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Análisis. La Represa del Renacimiento de Etiopía y la guerra del agua en África Oriental

El agua en África Oriental es un recurso muy escaso, su control es estratégico y vital para los países de la región. A partir de la construcción de la Gran Represa del Renacimiento Etíope, se ha generado un fuerte conflicto internacional entre Egipto, Sudán y Etiopía, que se entrelaza con las problemáticas ambientales ya existentes.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Lunes 26 de julio de 2021 23:18

Foto: Al Jazeera

Foto: Al Jazeera

El agua en África Oriental es un recurso sumamente escaso, siendo su control estratégico y vital para los países que componen esa región, centralmente Egipto, Sudán y Etiopía. La Gran Represa del Renacimiento Etíope (GERD, según sus siglas en inglés) ubicada en la cuenca del Nilo Azul, está poniendo en cuestión ese control que va de la mano por una lucha por la hegemonía regional.

El impacto ambiental de esta represa es incalculable. Se inserta además, en el proceso de desertificación del Sahel, que está provocando desde hace décadas desplazamiento poblacional, inanición generalizada de comunidades, muerte de ganado y cultivos, y conflictos inter-étnicos y religiosos. Pero esta vez, la escalada de tensión geopolítica entre Egipto, Sudán y el anfitrión, Etiopía, puede profundizar una crisis climática regional y global, pero además el primer conflicto a gran escala por el agua.

¿Qué es la cuenca del Nilo?

La cuenca del Nilo es la tercera más grande del mundo, ocupa un 10% del continente africano y tiene una superficie de 3,18 millones de km2, de los cuales Egipto y Sudán ocupan el 73%. Es una cuenca transfronteriza, que recorre 6650 km, abarca 11 países y atraviesa cinco regiones climáticas: mediterránea, semiárida, árida, subtropical y tropical. Cuenta con dos afluentes principales: el Nilo Blanco y el Nilo Azul, que confluyen a la altura de Jartum (Sudán). El Nilo Azul se origina en el lago Tana (Etiopía), recorriendo alrededor de 1000 kilómetros por territorio etíope, contribuyendo en más del 86% del total de volumen de agua del Nilo, con un caudal que varía estacionalmente. El Nilo Blanco aporta el 14% restante del caudal del Nilo, contando con una cuenca más extensa originada en los lagos ecuatoriales, con un volumen de agua más constante pero que se pierde en las marismas de la región del Sudd en Sudán del Sur. En toda la cuenca, según Mahemud Eshtu Tekuya “el cambio climático está afectando a la supervivencia de las poblaciones que dependen de ella, debido a la disminución o incremento del caudal, mayor frecuencia de inundaciones y sequías, aumento del nivel del mar en el delta, el incremento de la temperatura y de la evaporación, los cambios en los modelos de precipitaciones y escurrimiento del agua, así como en la cubierta vegetal y en los ecosistemas.

Además, abastece de agua a cerca de 800 millones de personas, quienes dependen de ella para sobrevivir. A esta presión demográfica debe agregarse que está sometida a las consecuencias del cambio climático combinado con distintas actividades humanas que profundizan la desertificación del Sahel.

¿La Presa del Renacimiento, un coloso con pies de barro?

La Presa del Renacimiento es la quinta represa que se está construyendo en el Nilo Azul y será la más grande de África. Su objetivo es proporcionar agua y electricidad a la población del país, ya que el 70% de los 115 millones de etíopes no tienen acceso a estos servicios. Su construcción comenzó en abril de 2011 y el costo final ronda los $ 4.900 millones de dólares financiados completamente por el Estado central etíope, junto a ayuda de bancos chinos para financiar equipos para hidroeléctricas y turbinas. Además, logró convertir la represa en un proyecto nacionalista (principalmente de los amhara etnia mayoritaria) aglutinando a la población del país tras él.

Tendrá la capacidad de generar 6450 megavatios de electricidad lo que supondrá 15 000 GWH por año, es decir, multiplicar por cuatro la actual capacidad de generación de Etiopía, lo que repercutirá en el desarrollo socioeconómico del país, ya que contará con el potencial de producir suficiente electricidad para abastecer a 6 millones de hogares, industrias y agua para los cultivos. Además que se espera una lluvia de inversiones y aumento de productividad en el campo.

Sin embargo, estos proyectos pueden encontrar un bloqueo por la presión que está ejerciendo Egipto y Sudán con sus aliados internacionales sumado a los conflictos internos en Etiopía, para evitar que este país se convierta en potencia. Además el potencial impacto ambiental sobre la cuenca como el aumento del poder erosivo del agua y la contención de sedimentos que podrían impactar en el retroceso de la desembocadura en el Mediterráneo. Actualmente la represa Aswan está generando este proceso.

En los márgenes de la primera guerra del agua

Durante el siglo XX el uso de los recursos hídricos de la cuenca estuvo regulado por los acuerdos coloniales de los años 1902, 1929 y 1959, establecidos por la corona británica, que condicionan cualquier construcción de infraestructura vinculada al cauce del Nilo, en función de las necesidades de Egipto. Por otro lado, se dispuso en estos acuerdos que la región de Benishangul Gumuz sería parte de Etiopía, a cambio de que no se construyeran represas en el Nilo Azul. Sin embargo, en esta región, que se encuentra al Oeste del país, limitando con Sudán y atravesada por el Nilo Azul, es donde se comenzó la construcción de la GERD en 2011, aprovechando un momento de inestabilidad regional impulsada por la Primavera Árabe. Inicialmente, Sudán y Egipto se opusieron a la construcción de la GERD, pero una vez que fue un hecho la disputa giró entorno a los ritmos de rellenado.

