El martes 11 se dictará sentencia contra dos exgerentes de la multinacional automotriz por el secuestro y tortura de 24 obreros durante la dictadura. Pero Ford empezó mucho antes su historia genocida.
Sábado 8 de diciembre de 2018 17:25
El fordismo: movimiento perpetuo para mayor explotación obrera
Pese a la infinidad de avances tecnológicos en más de un siglo, en todo el mundo perdura el método de producción del trabajo en cadena o línea de montaje. Su inventor fue el estadounidense Henry Ford.
Pero un dato menos conocido popularmente es que Ford fue un gran admirador y colaborador de Adolf Hitler y que con el poder de su multinacional fue parte del nazismo. De allí que su activa colaboración con la dictadura cívico-militar-eclesiástica argentina no haya sido nada original.
Pasaron más de 105 desde el nacimiento de la primera línea de ensamblaje automatizado, ese sueño del capital en busca del movimiento perpetuo de la fábrica.
El propio Henry Ford sostenía que “el hombre que pone una pieza no la fija. El hombre que pone un perno no pone la tuerca. El hombre que pone la tuerca no pone la tornilla. Todo está en movimiento en el taller. Nadie tiene que moverse ni levantar nada. Si cada uno de los doce mil operarios se ahorra diez pasos por día, entre todos se ahorraran 75 kilómetros de energía malgastada”.
El movimiento constante que distingue al capitalismo de los demás sistemas de producción ha llevado a que los seres humanos de la modernidad vivan de forma más desgraciada incluso que la humanidad de los tiempos de las cavernas pese a que nuestra capacidad de producción es mil veces mayor. Esa contradicción inherente del sistema capitalista tuvo un salto importante en 1913, ciento cinco años atrás, con la invención del trabajo en cadena o línea de montaje como se la suele llamar.
Las ideas de Ford
En 1905, Henry Ford visitó junto a su jefe de ventas William Klan, al primer gran matadero industrial en la ciudad de Chicago. Ford quedó fascinado por su cadena de montaje: un animal entraba vivo y en un tiempo récord era troceado en piezas pequeñas o grandes, según la demanda.
Ford tomó como modelo este modo de producción del frigorífico para instalar una cinta de ensamblaje con el objetivo de aumentar la productividad de su fábrica de automóviles. Los coches se componían pieza a pieza en un tiempo récord, al igual que los cuerpos de los animales se desmembraban pieza a pieza también en un tiempo récord.
Si el promedio de tiempo hasta entonces para ensamblar un chasis era de 12,5 horas, con la introducción de la cadena de montaje móvil pasó a ser de 1 hora 33 minutos. Llegando a duplicar en un año la producción sin que cambie la dotación de obreros.
Ford, el nazi
Era tal la admiración que Adolf Hitler tenía hacia Ford, que en su despacho tenía un retrato del inventor de la línea de montaje. El sentimiento era mutuo.
Henry Ford se veía y se presentaba a sí mismo como el típico norteamericano WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant - Blanco, Anglosajón y Protestante) y tenía un ferviente rechazo hacia los judíos.
Nunca ocultó su también enorme repudio al sindicalismo y en los hechos demostró lo que era capaz de hacer. Para reprimir los reclamos de sus propios trabajadores, contrató los servicios de la agencia de detectives Pinkerton, más conocida por sus habilidades para perseguir obreros que por resolver misterios.
Henry Ford fue exacervando y aumentando su antisemistismo, su desprecio por los inmigrates y los sindicalistas.
En 1919 compró el periódico Dearborn Independent, que usó para desplegar todos sus prejuicios y odio. Contrató a William J. Cameron, un conocido periodista, para que redactara una columna cotidiana.
Los artículos publicados en Dearborn Independent, bajo el título “El Judío Internacional” fueron compilados en un libro con el mismo título y fue rápidamente traducido al alemán por el feroz antisemita Theodor Fritsch (1852-1934), autor a su vez del famoso “Handbuch der Judenfrage” (Manual de la Cuestión Judía, 1896) muy usado por los nazis como referencia propagandística. Para 1922 la traducción del libro de Ford había alcanzado 22 ediciones.
El libro aparece aún publicado y se puede consultar en varias páginas de Internet. Quien lo lea sin saber quién es el autor podrá convencerse de que fue escrito por alguien afín al Partido Nazi de Alemania. Pero será grande su sorpresa al saber que la publicación del libro se produjo en 1920, es decir ocho años antes del ascenso de Hitler al poder en Alemania.
La Gran Cruz del Águila era la condecoración más alta que un extranjero podía recibir del régimen nazi. Ford la recibió en 1938.
