“Me gustó mucho porque el compañero (por Eduardo de Madygraf) habla de cosas que vivimos todos, no tiene un lenguaje difícil, muy político”, dijo un obrero petroquímico, Chizo Avila [1], apenas concluida una charla con Eduardo Ayala y Jimena Gale, autores del libro Trincheras de libertad. Ambos son trabajadores de Madygraf, la ex Donnelley, aquella multinacional gráfica de origen yanqui, que en pleno 2014 cerró sus puertas dejando a 400 familias en la calle. Esa es la historia que cuenta el libro publicado recientemente por Ediciones IPS.
El comentario con el que iniciamos esta reseña, es uno de los primeros y más importantes logros del libro: Que un trabajador de vanguardia, se pueda ver reflejado en una experiencia tan profunda, como la que termina en toma y funcionamiento de una planta gestionada por sus laburantes.
El aporte de este relato es fundamental para todo laburante que quiera organizar compañerxs de trabajo, en agrupaciones clasistas [2]. Este libro ofrece lecciones de lucha contra el individualismo en la primera parte, y la toma de fábrica y puesta a funcionar en manos obreras, en el final, que es muy importante poneral alcance de cualquier activista de la clase trabajadora.
El recorrido de la experiencia dentro de la fábrica Madygraf lo hacemos de la mano de la voz de Eduardo Ayala cuyo relato Jimena Gale, también trabajadora, se ocupa de ordenar y desplegar. Mediante este relato, podemos ver otro de los logros no solo del relato, sino de la lucha obrera: mostrar cómo siendo una persona sola en los “orígenes” de esta experiencia, en una fábrica que venía sufriendo golpes por parte de la patronal, sin militancia política, esa persona puede iniciar una pelea activista por activista, contra el individualismo reinante en el neoliberalismo brutal solo con sus ganas bárbaras de luchar contra la patronal, los gobiernos que las respaldan y los dirigentes sindicales corrompidos, puede iniciar una pelea activista por activista, contra el individualismo reinante en el neoliberalismo brutal.
Alerta spoiler
Quisiera compartir con las y los lectores, algunos ejemplos concretos que llaman la atención, y nos permiten analizar la experiencia de una construcción sindical clasista. Eduardo, es el primer compañero en comenzar esta lucha sindical, política e ideológica. En febrero del 2002, da su primer paso como delegado, representando a sus compañeros que tienen ganas de luchar. En una interna y un gremio que respaldaban a la patronal, o en el mejor de los casos, se resignaban a los deseos empresarios. Un sindicalismo burocrático que se justifica diciendo “la gente no da”, o como dirían hoy los compañerxs peronistas: “la gente votó esto”. Sin embargo, la historia hablará por sí misma, dando cuenta de cómo Eduardo no culpó a los trabajadores ni bajó los brazos, y empezó a hablar compañero por compañero. Activistas de confianza. Conversaba con ellos sobre cuestiones laborales, ell salario, la fuente de trabajo o el convenio. Pero no solo de eso sino que comenzó a combatir las visiones individualista de la vida, que se nos impregna bajo el sistema capitalista. El progreso y la salvación individual, solo preocuparse por la propia familia. Tomando un ejemplo muy a la mano de todo el mundo, Eduardo comienza la batalla contra el individualismo y a partir del malestar que hay con la salud laboral ya que la patronal de Donnelley, se da cuenta del malestar y ofrece un servicio médico privado. Allí empezó la lucha para que no se desafilien de la obra social sindical: según relatan ellos les decían a sus compañeros:
... si tenés un accidente en la calle te atienden la ambulancia del SAME, con médicos que ganan dos centavos, te salvan la vida y después te llevan a la prepaga. Si nosotros no defendemos la salud pública o la obra social, aunque tengamos que dar pelea para que mejore, estamos alimentando la privatización de la salud. y a vos el que te salva es el SAME.
