Este 18 de julio se cumple un año del secuestro de cuatro jóvenes líderes de la comunidad garífuna en el norte de Honduras. La Izquierda Diario conversó este año con líderes garífunas que están llevando adelante esta lucha en diferentes ámbitos. Publicamos aquí la primera de esas entrevistas con Rony Castillo, especialista en educación y doctorado en sociolingüística, en la que nos cuenta sobre la historia de los garífuna y la lucha por sus tierras.
Sábado 17 de julio de 2021 16:24
Foto: Gerardo Iglesias
El 18 de julio de 2020, la noticia del secuestro de cuatro jóvenes líderes de la comunidad garífuna de Triunfo de la Cruz en el norte de Honduras conmocionó al país y desató movilizaciones a nivel nacional por su aparición con vida. Sneider Centeno, presidente del patronato (consejo comunitario), Milton Joel Martínez Álvarez, Suami Aparicio Mejía García y Gerardo Mizael Róchez Cálix, junto con Junior Rafael Juárez Mejía, un allegado a la comunidad, fueron extraídos violentamente de sus casas por un grupo de hombres fuertemente armados que llevaban uniformes de la DPI (Dirección Policial de Investigaciones). Desde ese día no han vuelto a aparecer y el gobierno no ha dado ninguna respuesta sobre su paradero.
Sneider Centeno había estado luchando por la recuperación de las tierras ancestrales de la comunidad, en el marco de una persecución y violencia sistemática contra la población garífuna por parte de un Estado aliado con empresarios del turismo y de industrias extractivas para despojar a estas comunidades de sus tierras. Sin embargo, el pueblo garífuna no ha bajado los brazos. En Triunfo de la Cruz ha establecido un comité independiente de investigación y búsqueda de los desaparecidos, llamado SUNLA, y continúa sus medidas de lucha por la protección y recuperación de sus territorios.
La Izquierda Diario conversó este año con líderes garífunas que están llevando adelante esta lucha en diferentes ámbitos. En la primera de esta serie de entrevistas, Rony Castillo, especialista en educación y doctorado en sociolingüística, nos cuenta sobre la historia de los garífuna y la lucha por sus tierras. También conversamos sobre su proyecto de construir una Universidad Intercultural Garífuna como parte de un plan de resistencia contra un estado que busca la asimilación de su pueblo a la cultura mayor de Honduras y el desplazamiento de su comunidad de sus territorios ancestrales (Entrevista realizada el 12 de marzo de 2021).
Los garífunas llevan más de 200 años en Honduras. ¿Nos puedes contar un poco sobre los orígenes del pueblo garífuna y su llegada al país?
Es interesante recordar que la población garífuna es un pueblo de una identidad indígena y negra. Físicamente nosotros somos un pueblo negro, sin embargo tenemos una identidad indígena, no solamente cultural, sino también de sangre. Compartimos la herencia del pueblo arahuaco, que es nativo de las Américas, y del pueblo negro de África, que en un momento se combinaron para crear este pueblo de identidad indígena negra. Eso es bien importante como parte de nuestra identidad y de ahí parte toda esta lucha.
Sobre el origen garífuna ha habido mucho debate y hay dos teorías más fuertes. Hay una que habla de una expedición del pueblo africano que vino un poco antes de la colonia en los años 1300 desde el norte occidental de África hacia las islas caribeñas y se cree que es parte del pueblo negro que conformó la cultura garífuna. La otra versión, que es la que más se escucha y más se lee en trabajos antropológicos, es que hubo un naufragio de un barco en 1635, en la época en que aumenta el transporte de esclavos desde África por los barcos españoles. Entonces uno de los barcos naufragó frente a la isla de San Vicente y esos negros pudieron refugiarse con los grupos arahuacos que estaban ahí. Se mezclaron y formaron la cultura garífuna.
Yo siento que tiene más peso la teoría anterior y que esa mezcla se tuvo que haber producido antes de esa época, por la simple razón de que el pueblo garífuna en San Vicente fue un pueblo fuerte y combativo. Es bien difícil que un pueblo creado en 1635 lleve adelante una lucha tan intensa contra la colonia inglesa después de solo 20 o 30 años. Tiene que haber sido un pueblo que tenía un arraigo fuerte en ese territorio. Luchó y le ganó varias guerras a la colonia británica y a los franceses, hasta que en 1773 firmaron un acuerdo de paz.
