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¿Y si la clase media deja de sostener al Partido Comunista Chino?

Juan Chingo

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¿Y si la clase media deja de sostener al Partido Comunista Chino?

Juan Chingo

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La pesadilla del confinamiento en Shanghái y la continuidad de sus efectos

Como escribimos, el confinamiento estricto por más de dos meses en Shanghái fue un calvario para los habitantes de la ciudad, que acaparó titulares en todo el mundo por su severidad, quizá la medida de control más draconiana registrada en cualquier lugar durante la pandemia. Durante el cierre, los niños que dieron positivo en la prueba de COVID-19 fueron separados de sus padres; se instalaron vallas para restringir la circulación de las personas; las autoridades sacrificaron a las mascotas cuyos dueños dieron positivo; trabajadores vestidos de blanco entraron en los departamentos de los residentes para rociar desinfectante sin su consentimiento; y se cree que al menos 200 personas murieron, no debido al COVID, sino a la falta de acceso a los hospitales. Pero como da cuenta Nikkei Asia “…aunque el bloqueo terminó oficialmente el 1 de junio, las cicatrices psicológicas aún no han sanado. Wang Qing, una artista de Shanghái, dijo a Nikkei que cree que sigue sufriendo un trastorno de estrés postraumático y que ha empezado a padecer insomnio y a acaparar comida compulsivamente…Algunos de los que fueron trasladados a la fuerza a campos de cuarentena improvisados gestionados por la ciudad, conocidos como hospitales fang cang en toda China -un requisito para cualquiera que diera positivo durante el confinamiento- siguen aterrorizados cada vez que oyen un golpecito en la puerta. “Me he vuelto bastante sensible después de estar aislado en un centro de cuarentena”, dijo el Sr. Xia, un estudiante universitario de Shanghái que fue enviado a un campo de cuarentena durante el bloqueo y que sólo dio su apellido. “Tengo miedo de que llamen a la puerta. No me atrevo a leer noticias en Internet. A veces, no puedo evitar hablar solo, y mis mensajes están llenos de errores al escribir” [1].

Igualmente, los efectos se hicieron sentir en la cadena de producción. Shanghái y sus alrededores son claves en la cadena de suministro tecnológico mundial. Si tomamos el caso de Apple, la ciudad no sólo alberga el centro de producción más importante de MacBooks, sino también una importante base de fabricación de iPhone. La ciudad alberga una Gigafábrica de Tesla y se ha convertido en un ecosistema para una serie de componentes electrónicos vitales utilizados por gigantes tecnológicos mundiales como Dell y HP, desde la fabricación y el ensamblaje de chips hasta placas de circuitos impresos, piezas acústicas y componentes de potencia. En especial, el duro confinamiento afectó la capacidad de los trabajadores para fabricar, y ende a toda la cadena de suministro. La gestión y el bienestar de decenas de miles de trabajadores aislados en un mismo lugar se convirtieron en un gran reto para muchos proveedores durante los estrictos cierres en la zona del Gran Shanghái, que incluye las ciudades cercanas de Kunshan y Suzhou en la provincia de Jiangsu y es uno de los mayores centros de fabricación de productos electrónicos del mundo. La misma revista de noticias citada anteriormente entrevistó a Tony Tseng, un ejecutivo de suministros de Apple que pidió hablar bajo seudónimo: “Lo más aterrador de esta ola omicrónica no es el virus, sino el temible ambiente que se extiende entre nuestros empleados y trabajadores”. La fábrica de Tseng en Shanghái, que alberga a más de 25.000 trabajadores, se encerró a principios de abril. Más de 40 empleados mostraron signos de trastorno mental. Añadió que uno de sus trabajadores incluso empezó a decir que era Xi Jinping, rompiendo equipos en la fábrica y volviéndose agresivo con las enfermeras. Las pruebas COVID obligatorias organizadas por las autoridades locales fueron otro desafío mental y físico. “Más del 50% de los empleados fueron enviados a campos de cuarentena administrados por la ciudad durante el confinamiento”, dijo Tseng. “Algunos de ellos incluso entraron en las instalaciones dos veces. Fue una experiencia extremadamente traumática”. El ejecutivo de suministros añadió que, desde la reapertura de Shangái, varios de sus colegas han solicitado terapia. “La reanudación de la producción no es nuestra prioridad número uno ahora, lo es la salud mental de nuestros empleados. ... Tenemos que cuidar de ellos, y lo fundamental es que no podemos permitir que nadie muera a causa de esta presión” [2].

