Un Congreso militarizado y una sesión escandalosa. Un Gobierno golpeado por la oposición y las tensiones internas. La izquierda, un actor de peso en el recinto y en las calles.
Viernes 15 de diciembre de 2017 11:54
Fotos: Enfoque Rojo
La legitimidad política del gobierno nacional recibió ayer un golpe de magnitud. Al escándalo que significó sesionar en un Congreso militarizado, se sumó la derrota política de levantar la sesión. Más tarde se agregaría el obligado retroceso en la decisión de firmar un DNU para imponer la norma por decreto.
La crisis política abierta desnuda los contornos reales del poder macrista. Su carácter de minoría parlamentaria lo impuso el escenario de un quorum casi milagroso. Su coalición de gobierno fue puesta bajo fuego desde dentro. La legitimidad electoral lograda -hace apenas dos meses-quedó cuestionada por lo antipopular de la reforma.
Fue Elisa Carrió la que dictó sentencia de muerte a la escandalosa sesión parlamentaria. Fue también quien condenó al fracaso el DNU que no fue. El “mérito” de la diputada chaqueña fue haber leído correctamente el equilibro de fuerzas político-social y avizorar como éste se quebraba bajo la ofensiva oficialista.
La derrota política que significó el levantamiento de la sesión intentó ser compensada, durante la tarde, con una represión construida a escala del interés mediático. Una suerte de “mini-batalla cultural” con cacería, golpes, gases y detenciones, en pos de mostrar “incidentes”.
Detrás de las vallas
La mañana del jueves encontró al Congreso completamente vallado. El impactante operativo represivo, con miles de efectivos de las fuerzas federales, recordó a otro diciembre. El del 2001.
El recorrido por las calles aledañas al Congreso implicaba un largo periplo para cualquier que intentara –y pudiera- ingresar al Congreso. Gendarmes acumulados en cantidades industriales se combinaban con largas hileras de vehículos de transporte y represión. La “violencia” de la que habló Carrió tenía los colores del oficialismo y la Gendarmería.
Poco antes de las 10 h, la primera columna de manifestantes llegó al Congreso. Eran los trabajadores agrupados en el Movimiento de Agrupaciones Clasistas (MAC), donde convergen militantes del PTS y trabajadores independientes. Allí estaban, además, algunos de los principales referentes del Frente de Izquierda como Nicolás del Caño, Claudio Dellecarbonara y Myriam Bregman.
Fueron “recibidos” por un enorme operativo de la PSA y la Federal. Pero la violencia iría en ascenso. Poco después de las 11 h, un enorme contingente de Gendarmería se ubicó frente al vallado. La fuerza responsable de la represión que terminó con la vida de Santiago Maldonado frente a quienes luchan consecuentemente por lograr justicia. La provocación despertó, inmediatamente, el grito de “asesinos”.
Matar al abuelito
El gobierno pretendió sacar de la mecánica de la negociación parlamentaria más de lo que esta puede dar. El costo político de votar la contrarreforma previsional abrió grietas en el seno mismo del Interbloque Argentina Federal, aquel que por el lobby de los gobernadores aparecía como el garante del quórum que habilitaría la sanción.
Cuando el reloj marcó las 14 h, el Salón de los Pasos Perdidos fue testigo del lento y tortuoso conteo necesario para llegar al quórum. El debate posterior se pareció bastante a un partido de fútbol. La única diferencia fue que todos los allí presentes hinchaban (hinchábamos) contra Cambiemos. Los silbidos a Carrió y Massot se hicieron una constante. La líder del ARI solo se ganó los aplausos cuando propuso levantar la sesión.
El macrismo cruzó una suerte de Rubicón nacional: atacar a los jubilados. La historia reciente remite a De la Rúa y Cavallo. Neoliberalismo en estado químicamente puro. Ayer, mostrando continuidades en la historia nacional, una ex ministra de la Alianza dirigía la represión.
La memoria del saqueo contra los jubilados condenó al fracaso la política macrista. El gobierno conocía ese valor. Por algo, en 2016, montó la llamada “reparación histórica” como cobertura del blanqueo de capitales.
Lo que ha sido llamado relación de fuerzas se expresó tajantemente este jueves. El gobierno, cuando dejó trascender que impondría la norma por DNU, llevó su política mucho más allá de lo permitido. La reacción de Carrió y la CGT, actores centrales en la estabilidad del actual ciclo político, lo evidencian.
La movilización, limitada por la capitulación de las conducciones sindicales, extraía su fuerza, precisamente, del enorme repudio social a la medida. Allí radicaba sus gigantesca legitimidad política.
Pelear en todos los terrenos
“La sesión se cayó. Ya está. El reglamento dice media hora”. El que levanta la voz es Nicolás del Caño. Se lo dice a los periodistas que lo rodean. Son las 14.30. Minutos después entrará al recinto a seguir la pelea para que se levante la sesión.
El diputado del PTS-FIT fue uno de los protagonistas políticos de la jornada. Cerca de las 14 h su nombre se convirtió en TT en la red social Twitter. El ejército de trolls macristas lo ubicó como blanco. Desde temprano el dirigente de la izquierda había denunciado tanto la regresiva reforma como la brutal militarización del Congreso. En el recinto y en la calle fue una de las voces cantantes del rechazo a la medida del gobierno.
Vértigo y crisis
Si las imágenes de la represión recuerdan al 2001, la respuesta política del gobierno nacional no puede dejar de hacer rememorar la gestión de la Alianza. Ayer, mientras se reprimía en las calles, Marcos Peña ratificó la política seguida por el oficialismo. Criticó a lo que llamó “violentos” y defendió la reforma previsional.
El Ejecutivo sostiene una voluntad política de avanzar en sus planes de ajuste. Se lo dictan los límites que la economía impone. A los pobres números de la economía local se suma el hecho de que, tras la cumbre de la OMC, otra vez nada hay para festejar.
La jornada de este jueves barrió con los constructos discursivos que hablaban de la hegemonía de Cambiemos o de un ciclo de "veinte años" para Macri. Quedó expuesta la posibilidad de derrotar el intento de ajuste que la CEOcracia gobernante quiere imponer. Las calles son ya un escenario de esa gran pelea.
En la medianoche de este jueves, cuando terminamos esta nota, lo único que puede afirmarse con certeza es que vienen nuevas jornadas de vértigo y crisis política. Y de lucha.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.