Pero cuando los ingleses derrotaron al jefe garífuna Satuyer a finales del siglo VIII, exiliaron al pueblo garífuna. Los sacaron como prisioneros de guerra y los mandaron a una isla cercana. Ellos son los que llegan en 1797 a Roatán, que hoy pertenece a Honduras y que era isla británica en ese momento y se llamaba Port Royal.
En 1797, los que dominaban el territorio de Honduras eran los españoles. No se había independizado Honduras todavía. Entonces se fueron a Trujillo. Negociaron con los españoles y les dieron sus territorios a cambio de lucha armada. El pueblo garífuna no fue esclavizado, según la tradición oral garífuna. Y es el único pueblo negro en América que no fue esclavizado. La razón por la que no fue esclavizado, según los ancestros, es que no perdimos la lengua. El pueblo garífuna es el único pueblo negro en América que tiene una lengua propia.
Honduras se independiza en 1825. Unos años después, el estado le otorga título a la comunidad garífuna por primera vez, en Trujillo. Ese título fue ratificado en 1903 por el presidente Manuel Bonilla. Ahora a los activistas de Trujillo los criminalizan y los acusan por usurpación de territorio. Y no solo es un territorio ancestral, sino que tienen título de propiedad colectiva. La comunidad de Cristales y Río Negro fue la primera comunidad garífuna que adquiere título de propiedad en Honduras.
¿Cómo comenzaron los intentos de despojo de la comunidad garífuna y su resistencia contra esos intentos?
El mismo presidente que le dio el título de propiedad a la comunidad de Trujillo de Río Negro en 1903, Manuel Bonilla, otorgó una concesión a las bananeras. Ya a finales del 1800 empezaron a llegar las bananeras, la United Fruit Company, los Vaccaro Company. Todas esas empresas llegaron y se apoderaron de la costa atlántica, principalmente de la parte de la Ceiba, Tela. El Estado les otorga a las bananeras una concesión de 100 años, de 1906 al 2006 y les permite construir una ruta de ferrocarril para transportar los bananos y a las personas. Y por cada kilómetro de vía ferroviaria les otorga 250 hectáreas de tierra. Mucho de eso es tierra garífuna.
Con esta concesión, las bananeras tomaron todo el territorio que quisieron y desaparecieron dos importantes comunidades garífunas, Cuero y Salado, por una parte, y Armenia. Entonces se creó la Nueva Armenia. En el caso de Cuero y Salado no se creó otra comunidad, sino que la gente se trasladó a otro lugar. Lo mismo pasó en los 1800 con la comunidad de Barra Vieja, que es una comunidad desplazada. Estuvo en juicio y acusaron de usurpación a toda la comunidad de Barra Vieja y fue desalojada.
La bananera fue fundamental para seguir ese proyecto de despojo. Después de los 100 años, las bananeras tenían que devolver ese territorio al estado. Pero las tierras que eran ancestrales tendrían que haberlas devuelto a los garífunas. No las devolvieron, sino que se la distribuyeron entre los poderosos y sembraron palma africana. En otros sectores todavía hay empresas bananeras que siembran piñas y tienen otros tipos de negocios. Una de las zonas de las que tomaron posesión está dentro de Triunfo de la Cruz. Hay 22 manzanas que fueron distribuidas por los regidores de la municipalidad de Tela y que incluía tierra de la comunidad donde fue desaparecido Sneider, el presidente del patronato.
Cuando entra el neoliberalismo en los años 90 con el presidente Callejas, se plantea la reforma del artículo 107 de la Constitución de la República de Honduras y además crean la ley 9090. Esa es la que les da potestad a los extranjeros para que compren terrenos. Sin embargo, por toda la lucha que llevaron adelante las comunidades garífunas, no lograron hacer la reforma completa y dejaron una restricción: se permitía el acceso a los extranjeros solo a partir de los 40 kilómetros desde la playa.