COVID cero y ajustes en los ingresos: el contrato con la clase media se está resquebrajando

En junio después de este calvario, la mayoría de los 25 millones de habitantes de la ciudad salieron por fin de sus edificios intentando reencontrar una vida normal. Sin embargo, de forma creciente muchos ciudadanos de clase media se plantean la posibilidad de marcharse. Se preguntan si Shanghái tiene todavía un futuro brillante y si la ciudad puede conservar su dinamismo característico. El Financial Times nos informa del estado de ánimo de este franja de la población:

Durante décadas, la creciente clase media china sólo tenía una opción para salir adelante: neijuan, o unirse a la carrera de ratas de la implacable competencia. Luego, el año pasado surgió una sorprendente variedad de resistencia entre los jóvenes: el tangping, o ponerse en posición horizontal (Lying flat, en inglés) que consiste en hacer sólo lo mínimo para llegar a fin de mes. Ahora, tras el retorno de los agotadores confinamientos bajo la política de cero COVID del presidente Xi Jinping, ha surgido una tercera tendencia: el runxue, el estudio de cómo salir de China para siempre. A finales de marzo, cuando más de 300 millones de personas se vieron sometidas a nuevas restricciones, las búsquedas en la plataforma WeChat de Tencent sobre "cómo mudarse a Canadá" aumentaron casi un 3.000%, según un estudio del grupo de expertos estadounidense Council on Foreign Relations (CFR). A principios de abril, las búsquedas en WeChat sobre inmigración aumentaron más del 440%. Los consultores de reubicación en China y en el extranjero dicen que también se vieron afectados por un torrente de llamadas telefónicas y correos electrónicos. El fenómeno runxue pone de manifiesto que los chinos de a pie están profundamente frustrados. Sus libertades cotidianas dependen de los resultados de las pruebas obligatorias de Covid-19, que a menudo se realizan cada 48 o 72 horas. Sus mentes están ocupadas por los riesgos inmediatos de la estricta cuarentena en instalaciones estatales, separados de sus familias, así como por ansiedades más profundas sobre la seguridad del empleo y la caída de los ingresos de los hogares mientras la economía se tambalea al borde de la recesión” [3].

Los cambios en la actitud de los habitantes de Shanghái son de más sorprendentes después de la conmoción por el confinamiento. Así, anteriormente, muchos culpaban a los funcionarios locales por la desordenada aplicación de las restricciones de cero COVID. Ahora, según una investigadora citada en el mismo artículo del Financial Times, “… la mayoría simpatiza con aquellos ‘atrapados’ de hacer cumplir la burocracia, "un reconocimiento de cuán impotentes son todos bajo las políticas centrales", dice ella. Desde la política del hijo único, una estrategia nacional no había afectado a casi todos los individuos de China. Atrapados en una red de normas de bloqueo imprevisibles y caóticas, muchos chinos sueñan ahora con una huida permanente. La misma investigadora dice: “Para muchas élites, la emigración había sido una opción viable y popular mucho antes de los cierres”. “Pero el repentino aumento del interés indicado por los motores de búsqueda y las consultoras de inmigración nos indica que una población mucho mayor, probablemente de clase media, está empezando a considerarlo tras el cierre. Buscan una solución a largo plazo, no temporal, a su insatisfactoria vida en China”.

Esto no significa que la gran mayoría de la clase media china pueda traducir su deseo en la práctica, en gran parte debido a la realidad económica y los estrictos controles fronterizos. Pero cuanto más tiempo persista la política de "COVID cero", más se arriesgan los dirigentes a que se resquebraje el "contrato social" del Partido Comunista Chino con la sociedad china, especialmente con la creciente clase media urbana, a la que el partido ha conseguido mantener de su lado hasta ahora.