Desde algo muy sentido, se propone sembrar la idea de que los problemas diarios de la clase trabajadora se solucionan entre todos o nos hundimos todos; que solo es cuestión de tiempo que la malaria llegue a los trabajadores mejores pagos, a los que aún que pueden acceder a una prepaga. Este mínimo ejemplo, era todo lo contrario a lo que propone el sindicalismo burocrático, que busca negocios con la salud, para engordar sus propios bolsillos. “La mayoría de los compañeros se pasaron a la prepaga, pero había empezado un diálogo clave, la pelea por un punto de vista de clase”, remata Eduardo.
Otra de las experiencias que resalta por el valor de tomar decisiones en común, es el método de la asamblea. En el libro, los autores nos cuentan cómo la asamblea fue un método fundamental de debate y solución de unidad obrera. Efectivos, contratados, “del sector X”, “del sector Y” debatían y resolvían en común. La patronal había dividido a la gente, para poder dirigir la producción, sin sobresaltos. Las asambleas empiezan a revertir eso, y los trabajadores comienzan a conquistar como algo cotidiano y natural, el método asambleario. El segundo paso, entonces, fue recuperar la comisión interna para los laburantes y no como intermediaria entre trabajadores y empresarios, o simples voceros de la conducción del momento. Ya no había excusas para unir la fábrica, entre los más especializados (que las patronales alientan a que se sientan “superiores”, a cambio de una moneda más), los efectivos de las líneas menos tecnificadas y ni hablar de los que están peor, los contratados, que un día entran y al otro se van.
La defensa de los contratados, una primera forma que tuvimos de educar a los compañeros, en esta solidaridad de clase, fue la actitud que asumimos con los trabajadores precarizados de nuestra propia fábrica…hubo una exigencia paritaria muy superior a la que había hecho el sindicato gráfico. Entramos en conflicto y anexamos el pedido de efectivización. Después de paros, la empresa accede al 40% pedido, pero no acepta la efectivización de los contratados. La asamblea baja al 38% a cambio de la efectivización. En el balance de la asamblea, la interna pregunta qué opinaban que fue importante. El aumento por arriba del sindicato, responden. No. y llaman a los contratados al medio. Su efectivización es lo más importante.
Fue entonces cuando comienza a nacer una fuerza que puede desafiar el sentido común de que “cuando entraste, sabías que era un contrato que algún día podía terminar” o “te pagan incluso más de lo que te corresponde…que querés hacer? A todos nos puede tocar”.
Cuando la xenofobia es un extendido sentido común en nuestro país, hoy alentado desde las esferas oficiales del estado, el ejemplo de lucha contra ésta, en la ex Donneley es un ejemplo enorme para tener en cuenta.
Allí, nuevamente con Eduardo Ayala, militante del PTS, a la cabeza, los obreros desafían el sentido común, xenófobo, de que un trabajador de origen norteño puede ser discriminado, humillado solo por serlo. La naturalización de las diferencias raciales o de género es fomentada por gobiernos y patronales, para mantenernos divididos. No quieren que veamos el bien común, que nos reconozcamos mutuamente como trabajadores y peleemos contra el patrón. Es más fácil “gastar”, al que es diferente en su color de piel, género o deseo sexual. Cuando toda nuestra sociedad es dirigida hacia Gran Hermano o Tinelli, es necesaria una dura pelea de los militantes revolucionarios para que quienes que sufrimos día a día la exposición a los valores más retrógrados de la clase dominante en los trabajos, no “dejemos pasar” esas situaciones, o las naturalicemos como “sentido del humor”. En estas batallas se observa actuar a un partido que tiene trabajadorxs revolucionarios o que intenta formarlos mediante discusiones duras entre sus militantes, para que si es necesario, “remen en dulce de leche”.
