A continuación presentamos la traducción de un artículo publicado en Left Voice, parte de la Red Internacional de la Izquierda Diario. En este, se desarrollan los nuevos acontecimientos en las Universidades de Estados Unidos, donde hubo represión por parte de la policía al movimiento en solidaridad por Palestina y puede significar un salto en la organización del movimiento estudiantil.
Cuando el presidente de la Universidad de Columbia, Nemat “Minouche” Shafik, llamó a la policía de Nueva York el 18 de abril para barrer el “Campamento de Solidaridad con Gaza” del jardín central de la universidad, arrestando y posteriormente suspendiendo a más de 100 estudiantes, los funcionarios de la universidad hicieron una apuesta de alto riesgo. Pensaron (esperaban) que esta represión rápida y brutal pondría fin a la protesta y desalentaría acciones similares en un momento en que las críticas al apoyo continuo de la administración Biden a Israel amenazan su reelección. Se arriesgaron por una línea dura contra la ocupación estudiantil que sirviera en última instancia para silenciar el activismo pro palestino y defender el apoyo incondicional de Estados Unidos a Israel en el largo plazo.
En cambio, la respuesta a la represión fue un gran apoyo a los estudiantes atacados y al campamento, así como con una indignación generalizada por la flagrante restricción del derecho a protestar. En una semana, se han levantado más de 30 campamentos en distintas universidades de todo el país para solidarizarse con la lucha del pueblo palestino, para exigir el fin de la financiación de las universidades estadounidenses del proyecto colonial imperialista de Israel, y en rechazo a la represión del movimiento estudiantil pro palestino. Usando a Columbia como ejemplo, estos estudiantes están soportando feroces ataques por parte de la policía que actúa en nombre de las universidades y el número de nuevas ocupaciones crece cada día.
La tenacidad, la determinación y la profunda solidaridad de los estudiantes con el pueblo palestino han conmovido a toda la sociedad estadounidense. La unidad de los palestinos, judíos y jóvenes de todas las razas que protestan contra el genocidio perpetrado por Israel y financiado por Estados Unidos (estan dispuestos a ser arrestados, desalojados, y a poner en juego su continuidad en las universidades privadas porque son expulsados de por vida en algunos casos) plantea la posibilidad y la necesidad de poner de pie al movimiento estudiantil, junto a la clase trabajadora ,con una perspectiva antiimperialista.
Los campamentos –y el gran apoyo y solidaridad que los ha acompañado– representan un cambio en el movimiento que estalló en apoyo a Palestina cuando Israel lanzó su última ofensiva genocida en octubre pasado. Aunque recién han comenzado, y ya enfrentan inmensos desafíos, estas ocupaciones podrían desempeñar un papel clave en la orientación y expansión del movimiento, tomando la inmensa oposición latente al genocidio y convirtiéndola en combustible, motivando a nuevos sectores a asumir la lucha. Las ocupaciones, que se extienden rápidamente, pueden convertirse en lugares de coordinación para el sentimiento pro palestino y permitiendo unir al movimiento estudiantil con sectores de la clase trabajadora en defensa del derecho a la protesta y contra el apoyo de Estados Unidos a Israel.
Una nueva ola de represión en medio de una creciente oposición al genocidio
Los campamentos llegan en un momento inoportuno para el régimen estadounidense. Biden enfrenta un difícil camino por delante para ganar la reelección contra Donald Trump. La administración Biden ha supervisado y apoyado uno de los ataques más mortíferos de Israel a Palestina; ha enviado armas, financiamiento y apoyo político a Israel desde el primer día (como lo ha hecho desde 1948), dejando en claro para millones de personas en todo el mundo cuán profundos son los vínculos entre la potencia imperialista y su “perro guardián” en el Medio Oriente.
Biden recibió una llamada de atención con los resultados de las primarias, especialmente en los bastiones del Partido Demócrata y los estados “péndulo”. A medida que la guerra de Israel contra Gaza fue prolongandose con atrocidad tras atrocidad contra el pueblo palestino, Biden fue perdiendo apoyo entre los árabes estadounidenses y los jóvenes. Esto quedó claramente demostrado con el surgimiento de campañas de “voto en blanco” o “no comprometidos” en estados de todo el país, en las que los votantes le quitan su apoyo a Biden en las elecciones presidenciales a menos que su gobierno vire de su apoyo incondicional a Israel y trabaje para lograr la exigencia más básica de este movimiento: un alto el fuego.
Estas campañas, sin embargo, tienen el objetivo de, en última instancia, “salvar” y relegitimar tanto a Biden como al Partido Demócrata, pero también revelan la brecha cada vez mayor entre este y sectores de su base electoral. Y las críticas al papel de Estados Unidos (y particularmente al papel del Partido Demócrata) en el genocidio en Palestina están más extendidas que estas iniciativas electorales e incluso que las decenas de miles de personas que han salido a protestar hasta ahora. El apoyo público a Israel ha alcanzado nuevos mínimos en Estados Unidos, cayendo a sólo el 36% desde octubre. En un contexto de descontento con cualquiera de las dos opciones que ofrece el régimen bipartidista y cambios históricos en la conciencia de la juventud y la clase trabajadora, Biden ha tenido que tomar en serio estas advertencias.
Desde esos resultados, la administración Biden ha cambiado su retórica sobre la guerra en Palestina, distanciándose de Benjamín Netanyahu, pidiendo un alto el fuego y señalando que el “cheque en blanco” que ofreció a Israel en nombre de “defenderse” ya no es aplicable mientras las tensiones se disparan en la región y las protestas continúan en todo el mundo. Esto es una señal de la influencia decreciente de Estados Unidos en la región y una respuesta a las críticas internas: un intento de reconstruir cierta estabilidad en función del imperialismo estadounidense. Sin embargo, esto de ninguna manera pretende cambiar fundamentalmente el apoyo de este a Israel: Estados Unidos continúa vendiéndole armas a Israel a puerta cerrada mientras el congreso aprobó esta semana 17 mil millones de dólares en ayuda militar a este Estado.
Pero en un esfuerzo por parte de Estados Unidos por rescatar las bases del apoyo a Israel y reforzar su autoproclamado papel como “faro de la democracia”, el enfriamiento de las relaciones entre Estados Unidos y el gobierno de Netanyahu va de la mano con un ataque a las crítica de su rol e Israel con el pretexto de luchar contra “antisemitismo”. Esto es un endurecimiento de su postura contra el activismo pro palestino y una ofensiva macartista contra quienes hablan en contra de Israel o del papel de Estados Unidos en el genocidio.
Esto ha resultado en una intensificación de la represión contra los estudiantes activistas en los campus universitarios y particularmente contra los campamentos, que representan una escalada y un resurgimiento de las protestas en solidaridad con Gaza que se apoyan en las protestas de los años 60 y 70 contra la Guerra de Vietnam. Además de los más de 100 estudiantes de la Universidad de Columbia y del Barnard College que fueron arrestados, la policía irrumpió en el campamento de la Universidad de Minnesota en sólo dos horas, decenas de estudiantes fueron arrestados en la Universidad de Yale, la policía golpeó y arrestó a manifestantes (incluido personal de la facultad) en la Universidad de Nueva York. En la Universidad de Texas-Austin, la represión fue particularmente brutal y la policía estatal persiguió y atacó a los estudiantes. En la Universidad Emory en Georgia, la policía fue captada por la cámara disparando a un estudiante al suelo y más de 100 personas fueron arrestadas en el Emerson College en Boston. Los estudiantes de estas diferentes universidades enfrentan suspensiones y denuncias penales por lo que corren el riesgo de perder empleos, viviendas, becas.
Las universidades han sido epicentros del movimiento en apoyo a Palestina desde que Israel comenzó su última campaña genocida. Estas han sido blanco de protestas estudiantiles debido a sus profundos vínculos con el Estado de Israel, incluidas grandes inversiones en empresas que hacen negocios con este estado, desde Google hasta Lockheed Martin. Las universidades estadounidenses tienen una larga historia de censura hacia las voces palestinas y de reprimir las críticas a Israel, sirviendo como pilares materiales e ideológicos que apuntalan el proyecto sionista. Desde el 7 de octubre, las autoridades universitarias han atacado ferozmente el activismo pro palestino, incluido el cierre de organizaciones de solidaridad palestina de larga data como Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP por sus siglas en ingles) y la creación de reglas escandalosas para suprimir el derecho a protestar en el campus. Presionadas por el gobierno para mantener las protestas bajo control, las autoridades hacen el trabajo sucio del régimen bipartidista para cortarle las alas a un eventual resurgimiento del movimiento anti-guerra. Esta presión se ha manifestado frente a todo el mundo: los rectores de las universidades han sido llamados ante el Congreso para dar explicaciones por su fracaso a la hora de sofocar eficazmente el activismo estudiantil. Mientras algunos funcionarios han dimitido, otros como Shafik, han intensificado la represión hacia el movimiento estudiantil y han cedido a la presión de los donantes de derecha y de los republicanos trumpistas.
