El ataque al expresidente de Yemen, Saleh, por los houthies abre una crisis para dar una salida negociada a la guerra civil. Mientras las tensiones entre Riad y Teherán se recrudecen.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Miércoles 6 de diciembre de 2017 11:32
Este lunes el comboy del expresidente Ali Abdalá Saleh sufrió una emboscada al sur de Saná por milicianos huothíes (chiítas) con un lanzagranadas y ráfagas de balas. Su muerte fue confirmada por el Congreso General Popular (CGP), partido que dirigía Saleh.
Luego su caída en 2012 por las manifestaciones de la Primavera Árabe, Saleh estableció con los houthíes una alianza político-militar que duró hasta este sábado. El ataque fue producto de esta ruptura. Saleh estaba buscando vías de diálogo con la coalición militar liderada por Arabia Saudita para encontrar una solución a la guerra civil que atormenta al país desde hace más de dos años.
Los houtíes son un movimiento que adhiere a una rama islámica de tradición chiita, los zaydíes, pero que ha tenido una antigua colaboración con sus vecinos suníes.
A pesar de estos lazos entre zaydíes y suníes, en la década del 90 un sector zaydí encabezado por Hussein al-Houthi (de ahí el nombre Houties) se constituye como movimiento para intentar frenar la política de Arabia Saudita de penetrar ideológicamente con el wahabismo (o salafismo, como rama extrema del sunísmo) entre los jóvenes del norte de Yemen. Tras el asesinato de Houthi en 2004, su movimiento se fortalece en todo el norte de Yemen y si bien mantienen lazos con sunitas enfrentan al salafismo de Arabia Saudita.
Los zaydíes, las principales familias e incluso la del expresidente Saleh de origen sunita, tutelaron los lugares santos y las rutas de caravanas en común durante siglos en el norte Yemení.
Con la unificación de Yemen en 1990 bajo el gobierno de Saleh, este intentó ponerle un freno al ascendente movimiento de los Houtíes por medio de persecuciones y represión, mientras que mantuvo "a raya" los intentos separatistas del sur del país.
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Tras una escalada de violencia constante desde 2004, en 2011 las movilizaciones de la primavera árabe derrocaron al gobierno de Saleh, dando origen a una primero incipiente y luego feroz guerra civil, la que da un salto cualitativo con la intervención abierta de una potencia militar regional como Arabia Saudita en 2014, que apoyó la caída de Saleh y reconoció como nuevo presidente al hasta ese momento vicepresidente Hadi.
Este intervención abierta de Arabia Saudita permitió un acuerdo de compromiso entre el movimiento de los Houtíes y Saleh, que quedaron con el control del norte de Yemen, mientras que el nuevo presidente, Hadi pudo controlar de forma precaria la región del sur del país. Pero la intervención saudita no solo abrió el paso para esta división sino que favoreció también la actuación dentro del país de las propias tropas de la coalición saudí y la filial más poderosa de Al Qaeda llamada Anshar Al Sharia, que también tiene interviene en la guerra civil Libia.
Lejos de restablecer el orden en la región, la intervención saudita consistió en una carnicería sobre la población bajo control de los houtíes, con bombardeos indiscriminados. Si bien la región quedó aislada y su poder se acota a las montañas del norte y la capital, hizo que se fortalezca internamente el poder del movimiento Ansarolá y el rol de Saleh quede cada vez más desdibujado.
El anuncio de inicio de las negociaciones, bien recibido por los saudíes, se dio luego de que su alianza con los huthi estallara en una batalla campal por las calles de Saná, la capital yemení, que ha dejado decenas de muertos y heridos.
En relación a un intento negociado de solución política a la guerra civil en Yemen, la muerte de Saleh bloquea la posibilidad de un arreglo con Arabia Saudita. Tanto los habitantes de Saná, como la mayoría de los analistas temen un recrudecimiento de la guerra. Por lo pronto la coalición militar liderada por Arabia Saudita intensificó los bombardeos en la capital yemení alcanzando a cientos de civiles, la casa de gobierno y al aeropuerto internacional de Saná. La coalición ha llamado a la población civil de Saná a mantenerse “a más de 500 metros” de las zonas controladas por el Gobierno yemení, lo que demuestra la disposición saudita a intensificar los ataques aéreos en la capital.
Las fuerzas del movimiento popular yemení Ansarolá , han anunciado que mantienen el control total de Saná, y que han recuperado el control de todos los lugares que permanecían en manos de los hombres armados de Saleh, luego de varios días de combates.
Abdel Malik al Huthi, líder de los Ansarolá, ha felicitado a los yemeníes por lo que ha descrito como una victoria contra “la conspiración planeada por los enemigos árabes del Golfo”, sin hacer mención de la muerte de Saleh. Se refería así al gesto que el expresidente hizo el sábado hacia la coalición encabezada por Arabia Saudí, que desde 2015 combate a los huothi y sus aliados para restaurar a Abdrabbo Mansur Hadi al frente del Gobierno. Por su parte, Hadi ha hecho un llamamiento en la noche del martes para que los yemeníes se levanten contra los huothies.
Las dimensiones que pueda llegar a tomar el conflicto son impredecibles, el ejército saudita esta abastecido en forma sistemática por sus aliados de EEUU en tecnología y adiestramiento, dando lugar a negocios millonarios interesados en perpetuar el conflicto “localizando” el objetivo no tanto en los "fundamentalistas" islámicos, con los cuales el salafismo viene teniendo una larga luna de miel, sino en los nacionalistas houtíes que según un conveniente relato oficial saudí no son otra cosa que una quinta columna de la odiada República Islámica de Irán, su más temible competidor en la disputa por la hegemonía de Oriente Medio.
La guerra civil en Yemen está dejando como saldo a millones de desplazados, miles de muertos, y cientos de miles de enfermos por el cólera. La principal causa, son la intervenciones extranjeras estadounidenses y saudíes. Como telón de fondo en este conflicto está la carrera por la hegemonía entre Riad y Teherán a lo largo de todo Medio Oriente, complicando aún más las soluciones políticas, pero en caso de abrirse esas posibilidades, la muerte de Saleh, demuestra que estas potencias tienen que estar en la mesa chica.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.