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Red Internacional
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Europa. Elecciones en Alemania: mientras millones protestan contra la extrema derecha, los partidos tradicionales giran a derecha

Alemania acudirá a las urnas en una semana. Millones de personas se han sumado a las manifestaciones contra las expresiones de la extrema derecha. Sin embargo, los partidos tradicionales ignoran estas movilizaciones y compiten para demostrar quién es más racista y quién gira más a derecha.

Lunes 17 de febrero 09:30

Debate televisado antes de las elecciones de 2025 en Alemania. Olaf Scholz, del SPD (izquierda), y su principal rival, Friedrich Merz, de la CDU (derecha). Imagen: Kay Nietfeld/Picture Alliance

Debate televisado antes de las elecciones de 2025 en Alemania. Olaf Scholz, del SPD (izquierda), y su principal rival, Friedrich Merz, de la CDU (derecha). Imagen: Kay Nietfeld/Picture Alliance

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El domingo pasado, dos semanas antes de las elecciones en Alemania, la televisión pública presentó el Kanzlerduell: un debate de 90 minutos entre el actual canciller, Olaf Scholz del SPD (socialdemocracia), y su principal rival, Friedrich Merz de la CDU (democracia cristiana de la excanciller Angela Merkel). Afortunadamente, Merz llevaba gafas, ya que de lo contrario era difícil distinguir a los dos candidatos: no solo por su edad, parecido y sus trajes azules, sino por la obsesión que expresaron con los inmigrantes.

El actual canciller Olaf Scholz utilizó el escenario para presentarse como un racista de línea dura: “Hemos aumentado el número de deportaciones en un 70 por ciento desde que asumí el cargo de canciller”, dijo durante el debate. La coalición de Scholz aprobó las leyes más estrictas contra la inmigración en la historia alemana. Sin embargo, Merz, el candidato mejor posicionado hacia las elecciones, afirmó una y otra vez, que Scholz todavía no estaba haciendo lo suficiente.

Todo el debate fue una larga competencia para demostrar quién era más racista. No es una dinámica exclusivamente alemana, lo vimos hace unos meses durante la campaña presidencial en EEUU cuando Kamala Harris, en lugar de oponerse a las campañas racistas de Donald Trump, afirmó que sería más eficaz en la construcción del muro y en la aplicación de otras políticas racistas. No hay indicios de que esto vaya a funcionar mejor para Scholz que para Harris: las últimas encuestas muestran que los conservadores de Merz tienen un 30 por ciento o más de apoyo, mientras que los socialdemócratas de Scholz rondan el 15 o el 16 por ciento.

Ante la presión de la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD), la derecha tradicional de la CDU encabezada por Merz se convierte en el mayor exponente de su política antiinmigrantes, que también se derrama hacia Scholz, mostrando el compromiso de todos los partidos tradicionales en la agenda racista.

Infundir miedo

La campaña electoral ha estado marcada por un asesinato que tuvo lugar a finales de enero en la ciudad bávara de Aschaffenburg. Un hombre de origen afgano que buscaba asilo en Alemania atacó a un grupo de niños pequeños en un parque, matando a un niño de dos años y a un hombre que intentó protegerlos. Después de este horrible acto, todos los partidos políticos han pedido más deportaciones; incluso el Partido Verde está haciendo campaña con un plan de diez puntos para reducir la inmigración.

La familia del niño era de Marruecos, y su cuerpo fue llevado allí para ser enterrado. No han hablado con la prensa, pero es difícil imaginarlos exigiendo más deportaciones. Merz ha estado afirmando que se conmovió hasta las lágrimas al pensar en la muerte del niño. Sin embargo, no tuvo la misma reacción ante los miles de niños de Gaza que han sido quemados vivos, decapitados, fusilados o enterrados entre los escombros de sus hogares. Scholz y Merz están perfectamente de acuerdo en enviar armas a Israel, al diablo con los niños.

En la última etapa de la campaña, Merz intentó una gran maniobra parlamentaria para adelantarse a los demás partidos en esta competición xenófoba. La CDU presentó una resolución y un proyecto de ley en el Bundestag (parlamento) que pedían la abolición de facto del derecho de asilo (garantizado en la Constitución alemana) y el cierre permanente de las fronteras alemanas (lo que contradice las leyes de la UE y el Acuerdo de Schengen, que permite la libre circulación dentro de la Unión). De esta manera Merz esperaba frenar a la ultraderechista AfD presentándose como el político racista que podía conseguir la aprobación de leyes.