De la solidaridad a la ampliación del movimiento por Palestina
Pero parece que las universidades –y el régimen que sostienen– están cavando sus propias tumbas. Lo que pretendía limitar el movimiento por Palestina amenaza ahora con atraer a más sectores hacia este y a unirlo con la pelea para proteger la libertad de expresión y el derecho a protestar. Los profesores y el personal de varias universidades están saliendo en defensa de sus estudiantes y contra el uso de policías armados por parte de los autoridades universitarias para disolver manifestaciones pacíficas; Se oponen a los despidos de sus compañeros de trabajo por denunciar el genocidio; Los profesores de la Universidad de Nueva York hicieron un cordon para evitar que la policía avanzara hacia sus estudiantes. Los profesores de UT-Austin han organizado un paro de 24 horas en protesta por la represión en su campus, desafiando las leyes que les impide organizarse.
Los sindicatos también se están lanzando a la lucha, aunque es urgente que muchos más –y especialmente aquellos fuera del mundo académico– se levanten contra la represión con la fuerza de la clase trabajadora y sus métodos. Una declaración de solidaridad de Student Workers of Columbia ha obtenido decenas de firmas de sindicatos locales de todo el país, indignados por la represión en el campus de Columbia y que llaman a la universidad a reintegrar a todos y cada uno de los estudiantes suspendidos. La Región 9A de la UAW (que representa a 50.000 trabajadores automotrices) ha convocado acciones de solidaridad con los miembros que enfrentan la represión en la ciudad de Nueva York.
La reacción contra represión ha puesto al Partido Demócrata en una posición incomoda: por un lado, trata de suprimir definitivamente el movimiento pro palestino para apaciguar a los sectores sionistas de su base. Por el otro, tratar de no seguir comprometiendo sus perspectivas electorales con un movimiento nacional contra la represión. Los sectores "progresistas" del Partido Demócrata están haciendo declaraciones públicas en apoyo de los estudiantes y los campamentos, denunciando tanto el genocidio como la decisión de los gestiones universitarias de enviar policías antidisturbios para aplastar los campamentos. Mientras tanto, otros sectores del partido están explícitamente alineados detrás de la Casa Blanca, que han calificado el campamento de Columbia como “antisemita, desmedido y peligroso”. Esto los acerca cada vez más a la postura del Partido Republicano, que está haciendo del fortalecimiento de la represión contra los manifestantes una parte clave de su perfil, incluido el instar a los gobernadores a convocar a la Guardia Nacional a los campus universitarios.
Pero hay un sentimiento democrático generalizado entre una gran parte de la sociedad estadounidense –no sólo en el movimiento pro Palestina movilizado sino más allá– un sector que está indignado por la flagrante restricción de la libertad de expresión por parte de un gobierno que intenta aplastar la oposición política y disuadir las protestas; y entre estos sectores existe una inmensa simpatía por las demandas de los estudiantes y las críticas al apoyo de Estados Unidos al genocidio de Israel en Palestina.
En ese sentido, la indignación y la solidaridad que han surgido en respuesta a la represión en los campus universitarios es una de las armas más poderosas en el arsenal del movimiento pro palestino, porque, si se organiza y se desarrolla, tiene el potencial de expandir el movimiento. , atrayendo a más sectores a la lucha. Por un lado, la cuestión de la represión de los campamentos y la censura del discurso pro palestino es una cuestión existencial para continuar la lucha por una Palestina libre y para todas las luchas futuras libradas contra las administraciones universitarias, los patrones y el Estado.
Por otro lado, desarrollar esta solidaridad tiene el potencial de unir la lucha contra la represión con las demandas de los campamentos de revelar, despojar y defender Gaza. En lugar de ser una “distracción” o un “descentramiento” de la situación en Gaza, podría dar a los campamentos un megáfono desde el cual dar a conocer sus demandas y servir como base para una acción coordinada en todo el país con la perspectiva de ampliar las protestas.
