban periódicamente, para difundir y vender las innovaciones técnicas.
El gobierno de la Tercera República francesa realizó una nueva Exposición Universal en París en 1889, en conmemoración del centenario de la Revolución Francesa. Para el evento se construyó el “Salón de las Máquinas”, un enorme pabellón de más de 400 metros de largo que albergaba las más novedosas maquinarias industriales. Este edificio fue realizado en piezas de metal y era completamente desarmable.
Allí se erigió la Torre Eiffel, una construcción metálica de carácter efímero que funcionaba como monumental acceso a la Exposición. Se suponía que iba a durar veinte años, al cabo de los cuales se desarmaría. Esta elevada torre no tenía una función específica, es decir que no era estrictamente un edificio. Era una expresión, a escala monumental, de las posibilidades de las nuevas tecnologías: los adelantos en la física y la estática que devinieron del desarrollo capitalista permitieron calcular con exactitud el tamaño de las piezas que componían la estructura, lo que redundaba en una economía de recursos respecto a las construcciones tradicionales.
Gustave Eiffel, el creador del proyecto, era el dueño de una empresa de ingeniería especializada en la construcción de puentes. Había propuesto años antes construir una torre similar en Barcelona, también para una de estas ferias mundiales. Al fin logró llevar a cabo su idea en París, tras varios años de planificación. El proyecto original se debe al ingeniero Maurice Koechlin, y su diseño definitivo es obra del arquitecto Stephen Sauvestre.
Torre de Los Trescientos
Idea de un empresario en busca de publicidad, emblema de un capitalismo industrial pujante, su construcción se dio sobre las condiciones que daban sustento a esa pujanza: la explotación irracional y salvaje de la fuerza obrera.
En principio llamada La Torre de 300 metros, fue la construcción más alta del mundo, hasta 1930. Pero más que a la altura y al empresario impulsor, el nombre podría homenajear a sus verdaderos constructores: Los Trescientos operarios especializados durante dos años que ensamblaron con remaches las dieciocho mil piezas metálicas prefabricadas. Si bien tenían experiencia en la construcción de grandes estructuras como puentes y estaciones ferroviarias, nunca se había llegado a semejante altura.
No tenían arneses ni cuerdas de seguridad, sólo las barandas de madera de los andamios protegían de caídas. Tampoco había cascos protectores. A pesar de esto, según fuentes oficiales, no hubo ningún trabajador muerto durante la obra. Se reconoce que sólo un obrero murió, "fuera del horario de trabajo", y que su viuda fue recompensada con discreción y en persona por Eiffel, para evitar campañas en contra. Es probable que haya habido más accidentes y que se hayan ocultado. Algunas fuentes hablan de veinticinco muertos, otras de cincuenta o más.
El gran problema, además de la altura, fue el invierno: el frío y el viento eran difíciles de soportar. El duro y riesgoso trabajo a la intemperie provocó que los obreros se declararan en huelga en dos ocasiones, en una de las cuales pararon la obra durante tres días exigiendo aumento de salarios. En ambas lograron la mejora.
"Inútil y monstruosa torre"
La arquitectura tradicional expresaba su solidez constructiva aludiendo a formas clásicas: grandes columnas, arcos y muros de piedra, garantizaban que el edificio soportaría el paso de los años, y a la vez al utilizar un lenguaje formal probado durante siglos, se aseguraba su aprobación estética. La novedad introducida por los diseñadores de la Torre Eiffel fue combinar un método constructivo y una forma estructural eficiente y resistente, con un diseño armónico y bello en un material poco frecuente.
Aunque su belleza no era compartida por todos. En 1887, durante su construcción un grupo de trescientos artistas (escritores, compositores, arquitectos y pintores), publicaron una carta abierta: “Protesta de los artistas contra la torre del Sr. Eiffel”. Criticaban la “inútil y monstruosa torre” por su aspecto de edificación sin terminar, con el esqueleto a la vista.
A pesar de esto, y de los pedidos para que se desarmara, a partir de la inauguración de la Exposición y con el correr de las primeras décadas de su existencia, la torre resultó muy popular entre los habitantes de París, alcanzando fama mundial.
Con el tiempo dio muestras de la utilidad para la que no fue concebida. Durante la Primera Guerra Mundial un receptor de radio ubicado en su cúspide sirvió para interceptar las comunicaciones alemanas y ayudó en la defensa de la ciudad. Entre 1925 y 1934 se convirtió en un inmenso cartel luminoso para la empresa Citroen.
Tras la ocupación alemana de París en 1940, los cables de los ascensores de la torre fueron saboteados por los franceses y la torre permaneció cerrada hasta 1946. A pesar de esto, fue utilizada por los alemanes para instalar una antena de transmisión de televisión. En 1944 cuando los aliados rodearon París, Hitler ordenó su demolición, lo que no fue cumplido por el gobernador alemán de la ciudad.
En la actualidad es una atracción turística que recibe visitas desde todas partes del mundo. También es epicentro de protestas y acciones de lucha como las de los Chalecos Amarillos de 2018, que fueron reprimidos con brutalidad.
Monumento Histórico
En 1964, la Torre Eiffel fue declarada monumento histórico por el Ministro de Asuntos Culturales, André Malraux y al aumentar su popularidad muchos intelectuales la revalorizaron. El ensayista Roland Barthes, por ejemplo, escribió sobre la torre:
“Mirada, objeto, símbolo, la torre es todo lo que el hombre pone en ella y este todo es infinito. Espectáculo observado y observador, edificio inútil e irreemplazable, mundo familiar y símbolo heroico, testigo de un siglo y monumento siempre nuevo, objeto inimitable y sin cesar reproducido, es el signo puro, abierto a cada tiempo, a todas las imágenes y a todos los sentidos, la metáfora sin freno; a través de la torre, los hombres llevan esta gran función de la imaginación, que es su libertad, ya que ninguna historia, por muy sombría que sea, jamás pudo quitársela.”
Construida para durar unos pocos años, se convirtió en ícono de una ciudad. En pleno siglo XXI podemos revisitar a la Torre Eiffel como un hito de la ingeniería que demuestra la inventiva y la capacidad del trabajo humano como constructor del mundo.