La rebelión contra los ataques del gobierno a la educación pública marcó un punto de inflexión en la historia reciente del movimiento universitario. Con dos marchas masivas, cien instituciones tomadas y cientos de asambleas comenzó a emerger un nuevo actor social. Aparecieron con protagonismo las universidades del conurbano bonaerense, muchas dando sus primeros pasos de organización. Nos proponemos hacer un primer análisis para el debate mirando desde la Universidad de La Matanza. Apuntes sobre las características de estas instituciones, sus estudiantes y las perspectivas para construir una verdadera "universidad de los trabajadores".
Territorio universitario
El surgimiento y expansión de las universidades del Gran Buenos Aires ha captado la atención de sectores políticos, sociales y académicos. Se trata de la creación de 16 universidades en dos etapas que van entre los años 1989-1995 y 2009-2016 [1], que cuentan en total con 367.000 estudiantes. [2] La extensión de la Educación Superior en Argentina tuvo un carácter público y ha sido una conquista del movimiento universitario. A pesar de que fue votada la Ley de Educación Superior en 1995, la cual habilitó la posibilidad de financiamiento arancelando el ingreso o haciendo convenios con empresas, no logró instalar un modelo privatista al nivel de otros países latinoamericanos como Chile o Brasil, gracias a la resistente defensa de la universidad pública.
Las universidades conurbanas han generado un profundo impacto social en sus comunidades y un sentido de pertenencia, alimentando la idea de progreso individual y las aspiraciones de movilidad social. Para miles de familias trabajadoras, tener un hijo en la universidad representa un motivo de orgullo y esperanza. Son, en muchos casos, la primera generación de estudiantes universitarios, y por ese motivo el discurso del gobierno de que “son para los ricos” despertó el rechazo con cientos de historias de vida que muestran lo contrario, con el legítimo sentimiento de defenderlas de los ataques. [3]
Sin embargo, esta expectativa se choca con la realidad del ajuste económico: muchos enfrentan situaciones de precariedad en sus hogares que reflejan dificultades para la permanencia y graduación. Como reconoce un reciente estudio de la Universidad de Hurlingham: "El primer resultado destacable es que, luego de controlar por la cantidad de población del municipio, los porcentajes de graduados universitarios y de personas que asisten a la universidad disminuyen significativamente a medida que aumenta el nivel de Necesidades Básicas Insatisfechas." [4] Según el mismo informe, actualmente en La Matanza, solo el 15.4 % de los jóvenes de 18 a 24 años accede a la universidad, siendo uno de los porcentajes más bajos de los municipios del conurbano con establecimientos universitarios en sus propios distritos.
Por su ubicación estratégica en zonas neurálgicas de la industria, el transporte y los servicios, y su particular composición estudiantil y también trabajadora, este movimiento estudiantil posee un potencial transformador. Los estudiantes son tanto hijos de obreros como trabajadores ellos mismos, o lo serán próximamente, y están posicionados en lugares estratégicos. Miles de jóvenes encontraron un espacio de organización colectiva durante el conflicto, muchas veces de forma autoconvocada (como fue en la mayoría de la Zona Oeste), haciendo asambleas, clases públicas y tomando universidades. Crearon iniciales lazos sociales entre ellos, lo que contrasta con la ideología individualista. Despertaron a la conciencia política enfrentando al gobierno e hicieron sus primeras experiencias de lucha. En el mismo momento que estaban en conflicto los profesores y no docentes, con la pelea de la salud pública, como los despidos en el Hospital Posadas, de Aerolíneas Argentinas y de los jubilados. La organización de esta confluencia podría ayudar a superar la fragmentación social y las divisiones que hay hoy en nuestra propia clase trabajadora (que las propias burocracias sindicales y de los centros de estudiantes fomentan) fortaleciendo el vínculo con el territorio y las comunidades en lucha. Si consideramos la perspectiva de huelga general como forma de derrotar todo el plan de ajuste que nos está asediando, este potencial de unidad es muy significativo.
Implantadas en zonas de grandes distancias y profundas desigualdades sociales y económicas, las universidades del conurbano bonaerense son espacios de producción de conocimiento con múltiples vínculos en el territorio. En el reciente conflicto universitario, mientras los estudiantes, docentes y no docentes, con un gran apoyo popular, luchaban por defender la universidad, sus rectores negociaban el ajuste con el gobierno (que pagaron principalmente los docentes, cuestión que a su vez afecta la calidad educativa). El presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), organismo que aglutina a los rectores de todas las universidades nacionales, cínicamente declaró a DiarioAR que "lamentablemente los salarios este año no se van a poder recomponer; le hicimos pagar el ajuste a los trabajadores universitarios". Días más tarde en Infobaese pronunció contra las tomas planteando que “abrieron un panorama de cierto desgobierno durante un par de semanas”.