Las semillas de un nuevo movimiento contra la guerra que une a estudiantes y trabajadores
Ampliar los campamentos y “activar” el apoyo a su alrededor es una tarea crucial en los próximos días y semanas, cuando es probable que los campamentos enfrenten una mayor represión, por un lado, y el final del semestre y todo lo que ello implica, por el otro. Es la mejor manera de defender las protestas tanto contra la represión como contra la cooptación, precisamente porque puede limitar el rango de maniobra tanto de las universidades como del Estado. Ya hemos visto en Columbia cómo la indignación pública por la represión ha detenido a los administradores universitarios, aunque sea a corto plazo. Apenas unas horas después de que mil manifestantes inundarán el césped de la universidad en respuesta a las amenazas de una redada por parte de la administración. La universidades de Columbia y Barnard comenzaron a hacer propuestas a los estudiantes suspendidos y retrasaron los plazos para las “negociaciones” con los representantes estudiantiles.
No se trata sólo de involucrar más gente; expandir el movimiento requiere transformar los campamentos en sitios de organización y deliberación que discutan el camino a seguir para atraer a más sectores a la lucha, defenderse contra la represión y garantizar la continuación de las protestas. Muchas de las ocupaciones ya han desarrollado órganos que discuten el funcionamiento de los campamentos, los desafíos que enfrentan y la toma de decisiones diaria; algunos incluso celebran “asambleas” para difundir información y votar resoluciones. Estas formas de autoorganización no están atadas a las autoridades universitarias y de los políticos que trabajan en contra de las demandas del movimiento; esto hace que los campamentos sean verdaderamente “nuestros” en el sentido de que son los participantes del campamento quienes toman las decisiones.
Al ser una nueva escalada en la lucha por Palestina, los campamentos, autodenominados “Universidades Populares”, están exponiendo la especulación del sistema universitario que sirven como polos ideológicos para el régimen imperialista. Dado que muchos organos estudiantiles han aprobado resoluciones exitosas a favor de la desinversión, la represión dirigida por las gestiones universitarias contra los campamentos son una señal clara de que las universidades, tal como son, están firmemente del lado de los capitalistas y sus políticos que apoyan el genocidio para proteger sus intereses: no del lado de sus estudiantes, profesores o personal. Estas son instituciones que obligan a los estudiantes a endeudarse profundamente (estudiar una carrera universitaria puede salir entre 30.000 y 100.000 dólares) sólo para ser arrojados de nuevo a la agitada máquina de la obtención de ganancias capitalistas, mientras explotan a profesores y personal cada vez más precarios. Los campamentos muestran un vistazo a la posibilidad de que existan universidades libres de estas ataduras: universidades abiertas a todos, verdaderamente accesibles a todos, que sean gratuitas y de calidad, que puedan acceder los hijos de trabajadores, donde a cada estudiante se le conceden los recursos para terminar sus estudios y donde el conocimiento producido en esas instituciones sirva los intereses de los trabajadores, los oprimidos y la sociedad en general, no los capitalistas y su impulso para destruir el planeta.
A medida que crecen los campamentos, estos cuerpos de autoorganización deben expandirse para incluir a todos los sectores representados en las protestas (incluidos los profesores, el personal y la comunidad) para asi responder a las circunstancias que cambian rápidamente y ampliar las posibilidades de las ocupaciones y las acciones que llevan a cabo para pelear por sus demandas. Con el beneficio de mantener el espacio físico, las ocupaciones tienen la posibilidad de servir como centros para organizar una amplia solidaridad en la lucha contra el financiamiento del genocidio en Gaza por parte del imperialismo estadounidense. El apoyo a Palestina sensibiliza a miles de personas en Estados Unidos, personas que están indignadas por la maquinaria imperialista, que protestan contra la represión policial y por el derecho a defender nuestros movimientos: asegurar su permanencia requiere unir a estos sectores en una lucha común.
Esto significa que estas asambleas y espacios de reunión no pueden ser únicamente órganos administrativos que toman y ejecutan decisiones basadas en las necesidades inmediatas y en quién está en el terreno cada día. Más allá de abordar cuestiones específicas del funcionamiento diario de la ocupación, estas asambleas podrían ser espacios para discutir cómo hacer avanzar el movimiento con propuestas audaces y un amplio apoyo. Esto requiere convertir las asambleas en lugares en los que los participantes debatan posiciones y propuestas con la mayor democracia y participación posible. Estas asambleas tienen que elegir representantes para coordinar la lucha en el campamento; serían responsables de organizar los pasos importantes que deben tomar los campamentos de acuerdo con las discusiones y deliberaciones de las asambleas, incluida la articulación de demandas y la negociación con los funcionarios universitarios. Estos representantes deben rendir cuentas ante las asambleas.
