Santiago Abascal, líder de Vox, realizó un polémico discurso en la Conferencia Política de Acción Conservadora en Estados Unidos en la que atacó a universidades como la de Salamanca, acusándolas de ser “la punta de lanza del futuro totalitarismo”.
Roberto Bordón @RobertoBordon13
Martes 27 de febrero
Santiago Abascal acudió recientemente a la Conferencia Política de Acción Conservadora en Estados Unidos, evento clave de la derecha estadounidense y que reúne a los líderes de la derecha y la extrema derecha internacional, en el que mostró su apoyo y afinidad con Donald Trump. Allí, aprovechó entre otras cuestiones para cargar contras las universidades a las que acusa de atacar el género, la biología, el lenguaje y de promover ideologías criminales afirmando que serían “la punta de lanza del futuro totalitarismo”. Unas declaraciones que le han valido la censura de la Universidad de Salamanca (USAL), una de las instituciones señaladas por Abascal en su discurso, así como las críticas de sus aliados políticos en Castilla y León. Más allá del hecho en sí, ¿cuál es la realidad de las universidades?, y ¿cuál es el programa de la extrema derecha para la universidad?
El discurso de Abascal y la posición de Vox sobre las universidades
La polémica principal ha surgido porque Abascal ha señalado a la USAL como un ejemplo de una supuesta degeneración de las universidades clásicas. El líder de Voz afirmó que allí habría “perturbados comisarios” que “inventan géneros, pervierten la inocencia de menores, rescriben la historia y promueven ideologías criminales”. Y que, frente a esto, cabria oponer un pasado donde las universidades eran “templos del saber, de la libertad de pensamiento y de la transmisión de conocimiento”.
La respuesta de la USAL y del conjunto de la comunidad educativa de Castilla y León ha sido inmediata a través de un mensaje del rector Ricardo Rivero, que ha acusado a Abascal de ignorante y de no conocer el rol de la universidad pública. Esto ha sido compartido en redes y reivindicado también por el PP, que ha compartido las críticas hacia el discurso de Abascal.
Los motivos para que la comunidad educativa se posicione en contra del discurso de Abascal son muy diversos y han sido múltiples las reacciones de defensa democrática de la universidad contra las afirmaciones reaccionarias de Abascal. Sin embargo, la respuesta de Rivero y de otras figuras de la USAL, y especialmente de distintos representantes del PP, no tienen nada que ver con una salvaguardia democrática de la universidad, sino con la defensa lisa y llana de la casta universitaria y sus jugosos negocios. Como han señalado algunas de estas figuras, la USAL lleva años invirtiendo en ser la institución de referencia de enseñanza del castellano en Estados Unidos y ha enfocado una gran cantidad de recursos en esa dirección. El discurso de Abascal hiere justamente los negocios de la USAL en este sentido y de quienes estén implicados en dicha inversión.
El “bienestar económico” de la USAL no es asunto menor para la región si tenemos en cuenta que supone el 7% del PIB de Salamanca y convierte a dicha ciudad en un punto de referencia en el Estado Español y en Latino América. Por ello, a los conservadores ofendidos por Abascal les duele el bolsillo, no el espíritu democrático. Más aún cuando son los mismos que pactan con Vox para gobernar y aceptan sus medidas que precisamente atacan la educación pública, las políticas de igualdad de género y las libertades democráticas.
Si uno sigue la trayectoria de Vox a lo largo de sus programas políticos, su análisis de la universidad pública como institución siempre ha orbitado entorno a las definiciones de Abascal. Ya sea en su último programa electoral para las elecciones generales, en sus documentos de “100 medidas para la España Viva” o la “Agenda España”, siempre aparece la misma idea. Se identifica la universidad como un espacio “secuestrado por ideologías totalitarias” donde no existiría la libertad de expresión y reinaría la “cultura de la cancelación”, frente a lo que hay que oponer la universidad como “espacio de libertad y búsqueda de belleza y verdad”. En otros puntos del programa se menciona la colaboración de empresa privada y universidad como eufemismo de la mercantilización de la educación pública, cuando el modelo de universidad que defiende Vox y sus amigos ultraderechistas -como Trump o Milei en Argentina-, no es otro que la privatización generalizada de la educación.
Aunque en todo lo que dice Abascal, hay que reconocer que en algo tiene razón: la universidad es un espacio de combate político. Para Vox, siguiendo la línea de la extrema derecha internacional, el combate es contra la “hegemonía” de la extrema izquierda. Una estupidez que confunde adrede el establecimiento de mínimas medidas democráticas o progresistas en las universidades con el reinado de una suerte de comunismo totalitario. Para nosotros, es un espacio de combate contra la ideología de las clases dominantes, ya sea que se presenten como derechistas o progresistas.
La universidad como fábrica de ideología neoliberal
La realidad de la universidad dentro del sistema capitalista está tristemente alejada de las visiones distópicas de la extrema derecha. La universidad es una fábrica ideológica sí, pero de ideología burguesa. Una institución al servicio del mantenimiento y la reproducción del sistema capitalista y de la ideología dominante.
