Mientras el Gobierno francés siga sumido en una crisis política, la movilización del 6 de junio debería ser una oportunidad para hacer balance y preparar el futuro. Es lo contrario del planteamiento adoptado por la intersindical, que pretende organizar una vuelta progresiva a la normalidad.
Lunes 5 de junio de 2023
El gobierno de Macron sigue en crisis en medio de la tercera oleada de huelgas salariales
Aunque la intersindical francesa lleva más de un mes sin organizar una jornada de acción, la profunda rabia que se manifestó contra la reforma de las pensiones no ha desaparecido en las últimas semanas. De hecho, además de la perturbación sistemática de los recambios en los ministerios por las concentraciones, ha surgido una tercera oleada de huelgas salariales en un contexto de inflación y cólera social. Movilizaciones emblemáticas como la de los transportistas de Vertbaudet y Tisséo en Toulouse demuestran que la lucha contra la reforma de las pensiones ha "impulsado" las luchas salariales locales.
Por su parte, el ejecutivo intenta recomponerse mediante ofensivas reaccionarias contra los trabajadores más precarios y ofensivas xenófobas, sin conseguir recuperar el control. Así pues, la crisis política desencadenada por el movimiento histórico contra la reforma de las pensiones está lejos de haber terminado, con un gobierno aislado que sigue siendo incapaz de pasar página. Esta fragilidad quedó aún más demostrada ante la perspectiva del proyecto de ley del grupo LIOT para derogar la prolongación de la edad legal de jubilación, donde el gobierno de Macron tuvo que recurrir de nuevo a herramientas antidemocráticas para evitar un revés.
Esta última maniobra antidemocrática demuestra los límites de la estrategia institucional de la intersindical, que justificó la fecha tardía del 6 de junio en aras de presionar a los diputados antes del 8 de junio. Esta estrategia ha mostrado una vez más sus límites frente a un régimen que sólo entiende de equilibrios de poder. En este contexto, para que haya una movilización masiva el 6 de junio, hay que hacer balance de la primera fase del movimiento y plantear la necesidad de una estrategia alternativa.
No cerrar el ciclo: hacer balance del fracaso de aislar las jornadas de movilización para preparar el camino a seguir
La crisis política está lejos de haber terminado, y es posible derrotar a Macron. Pero al negarse a hacer balance de su estrategia durante los últimos cinco meses, mientras explica, como hace Laurent Berger, que nuevas jornadas aisladas no bastarán para hacer doblegar a Macron, la intersindical nos lleva a un callejón sin salida. Algunos dirigentes dan incluso por hecho que el 6 de junio será la última batalla, como François Hommeril, de CFE-CGC, que ya dice que "el 8 de junio será la última batalla". Sophie Binet, por su parte, declaró el domingo en BFM, como antes lo había hecho Marylise Léon, que "el resultado dependerá del nivel de movilización del martes y del voto del 8 de junio". Una forma de trasladar la responsabilidad de la continuidad del movimiento a las bases, tras un mes sin movilizarse.
En contraste con esta lógica, ha llegado el momento de analizar con dureza los últimos meses de movilización. A pesar de la profundidad de la rabia, la amplitud de los sectores movilizados y la inflexibilidad del gobierno, la coalición intersindical se negó hasta el final a apoyarse en la generalización de la huelga renovable, apostando por una estrategia de presión sobre las instituciones a través de jornadas masivas pero aisladas. A principios de febrero, el 60% de la población se declaraba partidaria de "bloquear el país", expresando su deseo de reforzar el movimiento. Pero al tiempo que llamaba a "paralizar Francia" el 7 de marzo, la intersindical no modificó su política de jornadas aisladas de 24 horas, negándose a trabajar activamente para generalizar la huelga ampliando las reivindicaciones, organizando huelgas de marcha y llamando claramente a un bloqueo ilimitado de la economía.
En el momento más agudo tras el 49.3 y la jornada del 23 de marzo, que mostró la voluntad de los trabajadores de ir más allá de un calendario de fechas aisladas, la intersindical tomó la dirección opuesta, optando por el apaciguamiento. Así lo confirmó la vuelta al diálogo social en las últimas semanas, con el acuerdo unánime de la intersindical de reunirse con la ministra de Interior Elisabeth Borne los días 16 y 17 de mayo, lo que permitió a Macron reivindicar la "vuelta a la normalidad". En su último documento, la intersindical continúa en esta línea, pidiendo al Gobierno que dote a los sindicatos de más recursos financieros para permitir una "negociación colectiva de calidad".