Ayer, Marcelo, hoy Tamara: “Una vez, en medio de su transformación/ transición, nos juntamos a comer una pizza en la plaza de Garín. Estaba sorprendida de que me sentara con ella en un lugar público”, cuenta Eduardo al referirse a Tamara. Después dice: “les discutía a los compañeros que no le silbaran, que no le hagan chistes”. En pleno proceso de organización de la fábrica y con la comisión interna ya recuperada de manos de la burocracia, un obrero decide iniciar su transición de género. Lo que había comenzado como una lucha contra la homofobia y por el respeto, avanzó con la posibilidad de que Marcelo deviniera Tamara. Pero para ello, no alcanzaba solo con discutir, explicar pacientemente con los demás laburantes, sino conquistar el derecho a la igualdad entre géneros. Ese fue el primer paso, con mucho debate y discusiones contra los trabajadores ideológicamente más de derecha, para que la asamblea defendiera el derecho de tener un baño para mujeres que le permitiera a una chica trans, sentirse cómoda en los vestuarios. ¡Qué diferencia a la batalla cultural de Milei y la ultraderecha que responderían:”que construya el baño con su propia plata”. Nada de “privilegios”! Ese baño, a pesar de la oposición inicial de la patronal, se logró. Y se conquistó sin que aún el movimiento LGBTIQNB+ hubiera logrado sanción alguna de leyes de identidad o matrimonio igualitario, sino que emergió desde abajo, con la la lucha de lxs trabajadorxs.
Otro momento importante de la historia es el paso de los trabajadores a la lucha política. En abril del 2011, se lanza el periódico Nuestra Lucha impulsado por el sindicalismo combativo y trabajadores del PTS. Éste buscaba ser una herramienta de organización y coordinación a nivel nacional. Su lema era: “Si ellos tienen sus herramientas, radios y prensa. ¿Por qué nosotros no tenemos la nuestra?” Los trabajadores dan sus primeros pasos, comenzaron con la coordinación de denuncias obreras en todo el país y éstas se plasmaron en un periódico regular. Era la base para empezar a coordinar los sectores en lucha. Y esa experiencia con la izquierda, llevó a que muchos de esos trabajadores fueran candidatos en las listas del PTS en el FIT como independientes o ingresando a militar en el partido.
Un nuevo hito: la organización de las familias de Donnelley
La comisión interna había logrado organizar una agrupación más clasista, pone en pie la asamblea, apoya a otros trabajadores y se ganan las primeras peleas a la patronal. Analizan que se vendrían ataques más duros para frenar la organización... teníamos que prepararnos para ese momento. Esto implicaba contar con el apoyo de las familias.
Los activistas de Donelley, comienzan a organizar eventos sociales, donde las familias se conocen y empiezan a involucrarse en la lucha cotidiana de sus compañeros. La extorsión patronal,que siempre espera contar con las esposas, para hacer “entrar en razón” a sus compañeros empieza a desaparecer en las compañeras de los activistas desde el momento en que se conforma la Comisión de mujeres de Donelley. A partir de esa organización, las esposas se transformaban en compañeras de lucha y el cuidado de las infancias se vuelve colectivo. Así surge también la organización ”Pequeños de pie”. Se concreta la lucha “por la familia obrera”, pero no la familia de cada uno, individual sino la de todas las familias involucradas, bajo el lema “tocan a uno, tocan a todos”. Nuevamente, encontramos la respuesta.
En paralelo a lo anterior, la agrupación va por la organización de otras gráficas y por el gremio. Esta organización clasista del activismo en Donelley, que convencía a la mayoría de cada sector, a respaldar con paro, movilización, recorridas de organizaciones solidarias, comienza a darse el objetivo de extenderse en el gremio. Nace la lista Bordó del gremio gráfico y deciden conocer a los y las trabajadoras de Wordcolor y Printpack.
Es Eduardo quien nos cuenta su primera ida a Wordcolor: “Fuimos a la plaza de Pilar, y ahí nos enteramos que las mujeres que trabajan a destajo no podían usar el micro de la empresa; también que si el micro estaba lleno, los contratados debían bajarse”. La militancia de los obreros de Donnelley, acompañó la organización de los delegados y que se respeten los convenios, no sin antes, realizar paros y boicot a la impresión de los productos de la patronal. Un activismo de gráficos clasistas, empieza a hacerse conocido en cada sector en lucha. El activismo convence a las bases de estas gráficas, de “saltar la tranquera” e ir por la masa de trabajadores de la fábrica, para apoyar otros sectores sindicales vecinos en lucha. Ya no alcanzaba con unas decenas de obreros militantes clasistas y sus compañeras, concluyen. Había que movilizar al conjunto de la fábrica, para mostrar a la patronal Donelley que no le convenía meterse con ellos. Ésta, ya había intentado hacer pasar un proceso preventivo de crisis. Tal como relata Eduardo, en aquella ocasión y dirigiéndose a los trabajadores dijo: “Hay un conflicto, el de Lear. Que la patronal vea cómo actuamos con esos trabajadores, es una forma de decirle: ojo, no te metas con nosotros”.
En el movimiento obrero argentino, el peronismo estatizó los sindicatos para controlarlos y que no luchen contra el capitalismo, sino a lo sumo, para ganar mejores salarios. Había que convencer a los compañeros de que el destino de los mecánicos de la autopartista Lear [3], era el destino de Donnelley. Muy fácil de escribir. Muy difícil de entender para los obreros que son, mayoritariamente, peronistas [4]. El válido argumento de “mira Donelley la que te espera, si te metés con nosotros”, fue fundamental para lograr la participación de sectores de la base que nunca participaban, salvo cuestiones internas de la fábrica.
Tantas cosas más, pasaron en esa fábrica, y las peleas eran cada día. Una vez para impedir que el gobierno nacional le otorgue subsidios a una multinacional millonaria que alegaba estar en “crisis” y que ese dinero tenía que ir para los jubilados o desocupados. En otra ocasión para forjar la solidaridad de los trabajadores y la Comisión de mujeres con los barrios vecinos, que eran sus propios barrios. Una de las más importantes fue la lucha para hacer posible la perspectiva del control obrero, a partir de dejar al descubierto el pésimo estado de salud de los compañeros “rotos” por años en las líneas de producción. Fue allí donde se paró la producción sistemáticamente hasta que se conquistó un sector de verdaderas “tareas livianas”. Es imposible recuperarlas todas en unas pocas líneas. Para eso es esta invitación de leer el libro. Eso sí, vale la pena mencionar el momento decisivo,
final previsible.
La empresa un día, decide cerrar y echar a todxs. Ayala se explaya:
el 19/6/2014, la empresa reúne a los trabajadores y les informa que necesita despedir 123 personas. les respondemos. que hagan lo que tienen que hacer pero no vamos a aceptar que nos pongan de rodillas. La patronal opta por decretar la quiebra y fugarse. Sacan la producción a otras graficas.
Al relato lo completan Roco y otros obreros: “hacíamos guardias para que no se saque el papel”, “seguíamos los camiones de la empresa, y hacíamos piquetes para hablar con los obreros de otras gráficas, para que no salga la producción de Donnelley.” Además, sostuvieron movilizaciones al Ministerio de Trabajo, también Junto con lxs trabajadorxs de Lear, a la cámara de negocios de EEUU. La patronal, por su parte, se quejaba en el ministerio de que los obreros eran “caros”.
El 11/08, la patronal va por todo, para quebrarlos. Amanece cerrado el portón. Eduardo cuenta que
... la primera mañana hicimos la asamblea, nosotros propusimos entrar, otro sector planteó que venga primero el Ministerio de Trabajo y pedir la conciliación obligatoria. Perdimos por 2 votos. Al dia siguiente, con la conciliación obligatoria, votamos entrar…el portón fue abierto por compañeros que horas antes, habían entrado furtivamente.
Fue una toma novedosa. sin represiones, sin resistencia patronal, sin patotas. podríamos decir que los compañeros habían comenzado la resistencia para la toma, en las puertas de Lear, de Gestamp, garantizando los piquetes, en numerosos cortes de ruta, terminando presos, en la colaboración de los fondos de lucha…es así que los 300 compañeros ingresaron abrazados, porque ya era su fabrica. Teníamos el ejemplo de Zanón, que seguía produciendo.
