Este jueves, la CGT convocó dos nuevas jornadas de movilización para el 27 de octubre y el 10 de noviembre. Pero, ¿se trata de presionar a Macron para que abran "negociaciones" o de construir una huelga renovable para imponer la indexación de los salarios a la inflación?
Martes 25 de octubre de 2022 21:48
El viernes, la dirección de la CGT (Confederación General del Trabajo) desveló su plan de lucha para obtener "aumentos salariales sustanciales": después de la jornada de lucha y movilización del 18 de octubre, convocaron dos nuevas jornadas de movilización nacionales e interprofesionales, el 27 de octubre y el 10 de noviembre. Para Céline Verzeletti, secretaria confederal de la CGT, el pasado martes demostró que "hay una dinámica" y que la CGT "no quiere rendirse". No es cuestión de una tregua durante los días feriados en Noviembre, comentó el líder de la CGT: "¡un descanso de quince días es demasiado!
Un discurso y una actitud que contrasta con los últimos meses, en los que, a pesar de la oleada de huelgas por luchas salariales, la CGT sólo había propuesto jornadas de movilización aisladas, como el 27 de enero y el 17 de marzo, antes de anunciar la manifestación tardía el pasado 29 de septiembre, sin ninguna convocatoria real de huelga. Repartidas en varios meses, estas acciones aisladas no permitieron la construcción de un movimiento para afrontar la crisis.
Finalmente, tras abandonar la mesa de negociación sobre la reforma de las pensiones y llamar a la movilización el 18 de octubre, la dirección de la CGT propuso por primera vez en dos años un esbozo de plan de lucha. Un punto de inflexión, logrado bajo la presión de la huelga de los refinadores pero también de las peleas internas de la CGT unos meses antes del Congreso Confederal. Festejamos el llamamiento pero debemos discutir del contenido de este plan.
¿Está a la altura el plan de lucha?
Desde este punto de vista, lamentablemente, la perspectiva propuesta por la dirección de la CGT no responde a la necesidad de intensificar la movilización.
Como señala el sitio Rapports de force "La FSU (Federación Sindical Unitaria), cuyos afiliados estarán de vacaciones, no participará [en el 27 de octubre]. Tampoco lo harán las asociaciones Solidaires o Force ouvrière, con quienes la CGT se había movilizado el 18 de octubre, pero que no fueron consultadas para esta nueva convocatoria".
No solo el 27 de octubre cae en medio de las vacaciones escolares, lo que excluye de facto a ciertos sectores del mundo del trabajo como los profesores o los estudiantes de secundaria, que participaron activamente el martes 18, sino que la CGT eligió convocar esta fecha de forma unilateral.
En este escenario parece poco probable que esta primera cita alimente una "dinámica" que sólo puede construirse movilizándose tanto o más que la jornada del 18 de octubre. Esto hace que la jornada del 10 de noviembre, que podría ser convocada por una intersindical, sea la clave del plan futuro.
Sin embargo, si bien hay tiempo suficiente para construir una gran movilización, esta nueva convocatoria no se concibe en la perspectiva de una huelga renovable (o por tiempo indeterminado, NdelT). Se trata, en efecto, de la enésima convocatoria de huelga por un día, que se niega a plantear la perspectiva de una renovación, como lo demuestra la elección del 10 de noviembre, víspera de un día festivo.
En estas condiciones, el plan de lucha de la CGT no permite construir una huelga amplia y renovable, la única capaz de responder a las potencialidades de la situación abierta por el movimiento de los refinadores y a la urgencia de la situación. En una situación de transición, que ha permitido plantear la cuestión de la generalización de la huelga, este problema de fondo corresponde a los objetivos limitados que se ha fijado la CGT.
¿Una estrategia de "presión" para avanzar hacia una "cumbre salarial"?
De hecho, si la dirección de la CGT hizo un cambio en el discurso, afirmando defender "una indexación de los salarios y las pensiones sobre la inflación", la "dinámica" de movilización que pretende mantener tiene en primer lugar el objetivo de abrir negociaciones tripartitas (sindicatos, patronal, gobierno) sobre los salarios. Así, en las últimas semanas, los secretarios confederales han multiplicado en los medios de comunicación los llamamientos a una "cumbre salarial".
De este objetivo se desprende al final una estrategia de presión para la negociación salarial, contradictoria con una estrategia basada en la construcción de una relación de fuerzas para ganar, a través de la huelga, reivindicaciones ofensivas frente a la crisis. Sin embargo, lo que históricamente permitió obtener aumentos salariales fueron las huelgas por tiempo indefinido y, además, ciertos sectores de trabajadores ya aspiran a conseguir logros más importantes, como la indexación de los salarios a la inflación. Esta medida fue planteada por los refinadores durante su huelga y actualmente tiene un 87% de apoyo entre la población.
En este contexto, si bien ha cambiado el tono, la dirección de la CGT está todavía lejos de mostrar una voluntad de lucha y de proponer un plan capaz de obtener esas reivindicaciones. Desde este punto de vista, los resultados mixtos del 18 de octubre demostraron que, si no hay un "botón rojo" que desencadene la "huelga general", como suele afirmar Philippe Martínez, secretario general de la CGT, la dirección tiene una responsabilidad importante en la moral de las tropas. Sin una dirección decidida, dispuesta a plantear realmente la perspectiva de una huelga renovable, se hace más difícil que los sectores decididos avancen por miedo a quedar en minoría.
Huelga masiva de 48 horas para paralizar el país
En este sentido, el papel de las direcciones del movimiento obrero es decisivo para implicar no sólo a la vanguardia sino a todos los sectores. Resulta urgente empezar a plantear la perspectiva de una huelga por tiempo indeterminado. Para ello, en lugar de un calendario a saltos y limitado por las vacaciones o los días festivos, es necesario apoyarse en la dinámica más progresista de los actuales movimientos de huelga, apoyando activamente estas movilizaciones, y convocar una huelga de 48 horas que busque paralizar el país.
Dos días consecutivos de huelga efectiva tendrían la ventaja de abrir un espacio de discusión mucho más amplio entre los compañeros sobre la cuestión de la relación de fuerzas, para convencerlos de renovar la huelga. Esta perspectiva debe proponerse con la suficiente antelación para que, en todos los sectores donde haga falta, se puedan presentar los preavisos de huelga, lo que no fue posible el día 18.
Esto tendría la ventaja de dar perspectivas, pero también de poner a prueba las posibilidades reales que existen para construir una huelga reconductible con vocación mayoritaria. ¡Esta sería la forma de avanzar hacia una huelga general por aumentos inmediatos de 400 euros para todos, por la indexación salarial y contra las contrarreformas del gobierno!