Se trataba de un ultimátum para los socialdemócratas: o dejaban que Merz tomara la iniciativa en la política antiinmigratoria o su propuesta se aprobaba con el apoyo de la AfD. Esta última opción violaría la política de “cortafuegos” que el propio Merz había defendido apenas unos meses antes, que consistía en la negativa de todos los partidos a trabajar con la AfD en el Bundestag. Tras días de frenéticas negociaciones, la resolución de Merz obtuvo la mayoría el 29 de enero con el apoyo de la AfD. La extrema derecha triunfó.

Protestas masivas

Sin embargo, dos días después, la CDU no logró obtener una mayoría para su proyecto de ley. Varias docenas de diputados del propio partido de Merz boicotearon la segunda votación. ¿Qué había sucedido? Algunos lo atribuyeron a una inusual declaración pública de Angela Merkel, ex canciller y predecesora de Merz como presidenta de la CDU, quien dijo que nunca habría votado con la AfD. Merkel, despreciada por la derecha por acoger a refugiados en 2015, ha sido la rival acérrima de Merz durante décadas. Sin embargo, su intervención no fue la principal causa de este cambio en la votación parlamentaria.

El 29 de enero se produjeron una serie de movilizaciones masivas espontáneas contra la colaboración de la CDU con la AfD. La gente ocupó las oficinas de la CDU. El 2 de febrero, un cuarto de millón de personas se manifestaron en Berlín bajo el lema: “¡Somos el cortafuegos!”. Una semana después, otro cuarto de millón de personas salieron a la calle en Múnich (una manifestación más grande, ya que es una ciudad mucho más pequeña). En ciudades de todo el país se manifestaron decenas de miles de personas.

Aunque estas protestas suelen presentarse como una forma de “defender la democracia”, las exigencias de los organizadores son extremadamente limitadas. Las objeciones se refieren a que se vote junto con la AfD, no a que la CDU (y otros partidos) apoyen las propuestas antiinmigratorias de la AfD. Tanto Scholz como su ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, de los Verdes, pidieron a Merz que aprobara leyes antiinmigratorias junto con los “partidos democráticos”.

El desacuerdo no es realmente sobre democracia versus autoritarismo: ambos bandos quieren ampliar los poderes policiales y deportar a más personas. Diferentes sectores de la clase dirigente alemana están discutiendo sobre cuál es la mejor manera de implementar nuevas políticas racistas. Scholz y Baerbock quieren trabajar dentro de las instituciones de la UE para crear un Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) restrictivo. Merz, en cambio, quiere presentar a la UE un hecho consumado . Otra analogía con la política estadounidense: Merz aboga por una política de “Alemania primero”, mientras que sus oponentes son institucionalistas.

Una política independiente

A solo una semana de las elecciones, millones de personas están horrorizadas por el Rechtsruck (que se puede traducir al castellano como "giro" o "deriva a la derecha"). El “sentido común” propagado por los periódicos y políticos burgueses dice que todos deben “votar tácticamente”. Sin embargo, esto significa cosas diferentes para diferentes personas: algunos dicen que votar por el candidato de los Verdes, Robert Habeck, puede impedir que Merz se convierta en canciller. Otros, en cambio, piden que se vote por el partido reformista de izquierda, Die Linke. Ambos partidos han visto a miles de nuevos miembros unirse.

La ironía es que ninguno de estos partidos se opone fundamentalmente a los planes de Merz: los Verdes están haciendo campaña para que haya más deportaciones; Die Linke generalmente evita el tema y actualmente forma parte de dos gobiernos estatales que deportan gente todos los días. Muchos de estos nuevos miembros reconocen esta contradicción, pero sienten que tienen que "hacer algo".

Sin embargo, las últimas semanas han dado una prueba muy directa de lo que la gente puede hacer: la movilización masiva en las calles fue capaz de cambiar la relación de fuerzas parlamentarias mediante protestas, sin necesidad de acudir a las urnas. En los últimos 15 años, Die Linke ha demostrado que votar por un partido reformista no es forma de detener las deportaciones (o los desalojos, las privatizaciones, la brutalidad policial o cualquier otra cosa). Cuando Die Linke ha obtenido resultados particularmente buenos, siempre se ha unido a coaliciones gubernamentales y ha aplicado políticas racistas y neoliberales.

La clase obrera necesita una política independiente. Por eso, Inés Heider, trabajadora social de Berlín, y Leonie Lieb, partera de un hospital de Múnich, ambas de Klasse Gegen Klasse (organización que forma parte de la Red Internacional La Izquierda Diario en Alemania), junto a Franziska Thomas, de Berlín, de la corriente RSO, se presentan como candidatas al Bundestag. Se presentan con un programa orgullosamente anticapitalista que se opone a todas las deportaciones y reclama la igualdad de derechos. No prometen implementar sus políticas en el parlamento; en cambio, están utilizando la campaña para apoyar huelgas, manifestaciones, bloqueos y otros métodos de la clase obrera para promover nuestros intereses.


Nathaniel Flakin

Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.