Y el riesgo es cada vez mayor pues el aliciente económico se está debilitando. Como dice el Financial Times:

Muchos economistas esperan que el producto interior bruto de China se contraiga este trimestre, la segunda vez que entra en territorio recesivo en 30 años. Las previsiones de crecimiento para todo el año se han revisado a la baja hasta el 4%, la mitad del 8,1% registrado el año pasado, y por debajo del objetivo de Pekín del 5,5%, que ya era el más bajo en tres décadas. La consiguiente reducción del nivel de vida se extiende desde los trabajadores mal pagados hasta las clases profesionales y los directivos de las compañías. Eko, un profesional de la industria de la exportación que trabaja en una multinacional en Changsha, en el centro de China, afirma que “la mayoría de mis amigos están experimentando un descenso de sus ingresos y un aumento de las presiones financieras, incluidos los empleados del gobierno. Andy Zhu, un programador informático de 30 años afincado en Shenzhen, el centro tecnológico del sur de China que fue bloqueado brevemente en marzo, afirma que, mientras se ha producido "un impacto masivo en todas las industrias”, él se ha visto forzado personalmente a replantearse cómo gestiona sus propias finanzas. “La pandemia me ha hecho tomar conciencia de las recesiones.... tenemos que ahorrar más”, afirma. Una contable de 24 años de la ciudad oriental de Nanjing, que pidió no ser nombrada, espera que sus ingresos se reduzcan a la mitad este año debido a la recesión. El plan de sus padres de comprar un coche nuevo se ha congelado recientemente [4].

Y esto sin hablar del aumento de la inflación, a la vez que la normalización de la actividad económica en Shanghái no conducirá a la misma recuperación en forma de V como fue el caso en 2020. Las diferencias con esa potente recuperación se deben a que el confinamiento actual se produjo durante lo que ya era un ciclo económico descendente y sobre todo a que el estímulo ha sido mucho más débil en esta ronda que en la de 2020. Esta cautela de las autoridades económicas está ligada a que el Banco Popular de China (PBOC) no puede bajar drásticamente los tipos de interés durante un agresivo ciclo de endurecimiento de la Reserva Federal estadounidense. El temor al escenario de salidas de capital de 2015 pesa mucho en el cálculo del PBOC.

Por su parte, muchas pequeñas y medianas empresas (PYMES) no se recuperaron del todo del anterior cierre y ahora están en peor forma que en 2020. Según una encuesta nacional, cerca del 40% de las PYMES sólo tienen efectivo suficiente para un mes de operaciones. Más preocupante, el desempleo entre los trabajadores de entre 18 y 24 años ha alcanzado una cifra récord del 18,4%. Según el Financial Times: “El aumento del desempleo juvenil ya ha colocado a China al mismo nivel que Eslovaquia y Estonia. El problema se agravará pronto, ya que en las próximas semanas se graduarán más de 10 millones de estudiantes universitarios”.

Hartazgo con los mecanismos de disciplinamiento

En los últimos años, en especial desde el arribo de Xi Jinping y su creciente bonapartismo como respuesta a las dificultades y contradicciones de la restauración capitalista en China, la burocracia central fue amalgamando de más en más un estilo tecnocrático moderno, que ha caracterizado y prevalecido en la era china posterior a Mao, con el impulso de “campañas gestionadas” como un poderoso método de gobierno, aunque este método de gobernabilidad de origen maoísta nunca desapareció en el periodo posterior a 1978. La campaña de COVID cero llevo el uso de estas últimas al paroxismo.

Como explica Dan Macklin:

En teoría, el enfoque de ‘cero COVID’ de China es una política descendente del gobierno central del presidente Xi Jinping. En realidad, la tarea de interpretar y aplicar la política recae en gran medida en los agentes de gobiernos subnacionales. Esto ha llevado al Partido Comunista Chino (PCC) a revitalizar su tradicional técnica de gobernabilidad por la base de la movilización de masas…Evolucionando a partir de las “campañas de masas” revolucionarias de Mao Zedong, el Estado chino moderno sigue movilizando a sus cuadros y ciudadanos de base. Sin embargo, más que tratar de remodelar la ideología como en el pasado, el objetivo de la movilización actual es sobre todo reformar la forma en que la gente se comporta en público, como han analizado estudiosos como Elizabeth Perry…En la vanguardia de esta movilización se encuentran los niveles más bajos del gobierno urbano de China -comités de vecinos y oficinas de subdistrito-, así como miembros del PCC y voluntarios locales [5].