Sin embargo, a las activistas garífunas Jennifer y Marianela Mejía Solórzano de Trujillo las acusan de usurpar un territorio que está ahí en la playa. Los que las acusan de usurpación son extranjeros y están relacionados con proyectos turísticos y habitacionales canadienses y de Estados Unidos.
Por ejemplo, Randy Jorgensen es un canadiense que fue denunciado por los garífunas en 2010 por usurpación de esas tierras. Cinco años después lo llevaron a juicio. Dictaron medidas y nunca lo mandaron preso. Hay cualquier cantidad de denuncias contra los canadienses y personas de Estados Unidos que han creado estos proyectos en Trujillo, que es de la comunidad de Cristales y Río Negro. Los garífunas tienen título sobre todo ese territorio.
Por eso la Ofraneh (Organización Fraternal Negra Hondureña) viene diciendo que es un plan genocida, porque hay un interés en desplazar a las comunidades garífunas de esos territorios. Porque son territorios con playas hermosísimas, las mejores en Honduras en la Bahía de Tela, la Bahía de Trujillo y Roatán. Los garífunas están esa zona de playa y también están en sectores como Iriona, al cual pertenezco yo, donde está Vallecito. Ahí nací; ahí me crié. Ahora lo han llenado de palma africana. Todo ese plan de expulsión, de destierro y de despojo a las comunidades garífunas es producto del proyecto del capital neoliberal. Es sistemático.
¿Cuáles son las empresas que están involucradas en estos proyectos?
Hay varias empresas involucradas, sin embargo, los grupos Njoi son los grupos residenciales de los canadienses que se fundaron ahí. Aunque tengan nombres o dueños diferentes, es un solo consorcio, es un solo grupo de poder que está detrás de los proyectos residenciales y turísticos en Bahía de Trujillo.
En la Bahía de Tela hay producción de palma africana, pero también hay proyectos turísticos. Hay industrias extractivas también en el caso de Iriona y Vallecito, donde hay minas de plata. Y en el caso de Omoa, Masca, donde han matado a Mirna Suazo (presidenta del patronato), que estaba luchando contra unas empresas hidroeléctricas, también hay proyectos para apoderarse de la playa turística.
Hay un plan para desaparecer y también para que las comunidades salgan. A las comunidades solo les están quedando dos opciones: morir o salir. Cuando se generó todo esto de las caravanas [de personas que migran a Estados Unidos], los garífunas no se unieron a la caravana general, sino que montaron su propia caravana. Se han vaciado las comunidades garífunas.
Algo importante que hay que decir es que es bien difícil diferenciar entre empresarios, funcionarios y narcotraficantes. Son casi lo mismo. Así funcionan en nuestros territorios. Los asaltos, los secuestros y las desapariciones los ejecutan fuerzas del orden vestidos como policías, por órdenes de los empresarios y en contubernio con el gobierno, con los funcionarios del Estado. Así está Honduras. En Honduras hay una narcodictadura, es decir que es un estado fallido, que no protege la vida.
¿Y cuáles son los métodos de lucha y la salida para el pueblo garífuna en esta situación?
El asunto es cómo generar estas pequeñas autonomías territoriales, donde la comunidad garífuna pueda tener custodia de esos territorios y generar proyectos y una alternativa económica para que pueda vivir la gente de ahí. Por eso también estamos creando una universidad en Vallecito, como parte de ese proyecto de autonomía. Hay unas 10 recuperaciones a nivel nacional, y dentro de ellas está Vallecitos, que tiene más de 1200 hectáreas y que se recuperó de los narcos.
El pueblo garífuna está creando una comunidad autónoma en Vallecito que pueda autogobernarse y que será la central. Ya tenemos escuela y 112 hectáreas de coco sembrados. Entonces el coco se va a convertir en el elemento fundamental para la sostenibilidad económica, para que la comunidad tampoco dependa de otros grupos económicos, sino de sí misma. Y además habrá otros productos, como la yuca (mandioca) y el plátano que podemos procesar y trabajar desde Vallecito.