Una ciudad dentro de la ciudad
Estas universidades mientras contribuyen con proyectos de interés social en áreas como medioambiente, salud y educación son instituciones inmersas en una sociedad de clases, en un contexto de recortes educativos, ajuste económico y precarización laboral. Sus proyectos no se realizan desde un punto de vista de cuestionar la producción y reproducción social, sino con la intención de regular el capitalismo desde el Estado. Las autoridades universitarias, radicales y peronistas vienen siendo cómplices de los ajustes del gobierno y el FMI.
La Universidad de La Matanza representa un ejemplo de estas características que podrían ponerse en debate. Con una significativa matrícula que hoy supera, según las autoridades, los 70.000 estudiantes, fue fundada en 1989 durante el menemismo de la mano de Alberto Pierri, empresario y dueño de Telecentro. El rector Daniel Martínez, también de extracción peronista, preside desde 1998 una institución que funciona como un espacio de socialización, deporte, cultura y educación que la comunidad siente como propio, pero también como centro de poder del distrito, con gran influencia política y mediática (a través del sistema de medios propio "1Digital"). Cuenta con la presencia de derechistas y funcionarios del gobierno de Milei, como Rodolfo Barra, Cuneo Libarona y el ex decano de Derecho Alejandro Finocchiaro. [5]
¿Qué prácticas caracterizan su gestión? Opera con un régimen anti-democrático desde hace más de treinta años: con la proscripción de listas opositoras en las elecciones para los órganos de gobierno universitario donde los estudiantes tienen solo tres representantes [6], los estatutos antidemocráticos del centro de estudiantes, vinculado directamente al rector, la manipulación de resultados electorales, el no reconocimiento de los ingresantes como estudiantes. Para mantener este orden, el rector no dudó en recurrir a la violencia con su patota de seguridad contra los estudiantes que querían defenderla e incluso atacó su organización públicamente en los medios tradicionales de comunicación. Mientras la conducción del centro de estudiantes, la peronista Liga Federal Universitaria, está integrada al régimen de Martínez y no convocó una sola asamblea para ponerse a disposición de la lucha. ¿Qué relación hay entre esta ubicación frente a los ataques, un régimen y un centro de estudiantes profundamente antidemocrático y la orientación social del conocimiento que se produce en la universidad?
En el marco de la Ley de Educación Superior (auspiciada por el Banco Mundial), las universidades tienen una parte orientada a las demandas del mercado capitalista. La secretaría de Extensión Universitaria de la UNLaM ofrece "Servicios Empresariales" como si fuera una agencia, con el objetivo de "implementar las nuevas técnicas y exigencias del mercado laboral y empresarial". [7] El Centro Universitario Pyme de la está en función de esa perspectiva. La institución ha tejido una extensa red de convenios con más de doscientas empresas, incluyendo multinacionales como Mercedes Benz, Peugeot, Pirelli, Techint y Acindar. En el Polo Tecnológico de la UNLaM las empresas operan directamente dentro del predio de la propia universidad. [8] Esta presencia directa no está orientada a la producción de conocimiento científico con fines sociales y en función de las necesidades de la mayorías, sino a la búsqueda de rentabilidad, una apropiación privada del conocimiento colectivo.
Como parte de esta orientación la UNLaM opera como intermediaria de trabajo precario a través de su sistema de pasantías. Un estudiante dió testimonio de sus condiciones en una empresa metalúrgica: "el único vínculo con un docente fue un correo electrónico" y "reemplacé a una administrativa con 20 años de experiencia". Con un salario de $330.000, describió que "la pasantía era renovable cada dos meses" y que "el trabajo no incluía aguinaldo ni indemnización por despido". También significativo fue su relato sobre el call center que funcionaba dentro del predio universitario, donde "debíamos darnos de alta facturando como monotributistas con el domicilio de la facultad" y "atender unas 60 o 70 llamadas por hora". Es llamativo que ni esta información ni ninguna otra respecto a los convenios con empresas sea accesible al público.
¿El inicio del despertar político de los estudiantes que cuestionan y exigen democracia estudiantil puede también cuestionar al servicio de qué están puestos nuestros conocimientos?
Gramsci en el Conurbano
Desde la teoría marxista de Gramsci el concepto de Estado integral sostiene que, además de la represión, el mismo también tiene herramientas de consenso para mantener la hegemonía de la clase dominante. Se trata del Estado organizando el consenso (muchas veces forzado), algo que tiene presencia en el Gran Buenos Aires con una red de instituciones y organizaciones que funcionan como un entramado de contención y control social. En el territorio, ejemplos de esto son las organizaciones no gubernamentales (ONG), sociedades de fomento, iglesias, etc. Pero ¿Cómo se puede aplicar este concepto en las universidades del conurbano? Las universidades públicas son una conquista que expresa una relación de fuerzas, y su defensa fue y es una bandera histórica del movimiento estudiantil. Lo que Milei llama “privilegios” de determinados sectores de trabajadores y populares, en realidad son conquistas que se han obtenido con años de lucha y organización.
