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Historia. Brest-Litovsk: ¿cómo fue el tratado de paz entre Alemania y el poder soviético?

El Tratado de Brest-Litovsk se firmó el 3 de marzo de 1918, su nombre se debe a la ciudad donde se llevaron adelante las negociaciones, sede del cuartel general alemán.

Liliana O. Calo

Liliana O. Calo @LilianaOgCa

Miércoles 3 de marzo de 2021 00:00

Montaje | Enfoque Rojo

“Gracias a los delegados rusos, Brest-Litovsk se ha convertido en una tribuna revolucionaria de radio amplísimo. Aquellas negociaciones sirvieron para desenmascarar a los Imperios centrales, para desenmascarar el instinto de rapiña, la falsedad, la perfidia y la hipocresía de Alemania.” (Liebknecht)

Las negociaciones y el tratado de Brest Litovsk fueron para los bolcheviques la expresión concreta de su política revolucionaria luego de la toma del poder, en el contexto de la guerra imperialista y la debilidad militar en la que se encontraba la Rusia soviética. Su antecedente inmediato podía vislumbrarse en el decreto relativo a la paz adoptado por el Segundo Congreso de los soviets el 26 de octubre de 1917, un día después de la toma del poder, dirigido en primer lugar a los obreros conscientes de los estados imperialistas en guerra: “el gobierno considera la paz inmediata, sin anexiones (...) ni contribuciones, como una paz justa o democrática, como la que ansía la aplastante mayoría de los obreros y de las clases trabajadoras de todos los países beligerantes, agotados, atormentados y martirizados por la guerra (...) Continuar esta guerra por el reparto entre las nacio­nes fuertes y ricas de los pueblos débiles conquistados por ellas, es el mayor cri­men contra la humanidad y proclama solemnemente su resolución de firmar inmediatamente cláusulas de paz que pongan fin a esta guerra en las condicio­nes indicadas igualmente justas para todas las nacionalidades sin excepción”.

Esta votación no fue unánime. Los Socialistas revolucionarios de izquierda criticaban por moderado el lenguaje con el que estaba redactado el decreto. Y entre los líderes bolcheviques, los llamados “comunistas de izquierda”, entre ellos Bujarin y Smirnov, defendían la “guerra revo­lucionaria”. Es bueno recordar la respuesta de Lenin a tales posiciones: “se nos ha dicho que no expresarnos en términos de ultimátum equivale a confesar nuestra impotencia. Pero es ya hora de que renunciemos al viejo efectivismo burgués de las frases (...) En nuestra opinión, la fuerza de un gobierno está en proporción con la conciencia de las masas. Es fuerte cuando estas masas lo saben todo, lo juzgan todo, aceptan todo conscientemente. Queremos la paz general; pero no nos asusta la guerra revolucionaria. Si el pueblo alemán ve que estamos dispuestos a discutir todos los ofrecimientos de paz, desbordará la copa, estallará la revolución alemana. Estamos dispuestos a discutir todos los ofrecimientos; esto no significa que estemos dispuestos a suscribirlos”. [1]La posición encabezada por Lenin y Trotsky sintetizaba dos aspectos estratégicos: por un lado, eran partidarios del decreto como una táctica de extensión de la revolución a Europa, al buscar la confraternización con el soldado armado y el aliento a obreros y campesinos a enfrentar a sus propios gobiernos interesados en continuar la guerra. Por otro, se aseguraba la defensa de la revolución ante el agotamiento de las fuerzas del nuevo Estado y la superioridad del frente militar imperialista. En otras palabras, ayudaría a consolidar la revolución y su organización militar.

Si bien el llamado a la paz hecho por el poder soviético se dirigió a todos los países imperialistas involucrados en la Primera Guerra Mundial, fue rechazado por los Aliados (Francia, Gran Bretaña, Italia), el bloque que la Rusia zarista había integrado en la contienda, de quienes obtuvieron por el contrario solo amenazas y boicot. Esto no evitó que el gobierno revolucionario buscara la paz de forma unilateral. Revelaron los tratados secretos que el zarismo había acordado con esos países, como primer paso de una política exterior verdaderamente popular y democrática. Solo el bloque de las llamadas Potencias centrales, y primeramente Alemania, se dispuso a negociar, calculando que el control de la frontera con Rusia les liberaría recursos para aplastar a los anglo-franceses.

Las negociaciones

La delegación de los soviets en Brest presidida por Joffe presentó una declaración de principios, coherente con el decreto del soviet del 26 de octubre, ante los negociadores de las potencias centrales (por Alemania Max Hoffmann y Richard von Kühlmann; Ottokar von Czernin, por Austria-Hungría y Mehmet Talat por el Imperio Otomano), quienes solicitaron un impasse para considerarla. El armisticio con Alemania se concretó a mediados de diciembre de 1917, e implicaba la suspensión de todas las maniobras militares desde el Báltico hasta el Mar Negro. Para entonces Trotsky, como Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores, se incorporaba a la delegación a finales de ese mismo mes. Los bolcheviques supieron utilizar las negociaciones como una vía de propaganda dirigida a la clase obrera que veía con simpatía la revolución soviética, a través de folletos y declaraciones en los países involucrados.

La delegación rusa a Brest-Litovsk. Sentados de izq. a derecha: Kamenev, Joffe, Mme. Bicenco.
De pie: Lipski, Stutschka, Trotsky y Karachan.

