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Red Internacional
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Testimonio. Carta abierta a los que sueñan con un mundo mejor

¿Qué significa que nuestras vidas valen más que sus ganancias?

Martes 18 de julio de 2017 13:02

Decidí comenzar con la escritura de esta carta porque simplemente soy un joven que está cansado de muchas cosas. Nací en Mojones Sur, una zona rural que está a varios kilómetros de la ciudad de Villaguay. Crecí alejado de todo contexto urbano y de la violencia y el hambre que produjo la crisis en el 2001, ya que mi viejo laburaba día y noche por su cuenta, en el único taller mecánico de la zona, con piso de tierra y sin paredes, donde el frío penetraba hasta lo más profundo. Mi vieja se remitía arduamente a todas las labores de una mujer campesina, sembrando nuestros alimentos, sin esquivarle al dolor de los callos dejados por la asada, el hacha y el trabajo domestico. Para ir a la escuela primaria hacíamos 5 kilómetros a caballo junto a mis compañeras y compañeros a la escuela 28 donde predominaban docentes suplentes por motivos que no comprendía. Todavía recuerdo cuando tenía entre 7 y 8 años y escuché por primera vez la palabra “crisis” acompañada de las imágenes de la tele, donde la gente moría por la represión de la policía y la impunidad de los gobiernos. Comprendía demasiado poco, pero era claro que había personas a las cuales sólo les interesaba tener bolsillos llenos a costa del sufrimiento de las mayorías.

A la secundaria asistí gracias a un transporte que pagaban las familias sin ayuda gubernamental, nadie nos daba nada, el edificio había sido construido por la cooperadora. Por aquellos años unas profesoras nos propusieron participar del “senado juvenil” que se realizaba en la ciudad de Paraná y consistía en construir un proyecto de ley jugando a ser legisladores. Aceptamos y participamos en dos ocasiones, en la primera con un proyecto para contar con aulas virtuales y acceso a internet en las escuelas rurales; en la segunda con un proyecto para tener transporte escolar gratuito. Nos parecían objetivos simples, pero los que evaluaban los proyectos se concentraban sólo en la inviabilidad por falta de presupuesto.
“¿Cómo lo financiarían?” preguntaban, nosotros respondíamos “distribuyendo equitativamente el presupuesto, si es necesario hay que aumentarlo, estamos hablando de nuestro derecho a la educación”. Es chistoso, esos evaluadores pertenecían a la casta política que en el discurso nos apoyaban, mientras se llenaban los bolsillos con salarios acaudalados “¿Acaso siempre será igual?” nos preguntábamos. Estar en el campo nos permitía ver desde otra perspectiva, seguramente por la cercanía con los grandes propietarios y sus riquezas; no nos engañaban tan fácil. Sabíamos que de las zonas rurales se obtenía gran parte del presupuesto nacional, un 70% para ser exacto, pero existía una brecha gigante entre esos ricos y nosotros. Y se notó claramente en el 2008 cuando la sociedad rural entró en conflicto con el gobierno.

A esos grandes propietarios no les importábamos, los patrones mandaban a los peones a cortar las rutas para que le bajen las retenciones a la soja. Mientras tanto los pequeños productores nos derrumbábamos, algunos pudimos aguantar el embate, otros simplemente vendían sus tierras o las arrendaban a los sojeros quienes desmontaban todo y transformaban el verde en desierto. Fumigaban hasta los arroyos, no les importaba nada, vivimos con glifosato en las venas esperando a que nos detecten cáncer para asistir a instituciones públicas que poco van a poder hacer. Sus ganancias aumentaban y seguirían aumentando ya que el gobierno nunca tuvo como objetivo eliminar esa desigualdad. El estado permite ese antagonismo, permite todo eso que tanto detestamos.

Pude asistir a la facultad y estudiar para docente en la escuela Almafuerte que pertenece a la Uader, la cual contaba con una residencia barata que mis viejos podían pagar. El resto de mis compañeras y compañeros no tuvieron la misma suerte ya que el laburo no se los permitía ¿Por qué tuvo que pasar tanto tiempo para enterarme de esto? La sociedad del consumo, la cosificación y disciplinamiento de los cuerpos, los mecanismos de control, la desigualdad social, la violencia de género, la lucha de clases, las instituciones y la alienación ¿Por qué recién en la facultad me enteré que la alternativa era luchar? ¡Qué hay una forma de decir basta!
Creía que todo estaba perdido, sabía que ni el peronismo, ni el kirchnerismo, ni mucho menos el radicalismo iban a cambiar esto. La historia lo demuestra. Más aun luego de la segunda desaparición de Jorge Julio López, el asesinato de Mariano Ferreyra, y la crisis que volvía a comenzar. La violencia de género atravesaba y atraviesa todas las instituciones las cuales permiten que una mujer muera cada 20 horas, y la esperanza de vida de las trans no supere los 40 años. La policía cómplice de esto, el narcotráfico que avanza, y mientras tanto la casta política aumentando sus salarios a cifras inalcanzables para las grandes mayorías. Me había resignado.
Un día veía casualmente la tele y transmitían un corte de ruta que estaba siendo reprimido por el gobierno de los derechos humanos. Allí apareció un diputado denunciando la impunidad de los empresarios y la represión policial. Un pibe joven como cualquiera de nosotros. Lo busqué en las redes ya que se venían las elecciones. Era Nico del Caño del frente de izquierda, y algo raro me ocurrió. Volví a tener esperanza cuando conocí a un partido que luchaba contra la precarización y tercerización laboral, que denunciaban a la explotación de los empresarios y se distinguían de la casta política cobrando lo mismo que un docente.

Ellas y ellos estaban de mi lado, cuando proponían soluciones concretas para todo aquello que detestaba. Estaban ahí apoyando cada movilización, recibiendo balasos y gritando por aquellos que siempre estuvimos silenciados. No dudé en contactarme y me sume a las compañeras y compañeros de Paraná. El resultado fue conocer a gente que sueña y lucha por un mundo mejor “la clase obrera es una y sin fronteras”. Hace unos días en Pepsico lo demostramos otra vez, resistiendo el ataque del gobierno y las empresas, luchando hasta el final como se debe. Distinguiéndonos de los que votaron a los jueces del 2x1, el pago a los buitres y las leyes de ajuste.

¡No se dejen engañar! No todos los políticos son iguales, escúchennos nosotros sabemos lo que sufren las grandes mayorías. ¡Basta de beneficiar a los ricos y ladear la cara a los problemas reales! ¡Estamos cansados de gritar ni una menos! ¡Estamos cansados de ser víctimas de este sistema opresor y tirano! ¡Cansados de ver a políticos corruptos y ladrones que vacían nuestro sistema de salud y educación! Nuestras vidas valen mucho más que sus ganancias. Cambiar esta realidad depende de todos nosotros.Como diría el escritor Bertolt Brecht:

“Cuando los que luchan contra la injusticia
están vencidos,
no por eso tiene razón
la injusticia.

Nuestras derrotas
lo único que demuestran
es que somos pocos
los que luchan contra la infamia.

Y de los espectadores, esperamos
que al menos se sientan avergonzados”