Y luego hay otras áreas de recuperación, por ejemplo las que están en Travesía, en Sangrelaya y en Triunfo de la Cruz e incluso en Trujillo, donde vamos a producir de acuerdo con la vocación agrícola de cada zona. La yuca la vamos a cultivar en Trujillo, vamos a poner plátano en Travesía, y lo va a administrar la universidad garífuna.
La idea de la universidad no es para dar títulos; no es para formar gente para que vaya a trabajar a otro lado. No, es para que los mismos profesionales se especialicen en una de las áreas que tenemos de producción y también de ingeniería marina, que es la otra área que vamos a trabajar, como parte de un proyecto colectivo. No es para generar riqueza para una élite, como normalmente ocurre, sino para toda la región. Y lo que queda de excedente se puede distribuir en los proyectos locales de nuestras comunidades.
Tú has planteado que la universidad se va a basar en la filosofía, la cultura y los principios de vida garífunas. ¿Nos puedes contar un poco sobre eso?
Ha habido un debate sobre qué significa una universidad indígena. Ha habido un boom en Latinoamérica de universidades interculturales indígenas. Hay más de 100 universidades interculturales en Latinoamérica y en Estados Unidos hay más de 100 universidades negras. Sin embargo, estas universidades no han logrado su propósito. El propósito de estas universidades, al menos desde la idea de las comunidades indígenas, era generar cambios estructurales de descolonización. Pero lo que han logrado más bien es una integración, una asimilación a la cultura mayor. Esa era la propuesta de ciertos antropólogos: que nos formáramos como profesionales y nos alejáramos de las masas. En Estados Unidos, cuanto más intelectual eres, más te alejas de las masas, de tu pueblo. Esa es la formación que existe.
Entonces cuando hablamos de la filosofía garífuna, estamos hablando de un proyecto de “yo para ti y tú para mí”. Ese es el principio de la filosofía garífuna, que hasta tiene un nombre en garífuna: “Aura buni, Amurü nuni”. O sea “yo para ti” primero, y luego trabajamos de forma colectiva. Entonces el principio garífuna es la colectividad. Lo que queremos generar es un proyecto de educación autónoma, pero basado en el principio de la colectividad. De esta manera, uno no sale formado individualmente, sino colectivamente, para poder integrarse al proyecto de la autonomía.
Y en cuanto al sistema de producción, el coco lo estamos produciendo como coco orgánico. Es el sistema de producción que usaba nuestra gente. Ahora, sí tenemos ingenieros. Queremos usar lo que nos sirve de la tecnología de ahora, pero con la diferencia de que no es la tecnología lo que nos impone a nosotros lo que vamos a hacer, sino que nosotros le vamos a decir a la tecnología qué queremos que nos aporte. Entonces no tenemos una visión dicotómica con respecto a eso. Incluso de las leyes del país vamos a tomar las que realmente sirven para este proyecto autonómico, pero partiendo de lo que necesitamos, no de lo que nos impongan.
¿Qué se puede hacer desde afuera para apoyar la lucha de los garífunas?
Esa es una pregunta bien importante, porque esta es una revolución, una lucha internacionalista, como decía Assata Shakur, la negra de las Panteras Negras [de Estados Unidos] que se exilió en Cuba. Ahora con las redes sociales, con la tecnología de la comunicación avanzada, han sido importantes los mensajes, las notas periodísticas, para que el mundo se entere y presione al gobierno.
Pero otra forma es a través de la contribución de recursos. Se necesitan pagar abogados, por ejemplo, y para SUNLA (el comité de investigación y búsqueda de los desaparecidos de Triunfo de la Cruz), que requiere al menos 15.000 dólares mensuales. Estamos pensando que vamos a hacer la investigación durante al menos un año para tener resultados. Tenemos que generar una plataforma a la que se pueda donar. Ahora lo más seguro es donar a la Ofraneh (Organización Fraternal Negra Hondureña) para poder enfrentar todos estos procesos. Nosotros no tenemos recursos, solo funcionamos a través de amigos y aliados que puedan promover un poco de financiamiento. Si los que nos quieren apoyar pueden donar 5 o 10 dólares mensuales a la Ofraneh, sería importante. Estas son las diversas formas en que se puede apoyar la lucha.