Los campamentos han surgido espontáneamente principalmente como resultado de los esfuerzos de las organizaciones universitarias que lideran acciones de solidaridad pro Palestina. Un paso hacia la expansión de la lucha que tiene lugar en los campus universitarios podría ser crear una red funcional del movimiento estudiantil que se dedique a discutir el camino a seguir para el movimiento, incluidas campañas comunes y un plan de acción para proteger al movimiento de la represión y pasar a la ofensiva con sus demandas. Esto podría facilitar acciones comunes entre campus de la misma región, así como de todo el país.
Está en nuestras manos coordinar la lucha por Palestina y contra el genocidio a nivel urbano, regional y nacional. Los estudiantes podrían discutir las razones por las que eso podría suceder, eligiendo representantes para reunirse con miembros y representantes de otros campamentos para discutir cómo implementar las decisiones votadas en asambleas, creando un plan de acción nacional para unificar y movilizar el apoyo a Palestina, no sólo entre los movimiento estudiantil pero que engloba a todos aquellos que se oponen al genocidio.
Esto último requiere iniciativas audaces en términos de expandir el movimiento, yendo más allá de los límites de los campus universitarios que, en última instancia, sólo representan una pequeña sector de la población que apoya a Palestina. En el espíritu de la Primera Intifada en Palestina y los levantamientos de los movimientos estudiantiles en la década de 1960, es necesario unir el movimiento estudiantil con el movimiento obrero y la clase trabajadora en general. Es esta unidad la que puede organizar el apoyo a Palestina y contra la complicidad de Estados Unidos en un genocidio a escala masiva, un genocidio que no puede ser silenciado fácilmente.
La solidaridad de los sindicatos de profesores y personal, así como del movimiento obrero más amplio en respuesta a la represión de los campamentos (además de numerosas declaraciones sindicales que piden un alto el fuego) apunta en esta dirección. Muchos de los activistas que participan en los campamentos o protestan junto a ellos en solidaridad probablemente pertenecen a sindicatos, dentro y fuera del mundo académico. Desde dentro de estos sindicatos –y probablemente en lucha contra sus direcciones con vínculos con el Partido Demócrata– las bases pueden movilizar sus lugares de trabajo para participar en las ocupaciones y organizar la solidaridad desde afuera, preparadas para movilizarse siempre que las ocupaciones enfrenten represión. y pedir al movimiento obrero en general que adopte una postura contra la represión estatal y contra el uso de su trabajo para librar una campaña asesina contra el pueblo de Palestina. Esto requiere espacios democráticos para que las bases organicen su solidaridad.
En los últimos años, la clase trabajadora ha adquirido una nueva conciencia sobre su poder para hacer funcionar la sociedad; Una nueva generación ha llegado a la conclusión de que podemos luchar por nuestros derechos cuando estamos organizados en nuestros lugares de trabajo y escuelas. Los campamentos pueden articular y amplificar estos cambios y dirigir el poder de la clase trabajadora y los movimientos sociales contra el sangriento régimen imperialista que oprime a la clase trabajadora y a los pobres en todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Palestina. Podemos fijar nuestros horizontes en recuperar nuestras universidades y desinvertir en Israel, sí, pero también en recuperar nuestro trabajo de este régimen sangriento, negándonos a producir y transportar las herramientas de la opresión israelí del pueblo palestino.
La expansión de los campamentos a universidades de todo el país y su respuesta a la inmensa represión por parte del Estado pueden cambiar cualitativamente el curso del movimiento por una Palestina libre. Ahora más que nunca, ante la inmensa represión por parte de las universidades y el Estado, es necesario expandir el movimiento y tomar en nuestras propias manos la organización de la lucha que se avecina. La unidad del movimiento estudiantil con el movimiento obrero podría asestar un duro golpe al orden mundial imperialista y allanar el camino para la lucha por una Palestina libre y socialista donde árabes y judíos puedan vivir en paz.
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