¿Qué dice Egipto?

Egipto considera el agua del Nilo como un asunto de seguridad e incluso existencial. El 90% de los 110 millones de egipcios dependen de la cuenca, y además el país transita un acelerado crecimiento demográfico. Debido a su clima desértico, ya tiene escasez de agua. Importa aproximadamente la mitad de sus productos alimenticios y recicla alrededor de 25 mil millones de metros cúbicos de agua al año.

Egipto está más preocupado por el riesgo de condiciones de sequía, como las que ocurrieron a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, y ha presionado para que Etiopía llene el embalse durante un período más largo si es necesario y garantice caudales mínimos.

Si los flujos de agua se restringen en condiciones de sequía, Egipto dice que podría perder más de un millón de puestos de trabajo y 1.800 millones de dólares en producción económica al año, aunque reconoce que tal escenario es poco probable.

¿Qué dice Etiopía?

Para Etiopía también se trata de un problema vital. Tiene una población de más de 110 millones de las cuales el 70% no tiene acceso a electricidad. Acusa a Egipto de intentar conservar los mismos privilegios heredados de la etapa colonial con respecto a la cantidad de agua del Nilo regulados por unos “tratados injustos”, ya que fueron establecidos sin el acuerdo de todos los países afectados. Cuando la obra se convirtió en un hecho consumado, se pasó a discutir en torno a los ritmos de llenado. Egipto reclamó que, para poder mitigar el impacto, la represa debería llenarse en 7 años, lo que sería un tiempo demasiado extenso de acuerdo con las necesidades inmediatas etíopes.

Egipto, Sudán y Etiopía firmaron en 2015 un Acuerdo tripartito conocido como “Declaración de Principios”. Este acuerdo pretende minimizar los efectos negativos que la presa pueda originar a Sudán y a Egipto, pero no fija una cantidad volumétrica de agua para los tres Estados, permitiéndoles usar los recursos hídricos que comparten en sus respectivos territorios de una forma equitativa y razonable, pero todo ello de una forma ambigua sin acordar cómo y cuándo se efectuará el llenado del embalse y la generación de electricidad. Tampoco establece ningún mecanismo que regule la operación de la presa en períodos de inundaciones o sequías, algo que preocupa a Egipto y Sudán, ya que no existen garantías de que Etiopía proporcione un mínimo requisito de agua para ambos países.

Fuente: The Economist

El agua y la inestabilidad de África Oriental

La estabilidad política y social regional está en un equilibrio débil. En el caso de Etiopía, se han reavivado viejas disputas inter-étnicas entre los amhara, oromo y tigriños especialmente en la región de Tigray que puede empujar a una guerra civil. Esto llevó a un pacto militar entre Etiopía, Eritrea y Somalia y a enfrentamientos con Sudán por un antiguo territorio.

Sudán y Egipto recientemente han construido su propia alianza militar para disuadir a Etiopía y han logrado que se discuta el problema de la represa en el Consejo de Seguridad de la ONU, signo de que este conflicto ha alcanzado grandes dimensiones. Los analistas no prevén una guerra a gran escala, pero sí una desestabilización mediante actores delegados (proxys).

De la misma manera Egipto continúa luchando en Libia y en diversas regiones internas contra grupos yihadistas, y Sudán con los ejércitos en la frontera con Sudán del Sur. Así como ha escalado también el enfrentamiento con Etiopía por la región de al-Fashaga.

Por otro lado, cada país tiene su apoyo en intereses globales, como el de Estados Unidos apoyando a Sudán y Egipto, y mientras que China ha dado apoyo financiero a Etiopía para diversas obras de infraestructura en la última década, y particularmente para la compra de turbinas y equipos eléctricos para las plantas hidroeléctricas.

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No debe perderse de vista que este conflicto se da en el marco del mayor protagonismo que viene asumiendo Etiopía a nivel continental, gracias a su desarrollo económico intenso, a tasas por encima del 10% anual. Sin embargo, este país cuenta con recursos naturales relativamente escasos, siendo la gran cantidad de ríos en su territorio su principal ventaja comparativa que, para sostener sus niveles de crecimiento y desarrollo, se volvieron vitales para aumentar su acceso a recursos energéticos.

El pasado 5 de julio de 2021 Etiopía anunció el inicio del segundo llenado de la GERD, lo que fue respondido por Egipto con un fuerte rechazo, por lo que el conflicto sigue vigente y no se avizora una solución en el corto plazo. Mientras tanto, el impacto ambiental que se espera con el funcionamiento de la presa, se suma a otras problemáticas en una región ya devastada por crisis económicas, sequías y conflictos armados (entre ellos grupos yihadistas) vinculados a la desertificación del Sahel por el control de los recursos hídricos y terrestres.

Como hemos visto, los Estados utilizan discursos vinculados a los problemas ambientales o a la mitigación del hambre como herramientas de negociación en disputas de poder tanto a escala local como global entre las grandes potencias. La problemática ambiental bajo el sistema capitalista siempre estará en un plano subordinado a estas disputas. Para que puedan encontrarse soluciones reales a los problemas de pobreza extrema, al acceso a recursos hídricos y alimentarios, y de degradación del ambiente es necesario luchar por revolucionarlo.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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