Podríamos decir que el régimen “oriental” de China basado en una gran centralización estatal –donde se concentra su carácter represivo– se complementa con una dimensión disciplinaria a la Foucault, es decir configuraciones del poder y el saber que moldean al sujeto.
Pero el celo con las burocracias locales aplicó las directivas del Gran Mandarín han dado lugar a una serie de “excesos” [6] que, si bien luego son temporalizados para evitar una explosión social [7] han dado lugar a un cierto hartazgo y perdida de eficacidad de tal método de control social.

Pareciera que esta interferencia estatal cada vez mayor en la vida cotidiana, está cristalizando broncas acumuladas, así como mayor descontento. Un ejemplo:

Joy Zhou, de 23 años, que trabaja en una organización no gubernamental de Pekín, tiene previsto trasladarse a Canadá en los próximos uno o dos años para estudiar y espera establecer allí su residencia permanente. Zhou empezó a pensar en mudarse al extranjero el año pasado para experimentar la vida en un nuevo entorno cultural. Ahora, tiene una sensación de urgencia. “Irse no es sólo por la pandemia. No me identifico con el 80% de los valores sociales dominantes aquí”, dijo, señalando su preocupación por los derechos de las mujeres, el trato a los trabajadores y la cada vez más limitada libertad de expresión en China. “Este sistema es, sin duda, retrógrado. La gente parece haber aprendido a sobrellevar la vida en un sistema irracional, pero ¿mejorarán nuestras vidas algún día?” [8].

Uno más:

…los internautas, tanto mayores como jóvenes, publican extensos y detallados artículos sobre la logística y los tecnicismos de la emigración, a pesar de que es poco probable que actúen según esos consejos. Discutir la posibilidad de emigrar se convierte en una forma de fantasía y de desahogo. “La gente siente que el runxue es una forma no sólo de imaginar una vida diferente. Es una forma de imaginar su autonomía”, dice Xiang, del Instituto Max Planck. “Es una forma de expresar la ira, la impotencia y la desilusión”.

Una última:

Una de mis amigas de Shanghai, que desde hace tiempo mantiene una postura progubernamental, describió su actitud durante el cierre como si hubiera pasado “de la impotencia a la decepción y a la desesperación”. Zhang Qiang, un médico de Shanghai convertido en empresario, dijo que hasta el cierre no creía las historias sobre la hambruna de 1959-61 causada por el Gran Salto Adelante, en la que decenas de millones de chinos murieron de hambre; ahora entendía que “puede haber escasez de alimentos incluso en Shanghai” [9].

Y como afirmamos a lo largo de este artículo, la desesperación toca a sectores hasta ahora beneficiados por las reformas, base social central del régimen que le permite establecer una capa de plomo reaccionaria sobre los trabajadores y en especial los migrantes, los verdaderos responsables del milagro chino. Este último ejemplo es elocuente:

En la mayoría de los casos, Zhu Aitao lo tiene todo. Ahora está dispuesta a dejarlo todo atrás. Esta mujer de 35 años, originaria de la provincia china de Shandong, vive en el distrito más rico de Pekín con su marido -su novio del instituto- y sus dos hijos pequeños. Son dueños de su casa y de dos coches, un BMW y un Lexus. Ambos tienen trabajos estables: Zhu se encarga de las relaciones públicas en una multinacional del automóvil, mientras que su marido escribe en un diario gubernamental. Harta de que sus vidas estén dictadas por las medidas de la pandemia –los frecuentes y repentinos cierres, las interminables rondas de pruebas masivas y la constante incertidumbre–, Zhu espera trasladar a su familia a Tailandia lo antes posible y, finalmente, emigrar a Europa o Estados Unidos. “Me siento como si tuviera un colapso emocional”, dijo. “Me siento impotente. Es como si un padre autoritario te dijera que todo esto es por tu bien. Solo tienes que escuchar. No hagas preguntas” [10].

Una cuestión decisiva: ¿el fin del optimismo de las elites?

