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Historia. La caída del muro de Berlín: ¿el fin de la historia?

El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín, símbolo del reparto de Europa luego de Yalta y la Guerra Fría. Poco después, el 31 de agosto de 1990 se firmaba el Acuerdo para la reunificación de Alemania. Por esos tiempos el intelectual norteamericano y funcionario del Departamento de Estado, Francis Fukuyama, se apuraba a decretar la victoria final del liberalismo y el fin de la historia.

Nahuel Dominguez

Nahuel Dominguez @NadQuetzo

Martes 9 de noviembre de 2021

Ilustración: Sabrina Rodríguez

Hace 32 años se producían la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación alemana. Junto al desmembramiento de la URSS y la restauración del capitalismo en estos países, inspirarían una ofensiva político ideológica acerca del fin de la historia, del fin de las ideologías y la victoria final y contundente del capitalismo liberal.

Del reparto del mundo a la restauración capitalista

En las conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial se reparten el mundo en zonas de influencia y territorios directamente de ocupación. En el caso de Alemania sería dividida en cuatro zonas de ocupación comandadas por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la URSS respectivamente.

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Berlín por su parte quedaba sometida a la responsabilidad de las cuatro mismas potencias que se habían repartido Alemania. Quienes compartirían la administración del país como unidad económica a través de un Consejo de Control Aliado. Estableciendo a su vez el principio de “autoservicio” de recursos en cada zona de ocupación.

La política norteamericana por su parte pasaría rápidamente del antifascismo al anticomunismo. Impulsando la reconstrucción económica y la organización estatal de las tres zonas occidentales de ocupación, ante el peligro de sovietización. Bajo la “Doctrina Truman” presentada al congreso en marzo de 1947 el conflicto con la URSS aparecía como una lucha global entre un régimen de “terror y represión” y la “libertad”, que los Estados Unidos estaban llamados a defender en el mundo [1]. En junio del mismo año lanzarían su programa multilateral de reconstrucción y control del resurgimiento alemán a través del Plan Marshall.

El 4 de abril de 1949 se firmaba el Tratado de defensa del Atlántico Norte y el 8 de mayo el Consejo parlamentario de los territorios de Alemania occidental promulgó las Leyes Fundamentales de la República Federal Alemana. En respuesta, el 7 de octubre se conformaba la República Democrática Alemana en la zona oriental que promulgaba una constitución propia. Todo bajo los designios del Congreso del Pueblo Alemán conformado a través de lista única del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED). Quedando definitivamente dividido el país.

Apenas finalizada la guerra, la URSS ayudó a la reconstrucción capitalista de Europa occidental. Prestando colaboración a través de los Partidos Comunistas al régimen de cada país. Especialmente donde hubo procesos revolucionarios como Francia, Italia y Grecia. Además tenía una influencia decisiva en el movimiento de masas. En Europa oriental favoreció el establecimiento de “democracias populares”: gobiernos afines, integrados por el PC y algún miembro o partido de la burguesía, con el apoyo de las tropas de ocupación. Ante el fracaso de esta política, los crecientes conflictos con estos partidos burgueses antes aliados, y apoyado en su poderío militar; favorece la creación de “estrados obreros degenerados burocráticamente”; nuevos estados basados en la planificación socialista de la economía, pero bajo el régimen burocrático de partido único sin participación directa de las masas en el gobierno.

Tras la creación de la RDA como respuesta defensiva ante la RFA; la URSS mantenía formalmente la política de reunificación. Sin embargo, luego del movimiento insurreccional protagonizado por los obreros metalúrgicos de Berlín en 1953 y que se extendió a más de 250 ciudades; con tomas de edificios gubernamentales y desarrollo de consejos obreros, sofocado solo por el Ejército Rojo como instrumento contrarrevolucionario; la política para el país pasaría a ser la estabilización del régimen del SED y a nivel global la “coexistencia pacífica”.

En 1961 la RDA construye el Muro de Berlín con acuerdo de la RFA y las potencias de Occidente, que no querían que los alemanes orientales afluyeran a la RDA en busca de “progreso”.