Esta dinámica se reproduce tanto desde los contenidos que se imparten, hasta la relación que establece con profesores, estudiantes y trabajadores no docentes. Mientras los estudiantes son moldeados como mano de obra especializada que debe absorber conocimiento técnico mezclado con un discurso meritocrático e individualista, el profesorado -que es una parte clave de esta maquinaria-, se organiza dentro de un verdadero sistema de castas donde los catedráticos son poco más que nobles medievales, mientras el “bajo clero” subsiste en condiciones cada vez más precarizadas. En el ultimo escalafón se encuentran las y los trabajadores no docentes, precarizados, subcontratados y segregados de las “altas casas de estudio”. Así, la universidad real -no la idiotez que imagina Abascal-, es una estructura que reproduce todas las desigualdades de clase, género y etnia que son un reflejo, muchas veces más rancio incluso, de la sociedad en la que vivimos.
Pero por encima de todo esto está la flor y nata de la casta universitaria, la corte de rectores, decanos y directores que asumen, reproducen y alimentan mayoritariamente el discurso meritocrático e individualista como fundamentación para su propia posición y prestigio social. Pero no solo eso. Al mismo tiempo, subordinan cada vez más a la universidad a los intereses directos y explícitos de las empresas y corporaciones capitalistas a través de sus “Consejos Sociales”, convenios y acuerdos de todo tipo. Porque, al fin y al cabo, la universidad siempre ha sido un gran negocio.
Lejos de las fantasías de Abascal, lo que coarta más la libertad de cátedra en la Universidad es esta subordinación de los planes de estudio a los intereses capitalistas, lo que se combina con una creciente precariedad laboral de los sectores más bajos del profesorado, que a duras penas pueden preparar sus clases. Salvo que ya estes en la cima de la pirámide, donde por cierto suele habitar profesores más afines a las tesis de Vox que a las de la revolución proletaria.
Es un hecho que las universidades están lejos de ser un espacio de fomento del pensamiento crítico. Pero no por estar gobernadas por una dictadura estalinista como quiere ver Abascal, sino porque en lo fundamental defienden los intereses de la democracia capitalista, que como dijo Lenin, es “la mejor envoltura de la dictadura del capital”.
De allí que entre las últimas leyes educativas aprobadas nada menos que por el Gobierno “progresista” esté la llamada “ley mordaza universitaria”, una ley que persigue a las y los estudiantes que cuestionan a la universidad actual y se organizan políticamente.
Lo que ocurre y puede irritar al líder de Vox es que la universidad, a pesar de todo, es uno de los espacios públicos donde es más visible el choque entre las distintas corrientes políticas presentes en la sociedad. Cuando Abascal habla de “perturbados comisarios que inventan géneros” frente a las antiguas universidades como “templos del saber”, lo que propone en el fondo es tratar de eliminar dichos choques a través de la expulsión de los diversos elementos que considera disidentes y problemáticos.
Abascal aplica, cual tertuliano o columnista conservador mediocre, una traducción de la línea política de la extrema derecha internacional en la que diversos movimientos sociales, en especial el feminismo, son interpretados como nuevas herramientas de los grupos comunista para construirse en la juventud y a partir de ahí ser un caballo de Troya dentro del sistema. Siguiendo este pensamiento, para los líderes conservadores la importancia de censurar y expulsar a una serie de colectivos y de discursos de las universidades no gira entorno a “a búsqueda de la belleza y la verdad”, sino a arrebatar a sus enemigos un bastión político clave como pueden ser las universidades, donde un sector importante de la juventud se politiza y se organiza políticamente.
Una prueba de esto ha sido, y gracias a los recursos de Vox, la aparición de Revuelta, una secta de pijos y reaccionarios que agrupa a jóvenes afines a Vox en las universidades, para precisamente disputar el terreno a otras corrientes políticas. Por tanto, mientras niega discursivamente la realidad patente del conflicto político, Vox se prepara para ello tratando de organizar una base social en la propia universidad. Pero esta operación no va a ser pacífica y ya encuentra resistencia.
♦️Desde @contr4corrient y @panyrosasmad no vamos a tolerar la presencia de la extrema derecha en nuestra universidad.
✊🏽Vamos a pelear por una universidad al servicio de les estudiantes y de la clase trabajadora. pic.twitter.com/EOGk2trppK
— Contracorriente Madrid (@Contrac_Mad) February 1, 2024
Frente a esto, de nada sirve apelar a una supuesta ignorancia de Abascal, que sabe bien lo que dice. A lo que hay que renunciar es a la mentira de la neutralidad de las instituciones educativas. Históricamente la universidad siempre ha sido y sigue siendo un espacio de disputa política e ideológica. De allí salen los cuadros de la burguesía, pero también fracciones de estudiantes que eligen aliarse a la clase trabajadora y poner sus conocimientos al servicio de la lucha por terminar con este sistema de explotación y opresión.
Esa es la perspectiva que defendemos desde las agrupaciones Contracorriente y Pan y Rosas, impulsadas por la CRT en una decena de universidades del Estado. Porque, como decía el lema del Mayo Francés, hay que pasar “de la crítica de la universidad de clases, al cuestionamiento de la sociedad de clases”.
Roberto Bordón
Andalucía