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Red Internacional
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Coronavirus en Brasil. Bolsonaro cambia su discurso frente al coronavirus y su creciente aislamiento político

Más que su ideología reaccionaria y atrasada, a Bolsonaro ignorar el avance del covid 19 le era funcional a su defensa a ultranza de los negocios capitalistas. Los cacerolazos de la población y la postura de los gobernadores lo obligan a tomar algunas medidas.

Mirta Pacheco

Mirta Pacheco @mirtapacheco1

Jueves 2 de abril de 2020 04:09

Hasta este último martes, el presidente de Brasil llamaba “gripecita” a los efectos que puede causar el coronavirus, mientras (a contrapelo de casi todo el mundo) insistía con su campaña: “Brasil no puede parar”.

Con un discurso demagógico hablaba de camioneros, trabajadores informales, etc., que no podían dejar de llevar dinero a sus casas. Detrás de eso se encuentra su férrea decisión de proteger al gran empresariado para que no deje de ganar, ni por un minuto.

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Ya para el sábado 21 de marzo, 26 de los 27 estados brasileños contaban con casos de infectados por el virus covid 19. Frente a eso el primer estado en decretar la cuarentena fue San Pablo (la ciudad más poblada de América Latina), que para este último martes ya contaba en 136 fallecidos, con 2339 contagiados.

El gobernador de ese estado es Joao Doria, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), partido que también impulsó el golpe institucional a Dilma Rousseff del PT, proceso que culminó con Bolsonaro como presidente.

Doria decretó una cuarentena obligatoria desde el 24 de marzo hasta el 7 de abril próximo, en contraposición con el propio Jair Bolsonaro, pero no tomó ninguna medida sanitarista como el testeo masivo, disposición de respiradores suficientes, etc., lo cual no permite enfrentar correctamente al virus. Otros estados tomaron medidas similares.

El Distrito Federal, por ejemplo, ordenó restricciones a la circulación desde el 11 de marzo, con suspensión de clases y prohibición de servicios religiosos. Otros estados oscilaron entre la cuarentena con cierre de negocios, salvo farmacias, centros de salud, o restricciones más parciales o toque de queda a partir de las 22 hs. Mientras hay ciudades como Pacaraima, lindante con Venezuela, donde se atestaron las calles de presencia policial. Pero los venezolanos tienen prohibida la entrada a ese municipio.

Parece que los gobernadores de Brasil tienen una fuerte creencia (basada seguramente en la necesidad de aplacar cualquier atisbo de protesta ante las terribles condiciones en las que viven millones de hermanos brasileños), en que las medidas restrictivas de las libertades democráticas pueden enfrentar por sí solas la pandemia.

Pero el virus avanza tan rápido, mediante la transmisión local, que a estas medidas del uso de instituciones represivas, gobernadores de los Estados del Nordeste se vieron en la necesidad de crear, el 30 de marzo, un comité de científicos para combatir la pandemia.

Sumándose a la postura adoptada por los gobernadores, enfrentada a la de Bolsonaro, también su propio ministro de Salud (Luiz Henrique Mandetta) contradijo el negacionismo del presidente y expresó ante los medios: “He dialogado con los secretarios municipales y estatales y por el momento, mantengo la recomendación de los estados porque es la más recomendable, ya que hay muchas carencias en el sistema de salud”.

Esto se sumaba a los cacerolazos de la población que desde hace casi dos semanas vienen exigiéndole al ultraderechista Bolsonaro que tome medidas contra el coronavirus: “Fuera Bolsonaro” y “homicida de ancianos” eran dos de las frases más escuchadas en esas protestas.

Estos hechos y el avance de los contagiados y de las muertes por el virus, fueron obligando al presidente a cambiar su postura. De llamar “gripecita” al coronavirus, este último martes por la noche tuvo que salir a plantear que su gobierno iba a tomar medidas, sobre todo económicas, para paliar sus consecuencias.

Casi el mismo derrotero que siguió Donald Trump en Estados Unidos, a quién Bolsonaro rinde constante pleitesía y también el primer ministro británico Boris Johnson. Ambos líderes imperialistas pasaron días enteros negando las consecuencias terribles que implica esta pandemia para los pueblos. Hasta que tuvieron que rendirse frente a las evidencias y empezar a tomar ciertas medidas.

Por eso, recién después de un mes de la entrada del coronavirus a Brasil, Bolsonaro anunció medidas como un auxilio de emergencia de R$ 600 para trabajadores informales, monotributistas y microemprendedores individuales, por tres meses, pudiendo ser hasta dos miembros de una misma familia que solicite este subsidio.

Algo totalmente insuficiente. En Brasil el salario mínimo es de apenas R$1.039 y más de 104 millones de personas (según un estudio publicado por el diario El País), sobreviven con poco más de R$525 por mes (U$S100)- El porcentaje de trabajo informal hasta el año pasado era del 41,4% y hay casi 13 millones de brasileñas y brasileños desocupados. Estas son las cifras heredadas del PT y acrecentadas por las políticas neoliberales de Bolsonaro.

Por último, también anunció que distribuirá en los estados, test rápidos para la población, unas 500 mil unidades, que a fines de abril serán 4,5 millones para repartir en todo el país, siendo las Fuerzas Armadas las encargadas de esa distribución, aprovechando para imponer más presencia militar en las ciudades.

Hace pocos días se supo que el Estado Español había adquirido de una empresa en China, kits de test rápidos que no funcionaban y otro tanto le pasó a la República Checa.

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Por eso lo que aconsejan los expertos, junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la utilización de la técnica por PCR, por la confiabilidad para detectar personas infectadas. Algo a lo que el heredero del golpe institucional hace oídos sordos.

Bolsonaro, que estaba entrando en una curva ascendente del aislamiento político, parece ahora dejar atrás su ignorante negacionismo, aunque sigue sin aceptar la posibilidad de la cuarentena.

Su mayor preocupación evidentemente no es preservar las vidas de la población, sino evitar pérdidas empresariales, cuidando de esa manera las ganancias capitalistas.