Recién el 10 de marzo de ese año el General Francisco Villa y quinientos de sus combatientes irrumpieron en la ciudad de Columbus, era la primera vez que los gringos eran atacados en su territorio.
Raúl Dosta @raul_dosta
Martes 12 de abril de 2016
Recién el 10 de marzo de ese año el General Francisco Villa y quinientos de sus combatientes irrumpieron en la ciudad de Columbus, era la primera vez que los gringos eran atacados en su territorio.
Villa venía de una serie de derrotas ante las tropas de Álvaro Obregón, la última de ellas en Agua Prieta, Sonora, en la frontera, a través de la cual el gobierno estadunidense aportó enorme ayuda para lo que parecía la última batalla del villismo. Pancho Villa declararía enojado con esta colaboración: “Estados Unidos quiere tragarse a México. Vamos a ver si se les atora el gaznate”.
Al parecer la incursión en Columbus era una respuesta a los gringos, debido a que dicha ayuda era la constatación del reconocimiento del gobierno de EE.UU. a Venustiano Carranza como gobernante de nuestro país. Por esta razón los fabricantes estadounidenses dejaron de surtir armas a Villa, llegando inclusive a entregarle balas trucadas rellenas con corcho en vez de plomo. Y el fabricante que hizo tal operación estaba establecido en Columbus.
Villa estaba urgido de armamento y decidió surtirse directamente, atacando la pequeña guarnición yanqui, perdió 73 combatientes y regresando con 80 caballos, 30 mulas y 300 fusiles del ejercito gringo.
La "expedición punitiva"
Encabezada por el general Pershing, una columna de 4,800 soldados estadunidenses atravesó la frontera. Al poco tiempo eran cerca de 15,000, buscando al diezmado grupo de Villa. Los gobernantes yanquis vieron aquí una oportunidad de entrenar a sus tropas previo a hacerse parte de la Primera Guerra Mundial. Mandaron además equipo entonces sofisticado, camiones y aviones, los cuales no les funcionaron mucho porque no podían reabastecerse y porque sus motores no aguantaban el polvo y el agreste terreno desértico chihuahuense.
El conocimiento del terreno y la ayuda de los pobladores favorecían a los villistas. De estos bravos hombres se decía que en muchas ocasiones avanzaban por detrás de las enormes polvaredas que iban levantando las tropas de Pershing, encaminadas cada vez más al sur. Lo más probable era que se toparan con tropas constitucionalistas, que también andaban buscando a Villa. De hecho, hubo algunos enfrentamientos -como el de El Carrizal, donde Pershing fue derrotado-, que no llegaron al nivel de una nueva guerra, porque la diplomacia estadounidense y carrancista calmaba la situación.
El pueblo expulsa a los yanquis invasores
Pronto el sentimiento popular anti yanqui se volvió tan fuerte como el apoyo que tenía el general Villa en retirada. Un hecho muy significativo sucedió en Parral cuando un destacamento al mando del capitán Thompson se encaminaba a Parral en búsqueda de víveres y forraje. Se había encontrado con un oficial carrancista, Mesa, quien le había asegurado que en Parral lo recibirían bien y obtendría lo que quisiera.
Así, al dirigirse al centro de la población, con un pequeño destacamento y el resto de sus hombres situados a las afueras del pueblo, fue interceptado por el general Ismael Lozano acompañado del munícipe José de la Luz Herrera, ambos a las órdenes del conservador Carranza. Herrera le pidió a Thompson amablemente que se retirara, que no quería tener que enfrentarlo con sus tropas.
En eso estaban cuando llegó una turba gritando "¡Viva Villa!". Al frente estaban los estudiantes de quinto año de la escuela primaria 99 quienes habían convergido con Elisa Griensen, que era maestra en EE.UU. y estaba de visita familiar y enarbolaba una bandera agitando a los pobladores.
Viéndose rodeado por el pueblo enardecido mientras uno de los estudiantes arengaba: ¡Todos! ¡Ahora! ¡Viva México!”. El "temerario" capitán, gritó como respuesta ¡Viva Villa! Provocó la risa de todos, mientras el general carrancista le abría paso y lo encaminaba hacia las afueras del pueblo.
Llegando a las vías del tren, Thompson advirtió que de dos colinas venían bajando soldados mexicanos: eran las tropas del general Lozano, que amenazaban con atacarlos aún contra los deseos de su jefe. Éste, al ser avisado por Thompson, sólo atinó a decir “¡Los hijos de la chingada!” mientras sacaba su sable amenazando a la multitud de pobladores que los perseguía. Uno de sus oficiales disparó e hirió a cinco de ellos y la reacción popular fue una corretiza a los soldados carrancistas y yanquis con piedras y jitomates como proyectiles.
Al reagrupar sus tropas, el capitán Thompson tuvo que ordenar la huida a campo traviesa rumbo a la cercana población de Santa Cruz de Villegas, perseguidos por los soldados carrancistas e intercambiando disparos que ocasionaron algunas bajas a ambos bandos.
La noticia escandalosa para la arrogancia expansionista que permeaba en la cúpula del gobierno yanqui generó una división entre ellos. El secretario de Estado, Lansing, y el secretario de Guerra, Baker, querían el fin de la expedición punitiva. Mientras el Fiscal Federal, Thomas Gregory y Franklin Lane, secretario del Interior, preferían acantonar las tropas en la frontera hasta “sentirse seguros de que Carranza controlaría el país completamente”.
El 16 de abril, después de los regaños de su gobierno por la “imprudencia de uno de sus oficiales”, Pershing ordenaría el retroceso de sus tropas hacia la frontera, con las manos vacías. Mientras Villa buscaba refugio en las montañas de la Sierra Madre Occidental, para reagrupar fuerzas.
La “Expedición punitiva”, aunque estuvo anclada en la frontera, se extendió hasta inicios de 1917. Constituyó uno de los primeros fracasos militares intervencionistas de Estados Unidos.