En ese momento comienza la segunda parte de la historia, la que trajo a las y los obreros de la ex Donneley, hoy Madygraf, por estos 10 años de producción, tomada y gerenciada por sus trabajadorxs.
A modo de conclusión
Hoy empezamos a ver a las patronales que cierran, por falta de mercado, o para derrotar a sus trabajadores, que mantienen derechos vigentes. Ellos lo llaman “costo laboral”. La derecha, quiere imponer la definición de “privilegios”, a nuestros convenios colectivos.Los compara con la precarización de trabajadores emprendedores, cuentapropistas, albañiles, o de aplicaciones. Ayer en Zanón [5], hoy en la ex Donelley, se logró que la lucha no termine en una indemnización abultada o en cuotas. La organización previa, era el embrión de una nueva etapa. Ya sin patrón, impiden que se lleven las máquinas, hacen valer el derecho legítimo del trabajador, de preservar su fuente de trabajo. Contra el derecho capitalista de “propiedad privada” de las máquinas, que reclamaba la patronal. Hoy Madygraf lleva más de 10 años sobreviviendo, eliminando la ganancia que se robaba el patrón. Y recibiendo el reconocimiento popular de la población obrera de la zona norte de Buenos Aires. Y reconvirtiéndose, por la crisis del mercado impreso. Y lo más importante. Junto a Zanón, mantienen sobre la mesa, una frase de Celia, obrera de Brukman [6]: “si lxs trabajadorxs podemos hacer funcionar una fábrica…¿cómo no vamos a poder hacer funcionar un país”?
Acá me tomo unos renglones más, para analizar prácticas cotidianas de sindicalismo, separadas muchas veces de esta pelea permanente contra el individualismo. Por esto, elijo reseñar más extensamente, la etapa de inicio y desarrollo de la construcción del agrupamiento clasista, que las de gestión obrera. Es la etapa que más vivimos hoy, agrupar a lxs que luchamos por un movimiento obrero clasista. Y este libro, y su mejor sinterización, pueden ser una “guía práctica”, para la militancia clasista en la clase trabajadora. Tomar sus ejemplos, para recrearlos en cada lugar de trabajo, poniendo el punto norte, en la permanente lucha contra el individualismo reinante.
Algunos “peinamos canas” y estamos jubilados del trabajo asalariado. Este libro, me sirvió mucho para dar respuestas a preguntas como: ¿En qué proporción los militantes del movimiento obrero, separamos la lucha sindical de la política, en nuestras prácticas cotidianas? Bueno. Como colectivo partidario, veo con orgullo, las peleas de agrupaciones pasadas o presentes en sindicatos como la alimentación, jaboneros, telefónicos y muchos más. Docentes recuperando seccionales sindicales de la mano de nuestra agrupación, la “9 de abril.” También las de género y las que nacen, de las diversidades. pero también tenemos que observar cómo las influencias del sentido común, de machismo, xenofobia, homofobia, una solidaridad de clase debilitada por la idea de “progreso individual”, prevalecen en una clase trabajadora, moldeada por el peronismo En mi caso. varias veces me adapte a ese sentido común, luchas que dí a medias. El libro me plantea un nuevo desafío: colaborar para que nuevas generaciones, no cometan los errores de hacer militancia sindical, separadas de la batalla contra el individualismo, con el clasismo como objetivo inmediato, y aprovechemos las lecciones de este libro para no partir de cero.
En síntesis, esa es la tarea central de un partido revolucionario. El transmisor de lecciones, para poder triunfar. Hay que construirlo, en más empresas, barriadas y centros educativos, con una nueva generación, que aprenda de nuestros errores y aciertos. Manos a la obra.
Sergio “Cucha” Folchieri fue militante del viejo MAS, y participó de la ruptura en la que se fueron 500 compañerxs, para fundar el PTS. Obrero con 29 años de trabajo y militancia en VW. Ex delegado durante 6 años en VW Córdoba.
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