Los diplomáticos y militares de las potencias intentaron con gestos y frases de apariencia democrática ocultar el despojo que preparaban. Especulaban que la debilidad militar de la Rusia soviética obligaría a los bolcheviques a negociar y aceptar todas sus condiciones. Por tanto, hablando el lenguaje de la paz se disponían a exigir la entrega y anexiones legitimadas por el poder de Octubre ante la clase obrera alemana. Mientras tanto en Austria y Hungría, que también participaban de las negociaciones de Brest, se producían movimientos de lucha, serios disturbios y no estaba descartado, ante las huelgas que se desplegaban en Berlín, que Alemania pudiera ser escenario de acontecimientos mayores. Las clases poseedoras alemanas también tomaron nota de estos sucesos pero para redoblar sus exigencias, “tenían suficiente vivo el instinto de conservación para comprender que las concesiones, aunque parciales, otorgadas en tales circunstancias, hubieran sido poco menos que una capitulación ante la amenaza revolucionaria.”  [2] Alemania, el estado más poderoso y consciente de su fuerza, presentó un ultimátum por el que los soviéticos deberían aceptar la pérdida de gran parte de los territorios rusos ocupados.

Trotsky regresa a Rusia para informar de la propuesta. El Comité Central bolchevique discute las pretensiones alemanas. Lenin era partidario de aceptar en forma inmediata, sin más demora ese acuerdo considerando que si bien existía un potencial revolucionario en Occidente, y en ese sentido no era una paz definitiva, rechazar el acuerdo suponía exponer la revolución y al poder soviético, sin capacidad de defensa, al peligro de su derrocamiento. Así lo resumía Lenin, “la revolución alemana es incomparablemente más importante que la rusa, pero, ¿cuándo va a estallar? Como no lo sabemos, por el momento no hay nada en el mundo más importante que la nuestra, que hay que salvar a toda costa.” Lenin examinaba las condiciones concretas de la política internacionalista y los riesgos que asumía demorar su aplicación.

Trotsky comprendía con Lenin que no existían condiciones de sostener la guerra revolucionaria y estaba a favor de la paz, pero señalaba que era necesario prolongar las negociaciones en vista de ganar tiempo, “medir el fermento revolucionario” que se estaba gestando en Alemania, sintetizado en la fórmula “poner fin a la guerra pero negarse a suscribir ningún tratado de paz”. Finalmente el 22 de enero esta propuesta fue adoptada por el Comité Central de los bolcheviques al ganar el apoyo de Bujarin y los “comunistas de izquierda”, quienes veían en la negativa a la firma de la paz la aproximación a su programa de promover la guerra revolucionaria como la única salvación de la revolución, rechazando que el poder soviético pactara con los imperialistas. El resultado general se repetiría en la votación de los soviets.

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La firma de Brest

Se retoman las negociaciones pero la política del gobierno soviético (ni guerra ni paz) no fue aceptada. Alemania pasó a la ofensiva el 17 de febrero y sus tropas alcanzaron Dvinsk. La situación adquirió un nivel de gravedad que la emblemática Petrogrado se vio en peligro. El pronóstico de Lenin se había demostrado acertado. Esta amenaza aceleró los tiempos. Quedaba claro para los trabajadores que la revolución se veía obligada por la fuerza de las bayonetas a firmar la paz, en términos tan desfavorables, con el gobierno imperial alemán. El 23 de febrero el gobierno soviético reiniciaba las negociaciones. Las exigencias alemanas reclamaban los territorios del Báltico, Polonia, Finlandia y Ucrania, arrebatando a Rusia casi un tercio de su superficie cultivable, vías férreas y el 75% de su producción de acero y de hierro. El Comité Central aprobó, aún con diver­gencias, la firma del tratado y los bolcheviques defendieron la moción en el Comité Ejecutivo de los Soviets donde se aprobó por 116 votos contra 84, absteniéndose un gran número de mencheviques. El 3 de marzo de 1918 se firmó el “Tratado de Brest-Litovsk”.

La política de paz adoptada por el poder soviético sintetizaba algunas de las contradicciones que la revolución victoriosa debió enfrentar. La expansión de la revolución internacional y la urgente necesidad de ligarse al proletariado más concentrado de la Europa capitalista era la mejor fortaleza de la Rusia soviética agotada después de tres años de guerra. El cerco imperialista debía romperse por la acción del proletariado revolucionario, un camino vital para superar su aislamiento. Sin embargo, este norte estratégico no era más que una declaración abstracta si no se consideraba en cada momento concreto la verdadera relación de fuerzas para lograrlo. Eso no descartaba, en las posiciones de Lenin y Trotsky, la posibilidad de establecer determinados compromisos obligados con los imperialistas, frente al peligro de las bayonetas alemanas, para salvar a la revolución y al naciente poder obrero sin dejar de denunciar la rapiña imperialista.

La política internacionalista, la defensa del reciente Estado obrero; la diplomacia y la agitación revolucionaria hacia los pueblos de Europa concentrados en los sucesos de Brest fueron un capítulo más de esa escuela de estrategia revolucionaria en la acción desplegada por los bolcheviques.

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[1Víctor Serge, El Año I de la Revolución rusa.

[2León Trotsky, Cómo hicimos la revolución.

Liliana O. Calo

Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.

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