La gravedad del cierre de Shanghái y la tendencia creciente de los controles políticos están erosionando el optimismo a largo plazo entre las élites chinas, dando origen a una importante pérdida de fe que puede perjudicar el desarrollo económico del país. Las conjeturas y las ironías están creciendo. Los shanghaineses han especulado posteriormente con que Pekín impuso el duro cierre como una especie de lucha de facciones contra los políticos de Shanghái, que abogan por un control más favorable a las empresas y menos estricto del COVID que el gobierno central. Mas cínicamente, han bromeado con que encerrar a todo el mundo en casa, tanto a los ricos como a los pobres, era la forma que tenía el máximo dirigente Xi Jinping de lograr la “prosperidad común” de la ciudad.

Hasta ahora, una de las grandes razones para que los extranjeros y muchos chinos permanezcan en el país es la creencia de que China sigue siendo una historia de crecimiento magnífica durante la próxima década. Sin embargo, empiezan a surgir dudas en medio de la ralentización del crecimiento, los niveles históricos de desempleo juvenil, un sistema político se ha vuelto más rígido y resistente al cambio que nunca, la falta de una estrategia de salida del planteamiento de cero COVID [11] y un riesgo geopolítico creciente después de la invasión de Ucrania y el peligro de Taiwán en el marco de un entorno internacional más incierto.

Lejos de radar de la opinión pública internacional por la guerra en Ucrania, las perspectivas chinas se están ensombreciendo. ¿Marcará el duro confinamiento de Shanghái y sus persistentes secuelas un punto de inflexión de la opinión pública, en especial la clase media en relación con su apoyo a las autoridades del país? No lo sabemos, pero como hemos intentado demostrar en este articulo los síntomas son preocupantes para la burocracia de Pekín. Observando desde lejos, una residente china en Londres que da consejos gratuitos a cualquiera que desea trasladarse a Gran Bretaña con citas reservadas hasta noviembre y gente en lista de espera, afirma: “Puedo sentir que muchos de aquellos con los que hablé se hacían ilusiones sobre el sistema en su país. Tras el cierre de Shanghái, esas ilusiones se hicieron añicos. Se dieron cuenta de que, si quieren vivir libremente, tienen que salir de allí” [12].

Lo que está claro es que, aunque el runxue no ha desencadenado una migración masiva [13], es una muestra grave de un pesimismo más profundo en China. Como dice este ciudadano, originario de la provincia de Hebei, que obtuvo la residencia permanente en Japón el año pasado y ahora dirige una empresa de comercio electrónico en Osaka: “Definitivamente, esto no es un fenómeno normal, ni es algo de lo que se hablaría mucho en una sociedad sana” [14]. Que mucha gente en China está comparando ahora esta crisis con algunos de los días más oscuros bajo el gobierno del Partido Comunista, muestra lo mucho que está en juego.


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NOTAS AL PIE

[1“Inside Shanghai’s COVID lockdown nightmare”, 22/6/2022.

[2Ídem. La misma revista cuenta que “Un ejecutivo de otro proveedor de Apple, cuyas instalaciones en Shanghái emplean a unos 10.000 trabajadores, dijo que alrededor del 10% de su personal que no vivía en los dormitorios del lugar tenía prohibido salir del recinto de la fábrica cuando se anunció el cierre sin previo aviso; no se les permitió ir a casa para prepararse o recoger sus pertenencias personales. Según el directivo, muchos creyeron que el cierre sorpresivo sólo duraría unos días. Los trabajadores a los que no se les permitió ir a casa se vieron obligados a pasar la noche en la fábrica: "[Los empleados] tuvieron que dormir en el duro suelo de la planta... Eso no es algo que la gente normal pueda soportar", dijo, y añadió que los suministros, como toallas y mantas, eran muy limitados. “Si te quejas de todas las molestias a las autoridades, las cosas podrían empeorar”, dijo el ejecutivo. “Tienes que tener cuidado o los funcionarios podrían desplegar normas y revisiones aún más duras contra tu planta”.

[3“Covid in China : Xi’s fraying relationship with the middle class”, 27/06/2022.

[4Ídem.

[5“China’s Risky Revival of Mao-Era Grassroots Mobilization Methods”, 07/06/2022.

