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Red Internacional
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Genocidio de clase. Dictadura: dos exjefes de Ford reconocieron que entregaron trabajadores a los militares

Fue en una nueva audiencia del juicio por delitos de lesa humanidad, donde los dos exsupervisores intentaron negar sus responsabilidades. Declararon también un exobrero de Ford y un sobreviviente de Astilleros Astarsa.

Jueves 30 de agosto de 2018

Este martes se desarrolló la audiencia número 17 en los Tribunales Federales de San Martín. Además de sobrevivientes, familiares y organizaciones de derechos humanos, estuvieron presentes docentes y estudiantes de tres escuelas secundarias de Tres de Febrero.

Si bien estaban citados varios testigos más, declararon solo cuatro ya que, según se informó, el resto no pudo ser notificado.

Las defensas casi no hicieron preguntas. Es que a medida que avanza el juicio queda más en evidencia la responsabilidad de la gerencia de la multinacional automotriz por el secuestro y tortura de 24 de sus obreros dentro del centro clandestino que la empresa tenía dentro de sus instalaciones en la planta de General Pacheco.

Los gerentes acusados siguen dándose el lujo de no estar presentes en las audiencias. La impunidad garantizada durante estos 42 años de gobiernos constitucionales por el Poder Judicial permite que por su “avanzada edad” puedan ausentarse.

Pese a la poca memoria, no se puede ocultar

El primero en declarar fue Angel Viliacco, supervisor y capataz de Ford durante los años 70, del sector de reparación final, cargo que desempeñó hasta 1989.

Ante las preguntas de la querella Viliacco parecía “recordar poco”, manifestando que no vio detener a ningún trabajador dentro de la fábrica. Pero cambió de opinión cuando reconoció su firma en declaraciones anteriores. Allí había manifestado que cuatro militares armados con fusiles le preguntaron por Pedro Troiani y él mismo les señaló dónde estaba trabajando el obrero.

Ese fue, precisamente, el momento en que a Troiani, sobreviviente y querellante en el juicio, el Ejército lo secuestró en su puesto de trabajo.

Viliacco también reconoció que en el centro de deportes de la empresa (el emblemático “quincho”) había militares a los que la propia gerencia les proveía comida.

El segundo testigo fue Carlos Demestri, otro exjefe que ingresó a Ford en el año 1963 y trabajó hasta 1988, siempre en la sección de pintura. En 1976 era supervisor, pero empezó su declaración afirmando “no recordar” lo ocurrido el 24 de marzo de ese año ni que hubiesen existido detenciones dentro de la fábrica.

Una vez más, la querella le leyó una declaración suya prestada en 1985, donde había manifestado que él mismo condujo a dos operarios ante el superintendente, quien lo seguía en la escala jerárquica de la empresa y fue quien llevó a los obreros a la oficina de personal donde fueron detenidos.

Uno de esos trabajadores se apellida Robledo. Su padre también trabajaba en la empresa y fue a preguntarle a Demestri por su hijo, a reclamarle que lo había entregado para que lo detuvieran.

Demestri reconoció que a los días de ese hecho fue citado a declarar a Campo de Mayo, el mayor centro y maternidad clandestinos del país, pero que “no recordaba nada”. Solo que creía haber entrado allí por Ruta 8 y haber firmado un papel con su declaración en la que “solo contó lo ocurrido el día de esas dos detenciones dentro de la fábrica Ford”.

La memoria se le fue refrescando al exjefe de la sección pintura de Ford. Admitió recordar a Carlos Propato (también sobreviviente y querellante), a quien el Ejército se lo llevó de la cabina de pintura donde trabajaba. Fue él mismo, afirmó Demestri, quien llamó a Propato aquel día porque unos cinco militares lo buscaban, y cree que iban acompañados por una persona de la oficina de personal de Ford.

Incluso reconoció que vio militares dentro de la cancha de fútbol que estaba en la parte de los quinchos y el sector recreativo que Ford tenía dentro de la planta y que los militares se veían desde la calle.

Vale decir que el Tribunal no hizo absolutamente nada ante semejantes contradicciones e intentos de deslindar su propia responsabilidad y la de la empresa por el secuestro de los obreros, ya que eran jefes directos de Pedro Troiani y Carlos Propato.

En sus declaraciones anteriores los mismos exsupervisores reconocieron que terminaron entregando los dos obreros (que estaban bajo sus órdenes) a los militares cuando los señalaron para que se los lleven de sus puestos. El Poder Judicial los debió imputar inmediatamente por su participación en el secuestro de los obreros, pero no lo hizo.

Una vez más, los tribunales federales muestran cuán lejos están de buscar “justicia” para estos obreros que tuvieron que esperar más de 42 años apara que comience el juicio oral.

“Ford en el 79 aumentó la producción y obtuvo U$S 460 millones de ganancia”

El tercer testigo de la audiencia de este martes fue un extrabajador de la empresa, José Rosario Palavecino. Ingresó a Ford en 1979. Antes trabajaba en General Motors como obrero especializado, pero esta automotriz (que era la competidora mundial de Ford) se estaba yendo del país.

Palavecino tenía la más alta categoría en mantenimiento de estampado. Cuando ingresó a Ford se usaba todavía el sistema manual, con el que hacían los Ford Falcon.

Antes del golpe genocida la producción de Ford era de unas 125 unidades diarias. Para el año 79 aumentó ese número a 500 unidades por día.

Paladino relató que en aquella época “sonaba el silbato y tenían que salir todas las unidades sí o sí dentro de las horas de trabajo”. Explicó que, por relatos de sus compañeros, supo que a partir del golpe adentro y afuera de la fábrica había militares y que los obreros pasaron a tener lugares vedados al acceso dentro de la fábrica.

“Mis compañeros me contaban que antes del golpe podían ir. La fábrica seguía con controles, no podíamos ingresar al vestuario, había vigiliancia propia de Ford, que controlaban dónde iban los trabajadores, a qué hora y afuera de la puerta dos había militares. No se podía ir a un lado al otro. Cuando entré a Ford había muchos compañeros que sabían lo que había pasado porque lo habían vivido, que habían secuestrado a compañeros de sus puestos de trabajo y de sus casas para luego llevarlos al centro recreativo. Todos los que eran delegados fueron detenidos, no había ninguno cuando ingresé. No había actividad gremial, los cuartos gremiales estaban cerrados con llave. Había que tener orden de un supervisor para entrar al vestuario donde había militares que te acompañaban e iban al comedor de estampado a buscar sus viandas. En aquel entonces llevábamos carnet con nuestra fotografía, número de legajo y nuestros datos personales y debíamos presentarlo para ingresar a la fábrica. En esa época la situación era muy seria”. 

Palavecino relató que desde Estados Unidos enviaron a un alto directivo, Nicolas Courad, que se quedó en la fábrica. Contó que para 1980 Ford tenía ganancias por U$S 460 millones gracias a la productividad y la “tablita de Martínez de Hoz”. La producción para el 79 y 80 era muy grande, el personal del Ejército ayudaba a entrar los contenedores a la planta de camiones.

La única pregunta que le hizo a Palavecino la defensa de los genocidas estuvo referida a saber cómo le consta lo que decía. En respuesta, Palavecino le entregó al Tribunal un discurso del presidente de la empresa, Courad, durante la inauguración de la planta de camiones en 1980. Allí, entre otras cosas, el jerarca de Ford decía: “a partir de marzo de 1976 estábamos enfrentados a un desafío. En nuestro caso había que tomar una decisión empresaria y, con nuestros actos y procedimientos, demostramos cuál era esa decisión. Ford Motor Argentina creyó en el Proceso de Reorganización Nacional porque vio en él el vehículo para que el país se reencuentre con su verdadero camino”.

Smata, uno de los impunes aliados de los genocidas. Palavecino describió cómo funcionaba la vigilancia, que era de la misma empresa Ford, ya que no se había tercerizado todavía (solo el personal de limpieza estaba contratado bajo esa modalidad de precarización laboral por un convenio que la empresa había firmado con el Smata).

Testigo y sobreviviente de Astarsa

El último testigo del martes fue el obrero sobreviviente de Astilleros Astarsa, Manuel Ludueña. Relató que el 29 de marzo del 76 fue secuestrado cuando bajaba del micro para entrar al Astillero, encapuchado y llevado a la comisaría de Tigre. “Ahí nos encontramos con los obreros de Ford y con muchos trabajadores de la zona norte, de Terrabusi (actual Mondelez), de Astilleros Mestrina y otros lugares de trabajo”, declaró.

Vale decir que allí él y otros compañeros fueron golpeados y torturados con picana eléctrica y no pudieron ver a sus familias durante su cautiverio. Durante casi dos meses estuvieron allí, hasta que fueron trasladados a la cárcel de Devoto y luego a la Unidad 9 de La Plata, junto a los obreros de Ford.

Docentes y estudiantes presentes

Antes de comenzar la audiencia La Izquierda Diario habló con una docente y dos alumnas de las escuelas que fueron a presenciar la audiencia.

Silvia Barbero, docente de Comunicación de la Escuela Secundaria 17 de Ciudad Jardín, dijo que en la escuela trabajan “el tema de los derechos humanos. Es una preocupación en mi caso como docente que la tengo presente siempre de acercar a los chicos a la historia y a la historia trágica más reciente de nuestro país, la de 1976. Esta es una experiencia muy importante, porque si bien los chicos pueden informarse leyendo un libro, venir acá y hacer esta experiencia es algo que no van a olvidar nunca”.

Celeste, alumna de la Escuela 18 de arte y teatro de Tres de Febrero, dijo que para ella y sus compañeras y compañeros “venir al juicio es parte de la historia, es parte de lo que venimos estudiando y estar presentes es vivirlo en carne propia, hoy en día venir y presenciar este juicio para nosotros es recordar y aprender que esto no tiene que volver a pasar”.

Sabrina, de la Escuela 18 de Ciudadela, agregó que “presenciar por primera vez un juicio así está muy bueno, espero que esto no se repita, vamos a ver si se hace justicia”.

Los dos sobrevivientes presentes estaban muy emocionados con la presencia de más de 50 jóvenes en la audiencia. Carlos Propato aprovechó para decirle por medio de este diario “a esta generación gracias por estar, por venir a estas audiencias que son de alguna manera prevenir que esto no se vuelva a repetir en las generaciones que van llegando, lo importante es que esta lucha es para que esto no vuelva a pasar. Los abrazo desde el fondo de mi corazón”.

Como viene publicando este diario, la lucha por el juicio y castigo para estos gerentes y todos los genocidas es una tarea de primer orden para los sobrevivientes, sus familiares pero también para los trabajadores y las nuevas generaciones. Como dijo Chicha Mariani: “Que la juventud tome la posta”.

La próxima audiencia será el martes 11 de septiembre a las 9:30 en el Tribunal Federal Nro 1 de San Martín.