Al mismo tiempo, los líderes sindicales se reunirán el lunes con los empresarios para fijar las líneas de su diálogo para los próximos meses. Una señal clara en vísperas de la jornada de acción. Frente a un gobierno como el de Macron, o una patronal como la de Vertbaudet, ¿quién puede creer que el diálogo social conducirá al progreso social? Los últimos seis meses nos han demostrado que solo construyendo una relación de fuerzas a través de las huelgas, en torno a un programa ofensivo y un plan de batalla para conseguirlo, podremos ganar a Macron.
Construir un pliego de reivindicaciones ofensivo para hacer frente a Macron
Desde este punto de vista, será decisivo ampliar nuestras reivindicaciones para incluir la cuestión salarial, y utilizar las huelgas actualmente en curso, con tendencia a renovarse, como puntos de apoyo. Sin embargo, aunque el último comunicado de la intersindical del 6 de junio aborda esta cuestión por primera vez desde el inicio de la movilización -afirmando que "el aumento de los salarios, las pensiones, las prestaciones sociales mínimas y las becas de estudios son una prioridad"-, lo hace completamente aislado de la construcción de un plan de batalla para extender por toda Francia esta lucha.
Preguntada por este tema en Mediapart, Sophie Binet explicó recientemente: "Las pensiones y los salarios no funcionan de la misma manera: cuando se trata de salarios, el primer punto de contacto es el jefe, por lo que hay movilizaciones en las empresas en los lugares de trabajo directamente relacionadas con las negociaciones salariales. Pero un movimiento nacional interprofesional sobre los salarios es mucho más raro y casi inaudito". En otras palabras, sería imposible coordinar y extender la nueva oleada de huelgas salariales a escala nacional.
Por el contrario, sería esencial intentar construir un plan de batalla nacional en torno a un pliego de reivindicaciones que permitiera continuar la lucha por las pensiones, exigiendo la jubilación a los 60 años (55 para los trabajos penosos), pero también luchar por los salarios de todos los trabajadores, exigiendo un aumento general inmediato de 400 euros en todos los salarios y su indexación a la inflación. En un momento en que el gobierno está a la ofensiva contra los trabajadores más precarios, en particular los del RSA, hay que luchar por el reparto del tiempo de trabajo entre todos los trabajadores para acabar con el paro masivo.
Este programa debe ir acompañado de la necesidad de responder a la ofensiva reaccionaria y autoritaria del gobierno. Esto significa oponerse a la ley de inmigración, pero también a la represión que continúa contra los que se movilizan. En las últimas semanas, muchos jóvenes y militantes del movimiento obrero se han enfrentado a la represión policial, como los cinco trabajadores de CGT Énergie 33 bajo custodia policial, nuestro compañero Mathieu, sindicalista ferroviario de Sud Rail en Mulhouse, citado en comisaría por "organizar una manifestación no declarada" y "obstaculizar la circulación", o los DEA de Victor Hugo en Marsella. En este contexto, el silencio de la intersindical sobre estas cuestiones es inaceptable. El movimiento obrero debe exigir la amnistía de todas las condenas políticas dictadas en los últimos meses, la liberación de todos los encarcelados en el marco del movimiento social y la anulación de todas las multas y condenas ya dictadas.
Un plan de batalla a la altura de la situación
La defensa de esta política es inseparable de la elaboración de un plan de batalla que vaya más allá de las jornadas aisladas de movilización de 24 horas y busque construir la perspectiva de una huelga generalizada y renovable. Sólo bloqueando la economía se puede crear una relación de fuerzas capaz de quebrar a Macron.
Este objetivo debe basarse en la organización de los huelguistas a nivel de base en asambleas generales, que ha sido uno de los puntos débiles del movimiento. Para que "la huelga sea de los huelguistas" y para que sindicalistas y no sindicalistas se impliquen en la construcción de la huelga, es fundamental la organización de asambleas generales en las empresas, que permitan resolver los obstáculos a la movilización. Debe ir acompañada de marcos de coordinación destinados a extender la huelga, como los comités de acción de la Red por la Huelga General creados en los últimos meses.
Desde enero, estos últimos buscan coordinar a los distintos sectores movilizados, extender las reivindicaciones del movimiento y también exigir un plan de batalla a la coalición intersindical. Hoy hay que aprender las lecciones de esta experiencia para construir una estrategia alternativa a la que sigue imponiendo la intersindical. Estas discusiones deben estar en el centro de los debates del 6 de junio para preparar los enfrentamientos que se avecinan.
Traducción: Jorge Remacha