×
×
Red Internacional
lid bot

Educación. Entrevista: “Vivimos una época en la cual la idea de aprendizaje viene siendo convertida en una noción muy mercantil”

Daniel Brailovsky es Doctor en Educación, Licenciado y Maestro en Educación Inicial, Profesor de Educación Musical y Magíster en Educación con orientación en Gestión Educativa. Además de ejercer la docencia en diversas instituciones de nivel terciario y universitario, es investigador, formador y capacitador de docentes. Escribió diversos libros y artículos sobre Nivel Inicial, Pedagogía y Didáctica, como "Pedagogía (entre paréntesis)" y "Didáctica del Nivel Inicial en clave pedagógica".

Miércoles 9 de agosto de 2023 22:41

Panorama

Panorama

A días de las elecciones 2023, en el marco del dossier "Educación, política y elecciones ¿cuál tiene que ser la propuesta de la izquierda?" , consultamos a diferentes educadores y educadoras su mirada respecto a los programas educativos que se proponen desde las diferentes plataformas políticas. En esta oportunidad, compartimos la entrevista al investigador y docente Daniel Brailovsky.

LID: ¿Qué argumentos y debates ves necesarios plantear frente a propuestas de voucherización de la educación que proponen desde sectores libertarios como el de Javier Milei?

DB: Creo que quienes hoy se autodenominan “libertarios” hacen un uso deformado de esa palabra. La postura libertaria fue, durante mucho tiempo, un ícono de la izquierda. La postura de la ultraderecha actual no es, en ese punto, libertaria, sino liberal. La postura liberal piensa en la libertad como algo que cada uno ejerce en defensa de su territorio, su posición, sus bienes, etc. Se trata de una libertad individual que, se supone, activa ciertos mecanismos autorregulatorios que terminarían beneficiando al conjunto. La famosa “mano invisible” de Adam Smith. El libertario de antes, en cambio, consideraba la libertad colectiva como condición de la individual. Por eso, ser libertarios era, para los educadores vanguardistas del siglo XX, educar para una libertad entendida como algo colectivo que sirve para erradicar los privilegios del autoritarismo mediante la participación plena y horizontal. A los liberales de Milei la libertad les sirve para asegurar privilegios individuales, que inevitablemente se apoyan en desigualdades sociales. En el sentido de aquella frase famosa de Balzac: detrás de toda gran fortuna, hay un crimen. Por esa razón, porque la idea de libertad aparece deformada y pervertida en las propuestas de la derecha, es posible hacerla coincidir con propuestas de privatización y de destrucción de derechos.

LID: ¿Creés que en estos dieciséis años de macrismo en la Ciudad de Buenos Aires hubo un avance hacia una educación meritocrática y de mercado?

DB: Si, me preocupa el crecimiento de pedagogías de tono gerencialista y meritocrático que se vienen imponiendo y el descuido de la escuela pública por parte de algunos sistemas jurisdiccionales (el que más conozco y en el que más observo esto es el de CABA). Me parece indignante que, mientras hay una crisis de matrícula en los profesorados y de vacantes en los jardines, salgan los funcionarios a decir que hay baja natalidad (por eso no abren jardines) y empapelen la ciudad con frases vacías (“con educación hay futuro”, etc.) en lugar de promocionar la carrera docente. Y me apena mucho la furiosa campaña anti-docente de la ministra Soledad Acuña, cuyas declaraciones públicas insisten con tanta saña en imponer una imagen devaluada de la docencia. Creo que hace falta recuperar (desde los gestos del Estado) el precioso valor social del acto de educar.

LID: ¿Pensás que la escuela pública sigue siendo, como se suele reivindicar desde sectores del peronismo, un espacio de igualdad y ascenso social opuesto a los valores de la meritocracia bajo una situación de ajuste del FMI a los presupuestos educativos y las familias?

DB: Creo que cuando hablamos de “la escuela” hace falta discernir entre el estado actual del sistema educativo y la idea más general de escuela como institución social. En el primer sentido (estado actual del sistema), nuestra escuela tiene logros y desafíos. Puede discutirse en las distintas dimensiones que constituyen la política educativa: las leyes, la formación docente, el curriculum, el presupuesto, los distintos programas, la jerarquización de áreas, en fin, para cada aspecto hay problemas específicos, y en un sistema descentralizado es muy complejo hacer generalizaciones. Ahora, si entendemos la escuela como institución social, como lugar al que las infancias pueden acceder para pertenecer, para gozar del más precioso de los derechos que es el derecho al tiempo del estudio, del juego, de la conversación, del encuentro con otros y otras… entonces no me cabe duda de que la escuela es quizás el último espacio, la última trinchera donde esos derechos pueden defenderse.

LID: ¿Cuál es la perspectiva educativa que tenemos que plantear desde la izquierda, no sólo en el marco de la campaña electoral, sino hacia la reconstrucción de una pedagogía crítica desde el socialismo?

