La crisis económica desatada por el Covid-19 puso en evidencia la enorme fragilidad de las condiciones de vida de los trabajadores y los niños, niñas y adolescentes. Asociadas a la informalidad, los bajos salarios y precarización laboral de todos los miembros de ella. De los cuales lo más perjudicados son los jóvenes, puesto que el 77 % de ellos y ellas trabajan en la informalidad en el NOA.
Sábado 12 de junio de 2021 01:07
El limón, el oro Tucumano
Hace unas semanas de desarrolló la lucha de la “Coordinación de trabajadores autoconvocados del citrus”, que cortó las rutas del interior provincial de Tucumán, desde Burruyacú en el norte hasta El Molino en el sur pasando por 15 localidades como Santa Lucía, Famaillá, Taruca, Concepción o Macomita. Durante más de tres semanas se fueron cosechando el apoyo de amplios sectores de la población que conocen las condiciones terribles del trabajo en el campo. Se enfrentó a poderosos enemigos y adversarios, el frente cerrado entre patronales, gobierno y burocracia sindical se puso de manifiesto a lo largo de todo el conflicto.
Esta lucha que ganó repercusión nacional llevó a los empresarios a amenazar con lockout, cierre por diez días, para doblegar con el hambre a las familias. El principio de ejemplo de unidad entre cosecheros y trabajadores de fábrica y empaque en la citrícola San Miguel de Famaillá fue un enorme recordatorio de que los “piquetes de convencimiento” pueden ganar la voluntad de otros sectores obreros y que en la unidad está la fuerza para vencer.
De haberse desarrollado este ejemplo en Citromax o Citrusvil estaríamos hablando de poner en jaque a las patronales explotadoras y millonarias que concentran la industria nacional de limón y derivados. En medio del conflicto, la noticia de la apertura de exportaciones a la UE, fue un nuevo negocio redondo para las patronales.
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Las familias limoneras
La repercusión de la crisis económica también recae en esos niños, niñas y adolescentes del NOA que de 10 a 15 años realizan alguna actividad productiva. Son las cifras más elevadas del país de trabajo infantil. Y específicamente en las zonas rurales.
La falta de alternativas laborales y sociales lleva a que las madres y padres no tengan otra opción que llevar a sus hijos a las cosechas. Ellos se inician acompañando a sus padres u otro familiar. De estos niños, niñas y adolescentes, un porcentaje lo hace bajo una relación de dependencia no reconocida avalando así las terribles formas de contratos informales. La edad de inicio laboral es de 11 años en las zonas urbanas, al igual que en las rurales y las jornadas son de 12 horas semanales. Los motivos del trabajo infantil tienen una base de necesidad material elocuente, y con esto las grandes empresas aprovechan la situación para sacar provecho y llenarse los bolsillos; claro que a costa de la vida de miles de familias.
El trabajo de las niñas y niños tiene terribles consecuencias. Los que realizan al menos una actividad productiva suelen interrumpir su trayectoria educativa y más en este contexto de pandemia donde la situación se vuelve más adversa. A las escuelas asisten de manera irregular los niños, niñas y adolescentes que trabajan en el citrus. Son visibles las marcas en las manos de aquellos que trabajan en la cosecha
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En relación a esto Viviana puso en palabras lo que viven cotidianamente. Ella trabaja desde los 13 años en el citrus y, con 40 años, ve que la situación para los cosecheros es cada vez peor mientras las exportadoras facturan millones.
“Desde los 13 años que trabajo. He trabajado en negro, porque menor de edad no podia fichar, en cooperativa, hubo un tiempo que no trabaje. Ahora hace 10 años que trabajo con ficha (tercerizada)”, relata. Son años de trabajar a destajo, en la lluvia, comer en el piso y trabajar sin baños, por eso llama a sus compañeros a no dejarse amedrentar por los operativos policiales que ordena el Gobierno.
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Demostrando que son las familias limoneras las que llevan adelante la producción, pasando de generación en generación un trabajo esclavo quedándose con una migaja de toda la riqueza que generan. Son esas familias que viven diariamente las políticas de tercerización como forma de contratación de los empresarios como los tucumanos Daniel y Pablo Lucci, que dirigen la empresa Citrusvil, con US $310 millones de patrimonio. Figuran en la lista Forbes como los más ricos del país con la mayor industrializadora de limones del mundo. Tienen 7.000 hectáreas productivas en fincas, y cosechan 260.000 toneladas de fruta.
La segunda región del país con más alta proporción de niños indigentes -hasta 14 años- es el NOA (Noroeste Argentino) -Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero-, que aumentó en 10,3 puntos porcentuales en el trimestre y 3,1 pp en el año, a 15,9% de sus habitantes.
El trabajo infantil, parte de la mano de obra productiva
El trabajo de niñas, niños y adolescentes es la forma más descarnada de un sistema social basado en el robo del trabajo ajeno como sustento de la rentabilidad y movilidad del capital en todo el mundo.
El hambre de ganancias históricamente ha llevado a los capitalistas a emplear a la fuerza de trabajo de mujeres y niños como fuente de mano de obra dócil y barata.
No es la cultura del esfuerzo la que se pretende mostrar como sustento ideológico del trabajo infantil; sino la fuerza de la falta de alternativas económicas y las pésimas condiciones laborales de los adultos que llevan a que sus hijas e hijos tengan que salir a trabajar desde niños.
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El capital devora las infancias de las familias obreras en pleno siglo XXI, más aún en las zonas rurales, donde se agudiza la concentración de la tierra y la falta de alternativas económicas, laborales y sociales, dejando al desnudo que los dueños de la tierra y el capital son los dueños de la vida de las familias obreras. Sin la complicidad de los gobiernos y del Estado y los sindicatos esto no podría suceder con tanta facilidad, sin dudas.
En la Izquierda Diario seguimos planteando la necesidad de dar pelea para que las niñas, niños y jóvenes tengan el derecho a vivir una infancia y una adolescencia con plenos derechos a la educación, al arte y la cultura, a la formación en oficios en la escuela o al deporte bajo un sistema público y gratuito garantizado por el Estado.
A la vez, peleamos por becas integrales de estudio equivalentes a media canasta familiar para que nadie deje de estudiar. La responsabilidad es de un gobierno que insiste en seguir negociando con el FMI y pagando una deuda que no contrajo el pueblo trabajador. Más que nunca hay que apoyar medidas como las del Frente de Izquierda que exige la inmediata restitución de la IFE de $40.000 para las familias que se quedaron sin empleo, y un aumento de los diversos programas sociales que contemplan además a las infancias y a las mujeres que son los sectores de la población más afectadas por esta crisis.