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Red Internacional
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Italia. El Gobierno de Mario Draghi: apuntes sobre la crisis política italiana

Este jueves Mario Draghi logró la investidura de su gobierno tras obtener la confianza de la Cámara de Diputados. Se habla de un gobierno de "alto nivel", pero ¿quiénes son los ministros que lo llevaran adelante?

Jueves 18 de febrero de 2021 20:41

El economista Mario Draghi a su llegada al palacio del Quirinal en Roma. EFE/ Alessandro Di Meo

El economista Mario Draghi a su llegada al palacio del Quirinal en Roma. EFE/ Alessandro Di Meo

¿Quién es Mario Draghi, el nuevo "hombre de la providencia"?

El mediodía de este sábado 13 febrero, el nuevo gobierno de Draghi ha jurado su cargo ante el presidente de la República Italiana, Mattarella. Este jueves se presentó oficialmente en el parlamento para recoger la confianza hacia Gobierno y comenzar a ejercer como tal.

Este voto de confianza cerró formalmente la crisis de gobierno que el partido de Matteo Renzi, Italia Viva, había abierto el 13 de enero al retirar a sus ministros del gobierno de Conte II. A pesar del voto de confianza en el Parlamento, Conte dimitió el 25 de enero ante la posibilidad de una moción de desconfianza en el Senado (donde los pocos votos de Italia Viva cuentan más porque el M5S es más débil) sobre el informe del ministro de Justicia Bonafede, al que se oponían los renzianos. En un primer momento, el presidente Mattarella intentó la vía de la formación de un gobierno Conte III a través de las consultas dirigidas por el presidente de la Cámara, Roberto Fico (M5S), pero sin conseguir romper el estancamiento en las relaciones entre Italia Viva y los otros antiguos socios de gobierno.

Mattarella ya había descartado categóricamente las elecciones debido a la emergencia de la pandemia y a la fragilidad del plan de vacunación, que necesitaba, según él, una acción gubernamental "fuerte" en los próximos meses. Curiosamente, las elecciones locales y el referéndum constitucional para recortar los parlamentarios no se vieron afectados por esa misma situación. La referencia al plan de vacunación parece también una excusa, ya que este ha sido establecido y simplemente debe ser puesto en práctica por el aparato sanitario nacional.

Draghi, nacido en 1947, es un exponente del mundo de los bancos y del gran capital financiero: alumno de cierta escuela económica de la "centro-izquierda" de la Primera República (entrando entonces en las filas de la alta burocracia estatal como director general del Ministerio de Economía), trabajando durante un periodo para el fondo de inversión Goldman Sachs, dirigió el Banco de Italia desde 2005 hasta 2011, año en el que es elegido presidente del Banco Central Europeo (el infame BCE). Este currículum es parecido al de Mario Monti, quien también ejerció como jefe de un gobierno “técnico” entre 2011 y 2013 en Italia.

Draghi, como jefe del BCE en 2011, nada más ser elegido, escribió una carta pública al Gobierno de Berlusconi en la que le exigía un plan de nuevas privatizaciones, recortes del gasto público y eliminación de derechos de los trabajadores. A nivel europeo, su modelo monetario "expansivo" ha alternado políticas de emisión de grandes cantidades de títulos de deuda a favor de los estados individuales de la UE -es decir, dados los titulares de las deudas públicas de estos estados, a favor de los grandes grupos bancarios europeos y extranjeros- con planes de lágrimas y sangre para la clase trabajadora y los pobres. De esto es ejemplo Grecia, donde de nada sirvió el ascenso al gobierno de la izquierda reformista de Syriza, cuya retórica "antiausteridad" fue barrida por la agenda del BCE, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Volviendo a 2021, la prensa italiana se puso a la cola de Mattarella para elogiar a "Super Mario" con un aluvión de elogios, anécdotas edificantes y alabanzas a sus cualidades como economista y político, que nada tiene que envidiar a las notas aprobadas por el gobierno de Mussolini en la época de la "batalla del trigo" o la invasión de Etiopía. Después de haber construido en un par de semanas un consenso inflado - al igual que una burbuja financiera - en torno a la figura del presidente a cargo, todo el mundo esperaba un gobierno compuesto exclusivamente o en gran parte de "técnicos" –profesores, economistas/banqueros, grandes burócratas del Estado– un poco como sucedió con el gobierno de Monti en 2011. La burbuja estalló ayer cuando Draghi hizo pública su lista de ministros ante el presidente Mattarella.

¿Ministros de "alto perfil"?

Habría sido difícil y peligroso componer un equipo sólo de "técnicos": volveremos a ello más adelante. El caso es que el gobierno actual de Draghi no el que soñaba la prensa "democrática" enamorada de los banqueros y del "hombre fuerte", sino más bien un híbrido a medio camino entre el gobierno de Monti, el de Conte II y los de Berlusconi de 2011-6 y 2008-11. Al pasar por un compromiso parlamentario que amplía la mayoría a los derechistas de Forza Italia y a la Lega, sin excluir a los antiguos socios de gobierno, era técnicamente imposible componer un gobierno político diferente sin romper con los dirigentes de esos partidos, lo que habría llevado precisamente a esas elecciones que se busca evitar a cualquier precio.

Así pues, nos encontramos con 15 ministros procedentes de las filas de casi todos los partidos parlamentarios desde la centroizquierda hasta parte de la extrema derecha (entre ellos, 12 exministros del gobierno Conte II o de gobiernos anteriores) frente a 9 ministros "técnicos", incluido Draghi. El trío de ministros de Forza Italia provocó, con razón, un cierto efecto de rechazo e indignación mediática, representativo de la decadencia del establishment político italiano (ciertamente no sólo de la derecha o del parlamento) de hace 10-15 años, cuando personajes incompetentes y rabiosamente hostiles a los sindicatos y a la clase trabajadora en general ascendieron uno tras otro a los más altos cargos del gobierno.

Este gobierno tiene la tarea de continuar y si es posible reforzar el ataque a las condiciones de vida y los derechos de los trabajadores y trabajadoras, y experimentará menos conflictos internos si los distintos ministros resultan ser personalidades políticamente débiles, más sometidas a las propuestas del bloque "técnico". En definitiva, aunque desde el punto de vista de la "eficiencia" y el prestigio como ministros burgueses muchos esperaban algo mejor, de eso no hay duda, es cierto que ubi maior minor cessat [ante lo mayor, lo pequeño pierde importancia] también es una oportunidad para que Draghi, el BCE y los banqueros en general (y Mattarella mientras siga siendo presidente) tengan una mayor influencia directa en la política general del gobierno en Italia.

En el juego entre la colaboración y la competencia con las demás potencias de la UE, este gobierno podría conseguir realmente resultados apreciables tanto para los "mercados" europeos e internacionales como para los capitalistas italianos que presionan para no seguir perdiendo posiciones en términos de acumulación de riqueza y competitividad. Un juego delicado y peligroso, sin duda: más aún si se piensa que la mayoría de los ministros, a diferencia de los gobiernos nacionales "estándar", proceden del norte de Italia, en un período en el que no sólo la brecha socioeconómica norte-sur tiende a seguir ampliándose, sino que las presiones imperantes (incluso dentro del propio "Partido Democratico del norte") son las que se dirigen hacia un mayor federalismo, abriendo poco a poco nuevas grietas en la estabilidad geopolítica interna del Estado. La tentación de reubicar al Sur como una región dependiente interna es fuerte, y por otro lado es uno de los escenarios geopolíticos reales que tiene sobre la mesa la burguesía italiana, no un simple discurso ideológico, quizás "anacrónico" de la Liga. Más aún cuando los ministros técnicos proceden de un bloque social burgués orgánico del bastión lombardo-veneciano de la centroderecha que, aunque ahora con relaciones por definir respecto a los Fratelli d’Italia, es sin duda la primera coalición política del país.


La crisis del gobierno puede terminar, pero la crisis política italiana no se resuelve tan fácilmente

La ampliación de la mayoría presenta nuevas contradicciones para la actividad parlamentaria y gubernamental, no cabe duda: sobre todo si Draghi, como ha dicho, evitará utilizar una serie de medios gubernamentales que han permitido a Conte "saltarse" el Parlamento (los “decretos presidenciales” sobre todo). Mientras la centroderecha ha decidido no asumir la responsabilidad de un enfrentamiento abierto con Mattarella para reabrir la opción de las elecciones, Draghi también cuenta con el apoyo (o al menos los votos individuales a favor) de Fratelli d’Italia, la extrema derecha, un partido que no formará parte del gobierno, pero ha tenido una actitud favorable. En definitiva, Draghi no ha llegado a gobernar por unos días o semanas, y es probable que pueda llevar el gobierno hasta el final de la legislatura.

Si echamos un vistazo al panorama político general del país, está claro que, sin nuevas elecciones, con el mismo parlamento y el mismo presidente de la República, se ha mantenido bastante similar al de hace un año, cuando el joven gobierno de Conte II fue golpeado por la mayor pandemia del siglo XXI. El rechazo categórico de nuevas elecciones fue precisamente un intento bastante desesperado de salvaguardar en lo posible la paz social que todavía caracteriza mayoritariamente a Italia a pesar de los efectos devastadores de la crisis económico-pandémica y de la política militarizadora de Conte y sus socios. La política de gestión de la crisis se ha basado en un sistema de cuarentenas y “aperturas” parciales que no ha conseguido ni remotamente contener y erradicar el Coronavirus, ni salvaguardar económicamente a nadie fuera de los industriales y las empresas multimillonarias.

La carta de un nuevo gobierno completamente bonapartista por encima de los partidos parlamentarios habría sido en realidad una apuesta política riesgosa, porque podría haber roto la paz social mucho más de lo que lo hizo el gobierno de Monti. En este momento las condiciones socioeconómicas de gran parte de la población son peores que entonces, la pandemia está lejos de ser derrotada y la experiencia antidemocrática del reciente gobierno de "tecnócratas" sigue viva en la memoria de casi toda la población. Por eso, ahora se apuesta por un gobierno híbrido entre la tecnocracia de los banqueros y el BCE, con un cierto liberalismo "progresista" que caracterizó al Conte II, y junto a las viejas políticas de la centro-derecha. Un gobierno que tiene por tanto la tarea de una gestión "eficiente", "creíble" (son las máximas cualidades de Draghi en la retórica de estos días) para la fase de vacunación masiva de la población y de normalización de la situación económica y política tras el Coronavirus y el bloqueo parcial de la economía.

Draghi debe continuar una política pro-industrial que Conte ya no podía permitirse sin choques devastadores dentro del propio gobierno. En el parlamento, el M5S está pagando los platos rotos (casi se ha dividido por la mitad) y el partido de Renzi, Italia Viva, sólo recoge un ministerio frente a los tres anteriores, en una mayoría en la que ahora cuenta mucho menos.

A nivel social, sobre quién tiene que pagar la crisis, algunas declaraciones han sido claras: no más ayudas a las empresas-zombie, sí a un poco de incentivos, donde el dinero, sin embargo, pasa sustancialmente a manos de la patronal mientras que son los trabajadores los que tienen que pagar con despidos masivos y otros ataques a sus condiciones de vida. En segundo lugar, habrá un grupo importante de pequeñas empresas no competitivas que cerrarán o serán absorbidas por empresas más grandes. Detrás de esta fachada de acuerdo "amplio", persisten fuertes contradicciones que la actual crisis económica ponen aún más de manifiesto: empresas del norte frente a las del sur, defensores más o menos convencidos de los activos estatales frente a privatizadores salvajes, defensores de las pequeñas-medias empresas frente al gran capital centralizador, defensores del trabajo semiesclavo con poca inversión frente a seguidores de la competitividad con capital fijo y tecnología; por último, pero no menos importante, partidarios de las empresas supercontaminantes frente a los partidarios de un “capitalismo verde”. Todo ello, en un marco de redefinición de partidos y ámbitos políticos que aún no se ha estabilizado y que, de hecho, está sujeto a una posible crisis mayor del M5S, con la posibilidad de una escisión no marginal, mientras que el ámbito liberal-patronal permanece disperso entre varios partidos pertenecientes a las dos viejas coaliciones, entre la debilitada centroizquierda PD-LeU y el ámbito nacionalista de derecha de Lega y FdI.

Evidentemente, este no es un marco político que pueda garantizar la estabilidad y la "gobernabilidad" a medio plazo: por eso tiene sentido decir que la crisis del gobierno ha terminado, pero no la de la política italiana.

Izquierda y movimiento obrero: ¡es el momento de luchar juntos y romper la pasividad!

Ante tal escenario, persiste una cierta pasividad política generalizada en la izquierda y en el movimiento obrero, que si bien encuentra en parte una explicación en la crisis pandémica, resulta hoy bastante inadecuada. En Italia, como en otros países, sólo algunos episodios de las luchas obreras y sociales han conseguido marcar una contratendencia respecto a la "salida de la Confindustria", y lo han hecho más y mejor cuando eran luchas unitarias, de sectores y ramas enteras de la industria o intercategoriales, como la huelga del 29 de enero de un sector del sindicalismo combativo en nuestro país.

El potencial para el desarrollo de una oposición obrera y popular al gobierno de Draghi está ahí, pero corre el riesgo de dar muy pocos frutos si no se pone en juego inmediatamente una movilización unida de la clase obrera y la juventud, de los explotados y oprimidos, para enfrentar con toda nuestra fuerza concentrada los planes de Super Mario, los banqueros y los industriales. Una lucha que debe llevarse adelante con las herramientas que realmente hacen daño al gobierno y a las empresas: ante todo la huelga unitaria, sin divisiones artificiales basadas en las diferentes afiliaciones sindicales. Claro que esta lucha tiene un primer enemigo en la burocracia sindical, que mayoritariamente no quiere desatar la fuerza de sus organizaciones para plantar batalla a la Confindustria. Por eso evitan las huelgas, las dividen por empresa, e incluso entre diferentes siglas sindicales al interior de un mismo lugar de trabajo. Pero no es concebible ninguna resistencia seria ante el gobierno de Draghi, la Confindustria y el capital financiero internacional si no conseguimos romper esas cadenas de pasividad y sectarismo, alimentadas deliberadamente por la burocracia sindical grande y pequeña. El desarrollo del frente único obrero, uniendo a todos los sectores de la clase trabajadora junto a la juventud y el resto de los movimientos sociales combativos, es una perspectiva más que necesaria en el próximo período. Estas son algunas lecciones del período anterior, después de sucesivas crisis económicas y de gobierno, que deberíamos incorporar como aprendizaje para los combates futuros.

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¿Quiénes son los nuevos ministros "técnicos" del Gobierno italiano?

¿Y quiénes son estos "nuevos" ministros "técnicos", que podrían tener un gran impacto en la escena política en la segunda mitad de esta legislatura? Presentamos una breve reseña biográfica.

Daniele Franco:

Una carrera primero en el Banco de Italia en el Centro de Estudios, de 1994 a 1997 en la Comisión Europea, luego Contador del Estado en 2013-19, a partir de 2019 es Subdirector y en 2020 se convierte en Director General del Banco de Italia. Al igual que Garofoli, tiene una carrera muy cercana a la de Draghi y puede considerarse un leal.

Patrizio Bianchi:

Ex rector de la Universidad de Ferrara y varias veces consejero de la región de Emilia-Romaña, dirigió el grupo de trabajo de la anterior ministra Azzolina para la reapertura de escuelas.

Cristina Messa:

Ex rectora de la Universidad Milano-Bicocca, es una figura clave de la sanidad pública felizmente integrada con la privada según el modelo lombardo. No le gusta ni el PD ni el modelo de industria y sanidad de la Lega-CL (Comunione e Liberazione, corriente de la iglesia católica con fuertes lazos económicos nel norte de Italia) en Lombardía.

Marta Cartabia:

Profesora de Derecho, ex miembro de la Comisión de Venecia, juez constitucional y luego, entre 2019 y 2020, presidente del Tribunal Constitucional; cercana a CL desde su juventud.

Vittorio Colao:

Una carrera como manager en Vodafone, RCSGroup (Rizzoli), Unilever, jefe del grupo de trabajo de la fase 2 del gobierno Conte II. Representa a aquellos directivos "exitosos" a nivel nacional e internacional que en décadas pasadas "descendieron" a la política sobre todo con Forza Italia, en menor medida con el PD u otros.

Roberto Cingolani:

Físico, carrera de investigador y profesor universitario; director del Instituto Italiano de Tecnología (IIT) desde 2005.

Desde septiembre de 2019, es Director de Tecnología e Innovación de la empresa de defensa y aeroespacial Leonardo S.p.A. En definitiva, el ecologismo se confía a uno de los máximos responsables de la industria armamentística, la más destructiva y contaminante por definición.

Enrico Giovannini:

Profesor de estadística económica en Tor Vergata. Fue Jefe de Estadística de la OCDE desde 2001 hasta agosto de 2009, y Presidente de ISTAT desde agosto de 2009 hasta abril de 2013. Del 28 de abril de 2013 al 22 de febrero de 2014 fue ministro de Trabajo y Políticas Sociales en el Gobierno de Letta.

Roberto Garofoli:

Ya profesor de la universidad privada LUISS, magistrado, durante décadas ha formado parte de la alta burocracia estatal que compone el personal "técnico" de las oficinas de los distintos gobiernos, independientemente de su color político.


Giacomo Turci

Nació en Cesena (Italia) en 1992. Licenciado en antropología y geografía por la Universidad de Bolonia. Es editor del periodico online italiano La Voce delle Lotte. Actualmente reside en Roma y milita en la Frazione Internazionalista Rivoluzionaria (FIR).