Al regresar Lenin del exilio, éste trae consigo una serie de formulaciones que resultan polémicas para el resto de dirigentes bolcheviques. Las “Tesis de Abril” resultarán clave para entender el papel estratégico de un partido de combate en un país económicamente atrasado.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Lunes 16 de abril de 2018 20:15
8 de marzo de 1917: las obreras textiles están hartas de las condiciones en las que viven; deben soportar largas horas en las fábricas, explotación laboral, salarios de miseria, a lo que se suman las raciones de recursos para el esfuerzo bélico y que conlleva a que estén formadas por horas en largas filas esperando obtener una hogaza de pan. El Día Internacional de las Mujeres, las obreras rusas toman las calles y convocan a la huelga, convenciendo a sus compañeros varones de las siderúrgicas aledañas.
La huelga se extiende, toma fábricas, barrios, miles se lanzan a la calle. “¡Abajo el zar y la autocracia!” se vuelve la consigna a la que concluyen las masas para obtener sus demandas inmediatas: paz, pan y libertad. Ellos habían visto como algo evidente que para poder comer, terminar la guerra y obtener las libertades democráticas que añoraban era necesario abolir la rancia monarquía tricentenaria que estaba al frente del imperio ruso.
En medio de esta serie de sucesos, los exiliados rusos ven con entusiasmo el movimiento revolucionario desde las lejanas tierras de Europa central y occidental. El ala izquierda de la Segunda Internacional, que había dado duras peleas contra la debacle de esa organización, difunde en cada país y desde sus limitadas fuerzas la noticia de que el pueblo ruso se ha sublevado contra su gobierno, lo que echaba por tierra el mito de las burguesías militaristas que argumentaban que Rusia era un país barbárico por tener una monarquía absoluta.
Lenin, desde Suiza, considera necesario el retorno y organiza, junto con su compañero Fritz Platten, un viaje en un tren sellado que pasa por Alemania, Dinamarca, Suecia y Finlandia (aún parte de Rusia) para terminar en Petrogrado. Al llegar, muestra desacuerdos serios con la línea política que levantaba el partido, misma que se expresaba a través del órgano de prensa, el periódico Pravda (“la verdad”).
Las tesis de abril
Llamadas así por ser expuestas públicamente en abril de 1917, las Tesis de Abril son el resultado de una investigación de Lenin quien, con la intención de defender la línea de Kautsky (que se consideraba “ortodoxa”), pretendió debatir con las ideas “semi-anarquistas” de Bujarin y el holandés Anton Pannekoek que fueron expuestas entre 1912 y 1915. Sin embargo, al consultar las fuentes de éstos debe regresar a las formulaciones originales de Marx y esto genera el efecto contrario: Lenin, lejos de mantenerse firme con las posturas “ortodoxas”, le da la razón a Pannekoek y Bujarin (y Marx).
A raíz de esto es que primero envía distintas cartas que no se publican o salen parcialmente a la luz, pero al llegar a Petrogrado se opone públicamente a la línea de apoyo “crítico” que levantaban Kámenev y Stalin como dirigentes en su ausencia, ya que veían esta táctica como una congruente con las posturas “ortodoxas”. Lenin argumenta un giro en dirección contraria: no había que apoyar al gobierno provisional que en última instancia, por su carácter burgués, era incapaz de llevar las demandas de las masas (y de la revolución) hasta el final.
Históricamente, hasta el momento de que se elaboraran estas tesis, existían tres concepciones de la futura revolución rusa, la que sostenían los mencheviques, los bolcheviques encabezados por Lenin y, en solitario, León Trotsky.
Lenin ve que mantenerse en las viejas fórmulas es un error fatal que están cometiendo muchos dirigentes bolcheviques (que justificaban así su posición contra Lenin y en particular su negativa a preparar la lucha por todo el poder a los Soviets). Y que en los hechos, la postura que Lenin expresa en las Cartas desde Lejos lo unifica con Trotsky en el terreno estratégico. De esta forma se supera las disputas del pasado y a partir de entonces los dos principales dirigentes de la revolución tendrán una misma visión sobre el curso que debía asumir la revolución.
El debate en el seno del partido fue duro, puesto que Lenin se encontraba solo en sus posiciones contra la abrumadora mayoría del partido (entre los que se encontraba Stalin), quienes incluso argumentaban que había perdido la cordura. No obstante, Lenin encontró apoyo entre la base joven del partido que estaba en desacuerdo con la dirección, organizados principalmente en la Organización Militar Bolchevique.
Obteniendo la mayoría y convenciendo de la importancia del giro estratégico, las Tesis de Abril fueron el pilar principal y la palanca que permitió que meses más tarde un partido marginal le hiciera honor a su nombre (“bolshoi”, la mayoría) y conquistara el poder.
Cien años después
El contenido principal de las Tesis, que se resume en la alianza entre sectores del campo y la ciudad y la oposición intransigente al régimen burgués, sigue vigente a pesar de los intentos de otras corrientes, como el populismo o el propio estalinismo, de abandonar su legado mientras lanzan loas sobre el autor de las Tesis. Para lograr derrocar al capital es necesaria la alianza revolucionaria de los sectores oprimidos por el capitalismo, lo cual implica llevar al terreno de la política las demandas de éstos por medio de posiciones transitorias entre lo inmediato y el objetivo final.
Las Tesis de Abril tienen la intención no sólo de regresar a la ortodoxia marxista para conquistar el poder, sino también de afianzar alianzas con otros estratos oprimidos que puedan apoyar la causa de la revolución con la clase obrera a la cabeza. En países como los de América Latina, a pesar de tener una situación económica muy distinta a la de hace 100 años, en la que el campo se ha visto asaltado por el capital financiero tras la instauración del neoliberalismo, las Tesis de Abril son una herramienta que propone medidas concretas para solucionar la cuestión agraria.
Lejos de ser una reliquia centenaria, las Tesis de Abril mantienen una enorme frescura ante la crisis del capitalismo.
Contrario a la experiencia del populismo y del estalinismo, que pretendieron a lo largo del siglo pasado conciliar los intereses de las burguesías nacionales (que consideran aún hasta hoy “progresivas”) con las de las masas que explotan, Lenin y las Tesis de Abril son tajantes: nada progresivo puede esperarse de la burguesía nacional, son los trabajadores quienes deben, parafraseando a Trotsky, “tomar en sus manos las riendas de su propio destino”.
La experiencia del siglo XX y lo que va del XXI le da la razón a Lenin: fracasados el Frente Popular de Allende que desarmó a los obreros, la instauración de un régimen asesino en México en el que el estalinismo jugó un papel de segundo violín, el sabotaje de la huelga contra el golpe en Uruguay, el desvío de la revolución en Centroamérica que en Guatemala concluyó en un genocidio, así como la debacle de los recientes gobiernos posneoliberales en Sudamérica ponen a la orden del día la línea estratégica que iniciaron las Tesis de Abril.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana