Miércoles 7 de junio de 2017 14:09
Un grupo de figuras académicas y políticas (Atilio Borón, Claudio Katz, Néstor Kohan, miembros del FPDS como Aldo Casas, Nora Ciapponi, Carina López Monja; dirigentes de la FULP -Cintia Mansilla y Victoria Homberger- y otros), publicó su respaldo al gobierno de Maduro, debatiendo con otro sector de intelectuales que repudiando medidas autoritarias del gobierno chavista, cae en la ilusión “progresista” en nuevos intentos de mediación con la oposición derechista y le hace el juego al Papa Bergoglio y la “comunidad internacional” (léase ONU, OEA, “gobiernos amigos”) orientada por el imperialismo.
El pronunciamiento llama a apoyar a Maduro y sus medidas económicas y políticas. Acepta que en Venezuela “conviven contradicciones que ameritan un análisis más profundo del que pueda realizarse en una declaración” para evitar hacer un análisis serio de la situación.
En Venezuela hay una ofensiva de la oposición derechista local nucleada en la MUD, atrincherada en el control de la Asamblea Nacional y apoyada por la derecha continental de los Temer y Macri y el imperialismo. La MUD, integrada por fuerzas de tradición golpista, conservadora y proyanqui, se envuelve en demagogia democrática para capitalizar el descontento popular ante la intolerable situación económica y social y las medidas autoritarias del gobierno chavista.
Ante la crisis estructural del rentismo petrolero (que el chavismo exacerbó en estos años) Maduro impone un rumbo económico regresivo, con sus secuelas de inflación, desabastecimiento, colapso de servicios públicos y desempleo, pagando la usurera deuda externa a costa de importaciones vitales de alimentos y medicinas, con más apertura a las transnacionales en el petróleo (nuevas empresas mixtas) y la minería (Arco Minero del Orinoco). Todo esto, en medio de un festival de corrupción, especulación y fuga de capitales del que participan empresarios, funcionarios chavistas y jefes militares a costa de las penurias del pueblo.
Maduro busca “blindarse” con un curso bonapartista ante el acoso de la derecha y el desgaste de su base social. Pisotea la propia Constitución Bolivariana, gobierna a través de un “estado de excepción permanente” y se apoya cada vez más en los militares, extendiendo la represión no sólo a acciones violentas de grupos de choque derechistas, sino a legítimas protestas obreras y populares (incluidos los saqueos provocados por el hambre y la desesperación entre los más pobres). Los barrios de Caracas y otras ciudades están militarizados, se impiden elecciones sindicales libres, se proscribe a fuerzas de izquierda independientes. Tras fracasar su intento de disolver la Asamblea Nacional, Maduro convoca Constituyente a su medida para fortalecer su giro bonapartista, completamente manipulada, algo que los autores de esta Declaración saludan como parte de un supuesto “modelo de democracia participativa y protagónica”.
Justificando el curso autoritario
Para ellos todo se debería a “una estrategia diseñada para el ámbito internacional y el desgaste de la ciudadanía, que busca generar las condiciones para un recambio que la derecha reaccionaria […] “tácticas que muestran la voluntad generar un escenario insurreccional que lleve al enfrentamiento armado con las fuerzas del Estado.” Por tanto, aducen que “pedir que se retiren las fuerzas estatales de la calle, pedir que ’no repriman’, es pedir que el gobierno no se defienda y se deje caer.” Atilio Borón, impulsor de este llamado, lo dice con más claridad: Maduro debería insistir en el autogolpe bonapartista y encarar “la enérgica defensa del orden institucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución...”.
En esta interpretación unilateral coinciden con los intelectuales peronistas/kirchneristas que desde el ilustrativo título de “La represión es el otro” (Declaración de Carta Abierta del 22/04), justificaban los ajustes y represiones de la gobernadora Alicia Kirchner en la provincia de Santa Cruz (que pactó con Macri el recorte del gasto) y de Maduro en Venezuela. Allí, según Carta Abierta “todo lo que se hace hoy en las grandes movilizaciones de la oposición, bajo el manto protector de la Democracia, designa en realidad los fuertes movimientos para desprenderse planificadamente del gobierno de Maduro.” Como Alicia en el sur argentino, Maduro, “el gobierno popular debilitado”, estaría obligado a aplicar medidas antipopulares y a reprimir protestas, incluso las legítimas, por la conspiración omnipresente del imperialismo, instrumentada según un misterioso y ubicuo mecanismo que logra que “Todo lo que ocurra provocado por el Protocolo de los diagramadores golpistas es culpa del gobierno venezolano”.
Con esta burda teoría de la conspiración buscan absolver de culpa a Maduro y apuntalar la lógica del “mal menor” que obliga siempre, en cualquier clima o circunstancia, a elegir entre el campo “populista”, incluidos sus ajustes “progresistas”, y el “republicano” o conservador. Pero es el gobierno de Caracas con sus medidas económicas y políticas antipopulares y bonapartistas el que alimenta a la derecha proimperialista y le regala las banderas democráticas más elementales.
Los autores de la Declaración recurren como último argumento a la defensa de la “visión geopolítica alternativa” del chavismo, por sus fricciones con el imeprialismo. Pero es el gobierno de Maduro quien está abonando el terreno para que el imperialismo pueda aspirar a recuperar el control sobre el país, aumentando la hipoteca del país al capital financiero y la apertura a las transnacionales. Critican a los adherentes al llamado al diálogo por tomar posición según “valores de forma” democráticos, pero ellos se encandilan con la “forma” recubierta de fraseología populista del bonapartismo en su etapa de degradación madurista. Advierten contra una “izquierda del sistema”, pero hay dos izquierdas del sistema: A la variante “socialdemócrata” aportan los que van a la zaga de los intentos de consenso con la oposición “republicana”. A la variante “populista” contribuyen los que derrapan en el apoyo al bonapartismo de Maduro, a despecho del contenido reaccionario de sus medidas económicas y políticas.
Bancarrota ideológica y política
Entre los firmantes figuran referentes de lo que hasta no hace mucho se proponía como una “izquierda independiente” de inspiración autonomista en Argentina. Ahora, trotan a la zaga de los defensores del Estado bonapartista que coopta y burocratiza a los “movimientos sociales” y pretende ahogar toda vida política independiente del movimiento obrero y popular.
Se expresa así la profunda crisis de la intelectualidad izquierdista en América Latina, reflejo directo de la bancarrota de los gobiernos progresistas y nacionalistas en la región. Surgidos al calor del ciclo de rebeliones de principios de siglo, estos gobiernos no hicieron sino aprovechar la bonanza económica de la década pasada y ciertos márgenes de maniobra ante el imperialismo para hacer algunas limitadas concesiones al pueblo trabajador, cooptando sus organizaciones para desmovilizar y recomponer la estabilidad. Las condiciones excepcionales que permitieron esto ya no existen. La crisis capitalista desnudó la bancarrota de las estrategias basadas en el apoyo a esos proyectos reformistas. La crisis económica, social y política de Venezuela, donde el chavismo edificó durante casi dos décadas la versión más a izquierda de los mismos, es una elocuente demostración.
Los trabajadores y el pueblo pobre del campo y las ciudades son los únicos interesados en pelear por las necesidades básicas insatisfechas, contra el desabastecimiento y el hambre, la inflación y por el salario, contra la falta de medicamentos, la represión estatal y paraestatal, el pago de la deuda externa, la fuga de capitales y la entrega de los recursos naturales a transnacionales, entre otras demandas. Aspectos nodales que no están contemplados ni en la constituyente fraudulenta de Maduro, ni en los planteos de la MUD opositora.
Son también los únicos que pueden enfrentar a la derecha y abrir el camino a una salida progresiva frente a la catástrofe que los amenaza. Pero para eso, necesitan independencia política frente al chavismo, no la subordinación a Maduro que reclaman los autores de esta declaración.
Eduardo Molina
Nació en Temperley en 1955. Militante del PTS e integrante de su Comisión Internacional, es columnista de la sección Internacional de La Izquierda Diario.