Los campos de concentración, los esclavos y las grandes empresas
Ford llegó a ser la segunda empresa automovilística proveedora del ejército alemán, superada únicamente por Opel-General Motors. Tras la invasión de Francia, la empresa estadounidense continuó trabajando para el Reich y se negó a fabricar motores para los aviones de la Royal Air Force británica. Al igual que General Motors se aprovechó del trabajo esclavo de miles de deportados.
Se calcula que en 1944 había dentro de los límites del III Reich unos 7,5 millones de esclavos, de los que 5,3 eran civiles y el resto, prisioneros de guerra. Las grandes empresas alemanas, sobre todo las industriales, se nutrieron masivamente del trabajo esclavo. No tenían ningún tipo de restricción: podían hacerlos trabajar ilimitadamente, tanto como quisieran, incluso hasta morir.
WirtschaftsWoche, la revista de negocios más importante de Alemania, ha publicado un listado de empresas punteras alemanas como Bosch, Mercedes Benza, Deutsche Bank, Volkswagen, Bayer y muchas otras que usaron, entre todas, a unos 300 mil esclavos durante la época del Tercer Reich.
La revista señala que la compañía Audi, que durante el período nazi era conocida como Auto Union, fue un gran explotador de personas de los campos de concentración, llegando a reclutar a unos 20 mil prisioneros en sus fábricas.
Volkswagen empleó a 12 mil esclavos en terribles condiciones en su planta de Wolfsburg, mientras que las farmacéuticas BASF, Bayer y Hoechst contaron con unos 80. A ellos se unió el gigante eléctrico Bosch con 20 mil, la siderúrgica ThyssenKrupp con unos 75 mil y el fabricante químico IG Farben, que incluso tenía una fábrica en el interior del campo de exterminio de Auschwitz, que usó como mano de obra a unos 83 mil trabajadores esclavos.
Claramente Ford no era la única empresa nazi. A las ya mencionadas pueden agregarse empresas como Kodak, Coca Cola, Nestlé, IBM, BMW y varias más que fueron entre 1933 y 1945 colaboradoras y beneficiarias del régimen nazi y fueron las que sostuvieron gran parte del esfuerzo alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
En el negocio de la guerra, uno de los empresarios emblemáticos de ese momento fue Ferdinand Porsche, quien además de fabricar en masa un auto barato como el Volkswagen, fue durante la guerra cuando diseñó vehículos como el Kubelwagen, e incluso llegó a inventar una versión anfibia como el Schwimmwagen. Al finalizar la guerra, Porsche estuvo preso en Francia acusado de usar mano de obra esclava en sus fábricas. A los dos años fue puesto en libertad.
En el caso de Bayerische Motoren-Werke (BMW), estaba consustanciada con el régimen nazi inclusive antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Su aporte consistió en fabricar piezas para el funcionamiento de las armas así como también los sistemas eléctricos para submarinos y la fabricación de motores de avión.
El genocidio perpetuo
Las grandes empresas y corporaciones anivel internacional han sido parte de los peores crímenes contra la humanidad, precisamente porque gran parte de esas matanzas y genocidios fueron la consecuencia directa de los planes de expansión del capitalismo, del cual esas empresas son las mayores beneficiarias. Ford, indudablemente, es uno de sus máximos exponentes.
El último genocidio en Argentina tuvo entre sus objetivos centrales cambiar la relación de fuerzas sociales, debiendo doblegar para ello a la vanguardia obrera y popular que protagnizó una verdadera insurgencia entre finales de la década del 60 y principios de la del 70. Y allí también Ford fue llamada a cumplir un rol destacado.
Cuarenta años después de aquellos crímenes de lesa humanidad, este martes 11 de diciembre se dictará sentencia contra dos exgerentes y un militar por el secuestro y tortura de 24 obreros de la Planta Pacheco de la multinacional yanqui. Había más imputados, pero se fueron muriendo impunes.
Ford participó del genocidio en Argentina, aportando económicamente al régimen militar y hasta montando un centro clandestino dentro de sus instalaciones. Además, expresó públicamente su apoyo a los dictadores.
Pero la lucha de sobrevivientes, familiares de víctimas y organismos de derechos humanos dio muestras sobradas de que la pata civil de la dictadura estuvo formada por grandes empresarios como los de la Ford y otras automotrices, los de los ingenios del norte como Ledesma, los de las industrias de los cordones de la zona norte del Gran Buenos Aires, del gran Rosario, de Córdoba y de La Plata, y los popes de la patria contratista como los Rocca, los Pérez Companc y los Macri.
Este martes un capítulo importante de esa lucha por juicio y castigo a los genocidas llegará a su fin. Sobrevivientes y familiares de víctimas invitan a participar de esta sentencia histórica que se desarrollará desde las 9:30 en los Tribunales Federales de San Martín (Pueyrredón 3728).