En 1845 Estados Unidos se anexó el estado de Texas en un descarado acto de expansionismo que fue el primer paso el arrebato de más de medio territorio a México, que comenzó en defensa de los intereses de los terratenientes algodoneros y de mantener esclavos en su territorio.
Viernes 1ro de marzo de 2019 19:23
Esta parte de la historia comenzó en 1835 cuando los colonos anglosajones que habitaban en esta región deciden iniciar una guerra de independencia, por los desacuerdos y por los intereses que fueron trastocados por la constitución centralista de 1835 conocida también como las siete leyes, promulgadas por Antonio López de Santa Anna. Finalmente después de un proceso bélico que duró casi un año Texas consigue su independencia.
La razón de que los colonos anglosajones estuvieran ahí fue que México surge como una nación insertada en el mercado mundial pero con un capitalismo profundamente atrasado en el siglo XIX, las reformas borbónicas de la centuria anterior establecieron una economía de estractivismo para que ninguna de sus industrias compitiera con la metrópoli.
La herencia del imperio español fue de enriquecimiento a partir del saqueo de los recursos naturales para llevarlos a Europa. En los territorios de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y Colorado había poca población y una cantidad inmensa de recursos naturales.
Por esa razón se permitió que inmigrantes estadounidenses habitaran en el estado sureño. Se les regalaban tierras con la condición de integrarse al país y desarrollar la economía, se calcula que en 1834 habitaban en Texas unos 30 mil anglosajones que superaban por mucho a los 7,800 de origen mexicano.
Lo que detonó el conflicto fue que desde 1827 existía el proyecto de abolir la esclavitud, cosa que se concretó definitivamente en 1835, por esa razón los terratenientes texanos decidieron comenzar la guerra de independencia, su bandera ideológica era el liberalismo, ¡Se lanzaron en defensa de la libertad pero manteniendo esclavos!
La anexión y el tratado de Guadalupe-Hidalgo
Para 1844 los Estados Unidos tienen un fuerte interés en anexarse la República de Texas, por lo que emprenden un proceso en el Congreso estadounidense, con la iniciativa del presidente James K. Polk quien desde un principio llegó con la intención de que ese territorio formara parte de su país.
Además el gobierno gringo estaba perfectamente consciente de que el Estado mexicano quería recuperar Texas, de hecho entre 1842 y 1844 el general Mariano Arista bajo las órdenes del entonces presidente Anastasio Bustamante habían lanzado una segunda campaña bélica para recuperar el estado, la cual fracasó estrepitosamente y permitió el regreso de Santa Anna al poder.
Finalmente la burguesía texana ve con buenos ojos el incorporarse a Estados Unidos para garantizar el funcionamiento de sus plantaciones de algodón, que eran trabajadas por esclavos de origen africano secuestrados de sus lugares de origen para ser condenados de por vida a trabajos forzados, hasta la muerte si era necesario.
Fue ahí donde las intenciones expansionistas de la Unión Americana se mostraron con mayor fuerza, ya que no les fue suficiente con apropiarse del estado norteño y pusieron sus ojos en los otros.
En junio de 1846 el gobierno de Estados Unidos comenzaría la guerra que desembocó en el tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848, con el despojo de California, Arizona, Nevada, Utah, Nuevo México y Colorado.
La lucha fue desigual pues una potencia industrial, con 20 millones de habitantes, disponibilidad de mano de obra abundante y joven, en pleno desarrollo tecnológico y capaz de suministrar un armamento eficaz se enfrentó a un país débilmente desarrollado, con el pretexto de las indemnizaciones que México debía a la República de Texas.
México, era un país con un territorio enorme con escasos 7 millones de pobladores, que padecían la herencia de la expoliación y el despojo de tierras, con una población indígena fuertemente oprimida por los hacendados, consumida por los constantes golpes militares de las élites criollas, su ejército estaba mal equipado con armamento de la guerra contra la invasión napoleónica.
Para EE. UU., estaba en juego convertir a México y posteriormente a América Latina en el patio trasero, ya que Gran Bretaña seguía a la orden apoderarse de algún territorio en el continente americano y tenía sus ojos puestos en la costa del pacífico, desde California hasta Oregón, ello precipitó la invasión.
Esta es la historia del expansionismo estadounidense que mostraba cómo a finales del siglo XIX EE. UU. se iba convirtiendo en una nación imperialista, la cual, tras el fin de la Primera Guerra Mundial, sería la potencia económica y militar más poderosa.
Unidad a ambos lados de la frontera
Hoy día el discurso del presidente Trump resuena por su xenofobia y agresividad contra los inmigrantes, las mujeres y los trabajadores, pero el gobierno de Trump en total acuerdo con la burguesía estadounidense, es heredero de los gobiernos esclavistas que mantenían prisioneros a los negros, trataban de exterminar a los pueblos originarios, explotaban sin piedad a los obreros venidos de Europa en sus fábricas y quienes despojaron de más de medio territorio a México.
De aquellos que a finales del siglo XIX y todo el XX hicieron jugosos negocios de la expoliación, el despojo y los crímenes contra la humanidad cometidos por las dictaduras a las órdenes del imperialismo en América Latina.
Pero aún así se atreve a gritar a los cuatro vientos que “hay quienes se han aprovechado de Estados Unidos” y hasta habla de que desde ahora sus socios subordinados tendrán que buscar “relaciones comerciales justas” con ellos.
Esta es una mentira que busca justificar que el imperialismo aplique sus políticas anti obreras a lo largo del mundo y para combatirlo se requiere de la unidad de los trabajadores de ambos lados del Río bravo.