[6Como dice Macklin : “En Shanghái y en otros lugares, los funcionarios locales han gozado de una considerable autoridad para interpretar la política desde arriba, siempre y cuando contribuyan a la causa general del COVID-19. Pero este enfoque único ha llevado a algunos cuadros a tomar medidas excesivas y de mano dura, desde la pulverización indiscriminada de desinfectante hasta la construcción de barricadas e incluso el sacrificio de animales domésticos. Los informes anecdóticos sugieren que algunos comités de residentes han prolongado los cierres locales violando las directrices oficiales”.

[7En el mismo artículo de Macklin se puede leer que “como han escrito Ching Kwan Lee y Yong Hong Zhang, la centralización del poder en China significa que el malestar social siempre debe dirigirse al Estado como fuente y solución de los trastornos y privaciones de la población. En su opinión, estas condiciones han conducido a una estrategia de “autoritarismo negociado”, por la que las autoridades locales ofrecen incentivos para mantener a los ciudadanos en paz y, de este modo, mantener la estabilidad. En el marco del COVID-19, estos incentivos han adoptado la forma de subsidios de desempleo para los trabajadores despedidos y desgravaciones fiscales para las empresas cerradas”.

[8“‘Zero covid’ has many in China dreaming of leaving”, The Washington Post, 15/06/2022.

[9“The Collateral Damage in China’s COVID War: Are Beijing’s Harsh Measures Undermining Its Hold on Power?”, Foreign Affairs, 17/05/2022.

[10Ídem 8.

[11“‘En todas partes de China, las empresas viven ahora con una espada de Damocles que pende sobre sus cabezas: en cualquier momento, la producción puede ser interrumpida en función del riesgo sanitario y de las restricciones decretadas por las autoridades celosas de aplicar una estrategia dictada por el líder Xi Jinping. China se ha vuelto totalmente imprevisible’, se lamenta un industrial francés sobre el terreno. ‘Antes, sabíamos hacia dónde iba el país, con planes estratégicos claros y reglas de juego relativamente conocidas. Con el cierre de Shangái y otras cuencas industriales, comprendimos que las autoridades políticas eran capaces de decretar la muerte de nuestro negocio. Y si mañana hay otra crisis, ¿nos matarán por segunda vez?’ Hace un año, las multinacionales ya se vieron sorprendidas al verse obligadas a detener la producción sin previo aviso debido a la escasez de electricidad”.

[12Ídem anterior.

[13Otra cosa es en relación a la población extranjera de Shangái. Su población de trabajadores extranjeros era de 164.000 en 2020, casi tres veces la cifra de Pekín. No se dispone de estadísticas más recientes, pero está claro que muchos extranjeros ya se han marchado de Shangái, y pocos estarán deseosos de un puesto de trabajo allí durante un tiempo. Según se dice, los ejecutivos extranjeros no están dispuestos a comprometerse con nuevas estancias en China, o están cortando sus contratos antes de tiempo. La Cámara de Comercio Alemana ha publicado una encuesta en la que se indica que el 28% de los empleados extranjeros tiene previsto abandonar China debido a sus políticas de COVID. Otra señal de problemas es que un gran número de profesores extranjeros de las escuelas internacionales de Shangái han dimitido. Sin estas escuelas, los directivos extranjeros con familia encontrarán en China un destino poco atractivo. Dicho esto, no significa que las empresas occidentales vayan a deshacer sus operaciones en China: ninguna otra región puede sustituir el tamaño de su mercado o sus capacidades de producción a corto plazo. En cambio, significará operaciones más localizadas, con una gestión compuesta principalmente por ciudadanos chinos, y menos inversiones nuevas incrementales. Apple no redujo realmente su dependencia de la fabricación en China después de la guerra comercial del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero ahora está diciendo a los proveedores que trasladen más producción a la India y al sudeste asiático.

[14Ídem.
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Juan Chingo

Integrante del Comité de Redacción de Révolution Permanente (Francia) y de la Revista Estrategia Internacional. Autor de múltiples artículos y ensayos sobre problemas de economía internacional, geopolítica y luchas sociales desde la teoría marxista. Es coautor junto con Emmanuel Barot del ensayo La clase obrera en Francia: mitos y realidades. Por una cartografía objetiva y subjetiva de las fuerzas proletarias contemporáneas (2014) y autor del libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Communard e.s, 2019).