Pero estas instituciones son usadas por la clase dominante para fomentar el consenso mediante la promoción de un proyecto de progreso individual y desarrollo capitalista regional. Por otro lado así como el control del Estado se manifiesta en la cooptación y corrupción de los líderes sindicales y sociales (burocracias que “organizan” la vida de la sociedad civil), en el caso de las universidades se ve en la integración de las conducciones de los centros de estudiantes a la voluntad de los decanos y rectores.
Frente a este Estado Gramsci planteó el concepto de "guerra de posición" que puede ser utilizado como una de las formas de lucha de una estrategia revolucionaria. En sus Cuadernos de la Cárcel, argumenta que en las sociedades occidentales modernas, donde el Estado ha desarrollado una compleja red de instituciones y mecanismos de control, la lucha por el poder de los trabajadores y el pueblo requiere una batalla más difícil por construir una hegemonía propia. En el movimiento estudiantil se plantea como primera tarea fundamental la necesidad de conquistar la independencia política de los centros de estudiantes, tanto de las autoridades universitarias como de los gobiernos, y proponerse forjar una alianza con la clase trabajadora. La novedad del actor social que es estudiante y trabajador es un punto de apoyo para buscar esta unidad.
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Por la presencia emergente del movimiento, con las características que tiene y la historia de lucha por la Educación Pública, se puede revolucionar los centros de estudiantes desde abajo mediante la conquista y arraigo de posiciones independientes como asambleas, cuerpos de delegados por curso, comisiones por carrera, asambleas interfacultades, interclaustros, etc. Aclaremos no se trata de "ganar espacios" en áreas de gestión de decanatos y departamentos, sino de establecer puestos de lucha desde donde pelear por recuperar los centros, democratizar la universidad (con un gobierno universitario tripartito de mayoría estudiantes, con docentes y no docentes, elegidos por voto directo donde cada persona tenga un voto), conquistar un financiamiento que incluya salario y condiciones de trabajo (en las universidades del conurbano los docentes suelen estar bajo un régimen de contratación precario) pero que el mismo esté bajo la gestión y control de los estudiantes, docentes y no docentes, así como impulsar la articulación y coordinación con otros sectores que enfrenten el ajuste en la zona [9].
Esta propuesta implica dar una pelea ideológica por la libertad de cátedra y poner a la ofensiva las ideas del marxismo, para pensar una perspectiva revolucionaria y de transformación radical de la sociedad de clases. Del cuestionamiento de la universidad de clase, a la crítica de la sociedad de clase, donde el conocimiento esté puesto en función de las grandes mayorías, con la perspectiva de una sociedad colectiva donde los trabajadores planifiquemos democráticamente la economía. En la actualidad, tenemos ejemplos puntuales como el proyecto de Eficiencia Energética de la Universidad de José C. Paz con la Cooperativa Madygraf [10], donde los trabajadores plantean soluciones concretas para enfrentar la crisis ambiental, vinculando el conocimiento técnico con las necesidades sociales. Este tipo de iniciativas no sólo buscan la implementación de energías renovables y sistemas de gestión energética, sino que también constituyen una pequeña muestra de cómo a partir de la planificación democrática en una fábrica se pueden pensar alternativas sustentables frente al modelo extractivista predominante. También podemos imaginar, por ejemplo, cómo desarrollar desde las carreras de Ingeniería Industrial un plan de reducción de la jornada laboral en grandes empresas (¿duplicar los puestos de trabajo en la planta que quiere ampliar Mercado Libre en el Mercado Central?) o cómo desde Arquitectura diseñar proyectos de viviendas y urbanización financiados mediante impuestos a las multinacionales de La Matanza, donde hay una emergencia habitacional de más de 140 barrios populares.
La rebelión universitaria hizo visible al movimiento estudiantil como un actor social naciente. Este es apenas el despertar del gigante, los primeros pasos de un movimiento que promete sacudir los cimientos. La agrupación En Clave Roja (Juventud del PTS + independientes), que es parte de múltiples luchas desde hace muchos años en la UNLaM, que fue parte de la organización y que aportó toda su fuerza a desarrollar esta pelea en curso, se propone consolidar las experiencias de organización, profundizar la coordinación con otros sectores organizados, y avanzar en la disputa por el conocimiento, cuestionando la universidad de clases y la sociedad de clases. La lucha recién comienza por una verdadera universidad de los trabajadores que ponga en pie la fuerza heredera del Cordobazo de 1969.
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