Para fines de los 80´y en el marco de las reformas impulsadas por Gorbachov en la URSS, tendientes a la restauración del capitalismo y presentadas como “economía socialista de mercado” [2] , la brecha entre las economías de oriente y occidente, así como la productividad del trabajo se habían ampliado considerablemente a favor del sector capitalista. La economía planificada burocráticamente bajo el régimen de partido único mostraba su estrechez.

La crisis económica como las reivindicaciones de mayores libertades políticas fueron los principales motores que impulsaron la rebelión en la RDA. Cuarenta años de estalinismo habían provocado en las masas la identificación distorsionada del totalitarismo y la pobreza, con el socialismo. Lejos de una unión igualitaria, la burguesía alemana buscaba la anexión de una región pobre, reincorporándola al sistema capitalista bajo su propio dominio. Utilizando las ilusiones de la población que lejos de prosperar, fue víctima de la inflación y desocupación.

El pueblo alemán se levantaba en el Este y el Oeste poniendo en el centro la lucha por la reunificación. El imperialismo apoyado en esta demanda democrática y legítima, promovía la restauración del capitalismo, al igual que el régimen opresor estalinista que venía aplicando reformas tendientes a la restauración en la URSS. La perspectiva revolucionaria de una reunificación obrera y socialista de Alemania, basada en la autodeterminación de las masas, estaba ausente. El 4 de noviembre llenaron las calles de Berlín medio millón de personas, el 9 de noviembre cayó el muro, y poco menos de un mes después el Politburó del SED renunció colectivamente.

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En ese marco, el gobierno conservador de Helmut Kohl de la RFA y la burguesía, aprovecharon la oportunidad de imponer una reunificación en clave capitalista. El 31 de agosto, el Consejo de Ministros de la RDA y el Gobierno federal de Alemania aprobaron y firmaron el Acuerdo para la reunificación de Alemania, en el cual pactaron los compromisos de los gobiernos de ambos países durante el proceso de reunificación. El 3 de octubre de 1990 se producía la adhesión de la RDA en la RFA según la Ley Fundamental de Alemania y se producía la reunificación definitiva.

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¿El fin de la historia?

León Trotsky escribió en 1936 desde el exilio producto de la persecución estalinista, que “un aislamiento indefinido provocaría infaliblemente no el establecimiento de un comunismo nacional, sino la restauración del capitalismo” [3]. Marcando los límites de la política de socialismo en un solo país impulsada desde la URSS y que llevaría luego a la coexistencia pacífica.

La restauración completa del capitalismo luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS fueron festejadas con entusiasmo desde el liberalismo. El modelo comunista de economía planificada bajo órbita estatal, que pregonaba la igualdad y el fin de la explotación capitalista había caído rendido a los pies del mercado, incapaz de competir con las ventajas de una economía mundializada. Así, Fukuyama se apuraba a decretar la victoria final del liberalismo, la muerte del marxismo-leninismo y el fin de la historia. Abriendo las puertas a “un mundo dominado por preocupaciones económicas, en el que no existen bases ideológicas para un conflicto importante entre las naciones (…) y el uso de la fuerza militar va perdiendo legitimidad” [4].

Sin embargo, lo que había caído era el totalitarismo moldeado por Stalin y sus continuadores, no el socialismo como estrategia o fin político.

32 años después de la caída del Muro; nuevos fenómenos políticos, y el retorno de la lucha de clases, adelantan los límites del triunfalismo liberal y dan señales de una historia que aún parece estar lejos de haber llegado a su fin.

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Referencias:

1. Loth, Wilfried (1989) “Europa después de 1945: La formación de los bloques”. En Europa después de la Segunda Guerra Mundial, 1945-1982. Editorial Siglo XXI, México.
2. Hobsbawm, Eric (1995) Historia del siglo XX 1914-1991. Editorial Crítica, Barcelona.
3. Trotsky, León (2014) La revolución traicionada. Ediciones IPS.
4. Fukuyama, Francis (1989) El fin de la historia.


Nahuel Dominguez

Nació en Mar del Plata en 1990. Docente e investigador en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Integrante desde 2006 del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), colaborador de La Izquierda Diario.

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