DB: La derecha y la izquierda fueron históricamente asociadas a posturas conservadoras y renovadoras, respectivamente. Ser de derecha era mantener las cosas en su lugar, conservar privilegios. Ser de izquierda era renovar, revolucionar, cambiar. Creo que esos valores ya no identifican a una educación con sensibilidad de izquierda. Hoy la idea de “cambio” ha sido apropiada por un espíritu gerencialista que la desvirtúa por completo, y la postura que se le exige a la izquierda es la de conservar ciertas cosas, preservar los motivos por los que, en todo caso, vale la pena luchar contra tanto cambiemismo insensato. Lo dice bellamente Fernández Liria en su libro Escuela o Barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda: “hay asuntos políticos que exigen una postura esencialmente conservadora, precisamente contra el carácter perpetuamente revolucionario del capitalismo… y la educación es uno de ellos”. Y allí también Liria recuerda la frase de Chesterton, donde dice que el revolucionario debe ser conservador, porque tiene que conservar algún motivo por el que merezca la pena rebelarse.

La educación de izquierda del siglo pasado tenía un espíritu reformista, porque buscaba desterrar el poder autoritario del magisterio tradicional, para poner en su lugar el poder comunitario de una atmósfera de ternura y deliberación. Lo que debía gobernar las aulas no era el personalismo del maestro como sujeto investido de poder por su rango, sino la razón y la palabra, y un sentimiento compartido de justicia e igualdad. Pero ahora que la postura neoliberal enuncia la libertad como libertad de elegir entre opciones de un ranking, o de elegir entre opciones prefabricadas a la medida del lugar que se cree que merece cada uno, entonces ser libre se parece más a pasear por la góndola de los shampúes o los yogures…una libertad para el consumidor, una sensación de libertad apoyada en la elección espuria de falsas opciones.

Dice Mark Fisher que nos resulta más sencillo imaginar el fin al mundo que el fin del capitalismo… creo que la escuela es el lugar en el que lo impensable puede pensarse. Hace falta escuela para discutir esa idea tan arraigada de que la sociedad es una jungla en la que sólo sobreviven los más aptos. Hace falta escuela para aprender a indignamos ante las injusticias. Entonces creo que hoy una educación es de izquierda si logra materializar este espíritu en sus prácticas.

LID: ¿Qué opinión te merece la recuperación que estamos haciendo de la obra de Lev VigotskI para pensar las problemáticas pedagógicas actuales?

DB: Siento una profunda amistad con la obra de Vigotski. En su concepción, las palabras no tienen un significado cerrado, sino que el significado de las palabras, en lo personal, va evolucionando a lo largo de la vida. Un concepto está hecho de ese sonido y esa escritura, pero también de esa experiencia que lo va coloreando a medida que se escucha, que se dice, que se usa. Y es una experiencia con otros. Entonces, frente al predominio de las sucesiones genéticas, esas que tanto le gustan a la psicología del desarrollo, la visión de Vigotski es preciosa, porque invita a pensar que el lenguaje puede ser una música de las cosas, un entorno de sentido, una forma sublime de apropiación. En mi formación, descubrir esto fue, para mí, descubrir una nueva manera de mirar y escuchar y hablar con los niños, porque me sentía (literalmente) más cerca de ellos, más cómplice, más solidario con sus visiones sobre el mundo. En este punto, celebro que se recupere su obra.

Pero hay algo más: vivimos una época en la cual la idea de aprendizaje viene siendo convertida en una noción muy mercantil, muy sinónimo de apropiación utilitaria de ciertos recursos, competencias, capacidades para ser aplicadas en el mercado, y la idea de aprendizaje de Vigotsky que tiene una connotación mucho más social, sirve para pensar al aprendizaje como una experiencia más abierta.

LID: ¿Qué lugar crees que deberían tener las tecnologías digitales en la educación?

DB: Aunque parezca una pregunta práctica, didáctica, creo que esa es una pregunta muy política. Y es una pregunta importante para que nos hagamos desde las izquierdas. Las tecnologías son el vehículo de un lenguaje publicitario, de una lógica del marketing, en el que toda racionalidad es relegada por la fuerza de las emociones y todo argumento perece ante el imperativo de la opinión. Y en este punto, desde la escuela se debería construir un modo de habitar lo tecnológico (las escrituras digitales, las miradas mediadas por pantallas, etc.) donde prime el tiempo más lento de la conversación, donde se habilite alguna forma de restitución del acto de pensar. Las publicidades, las fake news (noticias falsas), los memes y las distintas manifestaciones de aquello a lo que se llama posverdad, todo ello en la escuela puede ser puesto bajo la lupa, bajo análisis, bajo nuevas luces.

Las tecnologías hoy son no sólo una fuente de información, sino también de instrucciones y de indicaciones, como dice Eric Sadin, se han ido convirtiendo imperceptiblemente en un ente que orienta fuertemente la acción humana. Y a la escuela le corresponde ser el lugar en el cual se pueda preguntar también por aquellas cosas que, mediante las tecnologías se nos “hacen hacer”, se nos “hacen dejar de hacer” o se nos “hacen pensar y sentir”. En la escuela, estas acciones, omisiones y sentires pueden ser interrogados desde un ángulo político, partiendo de las propias experiencias personales y familiares con las tecnologías digitales, para verlas desde otros ángulos. Si las tecnologías digitales tienden a sustituirnos en algunos de los gestos que nos humanizan (gestos de encuentro, de construcción, de orientación, de decisión, de pensamiento), la escuela puede ser el lugar en el que nos preguntemos qué cosas no estamos dispuestos a dejar de hacer por nosotros mismos.

Podés leer el resto de las entrevistas que integran este dossier haciendo click aquí.


Federico Puy

Docente | Secretario de Prensa Ademys

X