Las imágenes son desgarradoras. En Filipinas hay destrucción total en algunas zonas por el tifón Megi y en Sudáfrica por las fuertes lluvias. La crisis climática va a generar fenómenos cada vez más extremos, pero el impacto siempre lo cargan los sectores más empobrecidos.
Lunes 18 de abril de 2022 11:14
El colapso de una montaña enterró varias casas en Filipinas durante el paso del tifón Megi. EFE/EPA/CYRIL E. MONTERO
Sudáfrica confirmó miles de afectados por las inundaciones que asolan el este del país desde la semana pasada y que ya causaron al menos 443 víctimas mortales.
En Filipinas ya suman 172 los muertos por el paso del tifón Megi.
Las imágenes se repiten, aunque los fenómenos climáticos extremos son cada vez más recurrentes y tienen una relación directa con la crisis climática en curso, el impacto de las mayores inundaciones, tifones o sequías, afecta principalmente a los habitantes de las zonas más pobres y sin recursos, que son vulnerables para poder enfrentarlos.
Sudáfrica
El área afectada por estas devastadoras inundaciones -que se desencadenaron por las lluvias torrenciales que empezaron a caer en la parte oriental del país hace una semana- es la provincia de KwaZulu-Natal.
Según afirmó el jefe de gobierno de esta región, Sihle Zikalala, en una rueda de prensa este domingo, estas inundaciones están "entre las peores catástrofes caídas sobre la provincia de KwaZulu-Natal en mucho tiempo".
El último balance oficial de víctimas, correspondiente a la tarde del domingo, asciende a 443 muertos y 63 desaparecidos.
Las autoridades locales estiman que los daños para la provincia son millonarios y que unas 40.000 personas se han visto afectadas en total por las inundaciones.
El Gobierno sudafricano declaró el miércoles pasado el estado de desastre en la provincia y el presidente del país, Cyril Ramaphosa, anunció el despliegue de 10.000 militares tanto con el objetivo de contención como así también de disuasión (o represión) en casi de ser necesario.
La zona más afectada por las lluvias torrenciales es el área de Durban, que es la ciudad más importante de KwaZulu-Natal y la tercera más grande de Sudáfrica.
Las inundaciones golpearon especialmente las barriadas de asentamientos informales de sus alrededores, algunas de ellas arrasadas por completo por el agua y los corrimientos de tierra.
También las infraestructuras de electricidad, transporte, agua corriente y muchos centros médicos se han visto severamente dañados.
La preocupación del Gobierno tiene que ver con que esta provincia lidia aún fue uno de los epicentros de los disturbios que Sudáfrica vivió en julio de 2021 y que se vivieron con mayor intensidad precisamente en KwaZulu-Natal, donde se registraron 275 de los 354 muertos por la represión policial.
Filipinas
En Filipinas ya suman 172 las personas fallecidas y al menos 110 desaparecidos por los devastadores efectos de la tormenta tropical Megi, que arrasó la parte central y meridional de las islas.
El número de residentes desplazados superó los dos millones de personas, procedentes de la región de Bicol, Bisayas Occidentales, Bisayas Centrales, Bisayas Orientales, Mindanao del Norte, región de Davao, Soccsksargen, localizada en Mindanao central, Caraga y Bangsamoro.
El daño agrícola causado por Megi, conocido como Agaton en Filipinas, se estima en más de ocho millones de dólares (423,8 millones de pesos filipinos), según indicó el Departamento de Agricultura.
Al menos 6.557 agricultores y 10.920 hectáreas de tierras de cultivo se han visto afectados, 89 corrimientos de tierra dejaron inutilizados nueve puentes y 69 tramos de carretera, dañaron casi 10 mil viviendas y han destrozado campos de cultivo.
La provincia más afectada fue la de Leyte, donde las avalanchas de tierra sepultaron varias localidades, especialmente las de Baybay y Abuyog, donde los equipos de emergencia siguen las labores de excavación sin apenas esperanzas de encontrar a nadie más con vida.
Las imágenes difundidas de la tragedia muestran aldeas enteras, a los pies de las montañas, enterradas bajo el lodo y las riadas.
Crisis evitables
Los fenómenos climáticos extremos serán cada vez más recurrentes. Ya lo dijo el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), organismo Naciones Unidas, y encendió todas las alarmas.
Sin embargo, ningún Gobierno se muestra dispuesto a tomas las medidas para amortiguar esos efectos que ya están en curso. Si bien muchos de los fenómenos no se pueden predecir ni evitar, si se pueden eliminar o reducir al mínimo los casos de muertes y heridos.
Las tormentas y ciclones, las sequias e incendios serás cada vez más severos y van a afectar en particular a las poblaciones más pobres. Esto no tiene que ver con una cuestión regional sino con las condiciones de vida precarias y la poca capacidad de hacer frente a estos fenómenos.
El capitalismo no solo es responsable de la crisis climática en curso, con las emisiones de CO2 y Gases de Efecto Invernadero, que se explican en su mayoría por las principales economías imperialistas, las multinacionales y un puñado de multimillonarios (que producen más emisiones que la mitad de la humanidad), sino de las condiciones de hacinamiento de cientos de millones de personas en todo el mundo.
Durante años han arruinado a pequeños campesinos, han industrializado las zonas rurales y han depredado sus tierras, expulsando a su población y urbanizado al mismo tiempo a millones de personas, a una tasa mucho más alta de la que podían "absorberlas" en las grandes ciudades.
Así esas millones de personas al mismo tiempo que se urbanizaban también se "favelizaban". Fueron expulsadas de los centros y enviadas a sus bordes en conglomerados y cordones de barriadas populares con viviendas precarias, sin servicios, asfalto o cloacas y en su mayoría en condiciones de hacinamiento.
Se construyeron en los márgenes. Los márgenes de los ríos y riachos, de los riscos, de las montañas, de los mares. En lugares no aptos para vivir, donde sin embargo se ven obligados a vivir para estar cerca de un centro urbano donde puedan trabajar o conseguir un sustento.
Esos "márgenes", son los más susceptibles a inundarse, incendiarse o ser afectados por fenómenos extremos, y son los que no tienen ninguna posibilidad de hacerle frente.
Se trata de catástrofes anunciadas, y el capitalismo es responsable de no evitar su impacto.
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