El 22 de julio de 1968, estudiantes del Poli y de la UNAM se enfrentaron en la Ciudadela. La represión subsecuente detonaría el movimiento estudiantil más importante de la historia de México. Esta es la primera parte de nuestra cobertura a 50 años del inicio de esa gesta.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Sábado 21 de julio de 2018
En 1968, la chispa que encendería la llama sería un partido de fútbol americano que derivaría en una pelea.
El 22 de julio de 1968, en las inmediaciones de la Ciudadela (donde 55 años antes se habían enfrentado fuerzas golpistas y maderistas durante la Decena Trágica) estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico se enfrentaron en un partido de “tochito” contra estudiantes de la preparatoria Isaac Ochoterena (incorporada a la UNAM).
El partido derivó en un pleito producto de que uno de los muchachos de la vocacional le lanzara un piropo a una chica de la Ochoterena. La histórica rivalidad entre la UNAM (cuyos alumnos eran en su mayoría de clase media y eran llamados “popis” por sus contrapartes) y el “Poli” (cuyo alumnado estaba compuesto por hijos de trabajadores) sirvió de base para que grupos porriles de la zona, conocidos como “los ciudadelos” y “los arañas”, incitaran a los jóvenes a pelearse.
Al día siguiente, alumnos de las vocacionales apedrean la Ochoterena y los alumnos de secundaria y prepa de ésta acuerdan ir a enfrentarse con los politécnicos como pudieran: palos, piedras, cuerdas, puños, dientes... Se identifican con un moño en el hombro por encima del uniforme. En estos enfrentamientos participaría Felipe “el Tibio” Muñoz —quien meses más tarde ganaría la medalla de oro en braza.
Pero entonces sucedió algo que hasta ese entonces era insólito: llegó la policía. Miembros del cuerpo de granaderos (policía antidisturbios) golpean con saña a los estudiantes e ingresan a la vocacional 5. Les prometen una cuota de $10 por cada detenido, por lo que arrestan y golpean a profesores y estudiantes por igual.
El 24 de julio, los estudiantes de las vocacionales 5 y 7 acordaron hacer una manifestación contra la brutalidad policial, que es respondida rápidamente por otras escuelas del Politécnico. Tras varias derrotas en conflictos pasados, los dirigentes de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (órgano burocrático y de control del gobierno para el estudiantado) decidieron encabezar la marcha para recuperar prestigio y logran estar al frente de ésta a pesar de la agitación de las Juventudes Comunistas y de la corriente espartaquista (bolchevique-leninista) de hacer una manifestación independiente.
Al día siguiente, los burócratas de la FNET se entrevistan con el secretario general del Departamento del Distrito Federal, Rodolfo González Guevara, para pedir permiso para efectuar la marcha. El secretario aconsejó cautela, pues temía la intervención de “elementos externos provocadores” que pudieran “mezclarse con los manifestantes” e impedir la labor de la dirección de la FNET. Éstos le contestan que se encargarán “personalmente” de expulsar a los revoltosos y garantizar el orden de los “auténticos estudiantes [que] respetarían las normas señaladas por la Federación”.
El 26 de julio, coinciden dos marchas en la ciudad de México. La primera es convocada por las Juventudes Comunistas en conmemoración al Asalto al Cuartel Moncada y entre sus mantas se leen mensajes de solidaridad con los estudiantes del Poli. La segunda reúne a estudiantes del IPN exigiendo la desaparición del cuerpo de granaderos y la destitución de los jefes de la policía preventiva del DF, Luis Cueto y Raúl Mendiolea.
La marcha de los politécnicos llega al Zócalo y es recibida por los granaderos, quienes golpean con saña a los estudiantes. La marcha de las JJ.CC. concluye en un mitin en el Hemiciclo a Juárez. Los politécnicos se retiran hacia la Alameda y piden el apoyo de sus compañeros frente al Hemiciclo.
Los manifestantes se mezclan y pretenden tomar el Zócalo. Improvisan piedras con las coladeras de concreto y con ellas contestan la amenaza de las autoridades de que se retiren. En respuesta, los granaderos se lanzan contra jóvenes y transeúntes y los persiguen hasta la intersección de Juárez y Reforma (donde en aquel entonces se situaba la estatua ecuestre de Carlos IV). En la Preparatoria 1 en San Ildefonso, los estudiantes que van saliendo son golpeados por igual por los granaderos e inicia una batalla campal en un radio de ocho manzanas que provoca el incendio de muchos camiones en el barrio universitario. El saldo del día es de 500 heridos y tres escuelas del Politécnico en paro (Vocacionales 5 y 7 y la Escuela de Medicina Homeopática). Comenzaba así, una bronca entre el estudiantado y un estado bonapartista caracterizado por un autoritarismo extremo.
En las siguientes ediciones de La Izquierda Diario vamos a publicar nuevas entregas del movimiento estudiantil de 1968 en México.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana